♦ Y LOS FLECOS DEL DESTINO ♦
♦ POR LA TENEBREGOSA ♦
♦ EL CONCEJO DEL VALLE DE MENA ♦
♦ EL VELO BLANCO ♦
♦ LA AYUDA DE DIOS ♦
♦ CONFESARÉIS VUESTROS PECADOS ♦
♦ PAGARÁN JUSTOS POR PECADORES ♦
♦ Y LLEGÓ EL ÚLTIMO DÍA ♦
♦ Y LOS FLECOS DEL DESTINO ♦
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Llegáis a Siones, una pequeña localidad que se halla al sur del valle de Mena. Tras preguntar a los parroquianos por alguien de porte noble llegado recientemente os sorprende la respuesta: Vieron al cortesano junto a otro hombre, joven y apuesto (por la descripción juraríais que se trata de Manolete el juglar) luchando contra un anciano hasta casi matarlo. El viejo, con una fea herida en un costado, se refugió en la iglesia de Santa María de Siones. Y allí váis a buscarlo...
Algunos motivos como el capitel que en la ventana sur del presbiterio muestra una calavera con tibias cruzadas. Dos semicolumnas mediales adosadas y otras dos marginales de las que solo asoma un cuarto, segmentan el cilindro absidal en tres lienzos en cada uno de los cuales abre vano decorado con dos arquivoltas y sus capiteles. Bajo el alero, canecillos y capiteles de variada talla. Las dos portadas del templo son de hechura tardía. La de poniente de medio punto en un cuerpo adelantado al hastial y la meridional, apuntada y a ras de fachada. En ambos casos la decoración de sus capiteles es a base de sencillos motivos vegetales.
Entráis cruzando la portada de poniente. En el interior os encontráis una iglesia de una sola nave dividia en tres tramos, correspondiendo el tercero de ellos a un falso crucero que, a pesar de no constituir una nave transversal propiamente dicha, excede las dimensiones de la nave tanto en altura, a través de una bóveda cupuliforme reforzada con crucería y coronada al exterior por un cimborrio, como en anchura, debido a la presencia de dos curiosas estancias o edículos, de ascendencia bizantina, que representan cubierta propia y que funcionan como capillas auxiliares de culto. En una de ellas se encuentra el anciano.
El viejo, tras apretar bien un trapo alrededor de la fea herida que luce en su costado, se levanta ayudado por una gruesa vara oscurecida por la grasa de su mano. Su aspecto de sabio erudito contradice su fuerte figura y la buena espada que cuelga de su cinto. A pesar de su avanzada edad, parece un combatiente más que digno. Probablemente sumará tantas victorias en combate como arrugas en su rostro.
─Non habemos de tiempo. El maligno escapa. ─espeta con seguridad clavando unos sabios y profundos ojos en vosotros. Es evidente que sabe quien sois y a quien buscáis.
Entonces se dirige a Diego, y tras apoyar la mano que no sostiene la vara en su hombro añade; ─Pláceme volver a veros, zagal.
-¡Dimas! -el Urraca ayudó al hombre a tenerse en pie, pasando su brazo sobre los hombros del anciano herido- ¿Qué facéis vos aquí? ¿Cómo... Cómo estáis enterado de las intencios de Mateo? ¿Qué ha sucedido? Jamás pensé que volvería a veros... Como bien vos dije en nuestro último encuentro, esperaba que jamás tuviéreis que volver a verme el rostro, et mucho menos en circunstacias como aquestas.
─Pues yo me alegro de veros muchacho, et mucho. ─los ojos de aquel anciano parecía atravesar vuestra carne cual cuchillo que se abre paso hasta el alma. Su mirada os hacía sentir desnudos, vulnerables. Como si conociera vuestro pasado y secretos más oscuros. Aunque no había reproche ni juicio en su semblante, sólo comprensión. Incluso Bernat, el azote de Burgos, sentía algo diferente junto a aquel hombre: una extraña sensasión de sosiego y paz.
