Wade Sallow y sus acompañantes aprovecharon todo el revuelo provocado por la falta de órdenes para abandonar Odrin sin que a nadie se le ocurriese pararles en el intento. El hombre exhaló aire y éste se transformó en un gruñido conforme abandonaba su ser.
- Esto no habría ocurrido, bajo ningún concepto, en mi tierra. - Pensó el comerciante con desdén - Un buen día, algún maleante entrará y nadie se habrá dado cuenta hasta que ya esté hecho el daño.
El suelo por donde avanzaban estaba sin empedrar, aunque podían transitar con tranquilidad, pues la tierra se hallaba compactada debido al tránsito que había desde horas antes por los alrededores, se notaba demasiado que se avecinaban problemas por esos lares. El grupo siguió el camino hasta llegar a donde se habían encontrado con el elfo y la medio muqtarquí, desde donde se dirigieron a donde éstos le habían dicho que se encontrarían, con la sorpresa de que otro elfo, un elfo silvano, y un grupo de mercenarios les acompañaba.
Una vez se aproximaron a ellos, el comerciante tiró con suavidad de las riendas para que el carro frenase y podiesen desmontar a gusto.
- Os equivocáis, Yriel. Sí nos permitieron la entrada... - Wade carraspeó. - A costa de unas monedas... Pero antes de que pudiésemos mojar el gaznate con una cerveza, las campanas sonaron y el caos se adueñó del poblado. Todo el mundo comenzó a ir de un lugar a otro y nos hemos visto en la obligación de irnos. En el medio de la confusión hemos podido conocer a los que creemos que eran vuestros compañeros, que se dirigieron con una elfa sombría llamada Syndra a reunirse con la reina.
Accedió sin dificultades a acompañarle a conocer a los que ahora se encontraban él y Gwyl. Formaban un grupo, a todas luces, extraño y heterogéneo. Probablemente hubiese muchas historias que contar tras cada uno de esos rostros.
Mientras recorrían el camino que los separaba de la Reina de Odrin, Gorsha fue observando todo cuanto les rodeaba. Porque una cosa era que Syndra fuera amiga suya y otra muy diferente que la Reina les fuera a recibir con la misma buena disposición. No era descabellado pensar que tuvieran que acabar saliendo por patas si las cosas se torcían. Y por desgracia, aquello no sería una tarea fácil, ya que la zona estaba muy bien defendida. Habría que darlo todo en caerle en gracia a la reina si no querían meterse en un buen lío.
Así que, en cuanto llegaron a presencia de la monarca, Gorsha plantó su hacha delante de ella, apoyando la cabeza de la misma en el suelo, e inclinó la cabeza en señal de respeto mientras Syndra hacía las presentaciones. Se limitaría a seguir las instrucciones de la elfa y a esperar a que todo fuera mínimamente bien. Sin embargo, antes de poder presentarse ella, Korben y el Duque tomaron la palabra, en especial el Duque. ¿Habría alguna forma de que ese homrbe se callara? Sobre todo cuando sus palabras estaban poniéndoles en peligro. ¡Qué ganas que le entraron a la orca de soltarle una colleja de esas que te dejaban sin cuello! Pero estaba en presencia de una Reina y lo último que quería era ofenderla con una pelea de taberna. Que sus cabezas estaban en sus manos...
-Majestad, mi nombre es Gorsha Urgak, del clan Quebrantarrocas, de las tribus del norte. Mis compañeros Daïriniel Ainur, al que preferimos llamar Korben, Erin y yo hemos llegado a vuestro reino con la esperanza de poder ponernos al servicio de alguien que nos ofreciera enemigos que matar y oro para llenar nuestras bolsas. Encontramos a nuestro cuarto compañero al entrar en la ciudad y decidimos unirnos para ser un grupo más consistente, pero por lo que veo ya no le interesa estar asociado con nosotros.
Gorsha señaló a Korben y Erin y continuó.
