Partida Rol por web

El viejo alquimista al que tantos favores debéis os manda llamar. Una vez más. Vosotros habéis vivido durante largo tiempo en aquella fortaleza, os conocéis de antes. Vuestras vidas han estado ligadas a este lugar desde hace tiempo y son muchas las luchas que habéis librado codo con codo. Vuestro objetivo allí, pese a lo difuso que es, se mantiene recto y en el camino del señor pese a que muchos otros no lo vean de la misma manera.
 Os dirigís a la sala de reposo del Alquimista donde os espera. Tras llamar a la pesada puerta de madera escucháis su voz que os invita a entrar...

El alquimista es un hombre mayor, mas incluso que vosotros. Su pelo rubio se vuelve cano casi en su totalidad pero sus ojos siguen siendo pozos profundos llenos de juventud. Os mira con una sonrisa mientras extiende los brazos.

-Amigos míos, me alegro de que hayáis venido. Sé que ha estas alturas debería mandar a los mas jóvenes que arden en deseos de nuevas aventuras pero vosotros, amigos, que habéis luchado por esta fortaleza durante años... Es a vosotros a los que debo encomendar esta carga-dice con una cálida sonrisa mientras os invita a sentaros en unos taburetes que ha dispuesto alrededor de una pequeña mesita. En la mesa hay una jarra con vino y varias copas a su alrededor.

¿Porqué tanta preocupación? -pregunté mientras me sentaba- ¿Acaso no hemos sobrevivido a peligros en los que nos dábamos por muertos? Doy gracias a Dios por la vida plena que se me ha concedido y de no haber acabado tirado en cualquier vereda. ¿A qué se debe esta reunión?

El viejo parecía más preocupado que de costumbre; sin duda alguna tenía algo importante que decirnos...

Esta vez es el el que os pide ayuda. Sólo quiere una cosa para saldar la deuda. Es una petición curiosa, pero no parece muy complicada.

-Mi buen Fadrique-dijo mirando al fibroso guerrero-tengo un problema con mi mas importante grimorio-Trata de explicároslo, pero no lo acabais de entender. Cosas de magos, siempre tan herméticos- Sea como sea-finaliza al ver vuestros rostros-ni la ciencia, o aun mas importante, toda mi experiencia  me sirven para saber que es lo que ocurre. Parece...parece que el libro estuviera enfermo...

Todos conocéis el libro. Incluso alguna vez habéis leído algunas líneas cuando el alquimista lo consultaba, por encima de su hombro, mientras el reía por lo bajo fingiendo que no se daba cuenta. Es azul, no muy grueso. Eso es extraño pues contiene no sólo la lista de poderes de todas las criaturas y hechizos que existen, sino de las que está permitido que puedan llegar a existir. Aquél que lo tiene, sabe y aquél que sabe, vence.

Reposaba sobre uno de los sillones de la sala del Alquimista, miraba con cierta incertidumbre e intriga al viejo, pensativo con una de sus manos acariciando su barbilla.

-Maese alquimista, nunca he confiado en la magia, y ese libro siempre me ha resultado sospechoso.¿No será quizá alguna treta del maligno para hacerse con nuestras almas puras?- planteó seriamente, no le gustaba la magia, la odiaba aunque no fuera negra.Simplemente veía en ella como un mundo pagano que distorsionaba el mundo real y la Fe que en él habitaba.

-¿Que contiene ese libro que tanto anhela? Son simples hechizos-gestículo con su mano libre realizando ligersos tirabuzones como si quisiera quitarle importancia al tomo, pues al fin y al cabo para él eran simples hechizos.

-Se con certeza que contiene mucha información y puede....no, sería peligroso si callera en malas manos.¿No puede copiar su información en otro tomo en blanco y eliminar el original? pues finalmente lo importante es su contenido no el envoltorio en si, ¿o acaso me equivoco?- ahora se levanta observando a todos sus amigos con los cuales había vivido incontables aventuras y ansiaba por conocer sus opiniones.

-No sé vosotros, pero yo digo si tan peligroso puede ser, deberiamos destruirlo, pues según el maese alquimista, parece estar enfermo, así pues le librariamos de esa maldición- finalizó con ideas un tanto drásticas, pero sin duda para él sería lo correcto al exterminar una parte más de la mágia pagana del mundo.

El alquimista miró a Godesteo con los ojos abiertos.

-Godesteo, vos y yo nunca hemos pensado de manera parecida y pese a todo seguís aquí con nos. Como bien sabéis la ciencia, la magia que aquí se crea no es contraria al señor y siempre nos hemos regido por la virtud-dijo manteniendo la compostura, pues tras muchos años ambos habéis empezado a toleraros el uno al otro pese a vuestras opiniones adversas- Pero habéis dado en el clavo. El poder del libro es infinita, pues bastaría que una criatura fuera borrada de él para que no solo no existiera, sino que nunca hubiera llegado a existir. Como si nuestro señor jamas la hubiera creado. Igualmente si una criatura es escrita, no solo será creada. Si no que siempre habrá existido. Por ello no podemos destruirlo-sentenció seriamente- Desde luego este libro atenta contra las leyes de Dios pero debería caer en malas manos para ello. Por eso os lo confío a vosotros-dijo tendiéndoos el libro.

