Peter vio una vez más a las cámaras antes de chutar la pelota desde su arquería. Gabriel y Norman se debatieron por ella como dos jugadores profesionales de fútbol, pero el niño, desde su puesto, no los vio, concentrado, o más bien distraído, por los flashes y las luces rojas que le apuntaban.
El joven había tenido nueve años para acostumbrarse a ello. Los paparazis y demás periodistas de farándula le tenían especial cariño, a él y a su madre, una famosa actriz, que todos conocían como Antoniette. Como hijo de ésta y del millonario Adolf Von Hausen, Peter se había visto desde sus primeros días rodeado de chismosos, que querían ver al chiquitín, fruto de tan elogiado matrimonio.
Al chico no le molestaba realmente aquella muestra de bajeza ciudadana, más bien le gustaba. Según él, había nacido para las cámaras. Aquello masajeaba el ya de por sí carácter malcriado del joven; y cuando Peter se encontraba a sí mismo en las páginas de sociales, reía con placer.
Generalmente las fotos eran tomadas en fiestas o cuando sus padres estaban paseando por la ciudad. ¿Cuál era el motivo ahora de las ansías de chisme? Simplemente que mientras Peter jugaba al fútbol con sus amigos, su madre, tan hermosa y elegante como siempre, se paseaba por el campo, luciendo un vestido veraniego que daría envidia a más de una.
Peter sonrió, y cuando un fotógrafo lo llamó, posó hacia la cámara, sin ver que la pelota de fútbol se le acercaba peligrosamente.
- ¡Peter, la pe…!
La frase se quedó en la boca de uno de sus compañeros de juego, tomando al niño por sorpresa. Peter recibió de lleno la pelota en la frente, y cayó hacia atrás, sintiendo un dolor de cabeza tal que juraba que se le partiría.
Los fotógrafos contuvieron el aliento del susto y sus compañeros hicieron otro tanto. La misma Antoniette dejó la entrevista que se le estaba haciendo para observar el estado de su hijo; pero cuando Peter se sentó, quejándose con una sonrisa bromista del dolor, todos rieron por aquel niño tan travieso y divertido.
- ¿Estás bien, mi pequeño? – le dijo Antoniette, palpando la carita de su hijo.
- Sí, mamá. ¡No te preocupes!
Antoniette lo acercó hasta ella y empezó a limpiarlo. Peter, quien era un muchacho de estatura bastante alta para su edad y de contextura delgada, rió ante las preocupaciones de su madre: él era bastante fuerte para soportar cualquier golpe. La actriz limpió sus cabellos rubios e inspeccionó sus ojos, que seguían tan azules y vivarachos como siempre.
- ¿Ves que estoy bien?
La preocupada madre asintió con la cabeza y se levantó, dejándole el claro mensaje de que tuviera cuidado. Cuando se fue, las cámaras se dirigieron a ella al unísono con sus pasos, y Peter aprovechó la ocasión para agarrar la pelota y volver a patearla al improvisado campo de juego.
El balón volvió a pasar de pie en pie. Norman se hizo con el control de la pelota, pateó a la portería de Peter, y la patada fue tan fuerte que el esférico salió disparado lejos, hacia el lindero del bosque.
- Lo siento – expresó Norman con tristeza al ver desaparecer la pelota en la lejanía.
Peter negó con la cabeza y dijo:
- No pasa nada, Norman. Iré a buscar la pelota para seguir jugando. ¿Me acompañas, Gabriel?
El muchacho que respondía al nombre de Gabriel, un niño de aspecto latino y tan alto como él, le siguió mientras que su cabellera rubia desaparecía por entre los árboles.
Peter corrió hacia donde había visto creer ver el balón, pero, al no encontrarlo, le dio indicaciones a Gabriel, y ambos niños empezaron a buscar por partes diferentes.
