Partida Rol por web

Finalmente decidís hacer un pequeño parón para paliar la sed que azota vuestras gargantas, como siempre.

Así que decidís ir a vuestra taberna preferida, la famosa taberna del turco que lleva Caridad la Lebrijana.

Y allí es donde os encontrais ahora, con una botella de vino encima de la mesa y un par de vasos medio llenos, o medio vacíos, que pronto estarán llenos nuevamente.

Tras llegar a la Taberna del Turco, Alejandro aún se encontraba pensativo con respecto a la situación... eso de que su camarada estuviera preso de un barón que trataba de tomarse la justicia por su mano no le gustaba un pelo, sabedor de cómo se las gastaban los ricachones con cualquier enemigo: cuánto más rico se era, con más saña se aplastaba a los que estuvieran por debajo.

- Esto no me gusta un pelo, Bruno - dijo un tanto apesadumbrado - la guardia es una cosa, sabes a qué atenerte con ella, pero ese tipo... ¿qué sabemos de él? Tal vez nos hayamos metido en un lío que se nos escape de las manos, incluso para nuestra trayectoria. ¿Llegaste a ver qué había en la misiva? - Alejandro hizo señas y moduló la voz para que Bruno le entendiera. Se refería obviamente al barón de Pinto.

Bruno se rasca el mentón.

-Pues... No. Recibí instrucciones de no abrirla y no la abrí, pues el patrón podría tomárselo a mal y mi curiosidad se vio aplacada por el aluvión de monedas. Por otro lado, tengo un buen fajo de misivas en casa, que le levanté al desgraciado del dichoso baúl. No me describieron la carta, así que arramblé con todas las que vi. Quizás arrojen algo de luz sobre el asunto. No he podido leerlas, ya que la situación de nuestro buen amigo ardía en mi conciencia y, bueno, no soy un gran lector de los clásicos.

Le guiña un ojo a su amigo. Más que probablemente, todos en aquella taberna eran más analfabetos que un pueblerino de Jaén.

Alejandro se rió de buena gana tras la gracieta de Bruno. A continuación dio un largo trago de vino mientras le miraba el trasero a una de las camareras.

- Tal vez sea una buena idea echar un vistazo a esa literatura. Sabe Dios que yo tampoco soy Cervantes o el buen Lope, pero podríamos sacar de ellas algo en claro. ¿Qué hay de los demás? ¿Creéis que habrán obtenido alguna información adicional?

Bruno se queda mirando el fondo de su vaso de vino, como si contuviera la respuesta a la pregunta de don Alejandro.

-Por El Ratón pondría la mano en el fuego, me fío de su maña tanto como de mí mismo... Por eso no pienso quitarle ojo de encima -sonríe como un diablillo apartando la mirada del vaso-. Sí, creo que él habará sacado algo en claro.

Ante la mención del Ratón y la sonrisa suspicaz del Achispado, Alejandro no tiene más remedio que preguntar:

- Bruno, ¿podemos fiarnos por completo del Ratón? ¿totalmente? Vuestra palabra me basta pero comprended que no lo conozco lo suficiente y nos jugamos mucho con esto. El Barón no escatimará gastos en cazar nuestros cuellos y no cabe duda que dispone de los medios necesarios... una buena recompensa puede desatar la más atada de las lenguas.

Bruno experimenta uno de esos raros accesos en los que se queda sin palabras. Se lleva la mano al mentón y comienza a rascárselo insistentemente mientras hacia arriba, más allá de las vigas carcomidas y del piso de madera.

-Nah, me fío de él, me debe unos favores y yo otros a él, del cariz que uno se arrepiente de perder al morir el deudor.

Sonríe, apura el vaso de vino y levanta la mano para pedir a la moza otro.

Alejandro relajó su expresión, demostrando que era cierto que la palabra de Bruno era suficiente para él.

- Brindo por ello - e imitó a su amigo apurando el vaso a su vez, aprovechando la ocasión de pedir otro vaso. Luego se detuvo mirándole el trasero a Caridad la Lebrijana y añadió - si no fuera por estos momentos...

Bruno lanza un suspiro admirando las mismas vistas.

-Sí... Pero guardad las aparencias y tened cuidado, mi buen amigo, que hay un fulano detrás de aquella y no le gusta ni que la lisonjeen. Un muerto de hambre sin gracia ni beneficio alguno, por lo que me han contado, pero más nos vale no buscarnos más problemas de los que podemos solucionar a la vez con dos manos.

Alejandro fingió ofenderse.

- ¿Cómo podéis pensar que sería capaz de tomar la honra de una dama que pertenece a otro hombre? - a continuación estalló en una sonora carcajada - ¿véis? ni siquiera soy capaz de decirlo sin reirme...

Pasasteis la tarde de risa en risa hasta que...