-Puede que para Duque esta compañía no represente nada, pero puedo aseguraros que Los Cuervos Negros, aunque seamos escasos, somos fuertes. Lo único que necesitamos es que pongáis delante nuestro a quien tenemos que eliminar.
Si el sureño les dejaba en la estacada allá él. Después de todo, el que se iba a quedar solo era él. Por la parte que tocaba a la orca, intentaría que la cosa sonara lo más coherente posible dentro del batiburrillo que habían montado esos dos.
Al ver a Wade, Gwyl se preparó para volverse de pronto muy educada y servicial, guiñandole un ojo a los gorriones antes de iniciar su cambio de muchacha insolente a mosquita muerta. ¿Cuál de las dos era la verdadera? Ni ella misma estaba segura.
- ¡Oh! Mi señor Wade, ¿así que has tenido que escapar de aquel sitio?, ¿no te importa que te tutee, no? - dijo la muchacha ampliando su sonrisa blanca e inclinando la cabeza suavemente. Para luego cambiar su semblante a uno más grave, algo preocupado y angustiado. - ¿Entonces has visto a nuestras compañeras? Una era una muchacha de más o menos mi edad, de aspecto frágil, con un macuto y arco y flechas, sobre todo destaca por sus ojos dispares (uno azul y el otro verde) y la otra es una orca bastante enorme... Estábamos preocupados porque no salían a nuestro encuentro... ¿Parecían estar bien? A la elfa la conocemos - Gwyl se mordió el labio sinceramente preocupada. Había llegado a considerar a Gorsha y Erin sus amigas y compañeras, y pesar que estaban frente a alguien tan, pero tan temible... La angustiaba de sobremanera. "Pero son como mínimo, tan capaces como tú" Pensó la vocecilla interna que siempre la replicaba "Más inocentes, pero por lo mismo menos sospechosas"
- ¡Oh! Pero perdona, no os hemos presentado - Dijo volviendo en si, sonriendo otra vez con gracia - Estos de aquí son los gorriones, unos conocidos. Guerreros muy capaces, por cierto, y que conocen de sobras estas tierras - dijo señalando a los mercenarios - Y ese de ahí es Araham - añadió refiriéndose al elfo - Lo acabamos de conocer, pero al parecer es un lugareño. - terminó de presentar encogiéndose de hombros.
Dirigió una mirada furtiva en dirección de Odrin y luego miró a Yriel. - Nosotros esperaremos a Gorsha y Erin hasta por la mañana - dijo convencida - lo mismo que Aelirenn. Si no llegan tendremos que volver a Cregan sin ellas como dijo que hiciéramos Gorsha... Pero esperaremos hasta por la mañana, ¿verdad? Si no salen... Ya buscaremos como dejarles un mensaje, de todas formas no me cabe duda de que Erin será capaz de rastrearnos. Ahora acamparemos... Es tarde para salir. ¿Wade? ¿Nos puedes dar más detalles de lo que sucedió dentro? Desde aquí todo se veía sumamente confuso...
Y quería preguntarle más cosas ¿vio el comerciante a la reina? ¿y si la vió, la reconoció? ¿Habló con Syndra, estaba de parte de Odrin? ... "Paciencia, todo llegará, paciencia. No lo abrumes. Le caes bien, no lo vayas a estropear. "
Al ver el repentino cambio de actitud de Arahan, del más profundo desinterés a semejante preocupación por averiguar el paradero de aquellos con los que había vivido, los Gorriones se sorprendieron. La que había relevado aquello, Atheld, se centró de nuevo en el silvano - La aldea quedaba en tierras que antes eran de Penda. Si el rey conocía de su existencia, nunca se había preocupado por ello... pero cuando hace un año el reino de Odrin se hizo con parte del territorio de Penda y acabaron enterándose de dónde estaba... quisieron hacerles entender que ahora eran parte de otro reino, que tendrían que pagar impuestos y servir como el resto - la joven hizo una pausa, algo insegura respecto a lo que iba a decir a continuación - Sé que preferían escapar a hacerlo, y parece ser que lo consiguieron a tiempo... pero no tengo ni idea de a dónde pueden haberse marchado. Este, oeste, norte... Los Pequeños Reinos pueden ser pequeños, pero el Norte es enorme y lleno de bosques donde habrían podido ocultarse de nuevo. Pensaba que tú sabrías algo más - miró hacia el castillo de Odrin, y el ejército desplegado ante él - Pero quizás solo lo sepa alguien de ahí dentro.