Mientras que Gabriel tomaba camino hacia el oeste, Peter fue hacia el este. Su pequeño cuerpo se empezaba a agitar de la alegría cuando distinguió, o eso creyó, una esfera de color azul con motivos dorados rodeándole. Pensando que era su pelota se dirigió hacia allí.
Para sorpresa del joven, no se encontró con su pelota, sino con algo mucho mejor. La esfera era un globo, que se suspendía de una casa abandonada como si hubiera sido abandonado recientemente, y cuando Peter empezó a acercársele distinguió la carpa de un circo tapada por la construcción.
La idea de poder investigar algo, así como los detectives que encontraba en sus libros, hizo que el corazón del niño latiera con fuerza de la emoción. Peter no lo pensó mucho para empezar a subir la escalinata de la mansión, que de cerca lucía aún más tenebrosa.
La casa, de dos pisos, estaba muy negra. Desde las ventanas rotas se podía ver el recibidor, que olía extrañamente a humo. La naturaleza estaba muerta; y si se podía considerar que algo allí tenía vida era solamente el viento, que hacía mover la carpa de circo al fondo de un lado a otro.
Peter se preguntó si debía esperar a Gabriel para que juntos descubrieran lo que aquella casa fantasma tendría que ofrecerles, pero negó con la cabeza. ¡Lo descubriría él solito!
El joven, sonriendo, abrió la puerta para encontrarse con un recibidor, que a pesar del polvo y de los rastros de un gran incendio lucía hermosamente decorado. Por allí había estandartes de todos los colores o con motivos de animales, por allá una alfombra roja con líneas doradas a forma de marco. Hacia izquierda y derecha se veían diferentes pasadizos, y Peter se preguntó a cual de todos ellos debía entrar primero.
Camino hacia el interior del recinto, y tan emocionado estaba por lo que sus ojos presenciaban que no se percato de que la puerta principal se cerraba de un golpe seco. Por la mente de Peter sólo pasaba una cosa: ¿a qué atracción ir primero? Para su sorpresa encontró rápidamente respuesta. Después de avanzar hasta el fondo de un pasillo y subir unas escaleras, se encontró con un cártel de letras descoloridas que rezaba “Sala de Espejos”.
Peter sentía realmente fascinación por la sala de espejos. Era su atracción favorita. ¿Cómo podía un simple reflejo de ti mismo mostrarse tan diferente al mismo tiempo?
El muchacho, decidido, se encaminó hacia allí. Retiró una cortina negra que colgaba sobre la puerta y paso. Increíblemente, a pesar de lo trágica que se veía la casa por fuera, los espejos se mantenían intactos, y tan brillantes como si se acabarán de comprar.
Aún excitado, el joven avanzó y se miró al primer espejo que encontró. Se rió por su reflejo deformado, y avanzó al siguiente, y así y así hasta llegar a uno que le interesó de sobremanera. Sobre el objeto, había un cártel, que tenía escrito en letras rojas y algo macabras “Carnival”.
Peter emitió un sonoro “Wow” y se quedó mirando al espejo, esperando ver algo interesante. Decepcionado, se dio cuenta que no pasaba nada, hasta que en éste empezó a aparecer unas llamas, como si se estuviera quemando por dentro.
El joven sintió como ahogaba un grito. Se alejó poco a poco, pero no lo suficiente para dejar de observar como mágicamente aparecían las palabras: “Bienvenido al Carnaval”. Cuando las palabras parecían empezar a chorrear sangre, el muchacho dejó exteriorizar su miedo, y se dispuso a correr cuando notó que sus piernas estaban inmovilizadas.
Un par de manos envueltas de negro le agarraban por los tobillos. Peter intentó patearlas, pero entonces sintió otras dos pares de uñas clavándose en el pecho como si fueran garras, y cortándole la respiración. Cuando sintió otros diez dedos taparle la boca, el joven se sintió perdido; y sólo alcanzó a ver la expresión de horror en los ojos de Gabriel mientras él era arrastrado hacia la pared negra tras de sí.
Por favor, no postear aquí