Partida Rol por web

Poco más queda por hacer o averiguar en Anzo, así que con la misma premura que llegasteis, marchasteisde nuevo a Villasana.

Y en el camino de vuelta, poco antes de llegar a la Villa os topáis con quien debe ser el barón don Alvar de Ortiz. Junto a diez de sus hombres recorren los caminos, se internan en los bosques y registran las cuevas.

¡Ya es hora de terminar con los ladrones que arruinan el valle!. -vocifera antes de desaparecer tras una nube de tierra y polvo levantada por las pisadas de las cabalgaduras de su compañía.

Dando por hecho que don Alvar no se dentendrá y que poco o nada tiene que hablar con vosotros proseguís vuestro camino.

Ya en Villasana, muchos de los que rondan en sus quehaceres se alejan apresuradamente y otros se esconden donde pueden, pues a lo lejos, unas sombras iluminadas con antorchas rompen el velo de la niebla. Una comitiva que bien parece la Santa Compaña, figuras en ropajes negros, caminan lentamente y que se adentran en el pueblo.

Entre la densa niebla se vislumbra lo un gran carromato, bamboleándose de un lado al otro, y a su costado la cruz verde del Santo Oficio anuncia quien llega.

La comitiva la componen ocho hombres de armas y otros tantos monjes dominicos, pero la mirada de los vecinos se clava en un dominico con la cara arrugada y enrojecida, deforme hasta convertirlo casi en un monstruo. Baja de la carreta, observa por unos instantes lo que le rodea y aun con el gesto encorvado tiene los ademanes de alguien acostumbrado a ser obedecido. Su voz es ronca y parece arrastrarse cuando pregunta a los pocos vecinos que allí permanecen sobre el lugar en el que están. Los lugareños le responden que es el pueblo de Villasana de Mena.

Señala a un campesino y le ordena que advierta de su llegada a quien deba saberlo: al Señor de la zona, al Regidor del pueblo y al cura si lo hubiese. El campesino sale corriendo. El Inquisidor se dirige hacia la iglesia...

-Más piezas para aqueste enrevesado rompecabezas... Averiguaré lo que pueda.

Con disimulo et siempre a una distancia prudecial de la extraña comitiva, el buen Urraca intentó acercarse a los pueblerinos que allí cerca encontráranse para preguntar discretamente de quién trátase, pues debieren conocer a tan curiosa compaña si obedecían sus órdenes a la primera de cambio et sin preguntar siquiera.

Tras explicar la poca cosa de la que pudo enterarse el Urraca, añadió a los suyos compañeros.

-Non sé qué ha venido a facer aquí la Inquisición, mas supongo que non es asunto nuestro. Bien sabido es mi Toledo natal que nada bueno acarrea tratar con la Santa Inquisición, así que debiéremos olvidarnos de ellos, de esa bestia del infierno et centrarnos en el maldito Josu, que es por lo que nos pagan...

Santo Oficio, Fraternita Vera Lucis, Inquisidores, Antón de Anzo... La cosa se pone peor a cada hora que pasa, e independientemente de el extraño suceso en el que mueren los parroquianos a manos de una supuesta bestia, y que los caminos son asaltados por infames bandidos, tu particular cerco de problemas parece cerrarse cada vez más alrededor de tu cuello...

Es poco problable que el tal de Angulo se encuentre en Villasana tras tu pista. No eres tan importante, eso desde luego, pero más valdrá andar con tiento, no sea que acabes alimentando el fuego de una bonita hoguera en mitad de la plaza...

Todo este asunto me traía ya por las amarguras cuando encima vinu a aparecer la inquisición, ¡Nada menos! Desde luego que no me iba yo a mezclar con estus, que menudos eran cuando sospechaban de alguno. Y si no tenían de quién sospechar, pues agarrabanlu al que pillaban por delante y atábanlu a un mástil a fazerlo arder. No era aquesto asunto para la Belarda, no señor, que cuanto menos la vieren esos, mejor.

Así pues, aparteme un poco a un lau, no llamando la atención en lo que me fue posible, y manteniendo el rostro más sereno de lo que estaban mis tripas, que revolvíanse de ver tanto muerto y tanto cura, que pareciera que se nos caía encima el mundo. Y en esperando a que se fueren los quemavivos estos, dispúseme a volver a la posada donde había dejau a la niña que recogí en el camino.

Vayamos por el iosu, y dejemos en paz al santo ofivio antes que la tomen contra nos.

