Partida Rol por web

Corazón Delator (VLM +18)

Su majestad María Malena

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18/01/2019, 18:20
La Jabonería Vieytes

 

Prólogo: Volver

Había dicho Leopoldo Marechal que el tango era el pulso natural de la muñeca de Buenos Aires, entonces podía concluirse sin temor a error que la Jabonería Vieytes era una de sus arterias, un paso de sangre del que María Malena, la príncipe, bebía como si fuera en verdad para ella fuera vitae. Y quizás lo era.

Las obligaciones y responsabilidades que traían el nuevo puesto habían mantenido alejada a Su Majestad de este lugar, que era como un pedazo de su propia alma, más tiempo del que hubiera deseado y ahora que aquella noche circulaba nuevamente por sus pasillos y por sus distintas salas sus ojos se perdían por el lustroso piso de la pista de baile en donde los concurrentes se rendían al ritmo de la milonga.

Ya eran casi las 4 am y mientras María Malena saludaba a los conocidos de siempre, fieles clientes, su mirada recorría su dominio entre todos los dominios sin rumbo fijo cuando le pareció ver el rostro de su Sire entre la multitud. ¿Sería que sus ojos preternaturales la estaban engañando o que su mente le estaba señalando que ya era hora de comunicarse con ella?

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31/01/2019, 12:24
María Malena De Alvear de Ponce de León

Cita:

"...y yo me hice en tangos porque... porque el tango es macho! porque el tango es fuerte! Tiene olor a vida, tiene gusto... a muerte. Porque quise mucho, y porque me engañaron, y pase la vida masticando sueños porque soy un árbol que nunca dio frutos, porque soy un perro que no tiene dueño, porque tengo odios que nunca los digo, porque cuando quiero, porque cuando quiero me desangro en besos. Porque quise mucho, y no me han querido por eso, canto, tan triste...

Los últimos compases del ultimo tango que tradicionalmente suena al final de cada milonga del mundo, llegaban a la Jabonería de Vieytes, en este caso en la voz inconfundible del uruguayo Julio Sosa. La noche llegaba a su fin para la mayoría de los milongueros, pero aun había mucho por hacer para la Príncipe de Buenos Aires.

Subió lentamente las escaleras, empezando ya a despejar su mente de las labores cotidianas. Debía relajarse para responder aquella llamada que había recibido, camuflada entre la gente. Recorrió los largos pasillos de mármol hasta que llegó a su habitación. Paseó sus dedos por la colección de Lps, y eligió uno al azar. Era de sus preferidos. Pero claro, todos los discos de aquella colección eran de sus preferidos...

La púa se deslizó por los surcos y comenzó a sonar un piano. Recordó una noche, muchos años, muchas décadas atrás, otro siglo, otro continente. Un salón de la realeza austriaca. Aquel hombre irascible, de rasgos duros, de lenguaje duro... aquel hombre tan famoso, esa noche interpretaba en ese piano su propia obra. María había quedado fascinada con él, con su dulzura, con sus imágenes... sonrió al volver a escucharlo.

Como siempre dejó caer sus ropas por el piso y entró en la ducha. Aunque pareciera algo tonto, aquella vieja costumbre de ducharse la acercaba a su humanidad. Recordaba cómo una ducha caliente o una ducha fría cambiaban sus días humanos... ahora no tenía tanta importancia para su cuerpo, pero si para sus recuerdos.

Salió de la ducha y se paró frente a un enorme espejo. Aquel cuerpo atlético, magro, de fuertes muslos y grandes pechos, había sido siempre tan codiciado entre los hombres (y muchas mujeres). Se observó largo rato mientras peinaba su largo pelo. Las gotas de agua recorrían su piel y a veces seguían el camino azul-verdoso de alguna de sus venas y parecían darle vida...

Al terminar de peinarse abrió una sencilla caja de madera que tenia sobre su mesa de luz y sacó un viejo reloj de bolsillo. El algún momento debía haber sido un bello reloj. Nada fino, nada ostentoso, pero si muy preciso. El reloj de su hermano, había sido como él mismo. Miró a su hija por la ventana durante largos minutos. Era una noche tranquila, después de tanto tiempo, BsAs tenía unos días de tranquilidad.

Desnuda aun, con pelo suelto cayendo sobre se espalda, entró a aquel cuarto blanco lleno de nada. Se sentó en el piso, con sus piernas cruzadas, y puso el reloj abierto, delante de ella. El silencio de aquel cuarto solo era interrumpido por el hipnótico Tic-Tac del reloj...

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05/02/2019, 16:28
Madame Guil

Unos largos minutos de silencio se sucedieron en los que el tic-tac fue lo único audible, de pronto María escuchó la voz de su Sire más clara que de costumbre. La vio sentada en una poltrona tapizada en pana verde oscuro con las piernas cruzadas elegantemente, enfundada en una bata de seda con motivos japoneses, su largo cabello color canela caía sobre sus hombros y su rostro parecía más definido que de costumbre.

