El camarote del capitán parecía acojedor, cuando Efrain y yo entramos, cerrando la puerta detrás de nosotros. Apoyo el Banjo en el escritorio y me quito el sombrero para que Harry corretee por la sala. Me siento en una de las sillas y me lío mi primer cigarro en el barco, lo enciendo y tras la nube de humo que expulso, me encuentro con la mirada del Paladín.
- Mierda Efrain, te estoy agradecido por salvarme. El cabrón de Stedman no me había revelado mi mortal destino en esa maldita celda. Lo que me temo, es que esta mision que pretendéis llevar pueda tener resultados igual de funestos. Lo he estado pensando, no me apetece nada ayudar a Pallisade pero no voy a permitir que sus intrigas se os lleven por delante. Bajaré a Bowerstone con vosotros. ¿Crees que Mikeala o Celestina sospechan algo sobre mi verdadera identidad?
Efrain abrió la puerta del camarote del Capitán que tenía asignado y cedió la entrada a su acompañante en primer lugar. A continuación entró, cerró la puerta y observó la habitación por primera vez desde que subieran a la embarcación.
- No está mal- concedió mientras se quitaba los guanteletes y la capa para estar más cómodo y los dejaba sobre un arcón.
Se giró entonces hacia Billy y descubrió con sorpresa que éste había desaparecido y en su lugar tenía sentado a su viejo amigo Hamleen, aunque bastante más envejecido y calvo. Recordó la información sobre él que le había mostrado la armadura demoníaca hacía unas horas y comprobó que, al menos, explicaba buena parte del cambio que había experimentado.
- Hamleen, ni te imaginas lo que me alegro de verte vivo- confesó al fin.- Tras nuestro último encuentro no volví a saber de ti y, dada tu fama, me había llegado a temer lo peor…
Tomó una silla y se sentó cerca de él para no tener que hablar alzando la voz.
- Escúchame: creo que ese Stedman no es trigo limpio. ¿Tu crees que es una casualidad que nuestro grupo estuviera casi al completo en Pallisade justo en el momento en que secuestraron a la princesa?- miró a su amigo intentando leer su expresión.- Yo no. No puedo demostrarlo, pero estoy seguro que sabía quién eras desde el principio. Tal vez fuera una casualidad que tu estuvieras en la ciudad, pero a Mikeala le dieron un trabajo de consejera, a Celestina la llevaron "a capturar a un fugitivo"- marcó las comillas con las manos,- y a mi me invitaron a la boda varios días antes de que se celebrara.
>> No, amigo. Esto está amañado desde el principio y no sé por qué, pero te aseguro que lo voy a averiguar…
Nadie se metía con sus amigos y salía de rositas, ni siquiera un robot maquiavélico como Stedman.
- Pero tienes razón. No debemos ponerle las cósas fáciles y no quiero que os pase nada a ninguno de vosotros. No creo que nuestras compañeras sospechen de ti, por eso tienes que aprovechar esta oportunidad para alejarte de aquí. Cuando lleguemos a Bowerstone bajarás con nosotros y nos ayudarás a obtener la información que necesitamos, pero ya no volverás al barco. Tenemos que trabajar un buen motivo para que tu ausencia no sea sospechosa, como que te encargue algo importante para la misión… ¿tal vez espiar al espía? Podrías hacerlo uno o dos días, dejarme un mensaje oculto sobre lo que hayas averiguado y luego huir de la ciudad. Nadie irá en tu búsqueda, salvo yo cuando este tema de la princesa esté resuelto, y podríamos vernos en algún lugar que conozcamos ambos, como Dagerfall.
Miró a los ojos a su amigo, mostrando determinación y seguridad en su mirada.
- ¿Qué me dices?
- Mira, es que es justo lo que te decía. Me habeis sacado de esa, prácticamente me has vuelto a salvar de la muerte. Creo que no me sentiría bien si os dejase de lado mientras me quedo en Daggerfall esperando noticias vuestras. Ademas está Comadreja, esa mujer ha hecho que por primera vez en mi vida dejase de pensar en Mikeala de forma compulsiva, tampoco la quiero dejar tirada. - Profunda calada y mirada al paladín. - No, Efrain, me voy a quedar en Pallisade, acabaremos el trabajo o nos largaremos juntos. Pero si me quieres mandar a espiar a Stedman, no dudes que lo haré, he aprendido mucho de este lugar para poder confecionarme un disfraz mucho más adecuado que el de mendigo. Pero luego volveré al barco a reportar. De momento Bowerstone, mucho me temo que nos aguardan intrigas allí.
