Blackdere
1.- Una mujer pierde a su marido en un extraño accidente de tráfico.
2.- El hermano pequeño de uno de ellos debe viajar con ellos para no chivarse.
3.- Las criaturas extraterrestres son tele-transportadas por todas partes.
4.- Durante el viaje conocen a unas chicas guapas que los engañan y les roban.
5.- La mujer descubre que el mejor amigo de su difunto marido saboteó el coche de su marido y luego mató a su mujer, todo por seducirla y vivir con ella.
6.- El protagonista se enfrenta al líder de los extraterrestres y lo derrota.
Cae la noche. La luna creciente asoma por encima de los árboles, que mecen sus ramas a los flancos de la carretera. La mujer observa desde la ventana, su marido ha salido de trabajar temprano y trae a su hijo del entrenamiento.
Un escalofrío recorre la espalda de la mujer. Algo va mal. ¿Es el sonido del viento en las tejas? ¿Es la oscuridad creciente? ¿Es la sensación de haber vivido eso con anterioridad?
Antes de ver la luz de los faros oye el motor. Ruge al límite de su capacidad. El coche aparece detrás de la curva, bajando a gran velocidad el camino de montaña. No debería correr tanto, el camino es estrecho y peligroso.
La mujer corre escaleras abajo y sale al frío de la noche. Le da tiempo de ver cómo el vehículo pasa a toda velocidad, antes de estrellarse contra una vieja furgoneta. Un golpe sordo y una explosión.
El tiempo se detiene. La mujer puede ver el estallido que envolverá en llamas el coche donde viajaban su marido y su hijo. Puede ver los cristales saltando hacia todas partes. Puede ver las últimas polillas del verano revoloteando alrededor de las farolas. Puede ver la esfera de luz cegadora que se eleva flotando por encima de la casa de delante, desconcertante. Puede ver, recortada contra la luz, flotando por encima del coche en llamas, la silueta de algo que no es humano.
La esfera desaparece, y todo se precipita. Fuego, sangre, gritos, dolor.
Sara despertó con un grito ahogado en la garganta y el rostro bañado por sus lágrimas.
Miraba por la ventanilla del todoterreno, pensando cómo podía cambiar la vida en sólo unos meses. Tras la muerte de su marido y su hijo, pensó que había perdido la razón. Pensó que la esfera de luz había sido una señal, luego se convenció que fue fruto del shock. Pronto descubrió la verdad, y saber que no estaba loca no fue ningún alivio.
Allí hay una gasolinera, vamos a parar.
Sara giró la cabeza para mirar al conductor. Marcos, un viejo amigo de su marido.
Estoy preparada.
Sara comprobó la pistola que llevaba a la cintura y retiró el seguro. Había aprendido el funcionamiento de las armas en poco tiempo, pero sabía lo suficiente para defenderse.
Marcos miró hacia atrás por el espejo retrovisor y frunció el ceño.
¿Me has oído Robe?
El joven pelirrojo miró nervioso al espejo y contestó.
Sí, sí, estaré preparado.
Al llegar a la gasolinera y comprobar que no habían coches se separaron. Sara entró a la tienda por una ventana rota mientras Marcos llenaba el depósito y varias garrafas de gasolina, y Robe... tenía que ir al servicio.
Sara registró el interior rápidamente. Ignorando el dinero de la caja registradora, metió en la mochila latas de conservas, botellas de agua, mecheros, pilas y todo lo que pudiera ser de utilidad. Ya tenía experiencia.
Al salir no vió a Marcos, así que se dirigió a los servicios. Cuando empezaba a abrir la puerta de los lavabos de señoras, escuchó la voz de Marcos, que surgía desde la puerta de al lado.
.. en nada. Podrías ayudar un poco ya que te estoy salvando el culo. No sé ni por qué vienes con nosotros.
¿Salvando el culo? - Robe parecía enfadado con su hermano. - ¿Quieres que te recuerde lo que me estoy callando para salvarte el tuyo?
Sara escuchó pasos y entró en el servicio justo cuando salían los dos. Por la rendija de la puerta pudo ver la mirada que le lanzaba Marcos a su hermano.
Han pasado casi cuatro semanas desde el accidente. Sara llora en el sofá mientras ve la televisión. Acaba de descubrir que lo que vio aquella noche, mientras un gran trozo de su alma se desgarraba, fue uno de los portales que utilizan las criaturas alienígenas.
La Tierra está siendo invadida. Al principio fueron pequeñas incursiones, pero ahora las criaturas aparecen por todas partes, atacando a los que tienen la desgracia de encontrar. El informativo muestra las últimas imágenes que pudo enviar un corresponsal en la capital, antes de morir. Son delgados, de piel gris traslúcida, la cabeza grande y unos grandes ojos negros sin compasión.