-Hija mía, ¿Qué deseas de mí?
 

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06/02/2019, 16:34
María Malena De Alvear de Ponce de León

Los oídos de la Toreador se sorprendieron al percibir la voz de su Sire con tanta claridad. ¿Era el vinculo entre ellas lo que se estrechaba? ¿O su propio poder psíquico estaba creciendo? ¿O simplemente Madame Guil estaba mas cerca de lo que creía? Aprovechó para saborear aquel timbre de vos tan agradable.

- Madame, no creo ser portadora de cosas que no sepa, pero me gustaría contarle de mi propia boca los recientes logros... Resumió toda la situación actual de BsAs, y cómo terminaron en aquellas cloacas. Finalmente logramos dar con el origen de la Noche de los Aullidos. Resultaba difícil creerlo, pero algunos monstruos se han convertido en realidad. Los Nicktuku, existen. Gorgo, la que Aúlla en la Oscuridad, ha encontrado la muerte definitiva, mi señora.

Un dejo de orgullo se dibujó en su rostro, por tan solo unos segundos. Desapareció rápido, sabía las preguntas que seguian. - Pero claro, si bien acabamos con ella, aun quedan muchas dudas. ¿Quien la despertó? ¿Con que fin? Detalló la pista de los Infernalistas, así como todo el asunto con el Sabbat y las Balas Azules. Finalmente habló de Mercedes.

Observó las facciones de su Sire, la belleza de su rostro, lo perfecto de sus labios. La seda corriendo sobre su piel. Era un espectáculo digno de ser observado. El Tic Tac del reloj parecía haber desaparecido en aquel momento.- Madame, finalmente he logrado coronarme Príncipe de Buenos Aires...

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08/02/2019, 04:10
Madame Guil

El rostro de tu Sire se ensombreció cuando te referiste a la Niktuku -Estoy orgullosa de ti, María Malena, has defendido a la ciudad como una leona ¡Y has desentrañado un gran misterio! -te felicitó con una sonrisa plácida y medida -Ahora el monstruo ha desaparecido de la faz de la Tierra y el espíritu de Alexandria puede descansar en paz.

Hizo un breve silencio, como de respeto. Escuchó atentamente sobre los Reyes Magos y el Sabbat -Parece que allí tienes varios frentes de ataque, tendrás que estar atenta a los movimientos de tus enemigos hasta que cometan un error que delaten sus planes -apuntó, luego cuando le contaste que habías alcanzado el principado sus ojos se nublaron por la emoción y los cerró como si le hubieras proporcionado un placer infinito y lo estuviera disfrutando; de hecho, así era.

Finalmente abrió sus ojos hermosos, tan vívidos y humanos, y te penetró con ellos como si pudiera sondear los abismos más profundos de tu alma -¿Qué te parece si vienes y me cuentas los detalles personalmente? -dijo como si estuviera realizando una travesura y luego te diste cuenta de que estaba sentada en la poltrona de tu cuarto no muy lejos de donde estabas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tu Sire está sentada en la poltrona de tu habitación con exactamente la misma ropa con la cual te la describí ;-)

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12/02/2019, 02:29
María Malena De Alvear de Ponce de León

Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,
Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,
Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,Tic-Tac,

Tic...

Las ultimas palabras de aquella mujer parecieron hacer que el viejo reloj detuviera su pulso, y con él, el tiempo. María abrió los ojos, y sonrió enigmáticamente. Se paró con su habitual gracia, y colgó el reloj con su cadena en su cuello. Por primera vez en mucho tiempo volvió a sentir un ansia casi incontrolable.

Abrió las puertas de aquel cuarto blanco, y allí mismo estaba ella. Hacía décadas que no la veía con sus propios ojos. No había cambiado nada, como era obvio de suponer, una de las pocas ventajas de envejecer viendo un vástago hermoso. Madame Guil seguía siendo imponente, adictiva. Quizás era el vinculo de sangre que las unía lo que creaba aquella sensación, o quizás verdaderamente era un imán.

Cita:

Era un imán que atraía, cómo el alcohol atrae a los borrachos...

La letra del viejo tango Café Domínguez volvía a sus oídos.

Aquella ansia envolvía a María. Ansia extraña de saberse ante un depredador implacable, y en lugar de correr, admirarlo. Ansia extraña de encontrar un Tigre en tu cuarto, y temerle, sabiendo que de un solo zarpazo podría arrancarte un pedazo, pero no poder controlar las ganas acercarte a tocarlo.

Desnuda como estaba, erguida con cierta soberbia, con el reloj entre sus pechos, observó largos segundos a su Sire. Su pelo largo aun dejaba caer gotas de agua, que para su oído prodigioso golpeaban el piso con fuerza, ritmicamente, como hubiera golpeado su corazón dentro del pecho. ¿Eran las gotas o realmente volvía a latir? Difícil distinguirlo.

Finalmente, sin ningún pudor por su propia desnudez, extendió sus brazos a los costados, mientras inclinaba su cabeza en un gesto de cortesía. Su voz rompió el silencio, seductora.