Me levanto y me doy un paseo por el camarote, soltado humo y observando los detalles, la decoración, alguna señal sobre su anterior ocupante.
- Además, este barco es de lo más genial con lo que hemos viajado nunca. ¿no?
- ¿Comadreja?- preguntó el paladín sonriendo.- Vaya, no me lo esperaba. Pensaba que la habías conocido en la prisión…- comentó, dando a entender que de ser así habían ido muy rápido.- ¿Entonces dices en serio lo de no largarte? Porque yo si te digo en serio lo de facilitarte la salida.
Podía ver la determinación en los ojos de su amigo. Se levantó de la silla y se acercó a él.
- Siendo así… No se hable más del tema: ¡Volvemos a ser un equipo!- celebró dandole una palmada amistosa en la espalda.- … Aunque el resto no lo sepa, claro… Dime, ¿por qué tanto secretismo con tu identidad? ¿Acaso te están buscando? ¿Le debes dinero a algún hut?
- ¿Comadreja?- preguntó el paladín sonriendo.- Vaya, no me lo esperaba. Pensaba que la habías conocido en la prisión…-
- Las relaciones en prisión son distintas, diferentes a aquello que se puede generar fuera de ella. Son horas y horas, sin intimidad. Zev y Chafee dando la turra a todas horas, y... ella... tras esa capa de mugre, esos ojos. Apenas podía intimar con ella pero esa mirada me mataba y me reviviía cada día, un poquito. Sin apenas palabras hemos establecido una confianza mutua sorprendente, y puedo ver como, para ella, esta misión es importante. Ahora que he logrado salir de ahí, quiero descubrir porqué. - Por unos instantes, he dejado de fumar, el cigarrillo se esta consumiendo entre mis dedos mientras miro por la ventana. - Eso en cuanto a ella, por parte vuestra, que voy a decir... Me has salvado de una muerte que apenas sabía que me aguardaba... No hay equipo con el que haya compartido más tiempo y más peligros. Que muráis estúpidamente por intentar lograr que un príncipe tenga el lecho caliente, mas descendencia e influencia no es plato de buen gusto para mí. Prefiero morir como vosotros, como un idiota.
Dime, ¿por qué tanto secretismo con tu identidad? ¿Acaso te están buscando? ¿Le debes dinero a algún hut?
- Nada de eso... Es más... personal. Todavía siento vergüenza de en quien me convertí. Todavía no tengo claro de si soy digno de recuperar mi nombre, de hecho, no se si quiero recuperarlo.
Efrain estudió a su amigo mientras hablaba y durante unos segundos después.
- Oh, no te equivoques: yo no estoy metido en esto para calentarle la cama a ningún rey, sino para saber quién quiere meterse con mis amigos y por qué.
Realmente había cambiado, tuvo que admitirlo. Los últimos recuerdos que tenía suyos eran los de un Hamleen fuera de sí, corrompido por la fama y (ahora lo sabía) destrozado por las drogas. Y los primeros recuerdos eran los de un bardo alocado, juerguista y levantafaldas. Tanto uno como otro habían quedado atrás, en el pasado. Quien se erguía ahora ante él era una persona totalmente diferente: seria, calmada, con los pies en la tierra, de corazón noble y sabia.
- Creo, amigo mío, que el nombre es realmente lo menos importante. Has cambiado, puedo percibirlo. No te pareces a ninguno de los Hamleen que he conocido. Si decides cambiarte el nombre para romper del todo con tu pasado, ¡adelante! Pero no mantengas a tus amigos fuera de tu vida. Ni siquiera a Mikeala.
Alguien que pasara por ahí apenas habría notado nada extraño en el paladín. Sin embargo un espectador atento, o alguien que le conociera de hacía tiempo, se habría dado cuenta de un detalle importante: Su forma de hablar era informal. ¿Dóndo habían quedado los "milady" o "señor" que solía emplear al hablar? Pareciera que se hubiera desprendido de ellos como lo había hecho de los guantes o la capa, algo impensable para él cuando se conocieron hacía unos años.
