Partida Rol por web

Ante las dificultades del ogro para vestirse la armadura de placas me acerco para ayudarle con las correas de la espalda y de los antebrazos. Espera, Gruk, extiende ese brazo... Así, ya está, fijada, más o menos. El herrero se va a volver loco jajajajaja Una vez con al armadura puesta me alejo unos pasos para observar al ogro. Espectacular, sencillamente espectacular.

Una vez que muestran sus intenciones de marcharse me encojo de hombros. Sea pues, si queréis salir no seré yo el que os diga que no pero, por favor, darme unos minutos, voy a ver si encuentro algo útil en el montón de huesos que hay junto al trono de la habitación contigua y voy a echar un ojo a la sala que falta pues no me gustaría dejar ningún artefacto del Caos en este lugar y sin la protección que ofrecían los seres que hemos derrotado; cualquiera podría entrar, cogerlo y a saber qué podrían hacer en las tierras del Imperio

Arácsam no queriendo dejar atrás ningún tipo de equipo cogió las dos espadas y el justillo de cuero que había soltado Gruk, quiso coger también el equipo de protección pero se dio cuenta de que cogerlo significaría no poder seguir caminando y tuvo que dejarlo allí, era evidente que nunca llegaría a poder cargar lo mismo que el ogro.

Lambert aprovechó la lentitud del caminar de sus compañeros por culpa de su peso para registrar el montón de huesos que había en la sala, pudo encontrar 10 justillos y gorros de cuero, así como 8 espadas.

Había algo que los chicos no recordaban, la sala de la fuente de sangre que lanzaba sangre a diestro y siniestro, Magnus y el Padre Odo consiguieron atravesarla con rapidez, pero Aracsam y Gruk iban más lentos y la sangre les llegó más veces.

Mientras tanto Lambert inspeccionaba la habitación que le quedaba.

Gracias a la poca velocidad de tus compañeros era posible que llegaras a inspeccionar la otra habitación antes de que tus compañeros llegasen a la salida. 

Te aproximas con cautela y observas la entrada, no parece tener ninguna trampa, así que accedes a su interior para ver que parece ser una sala de botines de saqueos. Hay armas rotas y piezas de armaduras destrozadas que se amontonan en altas pilas, las paredes están adornadas con las banderas desgarradas de las fuerzas imperiales a las que derrotaron.

Asombrado a la par que entristecido observo los restos de ejércitos imperiales masacrados por las fuerzas del Caos. Se amontonan aquí armas, armaduras y estandartes todo, al parecer, en un deplorable estado.

Hecho un vistazo por si encuentro algo que pueda usar para mí mismo o algún estandarte de algún regimiento famoso que pueda devolver a los ejércitos del emperador, ¿quién sabe qué podría hallarse aquí?

Tras la búsqueda me dirijo rápidamente tras mis compañeros intentando sortear lo más rápido posible la fuente sangrante...

Registras el lugar pero todo lo que encuentra estás destrozado, nada que devolver a sus dueños y aún menos nada que te sirva a ti, así que descorazonado te giras y coges 3 espadas de las que hay en el montón de huesos. Luego te encaminas hacia la fuente que expulsa sangre teniendo que tener cuidado de que no te dé

Al final fué la propia avaricia de Aracsam la que le hizo acabar poniendose en peligro, por suerte a penas sufrió daños leves, aunque de haber tenido menos suerte tal vez hubiera fallecido en aquel instante, no podría saberlo, y tampoco quería pensar en ello.

Una vez fuera miro al patrullero - Has encontrado algo en la otra sala? - le preguntó con un suave tono que apenas se podía escuchar, contrariamente a la forma de hablar de Gruk el cual habla tal vez demasiado alto.

La lentitud era extrema y los riesgos acordes, pero por suerte mi cuerpo era una roca y mi mente un baluarte inexpugnable. No había nada que fuera a detenerme, y mucho menos unas manchitas de sangre. ¡Ni que no me hubiera manchado con más que eso al aplastar la cabeza a algún idiota! En cualquier caso, salí de allí con pesadas zancadas, seguido poco después por Lambert, que iba más rápido pero había estado investigando.

—¡Eso! Gruk querer saber si encontrar algo útil —coincidí con Aracsám, a mi propia manera.

Tras no encontrar nada útil, arramplo con lo que puedo para venderlo y es cuando me acuerdo de esos malditos chorros de sangre. Con una idea en la cabeza recupero uno de los petos de alguna maltrecha coraza para usarlo a modo de escudo interponiéndolo entre mi cuerpo y la fuente mientras cruzo la zona lo más rápido posible para reunirme con mis compañeros.

