- Claro – respondió Cécile al ofrecimiento.
Ian acercó su mano al rostro de Cécile y empezó a sacarle aquella cosa que no tenía, moviendo que pronto se convirtió en una especie de caricia bien recibida por la mujer. La piel de la chica era tersa y suave. Brown disfrutó de aquello, que no duró mucho, pues el padre de la criatura la llamó.
- Voy a ayudar a papá – dijo la joven. – Nos vemos al rato.
Se deslizó de las manos de Ian como el viento sobre la cara, dejando al hombre envuelto en su rico perfume.
Terminó su bebida mientras observaba como la banda de jazz en la que tocaba Richmore se acercaba a la tarima mientras éste se ponía ante su instrumento. Tan pronto como la banda empezó a tocar, la voz melodiosa y exquisita de Cécile se extendía por el lugar gracias a la acción del micrófono.
Se hubiera quedando como embobado escuchándola si no fuera porque momentos después un tremendo algarabío se empezó a formar a las afueras del Café a la vez que uno de los mesoneros anunciaba:
- ¡Ya ha llegado el señor Von Hausen!
Susan no había intentado poner nerviosa a Tatiana, sino más bien crear familiaridad entre ellas, como quien se cambia frente a una amiga; o incluso en el mejor de los casos seducirla, pues Susan no conocía su orientación sexual. Fuera cual fuera, de todos modos Tatiana no hizo ninguna de esas cosas, sino que se mantuvo en esa postura fría e indiferente que solo se rompió por un segundo cuando Susan habló de su sueño. Esa reacción intrigaba a Susan, pero no había nada que pudiera hacer al respeto en ese momento.
Cuando estuvo preparada la sacaron del lugar. Nada pudo ver debido a la venda que le tapaba los ojos, pero sabía que la conducían a encontrarse con alguien importante. No se imaginaba por qué, de no ser así, la habían producido con un vestido tan elegante y tantos accesorios a tono.
Sus sospechas fueron confirmadas cuando el auto se detuvo y Susan se encontró frente al Rouge Café. El lugar estaba atestado de gente, algunas personas interesadas en la recompensa que Adolf Von Hausen ofrecía y otras simplemente por curiosidad, sin mencionar a la cantidad de gente que al parecer estaba contratada para evitar cualquier tipo de rebelión por parte de la bella periodista.
Cuando el chofer le señaló el café instándola a ir, Susan hizo caso sin dudar en ningún momento. Se dirigió con gran decisión al lugar. Es que durante el camino había pensado... Ella quería hacer eso. Más tarde tendría tiempo para ocuparse de Miguel y su mafia, pero por un lado quería esa recompensa, y más importante aún, quería hacer lo que estuviera a su alcance para poder ayudar a Peter, sacarlo de ese infierno que seguramente estaba psando. Por eso avanzó entre toda esa gente, preguntándose si el señor Von Hausen la recordaría.
Perdon, estoy con exámenes, si mis turnos en estos días se demoran un poco o son de escasa calidad, mis disculpas
Siento un frio recorrer mi cuerpo al ver esa visión tan real, con raices y arboles, ¿qué puede significar?, debería calmarme, las discuciones con mi esposo me ponen mal, y ahora esta visión. Miro a mi esposo confundida, palidezco no me siento bien, Oh, ok. Digo al darme cuenta que he llegado, pero, ¿en que momento?, me encuentro muy nerviosa, pero me sorpremde la aparicion de vicenzo en ese sueño, ¿qué me esta tratando de decir?
Salgo del carro, no sin antes besar a mi marido, supongo que me devuelvo en taxi cariño, te llamare.
Me dirijo hacia el café con mucha expectativa.
Comienza lo bueno.-Pienso para mi mismo sonriente y tras pedir otra copa al camarero me acerco a la puerta a ver que pasa y cómo es este hombre que ofrece tanto dinero.
Helena estaba extraordinariamente hermosa aquella noche y Leonard se permitió unos segundos de distracción observándola. Por desgracia no pudo perderse en aquella figura todo el tiempo que quiso y al voltearse vio a su tío llamándolo.
-Leonard Archer- le dijo al acerarse –Necesito hablar un segundo a solas contigo- agregó apartándolo un poco del resto de la gente. Luego se acercó a su oído y en voz baja mencionó –Mi jefe cree que el secuestrador, o un cómplice de este, vendrá esta noche aquí y se ofrecerá para resolver el caso. A mi, en lo particular, me parece una idea algo ilusa. Te recomiendo que no tomes ninguna decisión esta noche y que recabes cuantos datos puedas. Luego los investigaremos y veremos si sirve de algo. Estaré en el lugar contigo si así lo quieres, pero intentaré participar lo menos posible-
Al escuchar lo que su sobrino le había informado de las sospechas de Tottle, Adolf, un hombre para quien la palabra “preocupación” gozaba de poco o nulo significado, aguantó apenas la risa, recordando que debía de mantener cierta compostura frente a todas aquellas personas y más delante de la situación que como padre pasaba.
