Partida Rol por web

Blancanieves y sus pupilos

Preludio: El Héroe Caído

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22/01/2018, 15:33
Narración

Todo había comenzado una cálida noche de verano. Había sido un sutil cambio, apenas notable, pero el rostro de sorpresa y asombro de Gwyneth lo decía todo. Estábais en el bosquecillo atrás de tu casa, cuando todo empezó a brillar con colores y sonidos fuertes y delirantes. Una bandada de mariposas escapó de tu cabeza, podáis sentir como gotearon por entre tus cabellos, y se derramaron por tu rostro como gotas de gruesa lluvia, que mientras caían tomaban formas aladas y antes de tocar el suelo empezaban a revolotear con colores diversos. Los días siguientes aquellas manifestaciones se hacían más fuertes y vívidas, y mientras tu compañera de juegos compartía tus visiones, sólo tú notabas la intensidad con que aumentaban y transformaban la realidad a tu alrededor. Podías sentir los ojos a través del bosque, los sonidos extraños y misteriosos que no parecían provenir de hombre ni animal, y que más se asemejaban a susurros lejanos en lo más profundo de los árboles. Los juegos más inocentes terminaban con demostraciones y vistazos de cosas que no estaban allí, pero que podías escucharlas y percibirlas tan claras como el día mismo. Fue en uno de esos paseos en el que el climax de aquellas alucinaciones llegó de improvisto, ante la mirada asombrada (y algo temerosa) de Gwyneth: el cielo explotó en un abanico de tonalidades imposibles y una melodía, una fanfarria estridente llenó el silencio apacible del bosque, mientras ella te halaba de la camiseta, entre asustada y sorprendida.

Luego llegaron las visiones, agolpándose violentamente en tu cabeza. Estabas de repente allí, sobre un enorme dragón y tu espada en su panza, en donde su piel escamada y férrea es débil. Ellos te aplaudían, vitoreaban, mientras tú sacabas pecho y sonreías, con el dolor incesante en el brazo y el cansancio de una terrible batalla. La escena mutó y ahora estabas en la cima de la colina. Sentías tus huesos adoloridos, pero sonreías mientras veías a tu familia: jóvenes sonriendo, cantando y tocando instrumentos, celebrando tu cumpleaños entre vino, banquete y canciones. Todos como tú, con sus piernas peludas y sus pezuñas, con sus cuernos en la cabeza y sus sonrisas amistosas. La tercera visión te lanzó a una tarde oscura y lluviosa, el tintineo de tu armadura era lo único que escuchabas, mientras decenas de otros a tu alrededor se movían al unísono. Un ejército marchando en medio de la calle de una gran ciudad. Al frente, estaba el General Potemkin, el enorme y fornido Troll sobre su montura, llevando el estandarte de los Plebeyos, con su cuerno de un lado y su espada aún al cinto. La lluvia era lo de menos, sabiendo que pronto la batalla comenzaría. Del otro lado el ejército Noble aparecido, sus protecciones parecían mejores, más elegantes, más refinadas, sus armas mostraban mejor calidad y sus rostros no se veían agotados o asustados como los vuestros. Pero eran menos, mucho menos. En cualquier momento sonaría el cuerno del General, y os lanzaríais con toda la valentía que podíais tener, a la batalla.

Cuando despertaste, Gwyneth estaba a tu lado. Ella se veía diferente, todo se veía diferente. Y tú te sentías aún más diferente, eras otro, que siempre había sido. Tus piernas eran más delgadas y peludas, tus ropas* no eran las que recordabas, y tu cabeza incluso se sentía diferente. Como acto reflejo llevaste tus manos a los pequeños y protuberantes cuernos que habían aparecido, entre sorprendido y confundido por lo que había sucedido, con las memorias oscilantes de vidas pasadas que tampoco llegabas a entender del todo. No pasó mucho antes de que ellos llegasen.

El primero era elegante y altivo, investido de una gloria fantástica y casi mágica que se robó tu aliento y el de tu compañero. Se presentó como Sir Andreas, con una reverencia suave, mientras sus delicadas vestimentas parecían flotar lentamente. Era hermoso y orgulloso, su piel blanca aparentaba brillar con luz propia y sus pupilas claras se confundían con el blanco del resto de sus ojos. Sus orejas eran largas y sus movimientos finos, cada extremidad delgada y estilizada, tenía un porte seguro y majestuoso, como un rey o un emperador. Podías ver también, debajo de su gloria. a un chico joven de cabello oscuro y rostro serio, algunos años más grande que tú, pero no demasiado. Iba acompañado por una criatura de enorme estatura, intimidante, feroz y musculosa, de piel grisácea y dientes grandes, amarillos y desiguales, ataviada con una cota de mallas y arrastrando un enorme garrote. Su rostro contrastaba con el de su camarada, desproporcionado y desigual, su nariz enorme y sus ojos pequeñísimos y estúpidos. Tenía una sonrisa bobalicona y os observaba como quizás tú observabas las ricas sopas de tu madre antes de sentarte a comer. Su otro aspecto era el de un muchacho gordo y despelucado, con el mismo aire tontarrón que veías. Magog era su nombre, según entendiste cuando se presentó con su voz rasposa y maloliente.

Sir Andreas ignoró a Gwyneth desde el principio, y se dedicó a ti. Había una mezcla de decepción y alegría en su rostro, y cuando hablaba con su voz suave y melodiosa, era imposible no sentirse importante. Te reveló la verdad: eras un Kithain, una Hada reencarnada que había despertado en su actual vida y a juzgar por tu aspecto -y esto lo dijo con un aire divertido- un Sátiro. Te contó del glorioso destino de los tuyos, del Ensueño y su magia; de los increíbles tesoros que yacían más allá del Mundo Otoñal. Sus historias te embelesaban y con cada instante que pasaba, sentías que el tuyo era un destino más grande que cualquiera que hubiese tenido lugar allí. Y mientras Gwyneth susurraba que tenía miedo y que no le agradaban aquellos dos personajes, tú estabas llenos de un orgullo y una esencia que ella jamás entendería.

Durante los días siguientes ellos te visitaron varias veces, previniéndote de no hablar con otras Hadas, debido a su naturaleza egoísta y sus posibles malas intenciones. No todos eran como ellos. Al final acabaron por convencerte de lanzarte a una aventura. Gwyneth te suplicó que no fueses, pero sus palabras y lágrimas quedaron en oídos sordos. Mientras al lado de Sir Andreas y Magog, caminabas orgulloso, con la reluciente armadura que te habían obsequiado, plateada y hermosa, y la espada brillante y pesada que llevabas en el cinto.