Después se sentó en una silla junto a su escritorio.

-Lo que os pido es sencillo-dijo de nuevo- llevad el libro a las brujas mas poderosas de la Tierra. No por que sean mas sabias, si no por que han vivido más. Vosotros ya las conocéis. Birutia,Indarr y Sorguiñak de Aralar sabrán cual es la solución. O, al menos, cual es el problema...

Saludó con un gesto de la cabeza al viejo, expectante ante esa convocatoria. Se sentó indolente en un taburete mirando de reojo la jarra de vino.

El rostro y la voz del viejo reflejaban inquietud, y oyendo la petición que les hacía Alvar pensó que no era para menos.

- Sencillo, mmm…  Yo creo que es una difícil y peligrosa  tarea la que nos encomendáis, ser custodios de este libro…  -se rascó la cabeza pensando lo que podría pasar si aquel volumen caía en manos indeseables.- Peligrosa no sólo para el cuerpo sino también para el alma. Pero ¿qué artes oscuras y ocultas se mueven para que un libro pueda caer enfermo?

Miró uno a uno a sus compañeros, a sus amigos desde hacía tantos años. No dudaba de sus habilidades ni de su lealtad, pero ya no eran tan jóvenes…

- Si destruirlo no se puede, entonces… -miró directamente a Godesteo- tendremos que encontrar a esas brujas y rezar para que ellas tengan la solución.

Godesteo tiene razón, Alquimista -dijo. No es sino el Maligno quien puede estar tras esa "enfermedad". Personalmente y como os confesé alguna vez, he leido algún libro de magia, pues ya sabéis de la brujería de mi padre*, y lo cual no hizo sino aferrarme mucho más en Dios. La Fe nos lleva al amor infinito, Alquimista, no ese libro... créame.

Luego carraspeó y miró la copa de vino, pero no se atrevió a tocar su vaso.

No por ello voy a contradecir vuestras creencias y mucho menos obviar vuestros deseos ¿Acaso no hemos matado criaturas -diciéndole a todos-, que creíamos que sólo existían en los cuentos de nuestra prole? Si destruirlo hemos de, lo haremos, tal y como señala Álvar, pero en mi opinión no estoy muy seguro de los hechos, como apunta Godesteo.

No es que renegara, pues no había habído razón en todo el tiempo junto a sus compañeros y al Alquimista para hacerlo, pero esta empresa era mayor y más compleja de lo que aparentaba.

No obstante, Dios proveerá. Siempre obra.

Sabéis tan bien como yo que aquí, en esta pequeña fortaleza hemos luchado contra el maligno...no siempre como la iglesia nos diría pero si con rectitud. Pensad que hasta ahora este libro ha mantenido la palabra de Dios, sus creaciones están en este libro y si se destruyese todo aquello que el altísimo ha creado desaparecería. No hijos míos, una vez mas tenemos que andar por un camino cercano al que nos indica nuestro señor. Debéis proteger este libro y llevárselo a las brujas de Aralar, ellas sabrán que hacer pues a pesar de ser brujas son sabias y no os guiaran por mal camino-tomó una copa y dio un sorbo de vino. Vosotros erais las personas de mas confianza. El libro no podía estar en otras manos- entonces, ¿aceptais?

Siempre, Alquimista -dijo Fadrique levantándose de su asiento y bajando su cabeza en señal de respeto.

Andaba de un lado hacia a otro mientras escuchaba las sabias palabras del Alquimista.Una de sus manos descansaba sobre su cadera y la otra jugaba con la barbilla mostrándose pensativo a la par que su mirada perdida en algún punto del suelo.Las palabras del alquimista parecían converncerle al igual que las de sus amigos.No obstante, una palabra hizo que las alertas del caballero saltaran, haciendo que elevara su rostro mirando al anciano, con sus ojos abiertos como platos, mostrando una total confusión y algo de ira ante lo escuchado.

-....brujas....¿¡¡BRUJAS!!?- exclama intentando evitarlo, no obstante parecía enfurecerle bastante ese tipo de criaturas, pues para él no resultaban ser ni humanos, sino hijos de Lucifer.

-¿¡Emonos vuelto locos!? No dudaría un segundo en degollar a esas criaturas del demonio, es más, en contadas ocasiones me he planteado ir a darles fin a su profana vida de magia oscura y bujería- gesticulaba con sus fibrosos brazos para exagerar aún más lo que podría ser la única solución para averiguar que le pasaba al libro y poder retornarlo a la normalidad.

-¿No hay ninguna otra solución?- parecía haberse calmado tras escuchar para él aquella desfachatez.