Y aunque había urgencia por partir raudos hacia Burgos, Dimas se encamina con paso tranquilo hacia el exterior de la iglesia mientras os habla. Sabe que ha de ser claro con lo que ha de contar para que entendáis la magnitud de lo que en Mena se sucede:
─Todo comenzó muchos años ha, cuando la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos por la Orden del Temple, vino a las terras del Valle de Mena, et asentóse, creando la Ermita de Santa María de Siones, con el propósito non de encontrar el Grial, rumor que ellos mismos alentaron et casi todos dieron por verdad, sino de esconderlo. Con ellos trajeron a un joven muchacho al que habían educado e protegido como uno de los descendientes de Nuestro Señor Jesús e su esposa, María Magdalena. El muchacho integróse en una comunidad a la que pusieron el nombre de Criales a unas diez leguas de la Iglesia de Siones, et así fazían referencia al “Grial”, et que el Temple deseaba dejar “a la vista” de quien sapiera buscar. Aunque el paso del tiempo faze que todo cambie, et aunque sea por mero azar, la familia de José el carpintero et el su hijo Dagoberto, al morir la madre trasladaronse a Siones.
El viejo se detuvo en el portón, con semblante serio ─Pero todo esto, no es más que una partida entre fuerzas más poderosas que la historia de los hombres ─continuó ─et es que desde face cientos deaños, la corte demoníaca supo de la descendencia de Jesús con María Magdalena et por tanto de Yahvé, su “divino” Padre. La diablesa Masabakes, inteligente e ambiciosa, envió a los suyos a diferentes lugares del mundo et allí rebuscó por medio de sus Súcubos e Íncubos. Ansí los servidores de Masabakes, astutos en sus lides et sabiendo que en la cama los omnes fablan más de lo que debieran, conocieron de las miles de argucias que desempeñaron muchos hombres por esconder a los herederos de Jesús et María Magdalena. E una de esas tretas llevóles hace unos quince años hasta el Valle de Mena, donde los Templarios escondieron tiempo ha a uno de esos descendientes merovingios, un hijo descendiente de los conocidos como Reyes Brujos o Reyes Melenudos, pero hasta hace poco, aún desconocían su paradero exacto.
La diablesa hubo de confiar en uno de sus fieles seguidores desde hacia años, Don Mateo de Vallejo, para que dejara la Corte y regresara a su “hogar”, pues precisaba de él para encontrar al descendiente de Jesús. Ya unos años antes, Don Mateo había estado en su casa de Vallejo de Mena y compartido “gustos” con el Barón Alvar de Ortiz, mantuvieron relaciones entre ellos et con todas las mozas que pudieron encontrar, hasta el extremo que algunas de ellas fallecieron por los abusos que sufrieron. Tras su regreso, en unos años el Cortesano ya había organizado un pequeño culto a Masabakes, a la que rendían orgías y sacrificios para honrarla. Este grupo de servidores de Masabakes lo componían... ─hizo una breve pausa ─bueno, ya sabéis quienes eran, et cónstame que habéis dado buena cuenta dellos.
Dimas entonces cogió aire, llenando sus viejos pulmones de espesa niebla ─Mis estudios, mientras buscaba ruta para llevar las cenizas del mio difunto padre hacia Santiago de Compostela, habíanme revelado ciertas casualidades aquí, donde los nombres juntos de Sierra Salvada, la Magdalena et Siones eran para llamar la atención. Antes de partir envié un mensajero al Monasterio de Valpuesta, para que alguno de mis hermanos investigara mientras yo llegaba. Empero al llegar, supe del viaje de mis cinco hermanos et poco más, salvo que rumoreabase que habían desaparecido recientemente... ¡Demasiada casualidad!. Entonces quedéme en Mena, pues mi padre bien podía esperar un poco más para llegar hasta el “fin de la tierra”, que si aquí encontrábase algún vestigio de la Sangre Real había de ser protegido.
¡Et entonces encontré al pequeño Dagoberto! Hijo de carpintero ─el rostro de Dimas tornó en decepción ─empero fueme arrebatado por ese cortesano viejo et malnacido de Vallejo. Atacóme junto con otro omne, alguien tan obscuro et retorcido como él; ese juglar de nombre Manolete al que ya conocéis.
El Divino Legado non puede recaer en manos del maligno. Habemos de recuperar al pequeño Dagoberto pues es mucho lo que está en juego. Os contaré más detalle camino a Burgos ─y os miró fijamente antes de realizar la definitiva pregunta:
─¿Estáis listos para marchar a Burgos et enfrentaros allí al mal más elemental?.
Sentime yo abrumada por tan magna cuestión, que una cosa era ir tras el adorador del demoniu y otra muy distinte andar metida en asuntos de templarios, fillos de Jesucristo, e demás cuestiones. Que en nada todo aquesto atañíame, e quedábasele grande a una muxer como yo. Empero, estabamus metíos ya en el llagar hasta las rodilles, e no quedábanos más que seguir adelante. Contuve una interjección que bien pudiere parescer blasfema, e asentí al hombre.
