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Cyryatan había asentido con su cabeza a una pregunta que al parecer la marinera pelirroja le había hecho mientras regresaban con el resto del grupo, confirmando alguna incógnita que no llegó a escucharse más allá de los pocos metros que los separaban. Cualquiera fuera el motivo, el jefe corsario gozaba de ánimos renovados luego de aquellas fugaz incursión, emoción que intentó reflejar a sus hombres antes de seguir andando.

- Vamos hacia el Sur, como las aves. Debe haber allí agua que beber, y quizás también hagan allí sus nidos y podamos cazar algo. Manténganse en guardia, no me fío de esta calma.

Abrió entonces nuevamente la marcha el lúgubre capitán númenóreano, esta vez con una férrea determinación en cada uno de sus gestos, hija quizás de cierta sabiduría adquirida o de algún delirio místico. Preguntarle acerca de la cuestión no parecía en todo caso la mejor idea. Con su habitual  carácter irascible, la tensión del momento y el brutal alfanje que empuñaba con recelo, tomar ese riesgo parecía sumamente innecesario a primera vista.