Para cuando salieron del bosque, el sol volvía a despuntar por el horizonte, sus rayos anaranjados trayendo parco consuelo al maltrecho grupo de aventureros. Sus heridas no eran físicas, pues no llevaban más consigo que moratones y cortes superficiales, que ni siquiera sentían debido al peso de sus otras heridas, más profundas, más difíciles de sanar.
El portal, pues no podía tratarse de otra cosa, volvió a apagarse tras la partida de Harion Mord. Sin saber nada de dónde podía dirigirse, sin pistas que buscar en el laboratorio que ahora debía ser pasto de las llamas, y sin medios para seguirlo a ningún lado, el grupo no tuvo otra que deshacer el camino andado, y recorrer de nuevo el bosque hasta salir por donde habían entrado. Aunque su aspecto no había cambiado, esta vez les pareció mucho menos tétrico que la primera vez, pues por comparación indudablemente perdía ante el horror del que acababan de ser testigos. Y la certeza que sentían en las palabras que les había dicho.
Para su sorpresa y quizás buen ánimo momentáneo, alguien les esperaba a la salida del bosque. Brioso, el caballo de Yriel, que había huido desbocado durante el enfrentamiento con los no-muertos.
Y Max. El fiel mastín, perdido tras la captura de Duque por parte de los hombres de Logan, que había recorrido el Norte entero en busca de su amo hasta que por fin había logrado encontrarlo de nuevo. El can se lanzó de inmediato a por Duque, saltando sobre él y a su alrededor, frotando su rechoncho corpachón y dejando al lucerano perdido de babas.
Una alegría temporal, pues volvían a estar todos juntos, pero en algún momento, iban a tener que responder a la pregunta que todos temían formular. ¿Y ahora... Qué?
Fue Nimrod quien forzó el descenso a la realidad. El hechicero estaba casi catatónico, apenas había balbuceado algunas palabras durante todo el viaje de vuelta. Las emociones habían sido demasiadas. Descubrir que todas sus teorías, que el trabajo de toda su vida, resultaba ser cierto por completo debería llenarlo de dicha por dentro, pero aquél hombre de ojos plateados... El hechicero estaba tan consumido por el miedo como los demás, quizás más incluso. Quizás, porque llegaba a entender la magnitud de poder que manejaba Harion Mord.
- L-los templarios - dijo, tropezando con la lengua - Hay que avisar a los templarios. Aquello era una amenaza - poco a poco le fue costando menos hablar, parecía iba volviendo en sí y su mente volvía a funcionar de nuevo - Va a ir a por ellos... - dedujo. De pronto, la alarma asomó a su rostro, y se giró hacia el resto - ¡Tenéis que avisar a los templarios! ¡Ellos pueden detenerle! Yo debo regresar a Talestria, ¡A advertir al Gremio! Si hay alguien en Achaea que puede saber algo más de todo esto, son ellos.
Tras el despliegue de poder del nigromante la visión de Max, si fiel compañero, esperándolo en la linde del bosque fue el mejor bálsamo para el lucerano. El curtido mercenario se arrodilló quitándose el yelmo esperando al perro con los brazos abiertos mientras este se echaba a sus brazos. Duque no hizo nada para esquivar al enorme mastín, ni sus lametones, en lugar de ello le apretó en un tierno abrazo tras el cual el duro hombre empezó a lagrimear, ya fuera por la tensión retenida o sencillamente por qué no pudo contener la emoción. Estaba claro que no había llegado al final de su viaje, pero los altibajos que había sufrido le estaban pasando factura.
Una vez más calmado sacó un poco de comida y se quedó en el suelo sentado junto a Max, casi ajeno a las palabras de Nimrod. Pudiera ser que el mundo estuviera llegando a su fin, sin embargo eso ahora mismo no le importaba en absoluto a Duque de Montalbo. En una existencia miserable como la suya los momentos de felicidad no abundaban, por eso mismo reencontrarse con su amigo era tan importante para él. La ventaja de ser un hombre sencillo hacía vivir a Duque en la más absoluta ignorancia, totalmente ajeno a la gravedad de la situación.
