...9 años atrás en algún pueblo del norte...
Los días pasaban felizmente en la villa. Kiarah y Aldara, de 10 y 4 años, jugaban juntas en el jardín. Era verano y la calor tenue del sol del norte brillaba en el cielo. Los campos verdes y llanos bajo las colinas que dejaban derretir las ultimas nieves que la primavera no había derretido aún. Los campos florecian y el murmullo de los rios alegraba cada día que pasaba.
Kiarah ajena al mal que invadia al mundo vivia feliz por entonces...Pero esos días de felicidad llegarían a su fin pronto
Las dos niñas se despertarón muy temprano para poder ver salir el sol por la ventana de su habitación. Kiarahy Adara aparte de hermanas eran buenas amigas. Les gustaba mucho jugar pero también compartir momentos así. Vieron como su padre se iba a trabajar como cada mañana y su madre desde la entrada de la casa le despedía con la mano alzada.
Pronto las niñas tendrían que bajar a desayunar. Aldara se había esfumado... para cuando Kiarah aparto el ocico de la ventana se encontro a su hermana encima de la cama, sosteniendo una almohada en lo alto.
Aldara: ¡Te vas a enterar hermanita! ¡Jejeje!
Se avalanzo sobre Kiarah para hacer una pelea de almohadas. Pero en ese momento escucho como su madre las llamaba para desayunar...
Kiarah estaba embobada mirando por la ventana. El paisaje era espléndido. Todo mostraba tranquilidad.
Sonrió. Era feliz.
De repente, se dio cuenta de que Aldara ya no estaba a su lado. ¿qué estará haciendo esta pequeñaja?.- pensaba mientras se daba la vuelta.
Y allí estaba la niña, sobre la cama con una almohada, dispuesta a hacer una guerra.
-Jajaja.- rio Kiarah cuando su hermana se lanzó sobre ella. En ese momento, escucharon a su madre que las llamaba para desayunar. Un olor a café invadió la parte superior de la casa.
-Mmmm... Aldara, vamos a comer leche con galletas, que estoy muerta de hambre.- dice mientras se toca la barriga.
Las dos hermanas jugaban antes de bajar las escaleras. Desayunaron tranquilamente, disfrutando de la mañana. El sol ya estaba saliendo cuando Kiarah debía marcharse a la escuela del pueblo. La iglesia del pueblo hacia a las veces de escuela por las mañanas para los niños de los alrededores. Los niños aprendían a leer y a escribir, y se les inculcaban los principios y las enseñanzas de Dios.
Kiarah era muy feliz asistiendo a las clases por que algún día queria llegar a ser maestra. Las monjas de la iglesia las trataban muy bien y ella quería seguir ese camino de esperanza y buenas intenciones. Pero sus sueños se truncarían mucho antes de lo que ella esperaba...
Ese mismo día la clase fue interrumpida por el repicar de la campana de la aldea. ¡Estaba sonando la alarma! Todos los niños salieron fuera para ver que ocurría. Un humo negro y denso se dejaba dislumbrar desde la distancia. El incencio estaba cerca de la granja donde trabajaban los hombres. El padre de Kiarah podía estar ahí... malherido...
¡Vamos niños entrad de nuevo en la capilla! Decía la monja que les estaba dando clase.
Kiarah dudaba que hacer en aquel momento...
Kiarah observó atónita aquella situación. Un incendio se había declarado cerca de la granja donde trabajaba su padre, ella era pequeña para ir a ayudar y una de las monjas les estaba diciendo que entraran rápidamente porque podía ser peligroso. Pero... algo en su interior, le decía que debía acudir a ayudarlo.
Kiarah dio un paso al frente, intentando tomar una decisión. Luego, miró hacia atrás con lágrimas en los ojos, diciendo:
-Lo siento, pero tengo que ayudar a mi padre.- dijo antes de salir corriendo lo más rápido posible.
Corrió y corrió, hasta que llegó al lugar del incendio, donde columnas de humo negro se levantaban sobre su cabeza.
La pequeña niña echo a correr. Se movía todo lo rapido que
sis delgadas piernas le permitían. La hierba alta rozaba sus suaves piernas
mientras se acercaba cada vez más a su destino. Las llamas a lo lejos prodicían
unas largas columnas de humo. El olor a quemado se percibía más fuerte cada
vez. Sus piernas no flaquearón ni un solo instante, pues no podía permitrirse
el lujo de descansar.
Una ola de humo y cenizas sacudio el lugar. El aire favorecía
la fuerza del fuego. La devastación en la zona era cada vez mayor. A lo lejos
finalmente distinguió la granja entre el humo y las llamas. Era muy peligroso
acercarse directamente por lo que se paró en seco.