Al divisarlos, Wade aproximó su carro hacia dónde estaba reunido el creciente grupo. Unas pocas palabras bastaron para poner sobre aviso a la otra banda de mercenarios, que saludaron al noble y su compañía con gestos de cabeza. El altaireano dio cuenta de lo que habían presenciado al otro lado de las murallas, y a quién se habían encontrado... y en qué circunstancias. Lo que no sonaba especialmente halagueño para los Cazadores Grises.
El rey Odrin parecía ser poco más que una marioneta en manos de la reina por como la sombría hablaba de él, algo de lo que el propio Odrin era el único que no se daba cuenta. Syndra había reconcido ser ahora la hechicera y consejera personal de la reina de Odrin, la que de verdad movía los hilos. El asentamiento estaba alerta y atento a cualquier intento de espionaje, y lo último que se sabía de Gorsha y Erin, junto al par de hombres que las habían aydudado a franquear la entrada, y Aelirenn, a la que ellos habían enviado a infiltrarse, era que se dirigían a ver a la temida a la par que atrayente reina.
A pesar de lo dicho por Gwyl, los Gorriones se mostraban mucho menos optimistas que la muchacha - Ese ejército no tardará en ponerse en marcha - dijo Logan, señalando la hueste - Odrin no se arriesgará a un asedio teniendo más hombres que los otros dos reinos. Seguramente tratarán de destruirlos antes de que puedan unir sus fuerzas. Y mientras los guerreros estén fuera, el asentamiento, y el castillo, estarán blindados.
El rubio continuó, girándose ahora hacia Gwyl e Yriel - Lo siento por vuestras amigas... pero nadie entrará o saldrá de Odrin dentro de poco. Si es que no son descubiertas o esa elfa las traiciona... - dejó caer la posibilidad, ¿Quién sabía lo que podía pasar por la mente de alguien como Syndra? - Nosotros tenemos que encontrar al rey Cregan y decirle lo que hemos descubierto. Tienen que prepararse cuanto antes para lo que está por llegar. Sé que dejar a compañeros atrás no es sencillo, pero no veo realmente que otra opción tenéis... y nosotros agradeceríamos la compañía. La de todos.
Al decir aquello se giró hacia Arahan - Las guerras de los humanos pueden ser lo que menos interés despierten en tí, elfo de los bosques. Pero la búsqueda de tus amigos parece cruzar tu camino con el nuestro. Entrar en Odrin ahora sería un suicidio, pero si vienes con nosotros, quizás podamos darte una oportunidad de averiguar más - por último, también se dirigó a Wade - Estas tierras pronto no tendrán nada de provecho para el comercio salvo sangre y muerte. Os convendría alejaros de ellas todo lo posible, pero los caminos tampoco serán seguros ahora mismo. Podemos escoltaros hasta que encontremos al ejército de Cregan, y entonces podréis llegar a la frontera o a cualquier otra parte a salvo.
Con pocas opciones más que aquella, el crecido grupo se puso en marcha para alejarse del asentamiento. Algunos con reticencia, otros esperanzados, pero por el momento, todos con un mismo destino al que parecían abocados quisieran o no, rumbo al encuentro con otra de las fuerzas que no tardarían en chocar en aquella región. Como si presintiendo lo que se sucedería en los siguientes días, unas oscuras nubes empezaro a alzarse, anunciando una cercana tormenta.