Una semana había transcurrido en los parajes extraños del Ensueño. Tierras que jamás habías visto, con árboles tan grandes como montañas, y océanos de colores imposibles. Pequeñas criaturas se aparecían en vuestro camino, algunas parecidas a las del Mundo Otoñal, y otras coloridas y misteriosas. Ibais hacia las grutas oscuras del Valle de Oïe, y vuestra campaña consistía en recuperar la Égida Negra de Nathair, el prodigioso escudo capaz de invocar a la noche misma, cuya protección, te contaba Sir Andreas, era capaz de penetrar incluso el más oscuro de los hechizos Feéricos.

Y ahora, estabais allí, en la entrada de la gruta, oscura y silenciosa, con un olor a tierra y a hierro. Habíais acampado al pie de la montaña y tras varios minutos, estabais finalmente en el lugar en donde tus acompañantes aseguraban saber se encontraba la misteriosa Égida. El sol del Ensueño pintaba el cielo de tonalidades celestes imposibles, y aunque la luz no tocaba las escarpadas rocas de la montaña, su calor era suficiente para infundirte del valor que flaqueaba en este momento. Tu espada estaba desenfundada y tu armadura se sentía algo más pesada, pero la mano de tu noble compañero sobre tu hombro te infunde valor y lealtad.

Notas de juego

*Las vestimentas de la Crisálida las puedes crear a voluntad

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22/01/2018, 16:16
Sir Andreas

-Mi querido Kyran- comenzó diciendo. Su voz, suave y melodiosa, era capaz de disipar los temores, las dudas y las angustias. Sonreía con emoción. -Es el momento de continuar con tu legado heroico. La Égida Negra de Nathair debe estar adentro y sólo resta enfrentarse a su guardián.- dice mientras mira hacia adelante y sientes el impulso de entrar y demostrar de lo que eres capaz.

-Pero sólo uno de tu Linaje puede tocar la Égida de su lugar de descanso. Magog y yo cubriremos tu espalda y te acompañaremos, pero debes ser tú quien toque el escudo.- Sir Andreas era más alto que tú, y su armadura elegante te recordaba algo lejano y misterioso. Él se agazapa un poco y te mira a los ojos. Sus ojos claros podían llegar a ser intimidantes (aunque casi siempre lo era con su inquieto compañero) o tranquilizantes, como contigo.

-Desenfunda tu espada. Lo que sea que encontremos allá adentro, lo enfrentaremos juntos- y el gigante guardaespaldas gruñe "juntos" como respuesta. -Este es tu destino. Tus hazañas se extenderán por entre todos los Kithain, y aunque su envidia no se desvanezca, su admiración hará que vengan a ti con grandes regalos y peticiones. Serás ensalzado en canciones hasta tu próxima vida- añade él mientras mira hacia la oscuridad cavernosa.

-Y yo estaré entre aquellos que canten tus canciones- termina.

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24/01/2018, 02:44
Narración

Lleno de valentía te adentras entonces en la caverna, con la espada en una mano y una antorcha de fuego feérico capaz de iluminar lo suficiente. Su calidez te llenaba de valor, aunque cada paso te hacía internar más y más en aquella gruta. Con cada paso, un hedor desagradable aumentaba y el viento parecía susurrar advertencias a tu oído. La temperatura disminuyó tanto que tu aliento cobró un color blanco, y aunque podías ver la luz de la entrada, te sentías demasiado en lo profundo.

Entonces tus ojos se acostumbraron y lograste ver la Égida: El escudo estaba en la cima de un montículo en aquella tierra de obsidiana, adornada con baldosines negros que refulgían al paso de tu antorcha. El escudo era imponente, su sola presencia parecía hacer vibrar el aire, haciéndolo silbar a medida que te acercabas a la colina que debías ascender para llegar hasta él. El olor era aún más fuerte, y el sonido se incrementaba con cada pie de distancia que acortabas. Te volteas, y allí ves las figuras de Sir Andreas y Magog cerca a la boca de la caverna, sonrientes, tan emocionados como tú mismo podrías estarlo. La mítica Égida estaba finalmente al alcance de tu mano...

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10/02/2018, 21:53
Kyran Ó Conaill (joven)

Un suspiro se escapó entre los infantiles labios del sátiro y una nubecilla blanca se formó en el aire por un segundo. Se sentía nervioso, a apenas unos pasos del escudo, pero también exultante. Dio un paso más, y luego otro. Si extendía el brazo casi podría tocarlo ya con la punta de sus dedos...

Pensó en Gwyneth en ese instante. Echaba de menos a su amiga, la primera que había tenido cuando aún vivía sumergido en el gris de una existencia insípida. Kyran estaba convencido de que si no hubiera sido por Gwyneth nunca habría descubierto que había más en él de lo que todos veían: unos ojos vacíos.

Dio otro paso y recordó la primera vez que las fantasías de su amiga se habían hecho realidad también para sus ojos. De pronto había comenzado... a sentir. El mundo entero se había llenado de sensaciones, de colores, olores y sabores que antes no había sido capaz de percibir en toda su magnitud. Sus labios se curvaron cuando recordó también el momento en que todo había cambiado sin remedio. La forma en que él mismo había empezado a verse de verdad, en su forma real. Incluso sus ropas habían cambiado, con esa camisa suelta atada en cruz por una cuerda y unos pantalones negros llenos de bolsillos. Y en todos esos recuerdos, estaba Gwyneth junto a él. 

Lamentaba que a ella no le gustasen sus nuevos amigos, de otro modo podría haberle acompañado y estaría presente en su momento de gloria, ese que haría que las canciones ensalzasen su nombre. Tal vez ella podría cantarlas, tenía una voz muy bonita e imaginación suficiente como para componerlas. Definitivamente, era un fastidio que no congeniase con Sir Andreas y Magog. 

Estaba a punto de alcanzar la Égida cuando se giró para ver a sus amigos. Magog no tenía muchas luces, pero Sir Andreas... Era como un sueño hecho realidad que le hubiese escogido a él, justamente a él, para que le acompañase a esa misión. Kyran estaba convencido de que los tres harían grandes cosas juntos. Y, tal vez, pudiera convencer con el tiempo a Gwyneth para que se uniese a ellos. Les saludó con la mano, nervioso y excitado por la proeza que estaba a punto de acometer, y después se volvió a girar hacia el escudo. Apretó los dedos con más fuerza en la empuñadura de la espada y se dio cuenta de que empezaba a sudarle la palma de la mano. Así que tomó aire rápido y estiró la otra mano, dispuesto a coger la Égida y salir de allí corriendo, antes de que el guardián, fuera quien fuera, les descubriese.