- Mi Señora, bienvenida al Principado de la ciudad de Buenas Aires... Alzó la cabeza y aquellos ojos azules, iluminados mas de lo normal, se clavaron en su Sire. Sus dedos se extendieron con las palmas hacia afuera, y una sonrisa volvió a emerger en su rostro. Bienvenida a mi ciudad...

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15/02/2019, 02:37
Madame Guil

Tu Sire se puso de pie con la elegancia que la caracterizaba y te hizo una reverencia que tenía mucho de actriz y de bailarina. Tenía puesto uno de sus adorados kimonos que le había sido regalado hacía ya más de 100 años por el emperador Meiji de Japón en uno de sus viajes. La seda de aquella época tenía una textura y un aplomo distinto a las modernas, más vaporosas, y daba la impresión de ser una lengua o la corriente de un río calmo que caía apaciblemente sobre las curvas de Gilles*, recorriéndolas.

El rojo y el negro resaltaban su piel nívea, aterciopelada. Al inclinarse su cabello largo color canela se desplazó hacia adelante y quedó flotando en el aire para luego posarse sobre sus hombros al volver a levantarse. Sonrió plácidamente pero también con una pizca de seducción y en el fondo de sus ojos avellana algunas llamas del viejo fuego se dejaron ver.

Caminó con paso felino hacia ti, aplaudiendo lentamente como fascinada. Finalmente, cuando estuvo a solo un palmo de tu persona extendió los brazos hacia ti imitándote y se fundió en un abrazo que te reveló inmediatamente dos cosas: 1) su cuerpo estaba tibio; 2) estaba desnuda debajo del kimono.

Apenas separando tu cuerpo del suyo te miró a los ojos y alzó su mano para correr un mechón de tu rostro -Bien hecho María Malena, no se me ocurre una gobernante más adecuada para esta ciudad. Buenos Aires está en inmejorables manos.

Sus labios se unieron a los tuyos suave y tentadoramente, como si fuera la primera vez que te besaba aunque la timidez le duró poco porque a los pocos segundos abrió su boca a la tuya y sus manos subieron por tu espalda todavía húmeda.

Notas de juego

* Su nombre de pila.

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27/02/2019, 13:19
María Malena De Alvear de Ponce de León

El pecho de María empezó a moverse un poco agitado cuando su Sire comenzó a acercarse. Su diafragma comenzó a hacer aquel trabajo, extraño ahora, pero tan natural en otras épocas. Los pulmones no transportaban ahora oxigeno, trasportaban recuerdos, la sensación de cuando aún si lo hacían. Su cuerpo de repente comenzó a tener un leve tono rosado, lejos de su habitual tez marmórea. Su temperatura subió unos grados.

Los ojos de aquel tigre, esos ojos tan imposibles de dejar de admirar estaban de repente delante de ella. María bajó su mirada recorriendo aquel cuerpo perfecto. Pestañeó. Un pestañeo largo, suficiente para sentir la suavidad de los labios de Gilles en los suyos. Su pecho paró por unos segundos, sus músculos se contrajeron al sentir el calor. El miedo pronto cedió al instinto...

Nada de ello era cierto, claro, esos cuerpos no tenían temperatura, no respiraban, ni se excitaban de la misma manera de los mortales. Pero el recuerdo de esas sensaciones era único. Las manos de la neófita Príncipe se pegaron primero con suavidad a la espalda de Gilles. La textura de aquella prenda no era casualidad, era una delicia mas, que María apreció enormemente. Su mano izquierda empezó a deslizarse por la seda, bajó por la cintura, se metió entre ambos cuerpos, y atravesó las fronteras del kimono. Paró en su entrepierna por unos segundos. En otras épocas aquello hubiera sido el paraíso...

Pero ya no lo era. Ya no eran humanas, ya no disfrutaban de lo mismo, ni de la misma manera. El tomo muscular de María fue dejando aquella suavidad de a poco, y fue poniéndose mas firme. La mano izquierda comenzó a abrir enérgicamente el kimono mientras se besaban. Su mano derecha subió por la espalda hasta la nuca. Sus dedos se hundieron en el pelo de Giles, un pelo hermoso que continuaba con la textura de la tela.

Con el kimono abierto los cuerpos se fundieron, sus pieles se pegaron. Los dedos de María se cerraron en el pelo de Gilles, y tiró un poco hacia atrás, separando sus labios. Su lengua recorrió el cuello, bajó poco a poco por el esternón y paró en sus senos. Comenzó a juguetear con los pezones de Gilles unos segundos. Cuánto placer significaba ello en otras épocas. Cuántas sensaciones vinieron a su memoria.

Los cuerpos entrelazados se desplazaron un par de pasos hasta arrojar a Gilles sentada al sofá. Volvió a bajar con su lengua por aquel cuerpo que aun vestía el kimono abierto. María se arrodillo, pasó los pechos, recorrío el abdomen, y se hundió entre las piernas abiertas. Jugueteó. Jugueteó con su lengua, con sus labios, besando, chupando. Jugueteó como una humana lo hubiera hecho. Pero su instinto era ya otro. No era eso lo que le despertaba el deseo. No era el clítoris, no era la vagina... ahora el deseo yacía debajo de la piel.