A su espalda, el ejército de Odrin empezó a ponerse en marcha. Las guerras del Norte habían empezado al fin.
FIN DEL CAPÍTULO I
Mildred se irguió en su asiento cuando Syndra empezó a hablar, escuchando con atención lo que decía la sombría - Tengo más mercenarios de los que me gustaría, y seguramente más de los que en realidad necesito. ¿Que hace que estos sean diferentes de los demás? - preguntó, con aparente poco interés, aunque este aumentó cuando Syndra le habló de Aelirenn - Ah, excelente noticia, desde luego. Por supuesto, tal servicio bien merece algo de consideración. Os darán de comer y un lugar en el que dormir por hoy, y os atenderán en lo que pidáis. Podréis relatarme vuestra caza cuando haya resuelto este otro asunto - la reina hizo un vago gesto con la mano, y un sirviente apareció para llevarse a Aelirenn por una de las puertas laterales. Sin saber qué hacer, la silvana lo siguió, solicita.
Tras aquello, Mildred centró su atención en los mercenarios que Syndra había traido. Korben, aunque bajo un seudónimo más completo, fue el primero en atreverse a dar un paso adelante y decir las primeras palabras, hincando la rodilla en el suelo e inclinando la cabeza en señal de deferencia - Pues no, Daïriniel Ainur, no había escuchado hablar de los Cuervos Negros hasta que habéis tratado de entrar en mi asentamiento - dijo la reina, volviendo a recostarse en el asiento, aparentemente prestando poca atención al resto de sus palabras. Entonces Duque también se adelantó para imitar a su compñaero, y la atención de Mildred se centró en él, alzando una ceja de curiosidad ante su osadía - Exigís vuestro pago y un mando, pero la Compañía Azul goza de reputación, y vos no, y mientras eso no cambie, la palabra de un mercenario vale poco, por muy de la Liga que sea. Habláis de ardides para entrar en mi reino, y mi hechicera dice que podéis no ser de fiar. Que os hayáis desentendido de vuestros compañeros con tal presteza tampoco habla a vuestro favor. Podéis guardaros vuestro sello, Duque.
Erin, como de costumbre, fue más cauta y permaneció en silencio en un segundo plano, tratando de pasar lo más desapercibida posible. Con los anteriores reyes había funcionado, pero era evidente que Mildred estaba hecha de otra pasta muy distinta. No funcionaría aquella vez... pero la intervención de Gorsha hizo que por el momento la reina tuviera otro asunto en el que ocupar su mente.
- ¿Korben...? - dijo Mildred al escuchar el nombre, en voz baja, como si tratara de recordar o relacionarlo con algo, aunque pronto pareció desechar el pensamiento. Soltó una pequeña risa cuando Gorsha hubo terminado - Y por eso me gustan los orcos. Directos y claros, sin tapujos. Uno siempre sabe que esperar de ellos.
Mildred entonces permaneció callada unos segundos, mientras pensaba que hacer con aquellos a los que había traído Syndra. Tras una corta espera que no obstante se les hizo eterna, volvió a tomar la palabra por fin - Muy bien. Creo que os merecéis una oportunidad después de todo. A pesar de las circunstancias, podréis probar si de verdad sois tan leales como decís. No se os pagará nada ahora - anunció, poniéndose derecha en su asiento - Pero cuando haya vencido, recibiréis el doble de paga que los demás, y podréis comprobar como de generosa soy con aquellos que me sirven bien. Si, en cambio, resulta que faltáis a mi confianza, bueno... Os dejaré en manos de Syndra - dijo, sonriendo con cierta malicia - Ahora, marchad. La guerra ha llegado antes de lo previsto, pero eso solo hace que pueda llevar a cabo mis planes antes. Quién sabe, puede que acabéis jugando un papel crucial en ellos... y os prometo que la recompensa, o el castigo, será acorde a vuestra contribución.
FIN DEL CAPÍTULO I