¿ donde iremos pues Urraca?

-Sugiero tratar el asunto con don Nuño, pues dijéronos en la taberna que algún encontronazo había tenido con el Josu, et quizá tenga algo que contarnos. Además -miró entonces a la Belarda con una sonrisa extraña, non sabíase si irónica o veraz- sabremos cómo soltarle la lengua, ¿verdad?

Pudeser la taberna sitio bueno apra fablar et oir cosas del iosu. Vayamos pues.

Marcharon entonces todos al Fogón de Imanol; Belarda a la cabeza, presta como el relámpago y con expresión desenjacada. Parecía que hubiera visto la alcahueta en el Inquisidor de Angulo al mismísimo demonio.

La tarde transcurrió lenta y fué quizá la más infructífera de todas las pasadas en Villasana. Las habladurias de las gentes apuntaban en todas direcciones, haciendo cada vez más difícil encontrar una pista o camino claro a seguir.

Pelayo no presentaba señales de mejoría alguna. A su lado se mantenían en todo momento Hernando y su criado, y en vista de la tristeza que se estaba apoderando del fiel alano, el soldado decidió cederselo al enmascarado*. Habían luchado juntos perro con hombre y parecían gustarse mutuamente.

Ya de anochecida llegó el Barón de Ortiz de su particular y baladí batida. Se reunió con el Inquisidor Cristóbal de Angulo en la iglesia, pues éste se alojó allí como si el lugar fuera suyo. Terminaron su encuentro poco antes de los Maitines y no tardó mucho en correr el rumor de lo que en aquella reunión, que distó mucho de ser secreta, se había dicho.

El inquisidor afirmó que la zona está bajo una fuerte presencia maligna y que esta niebla es portadora de pésimas señales. El Santo Oficio intentó evitar adentrarse varias veces en el valle y no pudieron, hasta que finalmente se dejaron llevar hasta aquí. Y eso no fue obra de Nuestro Señor, sino más bien todo lo contrario. Al parecer el Barón se defendió argumentando un posible error del guía y el Santo Oficio lo está viendo desde un punto de vista muy particular. El inquisidor no se dejó amilanar y dió la conversación por zanjada.

No fue hasta el día siguiente que fueron aclarándose un poco las cosas, al contrario que la niebla, cada vez más densa y sofocante...

El sueño de esa noche dista mucho de ser reparador.

Sientes caer al vacío...

Te ves caminando por el bosque, pero no es como ahora... Hay algo diferente... El color es de un verde intenso, con una luz extraña... Poco natural... A cierta distancia ves una niña con un vestido blanco... Camina pausadamente y a la par tan rápida, que no le puedes dar alcance... La niña parece hablar pero no consigues escucharla... Solo unas palabras reconoces en los labios de esta... - “Debéis hacerles recordar... Debéis dar a cada pecado su castigo”...

Y en ese momento su vestido se enrojece a la altura de la entrepierna y la sangre resbala manchando la hierba.
A tu lado ves a una figura vestida de negro, completamente tapada y que juega a los “escaques”. Sentado frente a ella se encuentra Pelayo; sus ojos inertes muestran un vacío infinito. Las heridas sufridas en aquel claro contra los bandidos se han abierto aún más, no dejan de sangrar y sus tripas asoman por su abdomen. Te acercas a él y cuando apoyas tu mano en su hombro se desploma sobre el suelo convirtiéndose en un manto de cucarachas y escarabajos.

La inquietante figura te señala la silla que tiene enfrente y que acaba de ser desocupada para poder jugar juntos...

Sus movimientos son suaves, reposados, sin prisa... La partida está comenzada y la posición de las fichas blancas está al borde de la derrota. Es evidente que Pelayo hizo un mal movimiento. La figura negra te indica las fichas...

Te toca mover...

...Y aunque lo haces prácticamente sin pensar, sabes que has hecho bien.

De pronto escuchas pequeños gemidos y gritos en un claro a tu izquierda. Donde antes no creiste ver a nadie, ahora hay una orgía espeluznante donde las figuras deslumbran, parecen desgarrarse y a veces hasta borrarse... Sexo y depravación entre hombre y mujer, entre hombre y hombre, con niños y animales... Y cuando todo parece haber sido horrible, una de las figuras salmodia palabras ininteligibles a la par que degüella primero al anciano, luego a los niños y finalmente a los animales...

Y despiertas...