Partida Rol por web

Aquella frase arrancó una tensión en la mandíbula de la mujer que se acentuó con las dos líneas horizontales en las que se convirtieron sus ojos al entrecerrarse, en aquel momento Arn hubiera jurado que eran de un negro ónice más opaco que la noche misma. A Rosa le rechinaban los dientes y al sonreír con el jaque mate de su chiquillo -una mezcla de estar orgullosa y que ese mismo orgullo le quemara las entrañas por su osadía- la sonrisa se le transformó en el reflejo de una pesadilla, una hermosa pesadilla.

-Bien -sostuvo resuelta colocando sus manos entrelazadas sobre la mesa, gesto que Arn sabía bien que correspondía a cuando estaba negociando -Pero no puedo quedarme de brazos cruzados -sostuvo -Tampoco puedo ir al principado a esperar a que llegues con el botín tan plácidamente -explicó -No es mi estilo lo sabes, me gusta sentir que me gano mis premios, y en este caso podría estarme jugando la no-vida.

Suspiró comprensiva -Tú maneja la operación en la dársena, yo te cubro las espaldas y la retirada -propuso y se puso de pie para salir de caza. Al pasar al lado de él musitó por lo bajo, sin dirigirle la mirada: -Al regreso te castigaré por tu actitud desafiante, y también te premiaré por tu audacia.

Solo entonces lo observó. No quería pensar en que quizás no hubiera un regreso para ella.

La noche primaveral, despejada y perfecta desentonaba con el ambiente cargado de electricidad que se vivía en la Dársena Sur de carga y descarga de containers.

Camiones iban y venían frenéticamente desde el último barco carguero "Furia do Sao Pablo", la mercancía, fuera la que fuera implicaba grupos de hombres fuertemente armados. Los grupos estaban liderados por cainitas y ghouls que se comunicaban por sofisticados sistemas que eran apenas perceptibles a los ojos no entrenados.

El plan era crear una distracción para que el equipo del neonato se adentrara en el barco en busca de la Justicar, un contacto dentro había confirmado que el objetivo había subido ya a la embarcación. El grupo de Rosa y el de Arn se dividieron para hacer un ataque en pinza, pero justo cuando el grupo de Arn iba a atacar uno de los hombres junto a los camiones lo divisó y comenzó el intercambio de fuego. El equipo de Rosa avanzó para cubrir al de Arn, aquello amenazaba con convertirse en un pandemonio en segundos y así fue.

Un plan apresurado tenía lo que tenía, no había logrado lo que se propuso con respecto a Rosa, estaba ahí, en mitad de todo el asunto, pero no se hacía el tonto, lo intentó lo suficiente sin tensar la cuerda demasiado, había que tener tanta mano izquierda para intentar manejar a Rosa, que realmente uno se sentía estúpido al caer en la cuenta de que la mujer haría que lo estimara y punto.

La maniobra de pinza era lo que él mismo hubiera hecho en aquella situación, pero veía difícil romper el cerco. Arn, que no era demasiado ducho con armas de fuego, se colocó el arma al hombro y puso en modo de fuego semi automático, disparando ráfagas cortas y controladas tratando de despejar el camino y romper el cerco que los bloqueaba. 

Aquello fue una masacre. El ataque habia empezado bien, organizado: los hombres de Rosa y Arn se hicieron rápidamente con el control de la plataforma de carga pero la balacera que comenzó en cuanto los que estaban arriba del carguero se sintieron acorralados fue descontrolada y feroz.

La precisión de los tiros hechos con las armas semiautomáticas fue letal y todos apuntaban a la cabeza. El muelle pronto fue un reguero de cadáveres y la lluvia de balas vino desde el barco que ya estaba listo para zarpar. Rosa pudo parapetarse pero dos hombres de ella y uno del equipo de Arn murieron.

El resto había pasado a mejor vida, salvo los del carguero que quedaron reducidos a dos tiradores que al ver que el grupo que venía por la Justicar se acercaba por detrás de los containers se batieron en retirada para el interior del barco. Sobre la cubierta los pocos mortales que iban en la nave estaban en el piso, algunos heridos otros pidiendo clemencia en otro idioma, pero el gesto era reconocible.

Kwan, el guardaespaldas de Arn que había estado cerca cubriéndole la retaguardia todo el trayecto, tenía un tiro en el brazo pero aún así se las arregló en conseguir al capitán del barco. -Dice que la pasajera será entregada a la justicia si se le perdona a él y a su tripulación la vida... La mujer está atrincherada en la bodega.

Rosa le dio un beso a Arn en los labios -Nosotros resistimos aquí y los esperaremos si los haces salir. Ve, atrápala.

La bodega del barco estaba organizada por hileras de cajas de madera de grandes proporciones estibadas unas arriba de las otras. En el piso estaban escritos con pintura estridente los números de fila y columna de manera que se podía hacer una coordenada para encontrar la caja indicada.

Todo estaba en silencio.

Aquella sensación de poder que daba un arma la había echado de menos, era una nimiedad con lo que una vez llegó a conseguir o desear, pero era un instinto tan primario, tan humano, que era imposible pasarlo por alto y no sacar de el una sensación placentera. El tiroteo había sido breve e intenso, y Arn demostró que era más capaz con las armas de fuego de lo que el mismo recordaba. 

No le importaron las bajas ni la herida de Kwan, ese era el precio a pagar, y realizar un acto como ese sin esperar victimas en el bando de uno, es que se era idiota o se poseía un ego exacerbado. Escuchó al capitán y entornó los ojos aunque aquel beso le hizo recobrar el ánimo y prepararse para el siguiente paso. 

No respondió a Rosa, solamente le siguió el beso y asintió antes de partir hacía la bodega con el arma preparada para hacer salir a la rata directamente hacía su maestra, para que esta pudiera culminar lo que necesitaba. 