Atrapado como estaba solo podía tratar de encontrar un sentido a esa macabra situación en la que estaba. No tardó en llegar, el sentido que daba la locura. Mord buscaba entregar el mundo a una entidad oscura, eso entendía. Cuando el templario explotó, un escalofrío recorrió a Yriel, incapaz de hacer nada y sintiendo que el miedo ganaba fuerza en su fuero interior.
El nigromante los tomaba por moscas, lo demostró cuando les dejó salir del subterráneo. Se movió de un modo automático alejándose del peligro que representaban las ruínas, cruzó el bosque tratando de asegurarse de que iban en grupo. Ya fuera halló a Brioso, mas no podía mostrar ninguna alegría al hacerlo, fue a coger la correa.
- Demonios, ha sido espantoso. Estáis todos bien, ¿verdad?
Suspiró queriendo sobreponerse a todo lo vivido.
- Si crees que pueden hacerlo... ese monstruo parece invencible. Nunca vi algo como eso, pero sí, algo hay que ponerse manos a la obra, o pies más bien. Viajar hasta Netalia evitando todo contacto.
Asintió con parsimonia, pudo dar una caricia al equino como único gesto apreciativo después de que le hubiera esperado.
- Habrá una oportunidad para detener a ese loco, hay que hacerlo.
Necesitaba encontrar una motivación, algo a lo que aferrarse.
La mediana había chillado al ver cómo el templario explotaba. Y aunque ya no lo hacía, seguía teniendo esa sensación en la garganta, ese grito que no terminaría de salir nunca. Había visto demasiado, demasiadas tragedias en aquel viaje. Parte de ella se esperaba que la visita a esas ruinas fuese una más, pero simplemente por no llegar a encontrarlas. No porque pudiéramos encontrar... Esto.
Cabizbaja, salió al exterior con los demás, con su cara y ropas aún manchadas de la sangre de Nizalian. No habló en ningún momento. Simplemente se detuvo en las ruinas y comenzó a buscar lo mismo que había estado buscando antes: Cualquier trozo de columna, tesela, algo que pudiera llevarle a Thánur para demostrarle que ese lugar existía de verdad. Venderlo o tenerlo como recuerdo ya no era lo importante; si fuera por ella habría dejado que todo se derrumbase para no tener que pensar en ello. Pero sentía que se lo debía y además, era algo que podía mantener suente entretenida aunque fuera por un corto período de tiempo.
Al salir del bosque, observó en silencio cómo los dos hombres se reunían con sus compañeros animales, a la vez que el mago rompía el silencio. Levantó una ceja, dudando claramente de lo que decía y asintió en parte a lo dicho por Yriel. ¿Qué van a hacer los templarios? ¿Venir todos para explotar a la vez? Suspiró algo avergonzada por ese pensamiento ácido, pero luego negó con la cabeza.
- Yo voy a volver a por Thánur y a por mi carro. Sin transporte tampoco es que tenga forma de avisar a nadie. Si alguno quiere adelantarse, que lo haga. Si no... Ya conocemos el camino de vuelta. - replicó en tono seco. Sabía que su ritmo no era precisamente rápido pero en ese momento no podía importarle menos.
La situación era alarmante, al menos lo poco que podía imaginarse Arahan, que desconocia todo lo relativo a la magía y unicamente lo que había visto. Si había hecho todo aquello a los inocentes de su poblado, ¿qué haría al resto del mundo? tenían que avisar, si, pero a todo el mundo, no solo a magos del gremio o templarios, sino también al resto de razas. El elfo silvano alzó la vista y no comprendió del todo, porque parecían tan "parados" ¿estarían todavía en shoclk? no se lo figuraba, pero haría su parte, lo mejor y más rápido posible - id a avisad a los vuestros, yo iré a por los mios - miró a Erin un instante - dudo que solo los templarios podrían hacer algo por si mismos, si este monstruo puede lo que puede, todos los seres vivos estamos en peligro - era una locura, ni sabía si lo recibirían.
Erin tragó saliva: lo que iba a decir era peligroso, pero también le parecía la mejor idea en aquella situación.
—Quizá debamos dividirnos.
Y, dirigiéndose a Yriel, añadió:
—Tú, montado sobre Brioso, serás el más rápido: quizá convenga que vayas con alguien a propagar la noticia lo antes posible.