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11/02/2018, 00:11
Narración

Tus dedos tocan la égida. Está helada, al punto que retiras la mano inicialmente al confundir el frío de la misma con el exceso de calor. El aire silba con mayor fuerza y mayor volumen, aunque el escudo se mantiene estático. Sientes las vibraciones en tu armadura, en tu arma, en tus mismos oídos como si se tratasen de una advertencia silenciosa. Pero no importa, en un segundo impulso levantas la égida, que resulta ser más liviana de lo que imaginaban. "Bien hecho Kyran" dice Sir Andreas, y nada puede superar la emoción, la euforia de hacerte con aquel tesoro perdido.

Pero la emoción dura muy poco. El suelo comienza a moverse con gran velocidad bajo tus pies, haciéndote caer de bruces y haciendo que el escudo caiga escalones abajo hacia el principio de las escaleras. Entonces te das cuenta que todo se está moviendo, en diferentes direcciones, como si cada porción de aquel montículo negro tuviese vida propia. La oscuridad se hace increíblemente densa y la luz feérica de tu antorcha se extingue en una agonía pútrida y helada. Te es imposible ponerte en pie, pues el suelo continúa moviéndose, cada baldosín arrastrándote, y haciéndote caer y rebotar torpemente con otros fragmentos del suelo que se levantan y se hunden a tus lados.

El movimiento comienza a cesar, pero el zumbido que emitía la égida y que no se ha detenido es ensordecedor. Repentinamente la caverna se queda en silencio Una nueva fuente de luz aparece en lo alto, y te toma unos segundos darte cuenta que aquellos dos orbes amarillos son los ojos de una enorme criatura que te observa con rabia y sed de sangre. Su aspecto reptiliano te recuerda al de una gargantuezca serpiente, cuyas sienes están coronadas por una corona de plumas a cada lado. Sus escamas comienzan a brillar, reflejando luz de diversos colores que en medio de la oscuridad, parecen los lamentos fantasmagóricos de cientos de espectros desplazándose como un impulso eléctrico a través de la gruesa piel de la criatura. Lo que creías baldosines, descubres ahora son en realidad sus escamas.

 -Vaya, vaya, vaya. ¿Que tenemossss aquí?- dice la criatura, abriendo la boca y exhalando un nauseabundo y helado aliento que te cala hasta los huesos. Su voz es profunda y siseante, se alarga como un susurro a gran volumen en la oscuridad y con cada palabra, sus dos enormes colmillos te son completamente visibles.

-Un ladrón. Un bandido. La sssena- dice y sus ojos amarillos fulguran con absoluta ira, mientras su cabeza se va a acercando hacia ti. No hay necesidad de pensarlo demasiado, sus intenciones son claras y es poco probable que tu espada y tu armadura puedan hacerle frente a aquel bífido gigante cuya boca es más que suficiente para acomodarte sin más, y cuya mirada te paraliza con el terror más profundo.

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11/02/2018, 00:50
Kyran Ó Conaill (joven)

No pudo mantener el equilibrio cuando el suelo empezó a moverse y sus patas le fallaron. Horrorizado, Kyran contempló la enorme y majestuosa bestia que se erguía ante él. Sentía la boca seca y el sudor frío deslizándose por su espalda, debajo de la armadura y la ropa. Dio por perdida la antorcha y aferró la espada con más fuerza.

La serpiente era demasiado grande como para que pudiera enfrentarse a ella pero, sin embargo, recordaba haber acabado con un dragón en otra vida. En algún momento de la existencia de su esencia había sido lo suficientemente fuerte, lo suficientemente valiente, como para hundir su hoja en la carne de monstruos como ese. Además... No estaba solo. Sir Andreas y Magog estaban tras él, dispuestos a ayudarle. Lo habían dicho, se enfrentarían a lo que encontrasen juntos. 

Sacó fuerzas de esas dos ideas para ponerse en pie. Notaba sus pezuñas resbalar en las escamas de la sierpe y las rodillas le temblaban, pero no estaba solo. Ya no era ese niño. Ahora tenía amigos. 

¡S-ser... s-seremos nosotros los que c-cenaremos sopa de s-serpiente! —exclamó, con una voz más aguda y temblorosa de lo que él habría deseado—. ¡¿V-verdad, chi-chicos?!

Levantó la espada apuntando hacia el monstruo y giró la cabeza para buscar a sus amigos con la mirada, con la esperanza de que ya estuvieran corriendo hacia él para colocarse uno a cada lado de él y pelear los tres codo con codo.

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11/02/2018, 01:18
Narración

Cuando te giras, te encuentras a tus amigos más cerca, sí. Pero no mirándote. Sir Andreas tiene la égida a sus pies y Magog sonríe tontamente detrás de él. El noble recoge el escudo y sus ojos brillan negros de codicia mientras te lanza una mirada. Sonríe y por un instante, un brevísimo instante, tienes la esperanza de que sacará su espada y que con la égida en su poder, irá corriendo hasta donde estás para hacerle frente a aquella criatura. Nada podría derrotarlos.

-Nos vamos, Magog. Kyran puede cuidarse solo- dice jocoso y su voz, lejana llega a ti como una saeta que atraviesa tu pecho. Su enorme acompañante sonríe y asiente, mientras ambos te dan la espalda, como si no existieras, como si fueses invisible.

-¿Sssserpiente?- la voz se eleva en los aires y tu rostro se vuelve hacia tu enemigo. Sus ojos están llenos de desbordante ira. -Yo ssssoy Nathair, madre de las sssserpientes, señora de este valle, inssssssolente kithain- dice ella y su voz retumba en aquella caverna produciendo legítimo terror en tu corazón. Y en la oscuridad, centenares de puntos rojos aparecen, de ojos mirándote fijamente desde las tinieblas, siseando, vibrando, relamiéndose mientras la enorme serpiente deja de moverse por completo. 

Todo sucede en un pestañeo, tu espada te deja ver tan solo un fogonazo amarillo, y el gélido aire que viene de sus entrañas pronto te rodea. Te mueves con rapidez, pero no tan rápido como la vieja serpiente y empujas el hierro de tu arma a ciegas. Hay un grito de dolor y el suelo se mueve. Tu estómago se revuelve, tus ojos apenas si pueden ver. Tu espada se ha clavado en el paladar de Nathair, mientras ahora estás dentro de se boca. Sus colmillos gotean humeante veneno y su garganta es un agujero oscuro y pestilente. Saliva cae sobre ti mientras te aferras con las últimas fuerzas al mango de tu espada.