La lengua de María se desplazó de la vagina al lado interno de la pierna derecha de Gilles. Sus dientes se clavaron alrededor de la femoral. Hizo un esfuerzo terrible por no desgarrar su piel... aun. Mantuvo ese mordisqueo unos segundos, hasta que no aguantó mas y volvió a subir. Recorrió el cuerpo hacia arriba, ahora no con la lengua, si no con pequeños mordiscos fuertes a cada centímetro.

Abrió sus piernas rodeando la cadera de Gilles y se sentó sobre ella. Sus pechos volvieron a pegarse. Tomó nuevamente la nuca de Gilles con fuerza, tirando de sus pelos un poco hacia atrás. Clavó su mirada en la de ella. Era otra mirada. Volvía a tener fuego en los ojos, pero otro fuego. Salvaje. Animal. Un poco de la Bestia había aflorado. Observó el rostro de su Sire unos segundos. Llevó su mano izquierda a la mandíbula, la apretó, y la besó. La besó con fuerza, con deseo.

El largo beso, ya no romántico, ya no suave, ahora salvaje, terminó con un mordisco en el labio inferior de Gilles, que la hizo sangrar. La gota de sangre sacó un gemido de la garganta de María... un gemido o mas bien una especie de gruñido.

Ya no eran lo de antes. Ya no eran dos hermosas mujeres tiendo sexo. Eran dos depredadores dejándose llevar por los instintos, por los deseos internos. La suavidad de la seda, de las caricias leves, casi cosquilleantes, habían dejado lugar a las uñas, a los colmillos, a la sangre...

María tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no seguir desgarrando las labios de Gilles y beber de su sangre. Un esfuerzo que la hizo temblar, gemir, tensar todos sus músculos, apretar sus dientes, morder sus propios labios y hacerlos sangrar también, para refrenarse. Cuando pudo controlarse volvió a besarla. El blanco níveo de aquellos cuerpos, había pasado a un leve rosado al obligarlos a hacer fluir sangre y simular temperatura. Ahora pasaba de rosado a carmesí. Las mejillas de Gilles, sus orejas, sus labios, estaban manchadas con la sangre de los labios de María. Los colmillos de la jóven se cerraron en el cuello de su Sire. Nuevamente un esfuerzo enorme le permitió no penetrar la piel.

En lugar de ello frenó, se alejó unos segundos. Recorrió el rostro de Gilles nuevamente con sus ojos azules-fuego, ahora resaltados por el rojo de la sangre. La miró, llena de deseo. Los dedos de la Príncipe de Buenos Aires corrieron su propio pelo negro, espeso, para dejar libre su cuello, incitando, invitando...

- La sangre de Buenos Aires te pertenece... - Susurró entre gemidos, acercando su cuello a su Sire.

Notas de juego

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04/03/2019, 19:18
Madame Guil

La sonrisa de satisfacción en el rostro de Gilles lo decía todo: estaba orgullosa, colmada, turbada. Se dejó hacer sin oponer la menor resistencia dándote a entender que tenías libertad de acción, un jadeo de sorpresa y excitación escapó de entre sus labios cuando le abriste el kimono con ímpetu. Sus besos respondieron a los tuyos y su hambre creció a medida que tu lengua experta rememoraba cada palmo de su cuerpo, recorría las curvas de sus pechos y de su sexo. De sus labios apenas sonrosados escapaban toda clase de suspiros de aprobación y risas divertidas como quien encuentra gracia en que un gatito le arañe la mano al jugar, al tiempo que su piel iba tomando color, calor y pulso. Sus manos recorrían tu cuerpo con caricias suaves y gentiles, ejerciendo apenas presión pero sí brindando sensación, que se percibía como el aleteo de una mariposa o la caricia de un terciopelo finísimo y ligeramente destemplado, sus dedos todavía fríos. Sus yemas tocaban aquí y allá puntos que conocía bien de tu anatomía: la curva de tus caderas, la cara interna de un muslo, pellizcaban un pezón, acariciaban tu clavícula, recorrían tu columna.

Todo cambió sin embargo cuando la echaste al sillón con fuerza y te montaste encima, la sonrisa permaneció en sus labios pero habías logrado captar toda su atención, sus ojos te inspeccionaban con curiosidad y un fuego bajo crepitando en su interior, una llama que iba aumentando a medida que la besabas y rasgabas sus labios con tus colmillos, luego el sabor de tu sangre empapó su rostro haciéndola parecer esos lobos que en el crudo invierno roen las presas que el frío atrapó.

