Al fin y el tan esperado y temido día del retiro había llegado. Después de más de cuarenta años de servicio a la Flota Colonial, hoy se ponía punto y final a la trayectoria de la Galáctica y su consiguiente jubilación. Habías servido en varias naves durante la primera guerra cylon junto a tu mejor amigo Saúl Tigh, pero no había sido nada comparable a cuando te dieron tu primer mando como comandante al mando de esta mítica Estrella de Combate. Ahora se convertiría en un museo, donde generaciones venideras podrían contemplar los esfuerzos de sus antepasados en su lucha contra los cylons.
El lugar escogido estaba a una hora de velocidad subluz de Virgon y en la ceremonia de despedida, donde estaba previsto que dieras un discurso, acudiría en representación del gobierno la secretaria de educación. Toda una bofetada en la cara al estamento militar por parte del presidente Adar, que jamás fue partidario de dar más libertad al ejército y que había sido reacio a aprobar la instalación de los nuevos programas de navegación. Siempre habías sido un anticuado y te habías negado a que esas mejoras informáticas se implantase en la Galáctica. Por eso la Estrella de Combate se había quedado obsoleta y había llegado la hora de jubilarla.
Caminando por los pasillos, ensayas en voz baja el discurso que planteas dar en la ceremonia. Por el camino te cruzas con personal militar, pilotos y mecánicos que te saludan con respeto. En la distancia ves a Starbuck dirigiéndose a la cantina de la nave. Verla a ella te recuerda a tu hijo perdido... y a tu otro hijo que bien también podría estarlo a pesar de seguir en el mundo de los vivos.
En ese momento se te acerca un marine que te saluda antes de hablar.
-Comandante, le he estado buscando. Se le requiere en el puente.
Con las gafas puestas, andando con paso lento y mirando constantemente el papel que llevaba en la mano, Adama ensayaba el discurso que, horas después, tendría que dar en la sala de prensa.
- La guerra Cylon es demasiado larga...
El marine le interrumpió en ese momento. Llevaba un rato tratando de leer en voz alta lo que había escrito, pero los constantes saludos le mantenían ocupado. Tantos años de servicio, tanta gente conocida. Adama sonrió. Un honor haber servido con todos ellos, pensaba para sí mismo.
- Entendido, soldado. Gracias.
Hizo un gesto con la mano, el saludo militar de rigor. Y el marine respondió y se fue por dónde había venido. Adama observó como marchaba para, después de suspirar, bajar la vista de nuevo al papel mientras dirigía sus pasos hacia el puente.
- La Guerra Cylon es demasiado larga. No debemos todavía, olvidarnos de las razones...