-Arghhh... yo te maldigo Kithain...- su voz parece venir de su garganta y te llena de horror. -Mil maldisssiones caerán sobre ti. Di tussss ultimassss palabrassss, antesss de que te disssfrute sssentir como te dessshasseeesss entre missss entrañassss- hay una furia indescriptible en sus palabras a medida que su lengua, ese apéndice rojo y bífido se levanta como si fuese una segunda serpiente con vida propia y comienza a envolver tu pie derecho con firmeza.

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11/02/2018, 01:36
Kyran Ó Conaill (joven)

Kyran miraba a sus amigos con ojos apremiantes que parecían meterles prisa para que se uniesen a él cuanto antes. Le costó un instante procesar las palabras de Sir Andreas y, cuando lo hizo, sintió cómo si golpeasen su pecho con un mazo, hundiendo algo en su interior. ¿Bromeaba? Tenía que ser una broma, eso pensó en un primer instante de estupor, intentando encontrar una explicación a aquella traición. Pero no lo era, se iban y lo dejaban allí, solo, enfrentándose a un monstruo. Sintió por primera vez la desolación del abandono, como no había llegado a sentirlo hacia su madre, y los ojos empezaron a picarle. 

Pero la serpiente habló y Kyran tuvo que mirarla, aterrado como estaba. Se arrepentía de su insolencia de un instante atrás, cuando aún no se sabía solo, cuando aún se creía un flamante caballero y no un crío patético y atemorizado. Pero ahora se sentía acorralado, rodeado por aquellos ojos que iluminaban la oscuridad de rojo. 

Fue muy rápido, movió la espada por puro instinto y dentro de la boca de la bestia no podía hacer otra cosa que sostenerla por el mango para intentar evitar que cerrase sus enormes mandíbulas. El seseo de Nathair erizó el vello de su nuca y la desesperación lo invadió al sentir cómo la lengua de la serpiente se enroscaba en su tobillo. 

No, no, no... —musitaba entre dientes, haciendo fuerza hacia arriba y tratando al mismo tiempo de liberar su pie, sacudiéndolo. 

No podía creer que aquel fuese el final. No podía serlo. Ni siquiera había podido despedirse de Gwyneth, no había podido decirle que ella tenía razón con esos dos. No había podido... Sentía el corazón latiendo con fuerza en sus oídos y los dedos a punto de resbalarse de la empuñadura de su espada. Ni siquiera le había llegado a poner nombre, ¿por qué no lo había hecho? Una espada tiene que tener un nombre...

—Me han engañado —le dijo a la serpiente, como si aquello fuese suficiente motivo para que le perdonase la vida, o quizá porque necesitaba confesárselo a alguien en voz alta—. Me han utilizado. Yo no soy un ladrón, yo no quería la égida para nada, yo...

Las palabras se le atragantaron en la garganta cuando se le escapó un sollozo. Se había creído un gran héroe. Pero tan sólo era un niño. 

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11/02/2018, 02:02
Narración

-Tú no vivirasss para ver otro día- interrumpe la enorme serpiente. La lengua se cierra con fuerza en tu pata y lo que creías firme, se convierte en un fuerte tirón que te toma por sorpresa. Tus dedos se resbalan de la empuñadura y la oscuridad te rodea mientras tu hundes en un grito de terror en la oscuridad de la garganta de aquella bestia. El olor es insoportable, la humedad es corrosiva y las paredes te aplastan mientras en estertores de dolor y lágrimas, tu vida se extingue bajo la fuerza Nathair, mientras tu armadura rompe tus huesos y tu respiración se llena de sangre, de dolor, de ira, de impotencia. Lo último que ves es oscuridad y aquel horrible seseo que emite la madre de todas las serpientes, seguramente celebrando su victoria.


 

De nuevo la pesadilla con la serpiente. Te despiertas sudando y agitado en tu cama, respirando con violencia mientras las imágenes frescas del sueño se reproducen a gran velocidad en tu cabeza. Desde que eras pequeño, aquella desagradable pesadilla había sido una constante que se repetía más veces de las que te gustaría, y rara era la semana en la que no despertabas intempestivamente debido a ella. Siempre era la misma, y sin importar lo mucho que lo intentaras, el resultado era siempre igual, acababas en la garganta de aquella criatura.

Según el psiquiatra que te había visto en tu juventud, aquella fantasía era tu manera de racionalizar lo sucedido con Gwyneth. Después de todo, fue luego de que desapareciera por algunos días que las pesadillas comenzaron. La habían encontrado tres días más tarde perdida en el bosque, pálida y llena de moretones, e incapaz de decir palabra alguna. Aquel día se la habían llevado y su mirada triste seguía mortificándote todavía luego de tantos años, sin que llegases a saber por qué. Siempre te había dado la impresión de que ella sabía algo que tú no, y la explicación de los expertos era siempre la misma, aquella enredada aventura no era más que la forma para lidiar con el trauma de ver a tu amiga secuestrada frente a tus ojos. Después de todo, a ti también te encontraron en el bosque, inconsciente, aunque en mucho mejor estado.

Tras unos instantes, tu respiración se normaliza y tu ritmo cardíaco regresa a la frecuencia habitual. Era siempre igual, tras unos minutos estabas como nuevo y listo para enfrentarte al nuevo día. Luego, durante el transcurso del día, las memorias de tu sueño se irían desvaneciendo lentamente hasta no ser más que una anécdota curiosa... al menos hasta la próxima vez que volvieses a soñar lo mismo.

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19/02/2018, 01:56
Kyran Ó Conaill

El sonido de la ducha ayudó a Kyran a ubicarse lentamente fuera de la pesadilla. Su respiración se iba acomodando despacio mientras su mirada se perdía en el techo durante largos segundos. Siempre era igual, el mismo sueño que llevaba atormentándolo desde que era un crío paliducho. Con el tiempo se había acostumbrado lo suficiente para sobrellevarlo y una vez pasaban los primeros minutos iba dejando que el día le ayudase a olvidarse de ello. 

Sus ojos, de ese color extraño que oscilaba entre el ámbar y el amarillo según la luz, se cerraron por un momento y suspiró entre dientes, haciendo memoria de la noche anterior para intentar recordar quién había dormido en su cama. Por la tarde había estado haciendo negocios con algunos proveedores para el local. En los últimos días todas sus horas eran para eso. Cuando no estaba rellenando formularios para solicitar los permisos necesarios, estaba trabajando en la reforma junto a la cuadrilla que había contratado, buscando personal o eligiendo el mobiliario. 

Así que recordaba que la cosa había ido bien, mejor de lo previsto incluso, y había convencido al grupo de vendedores para salir a celebrarlo. Había una chica, comercial de una marca de licores, que se había quedado con él después de la cena cuando los demás se habían ido marchando. Una sonrisa socarrona curvó los labios de Kyran a medida que algunos flashes de lo sucedido después iban iluminando su memoria. «Sandie... Carrie... Katie... Cassie... Cassie, eso es». 