Unas voces se oían a lo lejos. Hombres gritando de dolor… el
sonido era terrible. Pero la gente no huía de las llamas. Los gritos eran de
verdadero terror. Algo mucho más oscuro y horrible les hacía correr.
Un hombre paso cerca de la niña, mientras esta presenciaba
la dantesca escena. Le grito que escapase pero la niña estaba absorta en sus
pensamientos. Paralizada por el miedo y la impotencia. Finalmente algo la sacó de su ensimismamiento. De repente otro hombre la agarró y se la llevó de ahí. Era su padre que estaba salvando a la
niña que había ido a rescatarle
( Tu padre te tiene agarrada mientras correis en dirección a vuestra casa)
Kiarah estaba experimentando en ese momento una doble sensación : tristeza, por ver a aquellos hombres que iban a ser abrasados por el fuego sin que nadie pudiera hacer nada por ellos, y alegría por estar cerca de su padre que estaba sano y salvo.
Cuando sintió la mano de su padre sobre su hombro, que intentaba llevarla de vuelta a casa, se dejó llevar.
Pero cuando habían corrido unos escasos metros, se paró en seco. Volvió a mirar hacia atrás y escuchó aquellos terribles gritos.
¿Por qué gritaban de esa manera, si podían salir corriendo de allí?¿habría algo más que hacía que se quedaran en ese lugar?
Kiarah era una niña muy curiosa, desde siempre lo había sido, pero aquella situación podría meterla en algún lio si no tenía cuidado, o aún más, terminar perdiendo la vida en ese gran incendio.
Tras algunos momentos callada, mirando el incendio, miró a su padre a los ojos, diciéndole:
-Tengo que volver.- dijo de manera escueta, volviendo a correr hacia el lugar que habían dejado atrás.
El fuego ardía con intensidad y alcanzaban ya, el linde del bosque. La granja había sido pasto de las llamas. Los cadáveres se esparcían aquí y allá calcinados. El olor a muerte se intuía en el aire junto con el humo negro. El acceso era imposible sin arriesgar la vida en ello.
Tu padre al ver que vuelves corre tras de ti. En pocos segundos te alcanza y te agarra. Rápidamente te voltea para que le mires de frente...
¡Hija, detente! Ya no puedes hacer nada por ellos. Sus almas ahora están con dios... dice mientras te abraza contra su pecho.
Tu padre nunca había sido muy religioso, pero en aquellos momentos de desesperación afloraba ese sentimiento de esperanza. No te soltó durante un minuto, esperando a que recapacitaras. No valía la pena malgastar tu vida en vano.
Volvamos a casa, por favor... no quiero perderte a ti también...
Lentamente te separa para que le veas la cara. Su tristeza parece muy grande.
Sabes que no podría soportar la muerte de mi hija mayor... mi favorita.
El tiempo parece detenerse. Tu padre espera tu decisión. Aunque sabes que si intentas adentrarte en las llamas, el hará lo posible para impedirlo.
Kiarah mira a su padre con lágrimas en los ojos, mientras escucha sus palabras.
Tras algunos minutos de indecisión, termina abrazándose a él, dandose por derrotada.
-De acuerdo, papá.- logra articular Kiarah en un hilo de voz. Volvamos a casa...
Kiarah y su padre se alejaron lentamente de aquella granja en llamas, de camino a casa.
Durante un largo rato caminaron hacia la casa. Ni una sola palabra más salió de la boca de su padre. Kiarah sabía que no había hecho bien arriesgando su vida. Posiblemente su padre estuviese muy enfadado con ella y por esa misma razón no dijo nada. Su cara mostraba desacuerdo y enfado. La pequeña sabía que tendría que atenerse al castigo que le tocara, una vez en casa...
A lo lejos deslumbraron la pequeña villa. La casa familiar era muy bonita. Un puente de piedra la separaba del resto del pueblo. El río en esta época del año era bastante caudaloso, por lo que no era muy aconsejable cruzarlo a menos que fuera usando el puente. Era el mes más lluvioso del año y se dejaba notar bastante en el color verde de las praderas.
Unas nubes negras se dejaban ver por encima de los picos de las montañas. La tormenta no tardaría en llegar. Por suerte para el pueblo, el incendió se sofocaría gracias a esas lluvias. Kiarah respiró tranquila al ver como la tormenta solucionaría todos los problemas. Luego solo tendrían que reconstruir la granja entre todos los aldeanos, y todo volvería de nuevo a la normalidad.
De pronto tu padre empezó a tirar de tu mano más fuerte y aligerando el paso. Parecía como si la tormenta lo asustara. No había razones para refugiarse con tanta prisa... solo era agua.
Enseguida entrasteis en la casa. Seguidamente vuestro padre cerro la puerta con el cerrojo grande. Os encontrabais de nuevo en casa, a salvo...
