Partida Rol por web

Con habilidad, fruto de años de práctica, empezó a desvestirse de abajo arriba con una mano sin dejar de trabajar el material con la otra: zapatos, calcetines, pantalón, camisa. Todo en orden metódico. Riguroso. Al llegar a los últimos botones de la camisa, Greta se retiró un poco. Estaba de rodillas ante él, con el vestido reducido a una arruga de satén en torno a las caderas, y lo miraba complacida. Relampagueaban reflejos pajizos en sus iris castaños.

-Estas bien, españolito -dijo-. Estás muy bien.

-Gracias.

Falcó se arrodilló y le introdujo los dedos en el sexo.

Ella sonreía.

-Dime puta.

-Puta.

Se intensificó la sonrisa obscena.

-Ahora dime puerca.

-Puerca.

Quiso tumbarla de espaldas en la alfombra, pero se le escabulló, riendo. Después se dio la vuelta, poniéndose a cuatro patas. Los senos germánicos colgaban grandes y pesados. Sólo faltaba música de Wagner.

-Házmelo por detrás -ordenó ella.

Tras aquel punto, el afanado autor, decidió cesar el sonido que las yemas de sus dedos realizaban sobre los botones del teclado de su ordenador. Pues ya era hora. Guardando el progreso realizado de aquella nueva obra que dentro de un par de meses iba a ser finalizada, si sus cálculos no eran erróneos, que nunca lo eran. Decidió quitarse las gafas de lectura y posarlas a un lado del teclado, sobre la mesa de su escritorio. Con el índice y el pulgar, se tocó a ambos lados de su nariz, intentando calmar el cansancio que sentía en los lacrimales de haber pasado tanto tiempo bajo la incesante luz de la pantalla.

Estirando el cuello, desperezándose, el adulto más aún lleno de energía escritor; daba los últimos preparativos mentales antes de acudir a la cita que se le había concertado. Pues ya era hora. Pese a todo, se quedó mirando, pasmado el techo de su despacho, viendo como la pintura lentamente parecía haber perdido su antigua fuerza y estar colgando de un mero hilo de su material en varias zonas sobre su escritorio. Un mal presagio.

Ya estaba preparado y mentalizado, apagó el ordenador tras guardar por una segunda vez, pues nunca se es lo suficiente precavido, agarró las gafas y las acomodó gentilmente sobre su nariz. Ya estaba listo, y tenía que acudir a su cita. Pues ya era hora.

Cual suspiro, ante él ya no se encontraba el escritorio, ni el ordenador, ni la pintura desquebrajándose en el techo; sino un ambiente mucho más amplio, mucho más elevado y mucho más poderoso. Por desgracia, pese a lo que reflejaba la arquitectura del lugar, aquel sitio al que había llegado tenía un aura negra, un terrible acontecimiento había tenido lugar, y no era más que cuestión de tiempo que este viniera a por los presentes.

No dijo nada al escuchar la reacción de los otros arcanos, al igual que no dijo nada al descubrir lo que allí había ocurrido, tan solo se limitó a esperar y callar en su sitio. Pues, si no había nada mejor que decir para romper el silencio, este prefería callar.

Sus ojos se abrieron con un estallido tenue de luz blanquecina, como si de un relámpago se tratase. La luz de las velas iluminaba la estancia de madera en la que se encontraba sentado en posición loto con las palmas de las mano tocándose en posición de rezo.

Una ráfaga suave de aire fresco hizo titilar las velas, indicando la llegada de un nuevo visitante a la capilla. -"Es la hora, atranca la puerta por fuera con los sellos sagrados..." La respuesta de su interlocutor nunca llegó, solamente se pudieron escuchar los ecos de los pasos de éste retrocediendo y obedeciendo las instrucciones sin mediar palabra alguna en el proceso.

Sus ojos volvieron a cerrarse y al abrirse se encontró rodeado de aquellos nuevos huéspedes de arcanos. Sin embargo,él apenas había cambiado en esencia, aunque nadie más pudiera sentirlo de la misma manera que él mismo.

La consternación era evidente en la sala, pues cuatro arcanos habían fallecido, pero solamente otro arcano tenía el poder de sesgar esas existencias, lo cual debía significar que uno o varios de los presentes habían sido los causantes. La expresión del muchacho no cambió en absoluto mientras unos y otros ofrecían sus deliberaciones. Él solamente susurró una pequeña plegaria para sí mismo.

A veces, cuando parpadeaban, los Arcanos podían percibir el mundo material a través de los ojos de sus cuerpos mortales. Recibían cierta consciencia de lo que ocurría en el mundo dada su sensibilidad hacia los pulsos invisibles de la humanidad. En todo el globo comenzaban revueltas, sin la autoridad del Papa ni el Emperador, no había líder ni fuerza que pudiera poner freno a los actos egoístas y destructivos. La ley había pasado a ser un papel mojado, la moral y la voz de la conciencia se apagaban hasta en las mentes más disciplinadas. 