Cuando Magnus ve a Lambert buscar entre los despojos de esas abominaciones como un buitre, sintió repulsión. Sin embargo, un escalofrío le recorrió el espinazo y se miro a si mismo, tan vulnerable. Con un súbito pragmatismo desvergonzado, se cirnió sobre los restos y empezó el tambien a buscar algo util. Fue tirando la chatarra que encontraba a un lado con desdén.

Accedes al interior de la habitación que registra Lambert para ver que parece ser una sala de botines de saqueos. Hay armas rotas y piezas de armaduras destrozadas que se amontonan en altas pilas, las paredes están adornadas con las banderas desgarradas de las fuerzas imperiales a las que derrotaron.

El único objeto que encuentras que no está destrozado es un martillo de piedra inscrito con runas enanas, con la cabeza rota en tres fragmentos. Es un tesoro ancestral perteneciente a los Reyes enanos de las Montañas Negras que seguramente te estén muy agradecidos si pueden recuperarlo.

En el montón de huesos puedes encontrar 9 justillos, 10 gorros de cuero, así como 5 espadas.

Gruk y Aracsám junto al Padre Odo habían pasado sin problema, Aracsám había sufrido una pequeña quemadura causada por la sangre pero nada importante.

Lambert cogió un peto para protegerse pero la mala suerte quiso que la sangra cayese en su cara, le entró en el oído que empezó a zumbarle y no pudo moverse de su sitio. El aturdimiento le había hecho que dejase caer el peto que había usado para defenderse un nuevo chorro de sangre volvió a golpearle haciendo que sus heridas agravasen y no le permitiesen moverse momentaneamente.

Interponiendo un peto entre la fuente y yo a modo de escudo me lanzo a la carrera para cruzar la sala lo más rápido posible y, en un primer momento, parece que mi idea es buena y hasta me permito una forzada sonrisa cundo el chorro, como si tuviera vida propia, al chocar sobre el maltrecho peto se derrama sobre mi cabeza entrando por mi oído.

¡¡¡AAAAAARGH!

El dolor es tan grande que suelto el peto que agarraba con las manos y caigo de rodillas, tapándome los oídos con las manos, cuando otro chorro impacta de lleno sobre mí... Así, de rodillas, me tambaleo como borracho, con los ojos en blanco mientras intento, por todos los medios, recomponerme para salir de este infierno.

Lambert había conseguido pasar por fin aunque bajo un gran coste, las manos le temblaba, su cuerpo sudaba pidiendole algo que no llevaba encima. En su intento de pasar por aquella habitación infernal rasgó su gorro de cuero dejándolo inservible

El bretoniano no parecía estar demasiado bien. Además, no contestaba. Mmm.

—¿Pequeño humano estar bien? —pregunt´r de nuevo, a ver si a eso si respondía. Luego me encogí de hombros y señalé sus manos—. Poder tirar gorro, ya no servir de nada.

Tras atravesar la infernal sala y ser alcanzado varias veces por esos malditos chorros, aún no me explico de donde he sacado la fuerza para no sucumbir ahí mismo y conseguir llegar hasta mis compañeros.

De rodillas en el suelo, a cuatro patas, un sudor frío perla mi frente mientras unos temblores me recorren los miembros. Mi cuerpo me pide algo... Y yo se lo que es. Hacía años que no probaba la mandrágora pero esa ansia, esa afición, llegó así de repente, mucho más fuerte que antaño, la necesito, LA NECESITO, ¡¡¡LA NECESITOOOOOO!!!

Apretando los puños me arranco el gorro de la cabeza y empiezo a morderlo para no gritar, la sensación de urgente y vital necesidad es incluso dolorosa en grado sumo. ¡¡¡GRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRrrrrrrrrrrrr!!!

Tras unos instantes que parecen horas consigo recomponerme y con las piernas aún temblándome consigo incorporarme. Hasta el ogro que, por lo general, no debería ser muy empático se da cuenta de mis dificultades.

Estoy bien Gruk, estoy bien. Vayámonos de este horrible lugar. Tiro el ahora arruinado casco de cuero y arrastrando los pies me dirijo a la salida del complejo. ¿No hay manera de hundir este maldito lugar para que nadie pueda volver a entrar en él?

- ¿Y si provocamos un derrumbe que borre de la historia este impio lugar? *Dice Magnus, mirando a Gruk. Le parece capaz de hundir una montaña*

Negué antes de ponerme definitivamente en marcha. Derribar un edificio bien cimentado no era fácil y tampoco rápido, y no teníamos tiempo que perder. Lo que era más importante, no tenía ganas. Si querían tirar eso abajo, que montaran un equipo de mineros, conmigo a la cabeza —por supuesto—, y por el pago adecuado ese templo no sería más que una vieja ruina. Hasta entonces, ahí se quedaba.