Escuchó tus palabras y cerró los ojos un instante dejando que sus párpados aterciopelados ocultaran sus iris para luego abrirlos, iluminando con el sol de sus ojos la madrugada fría. Inspiró y espiró suavemente por sus fosas nasales y te dio una mirada directa, penetrante, que te hacía saber que ella comprendía, que entendía cabalmente. -Y la acepto con amor y devoción -musitó. Tomó tus hombros con sus manos, que lo sujetaron como garras de ave cortando con la presión de sus uñas tu sensible piel y acercó su boca sin preámbulos a la curva de tu cuello, su lengua buscó el camino silencioso de la sangre con su trazo húmedo y vacilante, seductor, para luego hundir sus colmillos en la suculenta piel, en la carne tierna.

El borbotón salió despedido con la fuerza de la arteria a su boca sedienta y dejó escapar un sonoro gemido de placer que retumbó en el cuarto vacío, lleno de sus suspiros. Bebió con devoción y meticulosidad como si se tratara del más suculento manjar, nunca dejando de acariciar e incitar no ya con sus yemas si no con sus uñas, rasgando lo justo y necesario para que fuera placentero y ligeramente doloroso. En los últimos sorbos cerró sus brazos a tu alrededor en un abrazo.

Al separarse, te observó nuevamente, buscando algo en tus ojos y sonrió de tal forma que si hubieras sido humana se te hubiera helado el corazón. Antes de que pudieras reaccionar te viste volando y aterrizando sobre el lecho de espaldas, por el impacto las patas salieron disparadas y el colchón acabó en el suelo. Con velocidad sobrenatural estaba inmediatamente frente a ti, parada, con ambas piernas a los lados de tus hombros. Se sentó sobre ti, sus muslos a los lados de tu cabeza, su sexo a solo un mordisco. Llevó ambas manos hasta su punto de placer y se estimuló delante tuyo unos instantes, luego con los ojos cerrados subió las manos recorriendo su cuerpo con placer de sus caderas hasta su cuello pasando por sus pechos, volvió a mirarte y divertida murmuró con una sonrisa divertida, maligna, -He bebido de ti, Majestad, soy tu humilde vasallo. Ahora, ¿Qué ideas tienes para darme la bienvenida además de someterme? -casi se rió.

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16/03/2019, 02:02
María Malena De Alvear de Ponce de León

Los colmillos de Giles en el cuello de María fueron toda una novedad. Sentir como fluía su sangre hacia su Sire era una sensación única. Cada sorbo que salía de sus venas, cada rasguño en su espalda, reportaba un placer enorme, mucho mas intenso que cualquier placer humano.

Luego aquellos ojos cautivadores la miraron, antes de volar por los aires. María rugió al tener a su Sire encima. Mezcla de placer aun, y un poco de temor. Tardó unos segundos en recuperar la calma. Su pecho se movía agitado aun, como si estuviera viva. De repente la caja toráxica quedó quieta. Miró a Giles, y pereció relajarse.

- ¿Someterte? ¿Someter a la gran Madame Guil? No. No creo que eso sea posible. Solo quiero... tomó los muslos de giles con fuerza. Una mirada curiosa se dibujó en su rostro. ¿Me sentirás ahora? ¿Me sentirás como siempre te he sentido yo? Nunca habías bebido de mi... ¿porqué lo hiciste ahora?

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20/03/2019, 18:17
Madame Guil

-El precio de amar es ser vulnerable -declaró mirándote a los ojos fijamente, inclinó su cabeza para hacerlo y su cabello volvió a cerrarse como una delicada cortina a los lados de su rostro triangular. Sus manos se cerraron sobre tu cuello apretando suavemente tu garganta, jugando. Permaneció en silencio dejando que sus palabras se asentaran en tu mente, apretó un poco más tu garganta y luego relajó su presión, deslizó ambas manos al costado de tu rostro y te acarició el cabello suavemente.

-Sí, quiero sentirte, María -susurró en voz baja, sensual y confidente.

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29/03/2019, 16:47
María Malena De Alvear de Ponce de León

El silencio de la sala era enorme, solo tic tac del reloj aun se sentía. La música parecía haber desaparecido. No había latidos, no había jadeos.

Cita:

-El precio de amar es ser vulnerable...

Las palabras de Giles comenzaron a rodar por su cabeza. El precio de amar es ser vulnerable... alguna vez lo había oído, de otra boca, en otras épocas, quizás en otro continente. No lo recordaba. Era extraño que ella no recordase algo. Tal vez su cerebro le jugaba una extraña pasada...

No. Recordó una vieja habitación de un conventillo de la Boca, muchísimos años atrás. El sonido era otro, era el sonido de la noche, la vieja noche donde todo ocurría. Risas, música, peleas, gritos, amores... Un poeta italiano, talentoso, perdido en la bohemia de aquel inacabable Buenos Aires. Una noche con una gigantesca luna llena. Le había escrito un poema. No tenía luz, el keroseno de su sol de noche se había acabado hacía días. Le leyó el poema usando la luz de la luna. Era un poema de despedida, él la amaba tanto que no podía soportar que ella no fuera su posesión.

