-Ji-ji-ji, capitán, habláis como si fuéramos a llevar un muerto de verdad- Y por un momento no acabas de comprender bien el tono en el que Kreontas ha dicho la frase, y te inquieta. Sientes un agorero escalofrío. ¡Jodidos hechiceros!
Repico tres veces el pie contra el suelo y limpio la suela de las sandalias como si pisara un felpudo con la cara algo congestionada por las palabras del capitán y los marinos, es de mal fario siquiera mencionar a la muerte y no hacia falta ser marino para saberlo, por lo que Huraiva prefirió curarse de espanto.
Manoseaba sus dedos intranquila llevándose de vez en cuando la punta de sus dedos al collar de zafiro que colgaba de su cuello, buscando por el cuarto alguna salida que le indicara el camino a seguir a continuación, pero no la había, el collar no marcaría el destino y no había más decisión que la del Capitán, por la que era él quien debía señalarnos el rumbo
Entonces Capitán... ¿Cuando zarpamos?
La numenoreana resopló haciendo que un mechón de su pelo se levantara y le despejara la frente durante unos segundos. Asintió cuando el capitán la miró, aunque aprovechó para mirarle de forma descarada como sabía que a él le gustaba. Venia a significar que si tenía un poco de tiempo antes de zarpar le gustaría aprovecharlo.
- Creo que voy a tener que imprimir ritmo en la piel de los marineros desde ya, para que estén listos a la hora de partir... - comentó poniéndose en pie.
El Capitán miró uno a uno a los presentes y, dando por finalizada la reunión habló con voz grave -Más vale que lo hagas, zarparemos en cuanto lo tengamos todo listo-
Cuando la comitre lo miró con descaro, Cyryatan le devolvió la picara mirada con disimulo, el Capitán tenía la suerte de contar con tripulación femenina en el Manawnûl, otros se pasaban incluso meses en alta mar sin ver a una mujer, él sin embargo tenía a Elenna, con la que mantenía una relación en la que había bastante sexo. Desde que la había conocido, el magnetismo sexual de la comitre y su caracter arisco, hicieron perder la cabeza a Cyryatan y esa obsesión fue correspondida, así que no tardaron demasiado en comenzar a conocerse mejor. En esos momentos hacía varios días que no se veían, así que desde que la mujer le dedicó ese gesto, Cyryatan se distrajo bastante de lo que era la misión, pues solo se veía inmerso en las voluptuosas formas de Elenna y no veía el momento de volver a estar con ella.
- ¡Capitán, he aquí una que ya está lista para zarpar!- y aunque lo digo bastante confiada no dejo de sentirme un tanto inquieta.
Mientras me alejo me doy cuenta de que se me ha olvidado preguntarle si ha dispuesto un lugar específico para mi, donde pueda descansar y dejar mis bultos, y es que ahora que ya tengo 18 años y me considero una mujer hecha y derecha se que no descansaría tranquila bajo las miradas ansiosas de tantos hombres indignos. Además, tampoco me gustaría dejar el cofre que tan ansiosamente guardo a la vista de tantos curiosos.
-Pues no se hable más, capitán. Va siendo hora de cazar escotas y poner rumbo Pelargir -rumia Roncillo con su habitual sonrisa cruzada que se asemeja más a una malcarada mueca. Siempre habéis pensado que nadie que no haya visto sonreír al diablo podría sonreír como él, aunque no todos están de acuerdo en que ese rictus sea una sonrisa.