Miró a Gorsha y al lucerano: eran los mejores guerreros, pero también demasiado pesados para que el animal pudiera soportarlo. Quedaban ella misma, Arahan y Ussia; y Arahan quería acudir a avisar a su gente...
—Ussia... — comenzó con timidez: sabía que lo que le pedía era arriesgado, y que la mediana tendría miedo — Alguien debe acompañar a Yriel, por si se encontrara en apuros. Eres ligera, y tu ballesta puede serle de mucha ayuda. ¿Irías tú?
Aunque su petición era difícil, no era menos cierto que implicaba alejarse de allí, mientras que ella y el silvano se adentrarían todavía más en aquellas tierras inhóspitas.
Había una clara intención de separarse para que parte del grupo fuera a tierras élficas, esa idea era tentadora para el semielfo, la de visitar las tierras de esa parte de sus ancestros. Por desgracia había ahora una gran urgencia y para Yriel la ayuda de esos seres tan longevos sería más difícil de conseguir.
- Tomad los dos si queréis esa ruta, los demás hemos de buscar a los templarios. Es un viaje largo para el que tenemos que asegurar que llegamos alguno.
Se fijó en los demás, mirando también a Ussia quien se mostraba desanimada algo que tenía sentido dadas todas las dificultades que iban cargando. Yriel sabía que venían unos días duros, pero si no lo daban todo estarían condenando a todas las personas, dejando que esa deidad monstruosa lo destruyera todo.
La mediana ya se había recolocado la mochila sobre la espalda, esperando por simple educación a que se decidiera cada uno por dónde ir. No le importaba volver sola o acompañada, en ese momento no sabía ni qué le importaba exactamente. Pero sí le importó escuchar su nombre. Con el ceño fruncido alzó la mirada hacia Erin, bastante más fría de lo habitual, pero dando la impresión de que podría saltar encima de ella con las palabras adecuadas.
Y aunque esas lo eran, no provocó una reacción especialmente violenta. Miró a Yriel con el mismo gesto y luego de vuelta a la humana. Su gesto se relajó casi de inmediato y soltó el aire por la nariz, lentamente, bajando la mirada a la gravilla del suelo. ¿De verdad hay alguna otra cosa que deba hacer? No quiero ver a más amigos morir... Pero no verlos no quita el hecho de que lo hagan. Frunciendo los labios, la mediana rebuscó en la mochila y sacó un trozo de losa que había conseguido rescatar de las ruinas y se lo tendió a Erin.
- Si encontráis a Thánur, que por lo menos sepa que el viaje no ha sido en balde. Y... sí, iré yo. - asintió lentamente, volviendo a recolocarse la mochila en la espalda y acercándose hacia Yriel y Brioso - Pues si va a ser largo, no perdamos más tiempo. No merece la pena pararse a observar las vistas en este camino.
A pesar de su orgullo, alzó las manos esperando que Yriel la ayudase a montar sobre el caballo. Se colocó como pudo sobre su grupa, dejó su ballesta preparada en su cinturón y se despidió con la mirada del resto, sin saber si volvería a verlos.
Mientras el grupo terminaba de recuperarse de lo vivido en las ruinas de la perdida capital, la decisión a tomar pesaba sobre sus hobros. Ussia daba vueltas entre las manos al pequeño conjunto de cuadraditos que había podido recoger del suelo tras en su apresurada huida tras salir de aquél funesto túnel. De vez en cuando, el trozo de vidrio brillaba y lanzaba algún destello cuando era alcanzado por un fortuito rayo de sol en un ángulo concreto. El color se había deslucido un poco por el paso del tiempo y el desgaste fruto de los elemenos, pero la miniatura que mostraba el fragmento de mosaico seguía siendo visible: la inconfundible forma del ala de un águila sobre lo que debía de ser laurel. Podía significar mil cosas para los profanos, pero era muy posible que el erudito enano pudiera saber más sobre el dibujo.
Los primeros planes empezaban a ser trazados, ahora que sentían que habían puesto la suficiente distancia entre las ruinas y ellos, a pesar de que Harion Mord debía de estar todavía más lejos. Solo él podía saber a dónde llevaba el portal que había cruzado.