A primera vista no había nada que señalara a Arn en dónde podía estar la esquiva Justicar y sus guardaespaldas hasta que vio que la ventilación del barco se hacía mediante tubos que recorrían las paredes y generaban una acústica singular. Mandó a dos hombres de su equipo a dar una recorrida y así dieron con un grupo de contenedores que estaban casi al final del pasillo 7G.

Iniciaron una barrida silenciosa, sus pasos eran apenas sonidos en la bodega repleta de enormes cajas que formaban moles que contemplaban estoicamente lo que ocurría alrededor hasta que uno de los contenedores se abrió de golpe y los disparos llovieron inclementes sobre el equipo del neonato.

Los que estaban con la Justicar usaban las puertas de metal para parapetarse de la balacera y contestaban con plomo... y con unas balas azules que se desintegraban cuando impactaban contra las cajas, el suelo e inclusive humanos, pero Arn sabía bien lo que le harían si impactaban contra él y no le cupo la menor duda de que iban dirigidas a su persona.

Uno, dos muertos del lado del vástago de Rosa. Dos heridos. Kwan había desaparecido. De los custodios de Madame Guil se sabían que eran dos y la cainita en persona pero se ignoraba si habían más aliados dentro. Por fin, dos tiros certeros dieron en la cabeza de los que estaban parapetados y con la inercia de sus cuerpos se abrieron las puertas de la lata de sardinas sobredimensionada que era aquello.

Del fondo emergió la figura de Madame Guil rugiendo como un león con una pistola en cada mano, una normal en apariencia, otra con munición anticainita, la mujer avanzaba dispuesta a todo. Sin embargo, un golpe sorpresa le restó a su entrada dramatismo al aparecer Kwan por arriba del contenedor y de un salto cortarle las manos con su katana.

Las manos con las pistolas todavía aferradas cayeron al suelo y la cainita hizo ademán de huir -¡Maldito mis manos!- gritó.

El guardaespaldas la aferró haciéndole una toma y tirándola al suelo, trabándola con sus piernas -Estaqueela señor, es la única forma segura para nosotros de llevarla hasta la Príncipe -sugirió apremiante mientras luchaba para que la mujer no se soltara de su presa con todas sus fuerzas.

Rosa siempre hacía que Arn llevara una estaca consigo por seguridad y esta vez la precaución de su sire estuvo justificada. El golpe fue certero y dejó a la Justicar fuera de combate.

Internarse en aquel barco no era algo que le gustara. El olor a salitre no era algo que le gustara, ni el de aceite de motor o el óxido de las planchas de metal mal cuidadas. Avanzó con cautela, tratando de no saltarse ningún recoveco o sombra por la que pudieran emboscarle. Era territorio desconocido para él y cualquier precaución es poca. A pesar de ello, se las ingenió para llegar hasta la bodega.

Entornó los ojos y se preparó, pero justo cuando afianzaba mejor su arma, la mujer hizo su aparición por uno de sus flancos y rugiendo como un animal. No sintió miedo, ni temió por su vida, sencillamente aceptó que lo iban a agujerear mientras presentaba batalla todo lo buenamente capaz que era, pero en lugar de eso, el bueno de Kawan, demostró una vez más que era ducho con su arma y no tenía problema alguno en usarla.

El metal de las pistolas chocando contra el suelo, el olor a sangre cainta, que provocó que los colmillos de Arn salieran por puro acto reflejo, y el aviso de su salvador - mantén la presa, bien hecho - sabía que le debía una, pero Arn no iba a decirselo, era un guardaespaldas, no le debes nada a quien te salva la vida cuando es su trabajo.

Tras ello, saco del interior de su abrigo una estaca de madera y miró con inexpresivos ojos a la rea. Negó con la cabeza cuando se le pasó por la mente la idea de soltar alguna frase grandilocuente, pero decidió que mejor no, que lo propio era ensartarle el corazón y así hizo. Puso la punta sobre su pecho, sonrió con cierta lascivia y clavó invirtiendo parte del poder de su sangre para realizarlo con más fuerza y no fallar - vayamos con la maestra - le dijo con calma sacudiéndose las manos como si acabara de cosechar algún tubérculo. Recogió su arma y no dejó de prestarle atención a la recién apresada mujer. 

Al estaquearla la vástago quedó con los ojos cerrados y en sopor inmediatamente, Arn sabía que era la mejor forma de mantenerla con no-vida y que no los enredara con alguna de sus tretas bien aprendidas durante sus años como Justicar; así estaba dormida y no podía usar sus disciplinas*.

Para Arn que tenía más fuerza que sus hombres a pesar de ser un neonato no fue un problema cargar con el cuerpo hacia fuera de la bodega y de allí al piso superior en donde Rosa esperaba con el resto del equipo. Al verlo salir la cainita no sonrió ni musitó palabra alguna, se quedó quieta en su lugar esperando impasible a que se acercara hacia donde estaba ella con el capitán retenido a punta de pistola. La expresión de su rostro era de satisfacción, sus ojos brillaban como gemas y su pecho vibró un instante con la certeza de que no podía esperar otra cosa de su neonato: como las serpientes que ponían huevos en los nidos de los pájaros supo que se había encontrado con un tigre, pero había educado a un dragón.

Cuando lo tuvo a menos de un metro cedió el control de la situación a Kwan y dio una vuelta alrededor de Arn sopesando lo que parecía ser la cada vez más cercana victoria, contempló el rostro de la Justicar dormida con una sonrisa maléfica. Apoyó ambas manos sobre el pecho de Arn y lo besó en los labios suavemente, cuando se apartó musitó -Vamos a cobrar la recompensa. Llegó la noche de la retribución.