- Alternativas no habemos buen hombre. - díxele - Que cuando uno entra a estos asuntos, sólo puede salirse airoso, o no salirse.
Quién hubiérale dicho al pobre Diego el Urraca, face tan sólo unos días, que iba a verse en situación como la que presentábase. El canijo, el charlatán, el trápala, luchando contra fuerzas del mal tan antiguas como el su Señor Jesucristo. Mas sin embargo, el mendingo non tenía forma ni ganas de salir de allí. Los horrores que escondía el Valle de Mena non ficieron si no facerle madurar et apreciar de otra forma el mundo et la vida que rodeábale hasta entonces, et decidido estaba a acabar con aquella infamia.
El Cortalenguas, el rostro de la mesma muerte, non facía si no impartir justicia, a su manera, pero justicia. Incluso siendo él mismo el lado más oscuro del omne, et non compartiendo Diego los suyos métodos, respetaba aquel otrora moro. Un omne que regíase por el suyo propio código moral, un omne que a pesar de los evidentes signos de maltrato (tanto físico como emocional) que había recibido por parte de la vida, aún contaba con la determinación para facer del mundo et la vida de los demás un lugar mejor a su manera, acabando con los indignos.
Et los fillos de la Belarda, a quienes non conoscía (et casi ni sabía de la suya existencia), a buen seguro merescían vivir en un mundo libre de atrocidades como las del Valle. Aunque fuese sólo por esa madre llena de corage que tenían, quien también hubo de sufrir lo suyo, et que al Urraca empezaba a recordarle, en cierto modo, a la suya madre. Una mujer curada de espanto que non face si no preocuparse por los suyos seres queridos, luchando con uñas e dientes contra todo e contra todos.
-Será un placer contar con vos, Dimas.
Aquella revelación me pareció fruto de una casualidad de la que el Destino poca veces te depara. Encontrar el rastro del Vallejo et del otro fulero a través de ese tal Dimas... La historia que contó me sobresaltó en algunos aspectos, porque otros ya habíamoslos sabido (en mayor o menor medida) tanto la razonable Belarda, el prudente Diego y este condenado servidor.
Un hijo de Dios.
Demasiada implicación para un hecho así. Trascendente, por supuesto, pero ¿qué significa un descendiente al cabo de los siglos? ¿Acaso tomaría el relevo de Jesucristo y desharía todo el mal que había en este mundo? ¿O acaso tan sólo el ya creado en el Mena? ¡Inmundicia!
Notaba, sin embargo, y relatando la historia del tal Dagoberto, hijo del hijo del que caminaba por sobre las aguas, una paz procedente en las palabras de ese viejo. Si aquel aún había de ser descubierto y protegido, según el tal Dimas, habríamos de hacerlo, pues seguramente el de Vallejo, infame cortesano al que le cortaría la lengua y los huevos y se los daría al bueno de "Becerrín", fuera tras él. Me sorprendió sin duda, cómo la Belarda y Diego aceptaban, en mayor o menor grado, el nuevo encargo que se nos ofrecía.
Yo era capaz de volar, saltar más alto que la más ágil cabra y esconderme como un depredador invisible y eficaz... bueno, al menos lo era; ya era algo viejo, deforme, horrendo y todo ello aceleradamente, debido a la enfermedad que me reconcomía por dentro y por fuera. Ya no era aquel felino al que Burgos acostumbraba a temer y respetar. Quizá por ello, en un alarde de compasión, no pude sino aceptar ayudar al Dimas, pues aún varios desvalidos no harían sino lo correcto en ayudarse en lo que pudieran.
¿Et además? ¿Dónde quedaba el Josu, quel extraño libro, la Bestia devoradora, et el propio Tancredo o el de Barriuso? A este habríale dado envite ahora, resuelto por momentos el embrujo de la Villasana. Ojalá tuviera en un futuro ocasión de resarcirme como lo que era.
Iremos a por ese muchacho, mas hemos de acabar con el de Vallejo -comenté tras mis compañeros-. Le arrancaré la lengua con mis manos...
Y aquella frase, junto al pórtico de Santa María de Siones, sonó terrible al ser pronunciada por el Bernat, hijo de Alláh y condenado por éste hacía mucho tiempo. Quizá la justa muerte de los culpables le redimiera cuando estuviera en las Puertas divinas del padre.