Abandonó la cama prácticamente dejándose caer por el lateral. Tenía una ligera resaca, leve, pero molesta en las sienes. Sumada a la pesadilla que había enturbiado su despertar era suficiente para que no se sintiese en su mejor momento. No se preocupó ni por un instante por recoger alguna de las prendas que había desperdigadas por el suelo para tapar su desnudez. Se acercó a la cocina de su loft de una sola habitación y rebuscó en un cajón hasta encontrar un analgésico. Sacó una botella de zumo del frigorífico y puso la pastilla sobre su lengua antes de beber dos tragos largos, directamente de la botella. 

Después se puso en movimiento hacia el baño con un caminar flexible y tranquilo que hacía oscilar su melena oscura a su espalda. Abrió la puerta que Cassie había dejado entreabierta y se apoyó en el marco para contemplarla desde ahí. Era un pivón, alta y delgada, pero con unos pechos firmes que en ese momento parecían desafiar el agua que caía de la ducha. Sus cabellos, ondulados y rojizos, le habían vuelto loco desde que la había visto entrar en el club a medio reformar. Las pelirrojas siempre habían sido su debilidad. Se quedó mirándola un par de segundos sin que ella se diese cuenta de que estaba ahí y la sonrisa de sus labios no tardó en teñirse de una lujuria que no tardaría en ser correspondida. 

Eh, nena —llamó, con voz grave—. ¿Hay sitio ahí para uno más?

Kyran sabía bien a esas alturas de su vida las emociones que su presencia despertaba en las mujeres que se cruzaba. Quizá debidas a su cuerpo joven y esbelto que mantenía en forma saliendo a correr casi cada mañana —al menos aquellas en las que despertaba solo—, o tal vez por esa expresión llena de picardía que solía torcer sus labios en una media sonrisa de enfant terrible.

Como fuese, pasó un buen rato antes de que él y la mujer saliesen del cuarto de baño y, cuando lo hicieron, Kyran se sentía mucho más despejado. Si había aprendido algo a lo largo de su vida era que el sexo era capaz de hacerle olvidar cualquier problema. Era difícil preocuparse por una pesadilla cuando uno se hundía entre las piernas de una mujer como esa tal Cassie bajo el chorro tibio de la ducha. 

Ella se marchó enseguida, con su traje de ejecutiva y sus andares de pantera. Detrás sólo dejó una tarjeta con su número sobre la isla de la cocina que hacía también las veces de mesa para comer. Kyran la guardó entre las páginas de una agenda y se preparó para marcharse él también.

Aquel día que apenas comenzaba iba a estar muy ocupado. Quería pasar por el local desde por la mañana, echar una mano con la reforma, organizar algunos papeles en el pequeño cuarto que sería su oficina cuando terminasen y revisar los currículos de las entrevistas que haría antes de comer. Por la tarde iban a empezar a pintar las paredes y seguramente eso le llevaría hasta la noche, en que había quedado en pasarse por el local de Cole para hablar de un trabajo que querían encargarle. No pensaba trabajar más con ellos cuando inaugurase el local, así que le venía bien aceptar lo de aquella noche por dos motivos. El primero era la pasta, pero además quería quedar en buenos términos con esa gente. Nunca se sabía cuándo podía necesitarlos. 

Debían ser alrededor de las diez cuando por fin salió de su piso y se puso en marcha hacia el club. Iba vestido con unos vaqueros desgastados y cómodos para trabajar y una sudadera gris ancha que solía usar para salir a correr cuando hacía fresco. Debajo de ella llevaba una camiseta negra. 

Pasó un par de horas instalando enchufes, colocando bombillas y dirigiendo a los tres, dos hombres y una mujer, que se estaban encargando del grueso del trabajo para poner el local a su gusto. Cuando salía de allí lo hacía sucio y lleno de polvo y escayola, además de agotado, pero no le importaba lo más mínimo. Kyran nunca había tenido reparos en trabajar con sus manos si era necesario, pero en aquel momento lo hacía con la mejor disposición. Al fin y al cabo, estaba cumpliendo su sueño. 

Aprovechó una llamada de la gestoría para salir a la puerta del local y encender un pitillo. Le gustaba la sensación del humo viajando hacia sus pulmones y dejando ese sabor acre en el fondo de su garganta. Cuando colgó el teléfono y lo guardó en el bolsillo trasero de sus vaqueros, aún se quedó allí algunos minutos para terminarse el cigarro, con la espalda apoyada en la pared junto a la puerta de El Ensueño. Estaba deseando que llegase el momento de colgar el rótulo. El humo salía en volutas de entre sus labios sonrientes y sus ojos contemplaban sin mucha atención el ir y venir de la gente por la calle. 

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20/02/2018, 02:37
Henry

Un silbido a tu lado llama tu atención casi de inmediato. -Lindo sitio ¿eh?, ¿nuevo bar?- una voz amistosa con un agradable acento escocés complementa el chiflido amable inicial. Se trata de un hombre apenas mayor que tú, de rastas y piel blanquecina, de barba desordenada e incipiente que cubría a parches su rostro, delgado y ataviado de forma casual con unos vaqueros y una cazadora algo sucia. Sus ojos observan hacia la calle del frente, está recostado sobre la pared y sostiene un termo con su mano derecha. Te voltea a mirar durante un instante, y notas que su mirada expresa una incongruente inteligencia, hay algo en él extraño y familiar a la vez, algo que no puedes explicar pero que parece remover alguna extraña memoria.

Eso, sin contar que cuando habías salido hace un instante, estabas seguro de estar solo y que el hombre parecía haber salido de la nada, como si se hubiese materializado espontáneamente junto a ti en la pared. Lo cual era, obviamente, ridículo. El extraño esboza una sonrisa mientras te mira fijamente, parece esperar alguna clase de reacción de tu parte, y tras no obtenerla inicialmente, vuelve a hablar.

-Vamos, Kyran, ¿no te acuerdas de mí?- dice el hombre girándose para orientar su cuerpo para que te mirase, sin despegarse de la pared. -Soy Henry, de Inverness... ¿no pasa de mediodía y ya estás borracho como una cuba? no has cambiado nada tío...- dice mientras vuelve a encarar hacia el otro lado de la calle. Su nombre ciertamente te es algo familiar, pero simplemente no puedes recordar las circunstancias exactas en que le conocías... o si estabas en buenos términos con él o no -¿Cómo le vas a poner?- interrumpe el hombre, refiriéndose al bar.