- Le habéis escuchado tan bien como yo - volvió a internvenir Nimrod, tras escucharles debatir unos instantes - Lleva quién sabe cuanto tiempo planeando esto. No estamos vivos por un capricho del destino, sino porque Mord cree que no podremos avisar a nadie, ni nadie nos creerá. ¿Y que pruebas tenemos? Aunque os detengáis a avisar a cada aldea o ciudad por la que paséis, ¿Qué caso os harán los humanos? El pueblo se contenta con sobrevivir y que lo dejen en paz, y no es como si los predicadores del fin fueran una novedad. Y aunque logréis acercaros a alguien poderoso, ¿Creéis que dejará a un lado sus juegos políticos por atenderos un minuto siquiera? Quizás Mord cuente con ello y con que vuestros intentos os quiten más tiempo del que realmente tenéis - preguntó directamente a Arahan - Y tú ¿Qué atención te prestarán los tuyos cuando consigas encontrarlos, exiliado? Dirán que son los delirios de un beodo. Y de todas formas... ¿Qué haría cualquiera de ellos contra eso? Los Templarios son nuestra única opción. Son los únicos que escucharán, incluso si solo es porque están obligados a hacerlo.
El hechicero sonaba realmente preocupado, en su voz se notaba la dualidad que lo carcomía por dentro en aquellos instantes, quería seguir acompañado a aquél dispar grupo de aventureros, guiarlos frente a aquél nuevo e inesperado peligro que tan grande les venía. Pero tampoco podía demorar en avisar al Gremio y al Consejo de Maestros. Y Talestria era muy selectiva con a quién permitía atravesar sus fronteras - No os puedo recomendar separados - les dijo, a modo de último consejo - Dudo mucho que alguien como Mord vaya a confiar simplemente en que nadie vaya a escucharos. Creo que es muy posible que intente deteneros de alguna forma. Además... - fijó sus ojos en Erin - El asunto del niño sigue pendiente. Los agentes del Emperador seguirán yendo tras él, y eso significa que irán tras vosotros. Un solo jinete puede que cubra más terreno que un grupo a pie, por pequeño que sea... pero es un solo jinete. Temo que os aguarden graves peligros en vuestro nuevo viaje, y que puedan ser demasiados si no estáis unidos.
¡Venga, seguimos para bingo y para dar el punto final a esta parte de la historia!
Para Yriel no faltaba verdad en las palabras de Nimrod, no parecían tener muchas opciones salvo lanzarse en una huída hacia delante. Ahora sí se notaba constreñido por las circunstancias, lo habían envuelto todo amenazando por destruir al semielfo que había planeado ser vivaracho para encontrar con sin fin de dificultades.
- Vamos a tener que seguir este camino todos juntos, no lo pensemos más. Solo hay una posibilidad de detener a ese loco.
Y eran esas espadas brillantes tan impactantes, era como si tuvieran un poder divino que pudiera enfrentarse contra el necromante que casi tenía el poder de un dios. Estaban jodidos como no fuera así, aunque también era cierta que no sabía si los templarios tendrían más truquitos espectaculares, quizás sí, quizás podían detener por completo la magia.
- Viene un cataclismo que va a destrozar a todo el continente salvo que la fortuna nos quiera sonreir esta vez.
Dado que hasta ahora nada bueno les había pasado podría ceder al desánimo, pero no podía ser que encadenaran tantas desdichas.
- Si hay una opción de ganar, ¡agarrémonos a ella! hay que darlo todo y el frío no puede detener a un grupo con tanto coraje, la distancia se hará pequeña dada la poderosa voluntad que reunimos.
Erin acusó las palabras "delirios de un beodo" como si hubiera recibido un golpe, y no pudo evitar mirar a Arahan con pena: para ella era alguien valiente que intentaba ayudar a los suyos, por más que su comportamiento fuera raro y bebiera más de la cuenta. Pero fue la mención del niño lo que terminó de convencer a la joven de que debían desistir de aquella misión. Había prometido protegerle, y se debía a esa promesa.
Suspiró hondo: de mala gana, haría caso a Nimrod.
—Está bien: sólo los Templarios nos pueden ayudar. Pero, ¿dónde podríamos encontrarles? ¿Y cómo sabrán que les decimos la verdad?
Nizalian Tremus les podría haber ayudado, pero había muerto.