- Si el secuestrador osa pasarse por aquí, mejor. ¿Cree que nos tiende una trampa? ¡En lo más mínimo! Si llega a estar entre el grupo que elegiré para buscar a mi hijo, se delatara de inmediato. Entre tú y yo lo haremos temblar. Pero no me pidas que pare mi búsqueda, ni que me vaya sin resultados de aquí. Peter no tiene tiempo y tu tía Antoniette tampoco, así que lo siento Vincent, pero en eso no te puedo complacer.
Dejando a su sobrino con la palabra en la boca, Adolf regresó junto a su esposa y cuasi sobrina, a quien Leonard, molesto, no tardó en seguir, acercándose a Helena y rodeándole el talle con el brazo en un intento de disipar su rabia cerca de la exuberante mujer.
No había habitante de aquel variado pueblo que no conociera al Rouge Café, que se hubiera deleitado observando sus gigantescas letras rojas iluminando noche tras noche, y obsequiando todos los días una atención que te hacía querer volver. Por ello, no había día que el famoso restaurant estuviera lleno en su totalidad, pero aquel 18 de abril había tantas personas que parecía que en cualquier momento el edificio se fuera a desmoronar.
Cuando cerca de las ocho de la noche un carro negro con insignias de una famosa fábrica de automóviles alemana se había aparcado y personalidad avasallante de Adolf Von Hausen se regó por el lugar tal cual niebla, todas las personas allí presentes se alborotaron, gritaron de placer o lanzaron sus brazos deseosos de recibir aunque fuese un roce de aquella eminencia.
Mientras que Adolf Von Hausen, en compañía de su bella esposa, Antoniette, y de una sobrina desconocida que radiaba por su hermosura, entraba en el Café, las muestras de emoción llegaron a niveles tan altos que aquello parecía un concierto de rock. La banda de jazz que entretenía al público se vio obligada a parar su presentación debido al bullicio; y no fue hasta que la familia ocupó un asiento que la marea se calmo.
Un camarero se acercó servil con bebidas y algunas cositas para picar a la mesa donde la millonaria familia estaba sentada minutos antes de que Adolf Von Hausen se parara al centro de aquella sala arrastrando tras él a un joven que tenía pinta de que estaba en aquel lugar a la fuerza. Un miembro de la banda de jazz le pasó un micrófono al hombre, lo que le ayudó al magnate expresarse así:
- Gracias a todos y a todas por venir. Me alegra mucho ver tanta gente dispuesta a buscar a mi hijo. Siento decirles que de todos ustedes sólo seleccionaré a tres personas que viajaran hasta donde se vio por última vez a Peter. Todo está dispuesto para empezar mañana a la media tarde con la búsqueda. Para recompensar a los que no queden, y porque se han molestado en presentarse ante mí, le pediré a nuestros buenos amigos del Rouge Café que los dejen celebrar hasta la hora que deseen, y todos los gastos correrán por mi cuenta.
La gente vitoreo al millonario, quien sonrío a los presentes y saludó con la mano como hubiera podido hacerlo un rey. Volvió a pedir silencio, y cuando se le otorgó, continuó hablando:
- Para no hacerles una entrevista a todos, porque nos llevaría horas malgastadas innecesariamente, mi sobrino, que es policía, y yo iremos a saludarlos y a recoger sus identificaciones. Elegiremos con mi esposa a los tres mejores candidatos y luego se las regresaremos.
Leonard sintió como la rabia se le iba notando en una ceja levemente subida.
¿Él, el policía Leonard Archer, tratado como un simple monigote por aquel fantoche de millonario? ¡Aquello era increíble!
Adolf Von Hausen, seguido de aquel joven malhumorado que parecía ser su sobrino, fueron pasando de persona a persona. La gente dentro del Café había actuado casi al unísono cuando todos se formaron en largas columnas de personas sosteniendo sus identificaciones en las manos para que el millonario las pudiera tomar.
Aquello le tomó varios minutos al millonario y cuando volvió a su mesa con todas las identificaciones que le habían entregado eran casi las diez de la noche.
Todos vieron, unos más emocionados que otros, como el matrimonio Von Hausen se inclinaban sobre la mesa donde el millonario había dispuestos todos aquellos carnets. ¿Qué estarían diciendo? ¿A quién iban eligiendo?
Unos veinte minutos después, Adolf Von Hausen se levantó y volvió a alzar su mano para pedir silencio. En su cara se notaba una expresión serena, como si estuviera muy conforme con la elección, y cuando habló lo hizo con una calma y alegría fáciles de ocultar.
- Señores, señoras y señoritas, mi esposa y yo ya hemos tomado nuestra decisión. Por favor, den un paso al frente – miró tres identificaciones que descansaban en su mano – Susan Fox, Nicole Johnson e Ian Brown.
Fin del Capítulo II