- Tiradas (2)
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20/02/2018, 03:15
Kyran Ó Conaill

Los ojos de Kyran giraron de inmediato en busca de quien había emitido aquel silbido junto a él y contempló con extrañeza a aquel hombre que le había pillado por sorpresa. ¿De dónde había salido? ¿Tan distraído había estado como para no darse cuenta de que alguien se colocaba a su lado. Le resultaba familiar, de una forma imprecisa, y se fijó mejor en sus rasgos en un intento de ubicarlo sin mucho éxito. 

El tipo siguió hablando y en cuanto escuchó su nombre Kyran hizo un nuevo esfuerzo por hacer memoria. Sin embargo, mientras su mente trabajaba en eso, él colocó una sonrisa cordial en sus labios. Fuese como fuese, si ese hombre le conocía lo mejor sería ser agradable hasta que tuviera claro de quién se trataba. Además, que se interesase por su club ya era un punto a su favor y lo convertía en un cliente potencial. 

El Ensueño —respondió, ampliando su sonrisa—. Va a ser diferente a todo lo que se pueda ver por la ciudad, ya lo verás, tío. 

Hizo una pausa en la que extendió el paquete de tabaco hacia el hombre, en un claro gesto de ofrecimiento de un cigarro, y con la otra mano se llevó el suyo a los labios para dar una calada corta. 

Ya... Eras uno de los colegas de Lizzy, ¿verdad? —tanteó un poco al azar en un intento de conseguir algo que le ayudase a precisar mejor—. ¿Cómo es que estás tan lejos de la aldea? —bromeó con el tamaño de Inverness, que comparado con el lugar donde él había crecido era una gran metrópolis. 

Dejó que el humo abandonase sus pulmones acompañando sus últimas palabras y señaló con la cabeza hacia la puerta del local, sin poder evitar que cierto orgullo tiñese su voz cuando habló de nuevo. 

Inauguramos en un par de semanas, pásate y nos tomamos una por los viejos tiempos. A la primera invita la casa. 

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20/02/2018, 03:40
Henry

-El Ensueño- repite Henry y su sonrisa se ensancha, mirándote como si pudiese ver a través de ti. Luego retira la mirada, aún con el aire divertido de quién entiende un chiste que tú no. -Ya, te creo. Tiene un nombre... mágico- dice el sujeto y ríe mientras destapa el termo con su otra mano y lo lleva a su boca para beber un trago del líquido que esté adentro. No notas ningún olor, y en su trago largo, el hombre solo vuelve a su posición original.

-Ja, al parecer aún no estás hasta las orejas de birra, muchacho- dice el hombre con un aire paternalista. -Buena memoria. No tan buena como la mía, pero estás en un próximo segundo lugar- añade divertido. Se encoge de hombros con tu pregunta. -Lo mismo que tú, supongo. Buscando nuevos horizontes y nuevas aventuras. Y ya ves, se topa uno una en cada esquina- dice mientras se mueve un poco. Notas curiosamente que de su cinturón cuelga un objeto extraño, alargado y oscuro. Inicialmente temes que se trate de un arma, pero tras una inspección discreta, notas que parece... una linterna. Descubres que tu extraño acompañante se da cuenta, pero no dice nada, tan sólo se lanza a tomar otro sorbo de su contenedor sin más.

-¿Un par de semanas? Ufff, suena lejano y todo. ¿No tienes algo por allí ahora y nos tomamos? Por los viejos tiempos- dice con desparpajo. -Tengo que volverme luego al trabajo, así que no será mucho. Lo suficiente para que completes lo de hoy- añade tranquilo -Después de todo, entrar en el Ensueño suena a aventura. Aunque esté sin terminar-

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20/02/2018, 03:56
Kyran Ó Conaill

Kyran enderezó un poco los hombros al escuchar el nombre que había escogido para el club en labios de otra persona. Se lo había repetido miles de veces en su mente, estudiando su sonoridad, y la idea de que pronto habría muchas personas nombrándolo le producía cierta satisfacción. Desde el momento en que se le había ocurrido había tenido la certeza de que era el nombre perfecto. 

Asintió levemente con la cabeza cuando el tipo dio por buena aquella bala lanzada al viento, pero esa desconfianza que era parte ineludible de su carácter le hizo notar que el tal Henry sólo había confirmado, sin aportar ningún detalle que pudiera de verdad asegurar que había acertado. Se preguntó si de haberse inventado un nombre ficticio la respuesta habría sido la misma, pero de cara al tipo acompañó su diversión con una risa breve. 

Se queda pequeño el pueblo al lado de esto —comentó, mientras sus ojos analizaban el objeto que llevaba el tipo en el cinturón.

Por un momento creyó que se trataba de un arma y eso tensó un poco los músculos de su espalda. No le eran desconocidas las armas, él mismo había aprendido a disparar con unas latas en un descampado en Inverness. Pero llevar una a la vista en medio de la ciudad... No tardó en concluir que no se trataba de un arma, sino de una linterna, y entonces el objeto perdió gran parte de su interés. Le cosquilleaba la curiosidad de saber por qué alguien iría con una linterna en pleno día, pero por el momento no dijo nada sobre eso. 

En cambio, alzó la mirada y rió de nuevo con las palabras del tipo. 

Tengo algunas birras en la oficina —declaró. Después apuró el pitillo en una última calada larga y se incorporó, separándose de la pared—. Vamos, te lo enseño y me cuentas cómo te va la vida. 

Era una invitación con una doble intención, pues Kyran esperaba hacer hablar al tipo hasta tener algún recuerdo más claro de él. Dejó caer la colilla y la pisó antes de poner una mano sobre la puerta del local y empujar para abrirla. Esperaba que Henry entrase detrás de él y siguió hablando. 

¿Y en qué curras, tío? ¿Es por aquí cerca?

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20/02/2018, 12:59
Henry

-Tú lo has dicho- responde Henry cuando comentas la diferencia de dimensiones entre el pueblo y Glasgow. Glasgow bullía de actividad, no llegaba al tamaño o el frenesí Londinense al sur, pero ciertamente tenía su encanto, capeando los siempre presentes temporales, ignorando los caprichosos cambios de humor del clima escocés, más parecía un hormiguero con su gente siempre trabajando en algún proyecto, dirigiéndose hacia algún lado, o disfrutando de una noche de cerveza, charlas y buena música. Ningún otro lugar en el norte de Inglaterra tenía todo esto, y los habitantes de la ciudad lo sabían y se enorgullecían de eso.

-Ah, eso suena mucho mejor- dice el hombre con visible entusiasmo, caminando detrás de ti mientras echa un vistazo alrededor del bar. Huele a yeso y a polvo en el interior, y aunque todavía necesita trabajo, el esqueleto de tu sueño comienza a tomar forma lentamente ante tu efectivo y constante trabajo. Henry otea a su alrededor, silbando de vez en cuando y lanzando un "impresionante" en voz baja.