La tecnología, la electricidad, las predicciones de cualquier naturaleza comenzaron a fallar y las propias matemáticas perdieron su sentido, como sí la humanidad se hubiera olvidado del orden de los números. Sin un mago que encarne el ansia por controlar lo que les rodea, la ciencia había perdido su base humana y se desmoronaba por momentos. 

Sin el Colgado, los mortales eran inconscientes de sus límites y realizaban actos temerarios que les llevaban a su autodestrucción. Saltos imposibles que les hacían caer al vacío, escaladas suicidas, y otras proezas físicas que les llevaban hasta la extenuación y muerte por agotamiento poblaban los medios.

Por ahora eran casos aislados, aunque numerosos. La realidad tal y como la habían construido se había comenzado a deshilachar. 

Cuando Gwendoline abre la caja, debajo de las 4 cartas, ahora enngrecidas, como si hubiesen sido quemadas, halla una nota.

El mundo moderno cambia demasiado rápido, la humanidad debe perecer y empezar de nuevo. Nuestra guía no sirve de nada. Pero esta vez, sobráis la mayoría de vosotros. Estos cuatro descubrieron nuestras intenciones antes de tiempo y han forzado ésta reunión, pero aprovecharemos la circunstancia. Os mataréis entre vosotros mientras estemos aquí y cada vez que reunamos fuerza suficiente para echaros, usaremos el momento para destruiros. 

Pero los cuatro muertos han usado su poder para daros una oportunidad, os han dado capacidades y herramientas para Matarnos que confiamos que erréis al usarlas para acelerar nuestro trabajo.

Que comience la lucha de voluntades. 

Justin andaba entretenido como de costumbre con un par de grandes gorilas enfrente de su nuevo camello, el anterior se quedo en la ciudad de su ultima gira. Estaba buscando buena mierda, polvo blanco de calidad suprema y como no fuera la mejor ese cabello seria pasto de las ratas como otros muchos que intentaban tomar el pelo al canadiense.

Y en eso andaba rascándose con su arma en cráneo, mientras se decidía ha probar lo que su posible nuevo proveedor le ofrecía. -Espero que no quieras tomarme el pelo y ya sabes, nadie jode a nadie ó tu sufrirás mucho mas que yo. -Amenazo al hombre antes de agacharse y esnifar.

-O joder, Si... esta es buena. Un momento que coño...{ -Había sido transportado. -Joder que si es ¡BUENA! -Sin darse siquiera cuenta, fue el momento elegido para que comenzara al reunión entre los Arcanos. -Espera... ¡No jodas! ¿Justo ahora? Mierda, espero que mi vaina salga de esta. -Un tanto contrariado y aun fingiendo estar colocado, se tambaleo hasta su asiento, apoyando los pies en el reposabrazos derecho. -Bueno y que mierdas pasa ahora.

Nadie tuvo que concretar detalles, cuando vio como cuatro de ellos "faltaban" y poco después alguien leía una nota un tanto inquietante. -Ostia puta. -Ser mal hablado venia con la piel y mas si era Beer y no estaba actuando o en un escenario. -Entonces que. Estamos aquí para... Matarnos unos a otros. Joder este juego es peor que la ruleta rusa. -Alzo su arma. -Y se de lo que hablo.

Tomo el primer turno en decir unas palabras a nuestros hermanos caídos.

Mi canto es para mi hermanos, que lucharon con nosotros sin descanso y ahora lloramos su ausencia.
Mi canto es al viento sin dueño, Rezando que por el le lleguen nuestras voces.
Mi canto es el de los cansados.
Mi canto es de los que con nosotros vieron caer la lluvia.
Mi canto es hoy y para siempre la voz de los caídos.
Es la voz ya lejana de los perdidos. Su sonrisa 
Escuchen mis ya inútiles palabras hermanos.
Y espero en ellas encuentren consuelo.
¿Que sera de nosotros sin ustedes?
No se encontrara paz, ni en la tierra ni en nuestros corazones.
Mis palabras lejanas e inútiles viajan para hacer saber que hoy el mundo esta de luto.
Fuerza hermanos, Los tendremos siempre en nuestros corazones.  

Lo que escuchó es hermoso y no puedo evitar dejar escapar una pequeña lágrima. Tomó el siguiente turno para hablar, dejando que mi corazon tome palabra.

-Hoy, perdimos a 4 hermanos, quienes nacieron junto a nostros, juntos guiamos a la humanidad, juntos vivimos por millones de años, los humanos al morir anhelan el cielo nosotros no anhelamos más que la nada, por que es la nada lo que nos espera detrás de la muerte. Nunca pudimos predestinar que esto ocurriría, pero aún así no es la nada lo que les espera, ellos seguirán vivos, en nuestros recuerdos, y mientras viva los recordaré.

Cuando los discursos solemnes empezaron el bebe en los brazos de Penny comenzó a llorar. Estaba claro que el bebe no sabía que era un momento inoportuno para llorar.

Pardon. - Murmuró Penny. Mientras se alejaba del centro de sala para no arruinar los discursos.

En un esquina, en pie con el bebe en brazos, comenzó a acunarlo mientras cantaba una canción en voz baja.