De cualquier forma, sólo podían seguir adelante: no podían rendirse, y tampoco podían ignorar lo que habían visto. Las palabras de Yriel hicieron que sonriera: al menos había alguien cuyo ánimo no había decaído, y era esa, y no otra, la única actitud que podía conducirles al éxito en su misión.
Por un momento se había figurado un plan, en su cabeza, que aunque se le antojó complicado y complejo, creyó que podría generarles alguna clase de ventaja, sin embargo, el erudito, la mente pensante que los acompañaba (o ellos a él, nunca sabría) tiró por tierra cualquier pretensión de buscar ayuda con su fría lógica. El elfo boqueó un par de veces e hizo un mohín un tanto extraño a modo de protesta, pero todo quedó en eso, en un gesto que no tuvo mayor alcance.
El silvano poco podía aportar, había demostrado mil veces que lo suyo no era pensar, era un ignorante, analfabeto, sabía lo que sabía y poco más, por lo que aceptó sin mayor protesta, que debían ir juntos a donde fuera que decidieran, con el crío, los agentes imperiales besándoles los talones y con la terrible amenaza de ese bastardo que los doblegó con un mero pensamiento. La idea de un retiro idílico en el bosque más recóndito se dibujó en su mente, pero al menos, sintió que debía quedarse, sobre todo si Erin lo hacía.
Aunque parecía que todo estaba ya decidido, Nimrod tenía una opinión contraria al respecto. Ussia se mantuvo escuchando desde la montura, en silencio. Tampoco tengo claro que los Templarios lleguen a hacer algo al respecto... Tras todo lo que había ocurrido, el escepticismo en la mediana era patente, pero sí había algo cierto en todas las quejas del mago. Miró a Erin y suspiró, sabiendo que no podían dejar al niño atrás como si nada.
- De acuerdo, podemos ir todos juntos. Pero yo no me bajo de aquí, quiero que la distancia se haga pequeña por no tener que andar mucho más. - respondió a los ánimos de Yriel con una pequeña sonrisa.
Perdón, tampoco sabía muy bien qué poner ^^'
Las palabras de Nimrod fueron venciendo las reticencias iniciales a seguir otro plan que el que estaban pensando, pero la mención a Aidan acabó por convencerles de que lo ideal sería permanecer juntos. Antes de llegar al castillo de Albia, iban a tener que cruzar de nuevo los Pequeños Reinos y atravesar territorio altaireano, y aquello significaba que la posibilidad de encontrarse de nuevo con los agentes del Emperador sería alta. Una vez cruzasen la frontera con Netalia, podrían respirar con cierto alivio, pero hasta ese momento, tendrían que ir con sumo cuidado.
Desde aquella primera noche juntos en El Descanso del Guerrero, habían pasado muchas cosas. Habían explorado tierras y bosques casi ignotos, acabado con criaturas sacadas de una pesadilla, participado en conspiraciones cortesanas y en las guerras de los reyes. Habían rescatado a un muchacho de una madre cruel y de un destino quizás más cruel aún. Habían participado en el mayor descubrimiento de los últimos tiempos, y habían sido testigos de la horrible verdad que tras él se escondía. Habían hecho amigos y enemigos, y habían visto morir a más camaradas de lo que les gustaría recordar. Pocos habían llegado hasta allí, realmente, y ninguno era el mismo que al empezar aquella travesía.
Pero gracias a su viaje, habían creado un vínculo tan extraño y único como ellos mismos. Formado en torno al compañerismo que solo pordía forjar el compartir unas vivencias como aquellas. Y fuera lo que fuera lo que les esperara en aquella nueva aventura, por grandes y numerosos que fueran los peligros que pudieran aguardarles, contaban con la certeza de que los afrontarían unidos.
El grupo se puso en marcha de nuevo, dispuesto a abandonar por fin aquellas tierras norteñas. Tenían que recoger a un niño al que habían jurado proteger. Tenían que reunirse con viejos amigos. Tenían un viaje que emprender, y el tiempo corría.
Y sobretodo, tenían un mensaje que entregar al mundo.
FIN DE "CRÓNICAS DEL FIN I: CAMINO SIN RETORNO"
LA CAMPAÑA CONTINUARÁ EN "CRÓNICAS DEL FIN II: MATAR AL MENSAJERO"
(eventualmente)