Partida Rol por web

- Maldición- farfullo entre dientes. No tengo intención de arriesgarme más en una temporada, y morir en una casa en ruinas si no quemado tras evitar la hoguera no me parece adecuado. Abandonando todo posible descubrimiento, retengo lo visto y salgo de la recámara. En mi cuarto quizás tenga todavía algunas monedas y cuatro cosas que no tomará tiempo recoger, incluyendo mi morral de cuero con mis enseres. No hay tiempo para más, al menos hoy y aquí para averiguar qué ha sucedido. Tampoco lo hay para continuar la labor de Montero, claro que si hubiese algún acero con que sustituir el que perdí... quizás al recoger los cadáveres alguna espada quedara tirada por ahí. Como sea, ahora lo primero es salir de la casa y no perder la vida. Mi camino tras recoger unas pocas anotaciones valiosas y un par de recuerdos familiares junto con mi morral es el de la escalera y la puerta de salida, sin más demora que tendría en despedirme del diablo y perderlo de lo vista si me lo encontrara.

Antonio corre bajando por las escaleras del primer piso justo cuando el techo y las vigas de madera comienzan a desplomarse y se os une a la carrera aunque parece haberle dado tiempo de recoger sus enseres tales como morral o utiles propios. En cuanto sus pies tocan el suelo del salon y ve lo que alli acontece se os une a salir corriendo hacia el exterior siguiendo los pasos que antes dio Montero.

El humo y el intenso calor quedan atras en cuanto salis por la puerta principal al patio viendo la magnitud del incendio y como se ha propagado desde diversos focos cubriendo toda la casa y sus anexos. En el exterior no hay nadie, ni siquiera Montero, pero los gritos de alarma y las carreras ya se escuchan por los alrededores... el incendio no debe propagarse y los vecinos corren afanandose en conseguir agua para apagarlo... pronto la guardia llegara aqui...

¡Antonio! No sabeis cuanto me alegro de veros vivo... temi por vuestra vida. ¿Que ha pasado? Y lo mas importante, ¿ahora a donde? le digo mientras nos escabullimos de alli.

- Donde sea pero lejos de aquí. La guardia no debe hallarnos en este lugar. Mi camino continúa hasta la Villa de Madrid, aunque no estaría de más encontrar blanca para hacer el camino hasta allí más seguro.- Comienzo a andar con prisa bajando la calle- ¿Alguna de vuesas mercedes se complacería en acompañarme a probar fortuna allí?

- Ya son dos fuegos los que he visto de cerca hoy y no es de gusto ver un tercero. Vuestras mercedes sabrán que esto es un reclamo de corchetes y, por más que el padre nos haya perdonado la vida no voy a quedarme a ver como me condenan los del otro bando... ya me entienden - dijo Hernán mirando en lontananza.

- Si su decisión es quedarse, me temo que este es el fin de nuestra corta compañía, ahora bien, si vuestras mercedes tienen a bien acompañarme, quizá podamos tomar un vino a la salud de los fuegos de purificación en alguna taberna de la villa, ¿qué me dicen?

Nada me queda ni poseo en esta ciudad. Vine aqui perseguido y me ire de ella igual... sois... lo unico que me queda. Gabrielle, ¿les acompañamos? No se vos que piensa pero a mi nada me ata... y necesito algo por lo que vivir... les hablo apenado mientras nos alejamos del lugar.
No os preocupeis por vuestra seguridad Antonio, mientras viva juro defenderos a vos y a Gabrielle... y a nuestro nuevo amigo en caso de acompañarnos. sonrio mientras enseño mi arma.

Miró a Armand. Su rostro se tornó serio.

- Dadme una blanca y no tendrá que preocuparse vos de mi seguridad. Más de una vez he luchado por mi vida y, por lo que se ve, no me ha ido tan mal - sonrió mientra hablaba.

- Si no les molesta si me gustaría viajar con vuacedes ahora que han decidido abandonar esta ciudad de Toledo, no tengo cosa mejor que hacer.

- Marchémonos pues, ya que a no más tardar aparecerán los corchetes. Por cierto, ¿donde se encuentra Montero?- Comienzo a andar en dirección a una taberna apartada de este lugar, en la cual alguna vez nos dejamos caer mis amistades y yo. No es para frecuentar, pero tiene un pase. Con un gesto de invitación a mis acompañantes les guio hacia el lugar, para hablar con comodidad y ultimar los planes de viaje.

Las sombras ocultaron a las cuatro figuras que abandonaron la antigua morada sin pista alguna de Montero y sin mucho mas que llevarse que aquellos despojos que buenamente pudieron cargar en su huida mientras los vecinos se afanaban en controlar el incendio que se habia extendido a los alrededores.

Con sus pisadas ya distantes un gemido de dolor inundo el pequeño callejon cercano a la casa donde el cuerpo inerte y ensangrentado del fiel sirviente Montero caia a plomo al suelo destrabando se su cuerpo el filo de la toledana que le habia dado muerte. La figura oscura levanto la ropera y la introdujo con suavidad en su funda sin evitar una mueca de satisfaccion; en su coleto quedaba marcada en rojo sangre el simbolo de la espada y el circulo antes de que fuese cubierto con un rapido movimiento de su capa y las sombras volviesen a ser dueñas de aquel pequeño pedazo de la hermosa ciudad de Toledo...