Vuestro padre se sentó en una silla, parecía bastante nervioso. Lo que había visto en el incendio probablemente le había afectado más de lo que creías. Como no parecía dispuesto a contar lo que había pasado, Kiarah pensó si explicarle a su madre lo que había sucedido o no...
Kiarah sabía que su padre le regañaría al llegar a casa. El comportamiento que había tenido no había sido bueno, había arriesgado su vida. Pero...ella no posía hacer nada, las ganas de salvar a aquellas personas la invadían en aquel momento, con una fuerza casi irrefenable.
Al entrar en casa rápidamente, debido a la lluvia que se avecinaba, Kiarah notó a su padre más nervioso que antes. Ella también estaba nerviosa, pero no sabía si contar lo sucedido o quedárselo entre ella y su padre.
Una vez sentada en una de las sillas de madera de la cabaña, iluminada por el fuego, Kiarah comenzó a contarle a su madre lo que había pasado, de una manera tranquila.
-Yo quería ayudarles mamá.- dijo con lágrimas en los ojos.
-Pero... no lo hice, por papá.- dijo mirándolo entristecida. Habría dado lo que fuera, por salvar una de aquellas vidas. Sentía una fuerza que me atraía hacia el interior, los gritos retumbaban en mi cabeza...
Después de oir tu historia todos los miembros de la casa quedan en silencio. Aldara se acerca a ti despacio. Te levanta los brazos para que la cojas y la subas en tu falda. Ella ve que estas triste, intenta de alguna manera abrazarte para poderte consolar. En esos momentos te sientes reconfortada en parte por tener a toda tu familia con vida. Por otra triste por no haber podido hacer nada por las vidas de aquella pobre gente de la granja. Un sentimiento de impotencia te invade cuando algo extraño ocurre...
Tu padre que durante todo el tiempo había permanecido cabizbajo empieza a reirse. Una risa que en un principio se escapa entre los dientes y que luego empieza a incrementarse hasta llegar a tal punto que la carcajada es muy sonora. Tu padre se levanta de la silla y se acerca a tu madre. De pronto tus ojos se abren de golpe al presenciar la escena.
Papá, con un rostro desencajado, que jamás habías visto agarra a tu madre del cuello. Esta se ve sorprendida y paralizada del miedo. Su cara es de incredulidad y de terror, pues no puede pronunciar palabra alguna. Su garganta cada vez está más y más apretada...
Sin tan siquiera girarse para hablaros vuestro padre con una voz extraña empieza a reirse...
Hahaha! ...Vamos niñas, no lloréis... dice con tono de burla ...vuestra mamá pronto morirá. Devoraré lentamente sus tripas y luego vosotras seréis el postre.
PNJOTIZADA
Kiarah coge a Aldara en brazos y se la lleva a su habitación para esconderse de su padre.
En esos momentos Kiarah ya había perdido toda esperanza de sobrevivir. Su madre estaba siendo devorada lentamente. Ella y su hermana consiguieron esconderse, pero el terror a la muerte hizo que la niña empezara a perder la consciencia. En aquel momento, Aldara, su hermana pequeña salió del escondrijo para escapar...
Todo se volvió borroso. Las imágenes y los gritos se entremezclaban como en un macabro calidoscopio de dolor.
La pequeña creyó durante horas vagar en su mente, sin saber si estaba viva o muerta por fin. Todo era escuro, se sentía muy sola. Algo le llamó la atención en aquel oscuro lugar. Una luz parecía atraerla desde lo más profundo de la oscuridad. Pero en ese momento despertó...
Con los ojos entreabiertos y el cuerpo engarrotado vislumbraba unas pequeñas luces danzantes de color cobrizo. Las velas que estaban encendidas alrededor de su lecho parecían estar apunto de extinguirse. Se encontraba en una pequeña sala, una habitación sobriamente decorada. Solo una cama y un pequeño arcón bajo un ventanuco.
De pronto la puerta se abrió dejando pasar a una mujer. Su porte era imponente y serio. Ataviada como el más fornido guerrero y portando consigo una enorme espada, la cual parecía tan grande como su portadora. Una expresión amable en su rostro tranquilizo entonces a la niña...
- ¿Como te encuentras pequeña?
Kiarah consigue abrir los ojos, debido a una voz que la despierta de ese largo "sueño" en el que había estado sumergida durante algunas horas.
Pero...¿quién era esa chica? y...¿dónde estaba Aldara?
El corazón de Kiarah comenzó a latir cada vez más rápido, temiendo lo peor. Si su hermana no estaba al lado era porque seguramente su padre la había devorado. Pero...también podria haber escapado...
-¿quién eres?.-logró preguntar la niña con un hilo de voz.
-Y...¿dónde está mi hermana?.- dijo con algunas lágrimas en los ojos.