-Se podría decir- dice encogiéndose de hombros. -Ando como independiente. Ya sabes, labores varias, cuando sale algo y hay pasta de por medio. Me siento como un mercenario, ya sabes "ofreciendo mis servicios al mejor postor"- dice engrosando la voz para mofarse de la expresión. -Pero no me quejo. Me alcanza para vivir bien.- y casi inmediatamente replica a la pregunta. -¿Y tú? ¿Cómo te ha tratado la vida? Eras un tío raro cuando vivías en el pueblo, ¿todavía lo sigues siendo?- cuestiona el hombre con una sonrisa en los labios.

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20/02/2018, 13:42
Kyran Ó Conaill

Al entrar en el local Kyran hizo un gesto de saludo a los trabajadores y luego señaló hacia las escaleras para que entendieran que estaría arriba si le necesitaban. Así fue guiando al tipo hacia una puerta discreta que llevaba al pequeño cubículo que en el futuro haría las veces de oficina. Allí tenía una nevera portátil de mano, lo justo para tener algunas latas de cerveza que aliviasen el trabajo. Los muebles no llegarían hasta que no terminasen de pintar, así que el mobiliario allí dentro era provisional. Sólo había una mesa de camping y un par de sillas plegables de las que ofreció una a su invitado.

La sonrisa del hombre se ladeó al escuchar la imprecisión con que el tal Henry de Inverness explicaba sus ocupaciones. En realidad no se diferenciaba mucho de lo que podría haber respondido él mismo si le hubieran preguntado un par de semanas atrás, pero aún así era un detalle más que sumaba para aumentar su desconfianza. Salvo su nombre ese hombre que recordaba y no recordaba al mismo tiempo sólo le había dado vaguedades.

Se encogió de hombros con cierta gracia con esa mención a su pasado. No le gustaba que el tipo supiera cosas de él y no saber de qué lo conocía, pero en lugar de mostrar esa incomodidad prefirió seguir sonriendo.

Eso depende de a quién le preguntes —respondió, con el mismo estilo ambiguo que usaba Henry, pero acompañando sus palabras de una risa breve—. Pero diría que no me va mal. He estado años ahorrando para comprar este local y pronto estará en marcha. Así que yo tampoco me quejo. 

Sacó un par de latas y le tendió una al hombre. No estaban demasiado frías, llevaban allí desde el día anterior, pero tampoco llegaban a estar calientes. Abrió la suya y la alzó en un brindis. 

Por los viejos tiempos. 

Encontraba cierta gracia irónica en brindar por unos tiempos pasados junto a alguien a quien no recordaba haber conocido en ellos y de quien no se fiaba. Su sonrisa se afiló por un instante con ese pensamiento, pero enseguida volvió a suavizarse antes de lanzar otro intento de sacar algo de información de su acompañante.

Bueno, tío. ¿Y sabes cómo está la gente de Inverness? Hace siglos que no paso por allí. 

 Mientras lo miraba esperando su respuesta llevó la lata a sus labios para darle un buen trago.

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21/02/2018, 01:11
Henry

-Entonces te va mejor que a mí- dice Henry encogiéndose de hombros. Observa la improvisada oficina con aire curioso, pero no comenta nada en particular, espera a que tomes asiento y él mismo se acomoda. Sus ojos saltan curiosos de sitio en sitio, pero vuelven a terminar enfocándote fijamente. Responde a tus sonrisas con sonrisas, y no parece particularmente nervioso.

-Ah, los viejos tiempos- repite Henry con calma. Responde a tu pregunta -¿Qué te puedo decir? Es como si se hubiese detenido en el ti...- y de repente mueve su mano para retener con suavidad la tuya antes de que tomes la cerveza. -Espera, espera. Se me acaba de ocurrir algo. Ya que brindamos por los viejos tiempos, hagámoslo como en los viejos tiempos- dice mientras sonríe y con su mano guía la tuya para dejar la lata de cerveza sobre la mesa.

Destapa la que le corresponde a él y con cuidado, toma ambas latas, una en cada mano. Se pone de pie y las pone frente a ti. -Seguro que recuerdas esto. Lo solías hacer todo el tiempo cuando nos íbamos de birras. Eras un tío raro, pero gracioso. Te juro que lo seguimos haciendo cuando dejaste de ir- dice guiñando el ojo. Aclara su garganta y entona con voz suave.

-Ofrecemos este banquete y...- dice y se encoge de hombros -y esta bebida a los Tuatha Dé Danann. Que sus bendiciones caigan sobre nosotros y que en la batalla de cada día, la suerte nos sonría, y la alegría nos embriague- no hace ningún movimiento extraño con sus manos, sólo sostiene las latas allí. Aquello te resulta conocido también, pero de una manera diferente, enredada, como si se tratase de un sueño y no de una cosa que en realidad hicieras. ¿O estabas confundiendo las cosas? -¿Aceptas, Kiran Ó Conaill, esta birra, consagrada por Denu?- dice mientras te ofrece ambas latas y te observa fijamente, como esperando una respuesta adecuada.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Una tirada de Int+Subterfugio podría ayudarte (dif 6) a echar cabeza con el ritual. Inteligencia porque estás haciendo memoria.

Con este post creo que vuelves a quedar al mismo ritmo que los otros, por lo que no es necesario hacer posts extra fuera de los días de actualización :).

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21/02/2018, 01:38
Kyran Ó Conaill

A Kyran no se le escapó que de nuevo aquel hombre esquivaba su pregunta con sutileza. Sin embargo, a pesar de su desconfianza, no se sentía amenazado. Lo que sí sentía era cada vez más intriga por saber de qué iba todo aquello.

Miró con cierta sorpresa al tipo cuando frenó su mano, pero enseguida la sorpresa se tornó en curiosidad. Dejó que Henry tomase la lata y se echó un poco hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de la silla mientras se cruzaba de brazos para contemplar lo que hacía. Sus labios mantenían esa media sonrisa, como si supiera de qué iba aquel rollo, aunque en realidad no tenía ni idea. Amplió su sonrisa cuando el tipo aseguró que habían seguido haciendo lo que fuese en su honor. 