Sara nota movimiento detrás de ella, en el salón a oscuras. Gira la cabeza despacio, casi intuyendo lo que va a encontrar. Horrorizada, descubre una mano de largos dedos grises que la agarra por el hombro.
Sara despertó sobresaltada. A duras penas consiguió ahogar el gemido de horror que subía por su garganta.
Marcos seguía conduciendo y Robe dormía en la parte de atrás. Fuera, el sol se acercaba al horizonte. A un lado de la carretera, varios kilómetros por delante de ellos, se alzaba un solitario edificio. Los carteles de neón, apagados, mostraban un saxofón bajo el rótulo “New Saxo”.
Tras varios días durmiendo en el todoterreno, decidieron pasar la noche en el motel.
No había ningún vehículo aparcado fuera, pero, cuando bajaron, se encontraron con dos jovencitas observándoles desde la entrada.
Samantha y Penélope trabajaban en el club cuando comenzó la invasión. Cuando todos huyeron se quedaron atrás, solas y sin un medio de transporte. Compartieron con ellos la poca comida que les quedaba, y la bebida, que no escaseaba, con la promesa de que les llevarían con ellos.
Al caer la noche, se repartieron las habitaciones y se despidieron hasta el amanecer.
El primer portazo despertó a Sara. El segundo la levantó de la cama. El rugido del motor la alcanzó cuando llegaba a la ventana. Pudo ver cómo se alejaba el coche a toda velocidad.
Se vistió rápidamente y salió al pasillo corriendo con el arma en la mano. Marcos no estaba en su habitación, y las llaves del coche tampoco.
Sara corrió hacia la habitación de Roberto, pero, al girar la esquina, se lo encontró apoyado en la pared. La sangre goteaba de una herida en el estómago.
¡Roberto! — Sara le agarró por el brazo y le ayudó a sentarse. — ¿Qué ha pasado? —
Entre toses, Robe contó cómo su hermano había ido a visitarle durante la noche.
Intentó matarme... cjo, cjo, pero... el coche... — Roberto respiraba con dificultad. — Le ví y me moví...
Sara no podía creerlo.
¿Cómo te iba a hacer eso?
Yo sabía... tu marido... — un reguero de sangre surgía de sus labios. — El coche... Marcos te ama... asesino.
Mientras la vida de Roberto se escapaba, la comprensión fue abriéndose en la mente de Sara. El extraño accidente de su marido, la muerte de la mujer de Marcos al comenzar la invasión, la discusión de los hermanos en la gasolinera.
Sara amartilló el arma y corrió de nuevo por los pasillos hacia la salida del motel, dejando el cadáver de Roberto. Bajando las escaleras escuchó a Marcos más arriba.
¡Sara! ¿Dónde estas? ¡Las putas han matado a mi hermano y se han llevado el coche!
Sabía que no debía traicionar su posición, pero la rabia brotó de sus labios.
¡Maldito bastardo! ¡Tú mataste a mi hijo!
Tras un momentáneo silencio, escuchó los pasos de Marcos que bajaban hacia ella. Sabiendo que Marcos también tenía un arma, y era mejor tirador que ella, corrió escaleras abajo, saltando casi a trompicones.
Cuando por fin vio la puerta abierta frente a ella, al final del salón, Marcos había recortado las distancias.
De pronto el tiempo se espesó, y los segundos comenzaron a resbalar cada vez más lento. Pudo ver el orbe de luz que aparecía al otro lado de la puerta y las siluetas que se dibujaban en su interior. Pudo oir el jadeo de Marcos que la seguía.
Sin restar impulso a su carrera, se agarró con la mano izquierda en el marco de la puerta, cambiando bruscamente su trayectoria. Notó cómo la muñeca cedía y el dolor subía por su brazo, despacio, como una serpiente.
Marcos no se esperaba el movimiento y se precipitó por la puerta directamente hacia la esfera de luz, tropezando con los tres alienígenas.
La luz cesó y el tiempo volvió a transcurrir con normalidad.
Las criaturas se recuperaron mucho antes que Marcos, que murió desgarrado entre aullidos de dolor.
Sara aprovechó la confusión, se acercó despacio por la espalda del humanoide que observaba la escena. Apuntó a la cabeza y disparó.
Los otros dejaron su trabajo con los jirones de carne que había sido Marcos y la miraron. Pozos de oscuridad sin sentimientos la miraron, desde aquellos ojos vacíos, antes de disparar.