-El precio de amar es ser vulnerable... Conocía aquel timbre muy bien. Era su propia voz la que hablaba mientras acariciaba el pelo sucio de aquel bohemio. ¿Lo había amado? ¿Era posible amar siendo aquel ser que ella era? Miles de preguntas se arremolinaban en su cabeza, mientras la luna empalidecía la sangre caliente que amaba de las arterias de aquel poeta enamorado...

-El precio de amar es ser vulnerable... Repitió las palabras de su Sire, mientras ella le apretaba la garganta. La sensualidad de Giles era incomparable. No había para María mujer mas irresistible en el mundo. Su pelo, sus ojos, su cuerpo, su sangre...

Asintió con la cabeza, aceptando aquellas palabras. Su pecho volvió a activarse, sus mejillas volvieron a ponerse rosas, su cuerpo volvió a tener temperatura. Sus uñas se aferraron a los muslos de su Sire. Los ojos de María volvieron a tener fuego, y sus colmillos se prendieron violentamente a los muslos de Giles primero, y a su entrepierna inmediatamente, desgarrando, chupando, lamiendo, en una mezcla de éxtasis y dolor.

¿Habría amor en aquel salvajismo? ¿Habría amor en aquel intercambio violento de sangre? No lo sabía, pero lo deseaba.

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09/04/2019, 19:27
Madame Guil

Tu Sire dejó escapar un gemido de placer salvaje y se dejó hacer a tus anchas, disfrutó de tus atenciones retorciéndose y estremeciéndose, guiándote para que fueras más dulce o más agresiva en cada caso. En un punto se desplomó a tu lado y te acarició el cabello mientras te sostenía contra su pecho desnudo.

-Te he descuidado mucho, María Malena, creo que voy a quedarme un tiempo aquí contigo -sostuvo, con la voz queda. -Tanto poder y tanta lucha te han quitado la dulzura -te miró a los ojos -A veces, es necesario dejarse atrapar por un instante por la humanidad que hemos perdido... Los siglos pueden convertirte en un monstruo -calló de pronto, meditabunda.

Acercó su boca a la tuya y te beso suavemente como quien enseña a besar a un adolescente. Luego te recostó sobre el lecho (o lo que quedaba de él) y depositó sus labios en tu clavícula, en tu esternón. Cerró su boca sobre un pezón y lo recorrió con su lengua como si lo estuviera memorizando. Bajó por la línea de tu abdomen acariciando tus caderas y te dio una mirada totalmente lasciva cuando separó tus piernas delante de ella -Mantente caliente para mí, querida -susurró y descendió sobre tu entrepierna e inmediatamente comenzó a saborearte con su boca. Su lengua serpenteaba sobre tu sexo y dentro de él como si tuviera voluntad propia y su deseo fuera llevarte al éxtasis, su roce era tan delicado que parecía que apenas te tocaba, pero tan certero que la sensación que producía te golpeaba como una ola que cada vez rompía más fuertemente contra la playa.

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20/04/2019, 16:59
María Malena De Alvear de Ponce de León

La sangre de María continuó fluyendo, tal como había pedido su Sire. Aquel falso calor humano era una de las maravillas que había aprendido con los años. Parte de su humanidad se aferraba a ello cada noche en la Jabonería, al bailar, al cantar, al saludar a todos y cada uno de los milongueros que desfilaban delante de ella.

La lengua de Giles recorriéndola, su cabello sedoso, brillante, sus ojos dominantes mirándola mientras excitaba su sexo... los ojos de María, su boca, su piel, sus senos... todo ello era de una belleza poco común. Una belleza propia de su linea de sangre, escena digna de la Rosa.

Al rato de finalizar, María se alejó de Giles. Se miró delante del espejo. Su figura, sus curvas, su desnudez. Su piel ahora pálida nuevamente. Detrás de ella la cama destruida y su Sire recostada aún. Comenzó a canturrear una melodía y de repente pareció recordar algo. Tomó el teléfono y abrió un archivo de audio. Era una pista musical. Buscó el tono en su garganta, y comenzó a cantar.

Yo sé que habrá una noche
feliz en mi existencia,
será la noche aquella
triunfal de mis amores,
cuando el cansancio de vivir
te haga volver.
Yo sé que habrá una noche
en que vendrás a mí.

Alzó sus ojos hacia el enorme espejo, para mirar a aquella mujer increíble que yacía allí tumbada. La Príncipe volvía a tener color, volvía a tener fuego en la mirada. Una pequeña chispa en la oscuridad que llamaba la atención de todo aquel que estuviera cerca. Una pequeña chispa que empezaba a crecer hasta volverse una llamarada viva.

Y yo tendré en mis labios risas,
más luz en mi mirada buena,
y en cada beso irá mi vida
tratando de calmar tu pena.
La noche en que retornes,
mi alma se vestirá con luz de estrellas,
y mi corazón será una flor
bajo un rocío de amor.