Recolocó un poco su postura en cuanto comenzó con aquellas palabras. Le sonaba familiar, sí. No era capaz de precisar cuándo las había dicho o con quién, pero... ¿quién recuerda todas las tonterías que hacía de chaval? Se acordó de Gwyneth y todas las fantasías que habían compartido de niños, todas esas historias que ella contaba sobre la Buena Gente, las náyades, los elfos... Su sonrisa se volvió más sincera con aquel recuerdo. Todo ese rito con la bebida sonaba igual que los juegos de los dos años más felices de su vida. Y, de repente, aquel brindis por los viejos tiempos le pareció mucho más sincero, teñido con el sabor de una nostalgia que su acompañante no entendería. Sus ojos se desviaron hacia las latas y luego de vuelta a la cara de Henry. 

Emitió una risa breve cuando el hombre se las ofreció. No recordaba si había inventado alguna fórmula con la que responder correctamente a esa pregunta pero descruzó los brazos para tomar una de ellas, inclinando un poco la cabeza en ese gesto. A continuación empezó a improvisar. 

Acepto esta birra, en nombre de Denu y la  Reina de Elfame. Que sus bendiciones nos protejan en las noches más oscuras. 

Cogió su lata, dejando la otra en la mano de Henry y se la llevó a los labios mientras negaba despacio con la cabeza. Vaya que había sido un crío raro, joder. 

- Tiradas (1)
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24/02/2018, 23:06
Narración

El sorbo de cerveza bajó rápidamente por tu garganta. Pero en lugar de tener ese sabor amargo y frío, su gusto es dulce y cálido. En principio, algo así habría sido una sorpresa desagradable, pero aquel nectar encendió tu cuerpo y tu alegría, como si estuvieses bebiendo felicidad pura. Tu compañero te sonríe, sin decir nada, y presientes que espera que suceda algo. Tras unos instantes, la calidez de tu bebida se extiende por rapidez por tu pecho y hacia tus extremidades, subiendo por tu cuello y ahogando tus palabras, hasta llegar a tu cabeza y acabar en una explosión de impresiones, sentimientos y recuerdos que se condensan abruptamente en una milésima de segundo, lanzando con violencia un torrente de sensaciones novedosas, de verdades ocultas y de revelaciones que parecían entrar a través de tus sentidos y escapar a través de los mismos. Era el equivalente a haber estado sumergido durante años en un estanque oscuro y salir a respirar finalmente, tomando grandes bocanas y sabiendo que la muerte había estado demasiado cerca.

Este extraño despertar se manifestó en cuatro instancias que llegaron a ti casi simultáneamente. Lo primero que percibiste fue la certeza que había estado enterrada en tu cabeza durante muchos años: que aquella pesadilla recurrente, siempre nebulosa y difusa tras despertar, aquellos momentos de angustia que tantas veces te habían dicho que era un mecanismo de defensa para aceptar lo sucedido con tu Gwyneth, no eran el producto de una imaginación hiperactiva, eran un recuerdo de un acontecimiento real. No se trataba de un simple sueño, sino de lo que en verdad había sucedido, desde tu Crisálida, el encuentro con Magog y Sir Andreas, la aventura en el Ensueño y... tu horrible muerte en las fauces de la impresionante Nathair. ¿Cuántos años habían pasado desde entonces? Tus memorias se estrellaban entre sí en tu cabeza, formando un caos de fragmentos y piezas de tu vida mientras volvían a acomodar tu existencia como Kithain a la luz de la realidad. Era confuso, hilarante y tranquilizante, todo al mismo tiempo.

Lo segundo que notaste, fue el regreso de tu apariencia. Tus patas de sátiro, peludas, ágiles, estaban de nuevo allí, en tu semblante feérico, real. Tus cuernos, tu olor, todo el encanto fantástico que tu naturaleza de Hada depositaba sobre ti se despertó con inusual fuerza, como si hubiese estado gritando bajo el cascarón humano dentro del cual había sido prisionero durante la larga muerte quimérica que había llegado de manera inesperado en tu infancia.

Lo tercero, fueron tus sentidos. Toda tu oficina había cambiado en distintos niveles. Los colores eran más fuertes, los aromas traían mezclas de elementos imposibles y el aire sabía a una mezcla de música y hierbas que bien te remontaba a tu juventud en los bosques cerca a la aldea. Nunca habías notado antes aquella exultante combinación de impresiones que te rodeaba y que rodeaba al futuro Ensueño. Era eufórico redescubrir la huella de la magia feérica en tu ser, al tiempo que deprimente saber que habías pasado tanto ignorándola mientras sólo tu mitad mortal vivía tu vida arrebatada.

Lo último, fue Henry. Henry ya no estaba allí, o no estaba sólo él. Su estatura se había reducido, su corpulencia había aumentado, sus hombros se habían ensanchado y su aspecto había envejecido gravemente. Su rostro es regordete y su nariz redonda y grande. Sus ojos seguían manteniendo aquella apariencia inteligente, y ahora brillaban con un fulgor alegre. Sus cabellos eran blancos y grises, acomodados cuidadosamente hacia atrás, dejando visible una brillante calvicie.Su barba era alargada y desordenada, y su bigote blanco había triplicado su tamaño y su volumen, siendo más frondoso. Sus ropas también eran distintivas: llevaba una elegante camisa adornada con una capa, de varios botones y de un color oscuro difícil de definir, como si fuese un mosquetero. Unas botas negras y elegantes, un pantalón grisáceo y un cinturón del que ahora colgaban no una linterna, sino un arcabuz de detalles plateados, y un estoque del lado contrario, con un mango amplio, grande y plateado, como una semi-esfera hueca.

Notas de juego

Puedes asumir que despiertas como un Rebelde. Y puedes describir tu nuevo vestuario, que ciertamente no incluye la antigua armadura.

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24/02/2018, 23:07
D'Orsigny

-Os debo una disculpa, Kyran- dice el hombre, con un acento más marcado y una voz más cálida, realizando una leve inclinación, que te muestra la piel brillante y desnuda de su cabeza. -He tenido que recurrir a la mentira para poder despertaros de vuestro largo sopor. Espero no guardéis rencor si he tenido que acudir a tan baja artimaña, pero dichos trucos vienen con la profesión- dice y sonríe, mostrando casi todos su dientes blancos y brillantes.

-Permitidme presentarme de nuevo, esta ocasión con sinceridad. Mi nombre es D'Orsigny, a vuestro servicio.- dice mientras extiende su mano, cubierta con un guante negro grande y liso, para estrechar la tuya. -¿Cuántos años ha que yacíais dormido, mi buen amigo? espero que no demasiado, o que al menos queráis contarme vuestra historia- añade. Sus modales son diferentes y su dialecto parece una mezcla de inglés anticuado con leves momentos de acento escocés. Habla con seguridad y deleite, y aunque ciertamente es de más baja estatura que tú, hay gracia, elegancia y donaire en su porte, como no recuerdas haber visto en nadie... que no estuviese en un libro o en una película.