Partida Rol por web

Un día nuevo amanece, y de Mateo, ni rastro. La niebla es dueña de todo el valle, ya no hay lugar que no cubra, consiguiendo que muchas casas estén envueltas por su blanco aliento y las gentes no saben como sacarla de sus hogares, pues ni las hogueras consiguen solucionar o dar algo de luz más allá de unas varas. Todos rezan, cada vez más a menudo, pues piensan que todo lo que ocurre es un camino al Infierno por los muchos pecados del hombre.

No tardan en sonar las campanas a rebato. Sin duda, otra tragedia. Y es que al parecer doña Blanca de Ortiz, presa de la lucha interior que se produce en su alma desde hace años y del rebrote de recuerdos, ha subido a lo más alto de la torre y se ha lanzado al vacío. No pudo asumir lo que había hecho; que abajo en las celdas incendiadas el día anterior se hallaban encerrados los niños desaparecidos en el Valle, ahora convertidos en pequeños trocitos de carbón. Rumorea el servicio que doña Blanca andaba enferma de entendederas durante las últimas semanas y que por eso lo hizo, aunque otros, los que menos, dicen que era mujer buena y que el incendio fue un accidente, que ella sólo pretendía "proteger" a los niños de los terrores del Valle ocultandolos en su propiedad.

Y entre todo el alboroto quiere la casualidad que alguien pregunte por Albert el médico y que otro conteste que ha partido a Siones en pos de don Mateo, pues al parecer el cortesano marchó ayer tarde hacia allí con premura y aún no ha regresado...

Dormí lo que pude.

Poco y mal.

Sin embargo, dormí con más placer que el de me ofrecían los jergones las últimas noches, pues algo de justicia parecía estar haciéndose, aunque hubiéra de hacerse de la mano nuestra. Al despertar con el tronar de las campanas impertérritas, supe que algo iba mal; algo más había pasado en la Villasana. ¿La inquisición? ¿El de Anzo? ¿Tancredo¿? ¿Dónde estaría Tancredo? ¿Acaso habían cogido a la Bestia? En habiendo salido a las calles de la villa* notaba rumores y escuchaba cuchicheos y hablares que non sabía yo si eran verdad. Hablaban de la señora de Ortiz, y una desgracia. Sin embargo, yo mesmo pensaba en la nota que encontramos la noche anterior. ¿Seria acaso ese a tal "Alipio Cantarranas" alguien a quien iba a visitar el de Vallejo? Intenté hacer memoria d'ello, por si en Burgos hubiera alguien llamado así cuando yo saltaba desde los tejados hasta los dineros...
 

Sorprendióse el Urraca, y para mal, pues al despertar todo aquel horror seguía presente. La niebla non parescía más que una macabra forma de recordarle el mal que rodeábale, et cómo parescían dar palos de ciego sin ver más allá de dos varas delante de las suyas narices, pues ni rastro había de don Mateo.

Et aún más sorprendióse de la partida de Albert. Paresció sincero en la conversación que tuvo con él, cuando el asunto de las yerbas, ¿por qué habría de preocuparse en ir en pos de Mateo? Cavilando esto se encontraba el mendigo mientras se santiguaba por el alma de la Baronesa, cuyas intenciones, buenas o malas, desconocía, ahora de poco valían.

-Podemos encargarnos del perro de Mateo cuando volvamos a Burgos. Aún hay más gente en nuestra lista... -el Urraca dirigióse al Cortalenguas et a Belarda, deseando acabar con aquellos malnacidos et salir del Valle ese mesmo día.

Nada me sorprendió ni entristeció la muerte de Doña Blanca, otra de tantas pecadoras en aquel Valle. Tal vez con ello pudiéremos dar por resuelto un asunto más antes de volver a Burgos, con los míos fillos. Habíame quitau el sueño el pensar que el de Vallejo pudiere haber huido allí, pues si supiere o averiguare de nuestres descubrimientus, ¿qué podría aqueste de fazer?

- El de Vallejo es el que más me preocupa, e ansío de volver a Burgos. - díjeles - Resolvamus esto cuanto antes, e volvamos, que espéranme en la ciudad mis fillos, e por ellos temo.

OoOoOoOo Ahora recuerdo... "Cantarranas" -musité-. Ese sitio es un pueblo de Burgos, et no sé si conosceis, ahora que viéneme a la memoria, como es conocido, en ocasiones, el Barón de San Citores. Si. Alpidio. Algo fuerte se está cociendo. Insisto en que debiéramos atrapar a ese Mateo: el rastro de muertes que podemos acarrear será grande, y el Santo Oficio acampa en aqueste lugar.

Quería apresar a ese Mateo y segarle la lengua que guardaba entre aquellos amarillentos dientes. Él mismo habíame sacado de la prisión mugrienta en la que estaba, pero con el precio de ser su perro sarnoso. Sin embargo, el bozal, al igual que mi máscara, ya no me acompañaba.

Vayámonos de aquí... -entonces cavilé, más pausadamente-. El de Barriuso y el Tancredo, quienes habrán de dar anchas explicaciones, pueden que den justicia en aqueste lugar, sea buena o mala. Propongo ir tras Mateo e darle el merecido dispuesto. Si se tercia -miré a la Belarda, aunque sospechaba que aquesta mujer suficientes aventuras había vivido ya, et la reclamaban los sus hijos-, tal vez volvamos aquí. Mateo es el origen de la vergüenza que se extiende por el Mena oOoOoOoO

Negué con la cabeza a las últimas palabras del Cortalenguas, cuyo rostro deformado veía ahora yo muy de cerca.

- Poca justicia impartirá ya el Tancreu, pues según díjonos el de Barriuso, agoniza por les ferides que recibiú en buscando a la bestia esa. - habíame olvidau de dar tal parte al Cortalenguas, que fuera había estau todo este tiempo, e con tanto acontecer la noche previa no había habido ocasión - Sea como fuere, bien parésceme ir a Burgos, e a Cantarranas, en busca del de Vallejo, que a buen seguro es la piedra de aqueste molino. E quién sabe, si el Barriuso resolverá el asunto, agora que no tiene oposición.

-Como veáis. Desde luego non seré yo quien opondráse a salir de una vez de aqueste lugar, et para siempre.

La luz al final de aquella oscuridad parescía discernirse. Al menos saldrían del valle para acabar con Mateo, et desde luego, non era el Urraca quien volvería jamás a aquel lugar. Pobres de los que allí residían et nada tuvieren que ver con aquel mal, pues malditos a los ojos de Dios debían estar ya para siempre...

Todo indicaba que el de Vallejo tenía pensado marchar de el Valle de Mena ahora que su oscuro imperio se desmoronaba. Su destino más probable: Burgos. Quizá Cantarranas. En cualquier caso era menester visitrar primero Siones, pues las lenguas del pueblo decían que hacía allí había marchado el cortesano con premura. Quizá tuviera algún cabo suelto que atar en aquella población.

Era hora de comprobarlo...