- Es cierto que somos parte de tu pasado.- continuó.- Y si nunca nos hubiéramos vuelto a juntar entendería que Billy, o Hamleen III, no nos buscara. Pero el destino (o ese maquiavélico engendro mecánico "made in Pallisade") nos ha vuelto a juntar, haciendo que ahora volvamos a ser parte de tu vida, tanto como Comadreja o el dúo sacapuntas.- Hizo una pausa, poniéndose junto a Billy para mirar por la ventana.- En cualquier caso, eres tú quien debe decidir. Pero acéptame este consejo: todo lo que tu no decidas hacer, otros lo decidirán por ti. En cualquier caso, te estaré apoyando.
- Vaya, me reconfortas con tus palabras, siempre lo supiste hacer... pero tambien te siento cambiado, amigo. ¿Que te ha ocurrido estos últimos años? - No puedo eludir esa pregunta. Los diversos cambios que percibo en él, la informalidad al hablar, no parece el mismo que me pegó una paliza en aquella taberna de mala muerte.
- Por cierto. ¿Te has fijado en Celestina? Parece que su ira va en aumento. Cuando la vi por ultima vez ya parecía una bomba de relojeria, peo en estas horas he podido comprobar que parece estar a un suspiro de descontrolarse del todo. ¿No te parece?
La actitud de mi amiga me preocupa, sobretodo su pasion por las bebidas alcoholicas. Creo que no esta de más hacerselo saber a Efrain.
Escribo aqui por si se te olvidó nuestra conversa :P
- Sí, yo también he notado el cambio en Celeste, pero no la puedo juzgar por ello. Supongo que, de una u otra forma, todos nos trajimos demonios de allí… Con todo, no podré ayudarla si ella no busca ayuda antes, ¿de qué serviria? ¿Recuerdas la última vez que intenté ayudarte sin tu permiso?
Ambos lo recordaban. Fue la última vez que se vieron y la cosa no acabó muy bien. Efrain negó con la cabeza.
- Lo único que puedo hacer por ella es estar atento y prestarle mi apoyo sin criticarla ni presionarla. Lo ideal sería que nos pidiera ayuda antes que sea tarde, pero no creo que esté en ese punto ahora mismo. Todo lo contrario, creo que en algún momento explotará y alguien sufrirá por ello. Solo espero que entonces se de cuenta de lo que ha causado y acepte nuestra ayuda.
- En cuanto a mi, mi historia en estos años ha sido extraña. Como un viaje de autodescubrimiento personal…
Miró a Hamleen un momento en silencio y a continuación volvió a acercarse a la silla para sentarse.
Por un momento se planteó si debía ser sincero con él pues no quería preocuparlo en balde. Sin embargo, ahora sabía los secretos oscuros de su amigo y no quería mantenerlo en las tinieblas. Además, le vendría bien deshaogarse con alguien… aunque no sirviera para nada.
- Si quieres saber realmente lo que me ha ocurrido tal vez deberías tomar asiento- sugirió, dando unos segundos antes de comenzar.
>> ¿Recuerdas nuestra misión en Barovia? Por supuesto, cómo olvidarla… Pues durante el tiempo que estuvimos allí pasó algo. Al principio era sutil, pero poco a poco lo fui notando más. Tal vez fuera a causa de esa extraña conexión que siempre he tenido con la magia… Claro, no sabes de qué te hablo: Desde pequeño, siempre he notado que había algo ahí. No sabría explicarlo, pero podía notarlo. El día que el Sargento Varden vino a verme a mi casa en la aldea para ofrecerme un puesto de aprendiz en la guardia lo hizo por las noticias que llegaron a Dagerfall del joven campesino que había derrotado por sí solo a una criatura. Ese joven era yo, por supuesto, y es cierto que la derroté… pero no estaba solo. Durante la pelea mi arma (un apero de labranza) se rompió y quedé a merced del monstruo. Era joven entonces y no le tenía miedo a morir, por eso seguí añadiendo leña a mi voluntad de matar a aquel ser y, de repente, una gran roca salió disparada a una velocidad tal que al chocar contra mi enemigo quedó aturdido el tiempo necesario para que pudiera matarlo con mi estaca improvisada. Cuando miré a mi alrededor para agredecer la ayuda no vi a nadie, pero entonces ¿quién había arrojado la roca?