Se giró sensualmente acariciando su pelo y comenzó a acercarse a Giles, mientras cantaba. Un espectáculo increíble. María era sin dudas una animal escénico. Un imán de miradas, un imán de fantasías, masculinas y femeninas. Cada vez que salía al escenario el mundo se apagaba. Y allí estaba, la Alondra, desnudando su alma frente a un espectador privilegiado.

Por eso es que yo espero,
por eso es que yo sueño.
Yo sé que a la distancia
bendices mi recuerdo,
y alguna vez te vencerá
tanto sufrir,
entonces la nostalgia
te ha de volver a mí.

Y yo tendré en mis labios risas,
más luz en mi mirada buena,
y en cada beso irá mi vida
tratando de calmar tu pena.
La noche en que retornes,
mi alma se vestirá con luz de estrellas,
y mi corazón será una flor
bajo un rocío de amor.

Terminó al lado de su Sire, prácticamente rozándole los labios. Acarició su mejilla mientras observaba en el interior de sus ojos. Pasó sus dedos por la boca de su, Sire, de su amante, de su maestra, y la besó.

- Mi humanidad, mi dulzura giles, están intactas. Creéme. Simplemente aprendí que hay momentos para comulgar con eso, y hay momentos para dejar salir el resto. Parecía haber demostrado su punto. Su pasión al cantar, su dulzura en las caricias y su mirada hablaban por si.

Luego hizo una pequeña mueca y volvió a pararse. Su puso un salto de cama negro, casi transparente, que no cubría casi cada de su cuerpo, pero resaltaba todo. Se acercó a la ventana y miró Su Buenos Aires.

- Para mi es un honor que estés acá. Verte es uno de las mejores cosas que han pasado últimamente. Aprendí casi todo lo que sé de vos. Tengo mucho que agradecerte. Pero... Dudó unos segundos. Todo lo que suele venir luego de un pero es complejo. Pero realmente no deseo que te quedes...

- Es Mi momento Giles, es Mi ciudad. La gané con esfuerzo, la gané con riesgos. Merezco esto. Toda mi vida, y toda mi no vida peleé por esta ciudad. Y si vos estás acá toda mi autoridad va a quedar desdibujada. Va a parecer que solo cumplí con una tarea, que solamente soy un títere...

Giró y se acercó a la cama nuevamente. Se sentó al lado de su Sire. - Si realmente sentís algo por mi, por favor andate. Volvé a Europa. No es que no quiera estas con vos. Quiero hacerlo, pero ya vamos a poder estar juntas. El tiempo no es justamente un problema para nosotras. Ahora necesito hacer esto sola. Necesito saber si puedo hacerlo. Si te quedás, realmente no voy a poder ser yo... Por favor, andate...

Notas de juego

Puff como siempre, no puedo compartir el video... :(

https://www.youtube.com/watch?v=KWmaj8MP31U

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22/04/2019, 21:22
Madame Guil

La justicar te observó embelesada totalmente con tu performance, se dejó besar dócilmente y escuchó tus palabras, y en sus ojos, llenos de una luz nostálgica, algo se apagó. Se oscureció como se oscurece un foco que se quema de pronto y deja la calle en penumbras. Su expresión conservó una calma reposada que se sentía como el ojo de un huracán, pero contra todo pronóstico nada salió de ella, ni siquiera un reproche.

Jugó con las sábanas recorriéndolas con un dedo, dibujando en la tela alguna forma imaginaria, en aquel momento te pareció increíblemente frágil. -Por supuesto que entiendo, es tu momento -repitió con un ligerísimo temblor en su voz, se paró y se sentó en la poltrona que ocupara antes -¿Cómo no podría hacerlo? Yo te hice -alegó recuperando la altivez. La conocías demasiado como para no saber que te estaba provocando a propósito como siempre, la paz duraba poco con Giles.

Comenzó a vestirse con parsimonia y elegancia, faltaba poco para el amanecer pero parecía no importarle en lo más mínimo. Mientras lo hacía parecía haber recapacitado ya que se acercó con el rostro visiblemente más relajado, con un tinte de profunda compasión, casi beatífico. Era en verdad muy hermosa, tanto que dolía.

-No te preocupes por mí, María Malena -dijo de pronto a pesar de que no habías manifestado la más mínima consternación sobre nada, te dio dos besos, uno en cada mejilla -Tengo que liquidar unos asuntos, ha sido bueno verte... Su Majestad -le dijo sin dobles intenciones, con sinceridad. Su mirada te observó como si te memorizara antes de irse.

Notas de juego

Si la dejas ir relata lo que haces hasta el amanecer y durante el despertar.

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09/05/2019, 22:34
María Malena De Alvear de Ponce de León

Cita:

Yo te hice...

Las palabras de Gilles no pasaron desapercibidas. María sonrió por dentro, pero no dijo nada. En otro momento quizás hubiera reaccionado, pero ya la conocía demasiado bien. Aquella increíble mujer, aquel poderoso ser, de vez en cuando, increíblemente se transformaba en una niña provocadora.