-Recapacite maese alquimista, en el mundo ya habitan las criaturas que nuestro Dios creado ha, no necesitamoslo para nada más- hizo algo de incapié sobre la destrucción del libro, no terminando por descartar esa opción.No obstante, cuando escuchó de nuevo al alquimista, recapacitó él seriamente, no podían destruir la creación de su señor, sería un ultraje y deshonor, una blasfemia.

-Veolo ahora con otros ojos.No obstante, las brujas no son criaturas de fiar....- no lo dijo directamente pero si lo tenía claro, le haría ese favor, por proteger lo que el altísimo había creado y por ayudar a su viejo y sabio amigo.

No os confundais mi buen Godesteo. Ya las has conocido. Son viejas y sabias y no criaturas del averno como pareces pensar-mantuvo el silencio unos segundos- Yo soy un mago, ¿me matarías entonces? No, por que sirvo a Dios igual que tu aunque no de la misma manera. Ellas lo servirán igual, ayudandoos a vosotros y si vosotros no abandonais el camino de la rectitud no tendréis por que preocuparos. Godesteo, sabía lo que pensarías cuando decidí llamaros a los cuatro pero aun así vos, como caballero que sois, se que luchareis por que todo esto llegue a buen puerto. No necesito vuestra palabra de caballero, se que sabeis distinguir el bien del mal.

-Perdonadme maese alquimista, a veces mi heiratismo religioso ciega mis recuerdos, mi razón y conocimientos- parecía ahora ligeramente apenado y alfijido, recordando aquellos bélicos momentos en el que la razón a veces abandonaba su cuerpo, convirtiéndolos en las bestias que el ajusticiaba.

-Por mi parte y seguro que las de los de aquí presentes, estaremos de acuerdo en cumplir con el cometido- miraba ahora a sus amigos directamente a los ojos esperando oir las respuestas restantes.

-No la necesita, pero se la doy como signo de humildad y respeto por nuestra fuerte y amistosa relación.Volveré exitoso o moriré en el intento.Que Dios nos aguarde...- agarra el libro azulado mirándolo con mesura de arriba a abajo.

-¿Alguien lo desea portar?- esboza ahora girándose hacia sus amigos.

Artal, que se había mantenido como de costumbre en segundo plano, escuchando a sus compañeros más cultivados que él en asuntos ultraterrenos, dió entonces un paso al frente.

- Yo portaré el libro, si no os incomoda a los demás. Y si de tal importancia es para nuestro viejo amigo Alquimista, he de verme muerto antes que privado de él o verlo dañado.

Avanzó desde la puerta junto a la que se había mantenido durante la conversación, recorriendo en tres largos trancos la distancia que le separaba del señor Godosteo, y con un asentimiento a su amigo extendió la mano para recibir el libro. Objeto extraño en sus manos era un libro y no le dedicó atención alguna sus páginas, simplemente estimó su peso cual mercader en la plaza, tanteó la rigidez de sus tapas y luego se dirigió al alquimista.

- Maese Alquimista, ¿no tendría vuestra merced a bien proporcionar un zurrón adecuado para portarlo sin daño y protegido de los elementos?. Poco entendido soy en libros, ya que las letras no conozco, pero ducho soy en jalar caminos y buen conocedor de las inclemencias que nos pueden acechar en la aventura en la que vamos a embarcarnos y dame la impresion de que este libro pocos golpes debe aguantar y menos agua debe beber.

Y dicho esto tiende el libro al Alquimista para que se lo devuelva bien resguardado y protegido para el viaje. Luego cruza de nuevo la estancia y retoma su posición junto a la puerta, atento a la conversación otra vez y a la espera de que se concrete el destino del viaje para iniciar camino.

Buena idea la del aragonés de hacerse cargo del libro, al fin y al cabo de los cuatro era al que las letras poco le interesaban. Dio un trago al vino antes de levantarse.

- Ya que la decisión está tomada, ahora sólo queda prepararnos para el camino. -Miró por unos instantes al resto por si alguno tenía algo más que preguntar antes de dirigirse de nuevo al Alquimista.- Maese ¿algún último consejo que debáis darnos antes de partir?

No pensaba ni tocarlo, a no ser que fuera de excelsa necesidad. Menos mal que Artal se ofreció para esa carga, pues en mis espaldas sólo podría sostenerse mi fe como pilares que aguantan el trono del Padre... Con silencio en mi boca me limité a atender la pregunta que Alvar hizo en base a la localización de la empresa.

-Alégrome de tu disposición querido amigo.Confio en que lo protejas con tu vida si fuera necesario- le entregó el libro gustósamente a Artal para que cargara con su peso, seguramente más ligero el exterior que lo que había escrito, pues para él sería una gran carga llevar un objeto tan poderoso e importante, sin saber en que momento Lucifer le gane la batalla mental y le obligue a leerlo para hacer cualquier maldad.

-Y ahora cuando termine Artal de consultar lo que deba al maese alquimista, creo yo deberíamos partir ipso facto- propuso esperando a que el anciano terminara de dar lo que tuviera que otorgar a Artal y así poder comenzar la aventura.