>> Este mismo suceso, u otros parecidos, me han ocurrido aquí y allá a lo largo de mi vida. Siempre lo achaqué a la presencia de Chauntea o algún otro dios que me protegía… hasta que llegué a Barovia, como te decía. Nada más llegar alli noté algo extraño, pero no pude saber qué era hasta casi el final: No había dioses. Lo sé, yo también puse esa cara al descubrirlo, pero no hay otra explicación. No quiero decir que los sacerdotes no tengan poderes allí, Celeste los tenía y yo también… pero no provenían de ningún dios o al menos no de los que conozco. Y en el momento en que me di cuenta de lo que pasaba, dejé de recibir dones. Como lo oyes, me quedé vacío de magia por dentro. Mis oraciones no hallaban respuesta y mis invocaciones no tenían efecto. ¡Ni siquiera podía sanar una simple herida! No quise deciros nada para no preocuparos pues ¿qué conseguiría con ello? Lo hecho, hecho estaba y vosotros no podríais cambiarlo. Lo mantuve en secreto y di lo mejor de mi como mortal para tratar de compensarlo…
>>… hasta ese día. En el enfrentamiento final contra Strahd mis habilidades no bastaban. Simplemente, no estaba a la altura. Sí, es cierto que tenía la Espada Solar, pero estaba siendo esgrimida por un simple humano sin ningún poder. Strahd temía la espada y eso nos daba una pequeña ventaja, pero todo cambió cuando hirió a Mikeala de gravedad. Me quedé petrificado. Por mi culpa ella moriría allí y no podía hacer nada por salvarla. ¿Por qué me había callado? ¿Por qué no os conté que no portaba poderes divinos? Tal vez no hubiera sido tan impulsiva entonces y eso le habría salvado la vida.
>> Sí, Hamleen. Mikeala murió aquel día. Pude notarlo. Celeste acudió enseguida en su auxilio pero ya era tarde. Y en el momento en que me di cuenta de ello el tiempo se detuvo para mi: fue solo un segundo, pero más que suficiento. Algo me contacto y me aseguró que me daría el poder que me faltaba para acabar con Strahd y salvar la vida de Mikeala. Abriría la puerta y me devolvería mis poderes sagrados y, si sobrevivía, negociaríamos el precio.
>> Acepté. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¡No iba a perderos por culpa de mi debilidad! Y tras ese segundo eterno el tiempo volvió, y con él todos mis poderes divinos. De nuevo podía sentir la fuente, era la misma que nos daba poder en aquel reino, pero ya no me importaba que no fuera un dios de Faerün. Acepté el poder que me dieron y, gracias a eso, matamos a Strahd y Mikeala se salvó. Felicidad y perdices para todos.
>> Salvo para mi, claro. Tenía una deuda que pagar. Ese algo que me salvó se llama… bueno, mejor no nombrarlo. Sí puedo decirte que quiere almas, a más malvadas y poderosas mejor, y yo debo proporcionárselas. Hemos llegado a un acuerdo en el que me deja trabajar a mi manera siempre que él saque el beneficio que busca. Por eso ahora soy un caballero errante, viajo de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, de ciudad en ciudad, cazando monstruos y bandidos y entregandole a él las almas más peligrosas.
>> En este tiempo desde que volvimos, he visto tanta mierda que podría hundir en ella todo este barco y no se verían ni las velas, pero no me importa: salvo gente inocente, mato a los malos. Y, cuando llegue el momento, me enfrentaré también a él. Sé que todo esto es por algo, pero aún no sé qué. Lo averiguaré…
La noche había avanzado bastante y el silencio que quedó en el camarote tras las palabras del caballero era ensordecedor. Se había despachado a gusto, como nunca antes había hecho. ¿Cómo reaccionaría el nuevo Hamleen a sus palabras? Bueno, realmente no le importaba demasiado: su misión seguría adelante lo aprobara él o no.