Aquella noche, noche común y corriente para el mundo, no sería una mas para la Justicar ni para la Princesa. El cristal parecía haberse quebrado de una manera u otra. Los ojos de Gilles apagándose primero, y observándola después, gritaban que algo se terminaba.

Las ultimas palabras de Madame Guil resonaron en su cabeza. Su Majestad... ¿Era aquello una despedida? ¿La estaba bendiciendo realmente? Parecía totalmente sincera. Sus miradas se clavaron mutuamente, registrando cada gesto, cada pestaña, cada poro. La belleza hecha mujer estaba allí adelante, despidiéndose.

María sintió que una parte de ella se alejaba. Cuando la Justicar comenzó a retirarse la frenó. Gilles... La besó suavamente. Gracias... por todo. Y la dejó ir.

Ya estando sola se desplomó en el piso. Su rostro, blanco, tenía trazos rojos. Unas lágrimas recorrían sus mejillas. Aquella angustia interna que solo había sentido con la muerte de hermano afloró nuevamente sin saber con certeza por qué. Dejó que su humanidad la dominara totalmente durante un largo rato de dolor.

Pero no había tiempo, increíblemente. Necesitaba controlarse. Se sentó en su maqillador observándose un rato en el espejo. Su rostro fue volviéndose frío, su mente tenía mil cosas que pensar, necesitaba enfocarse en lo importante. No faltaba mucho para el amanecer, y quedaban cosas por hacer. Tomó su teléfono y llamó a su jefe de seguridad.

- Chapo, ¿me podés explicar cómo mierda entró alguien a mi habitación sin que yo sepa? ¿Me rebolearon al otro lado de la pieza, explotó prácticamente mi cama, hubo mil gritos, y nadie escuchó nada? ¿Para que carajo les pago?!!! Revisá todo el sistema, revisá las cámaras y averiguá cómo entró YA!

La mente de la Toreador volvió a su pragmatismo usual. Aquella falla de seguridad podría haberle costado la existencia. Escribió un mensaje, lo borró. Volvió a escribir y al terminarlo pensó unos segundos si mandarlo o no. Finalmente decidió enviar el mensaje.

Cita:

Doctor, tenemos un Justicar en BsAs...
- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada Auspex para ver el aura de Gilles mientras se marcha.

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22/05/2019, 01:39
María Malena De Alvear de Ponce de León

Notas de juego

Master faltó la lectura del aura de Gilles.

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22/05/2019, 02:53
Director

Notas de juego

El aura de Giles antes de irse es de colores moteados lo que indica confusión, luego pasó a un azul claro que indica seguridad.

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17/07/2019, 15:37
Mercedes Moreno

La senescal pidió a la Príncipe un plan detallado de los pasos a seguir para atrapar a la Justicar. El Oráculo y Micaela sería convocados para una reunión de emergencia.
 

Notas de juego

Bueno, quiero que me detalles cómo harías para atraparla :-)

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30/07/2019, 13:07
María Malena De Alvear de Ponce de León

María clavó los ojos sobre la senescal un largo rato, observándola detalladamente, quizás en algún punto, de manera un poco incómoda. La Lasombra no era una Toreador pero tal como los niños adoptados parecen adquirir rasgos de sus nuevos padres, había algo del clan de la rosa en ella. O al menos quedaba algo de Alexandria en ella. Finalmente se acercó hasta quedar a pocos centímetros de su senescal.

La mano de la príncipe subió a acariciar la mejilla de Mercedes. Con suavidad etérea recorrió esa piel blanca, fría, suave. El momento era extraño, en general la presencia de la Lasombra imponía mucho respeto. Su solemnidad, su seriedad, sus formas, hacían que no fuera común una cercanía física. Pero en aquel momento María sintió la necesidad de acercase. Pestañeó y finalmente rompió el silencio con una voz extraña. - Gilles y yo compartimos sangre por mucho tiempo...

No había dicho nada de eso a los otros miembros del Consejo, a pesar de que confiaba en ellos. Solo Mercedes podría entenderla, podría entender la tristeza en los ojos de su Príncipe. Nadie mejor que ella para saber el dolor de perder a alguien importante.

- Así la voy a encontrar... Sus dedos abandonaron la cara de la Lasombra mientras intentaba recomponerse. Y si no puedo, se va a encargar Elisabeth. Mi cama está llena de su sangre y sus pelos... La mandíbula de la Príncipe se tensó y apretó sus labios tragando saliva. - Mercedes, sos la única que sabe... vos... vos quizás me entiendas...

La Toreador era una mujer fuerte. Pero en aquel momento estaba cerca de quebrarse. No podía soportar la traición de su propia Sire. No podía soportar que Madame Guil se hubiera acercado sin decirle nada de la Caza de Sangre sobre su cabeza. No podía soportar que el dolor de saber que la había puesto en peligro sin dudarlo. Había puesto en peligro a María pero sobre todo a BsAs. Aquello era imperdonable, aquello era era inadmisible. BsAs era su sangre, era su aire, su "vida", y la Justicar no había dudado en llegar y querer instalarse allí sin decirle una palabra.