Partida Rol por web

Cuando T.E.R. y Armand giraron el rostro ante la muerte de Illium, no pudieron evitar ver, a mucha distancia, el leve destello de una mirilla de aumento, propia de un rifle de francotirador. Costaba hacerse una idea de la distancia a la que estaba, pero superaba los ciento cincuenta metros como poco. Sin duda se trataba de un enemigo con una puntería formidable, o que tenía ayuda proveniente de esa impía dimensión maldita...

Jeremias asintió a Valshe y se retiró a continuar con la instrucción militar de los valientes voluntarios que se habían ofrecido para seguir con esa interminable guerra que asolaba su mundo natal. Los hombres, esperanzados, iban realizando diferentes ejercicios, desde prácticas de combate a cuerpo a cuerpo, hasta desmonte y montaje de los rifles láser que habían conseguido del carguero siniestrado.

Tras pasar unos largos veinte minutos, por una de las entradas apareció un sacerdote del ministrorum acompañado de uno de los montaraces a juzgar por su vestimenta. El montaraz se marchó hacía otro lado pero el sacerdote se dejó caer en el primer sitio que vio. Estaba exhausto, con el rostro perlado por el sudor y su pecho agitado por una respiración digna de alguien que acabara de correr una maratón. El montaraz parecía estar bien.

En los veinte minutos que habían pasado, Valshe se había dedicado por entero a disfrutar de la comida recibida y a observar trabajar a aquellos hombres, quienes no parecían haber perdido ni por un momento las ganas de vivir y de servir al imperio cosa que le daba mucho regocijo. Mientras hacía eso, también había sacado de su bolsillo un Diario el cual se encontraba en blanco más que por unas páginas escritas al inicio de este. Dentro del mismo había un lápiz  con el cual empezó a escribir al tiempo que observaba a los montaraces hacer sus tareas, le sacó de sus apuntes la llegada de un montaraz y... ¿Era un sacerdote? ¡Había un sacerdote! Y parecía agotado. Recogió el diario y el lápiz guardándoselo en el bolsillo interno de sus ropas y se dirigió hacia el sacerdote pues el montaraz ya se había ido tan tranquilo hacia otra parte. Se arrodilló para estar a la altura del Sacerdote y le tendió un trozo de tela recién rasgado de una parte de su túnica(La cual ya andaba algo destrozada por el accidente) para que se secase el sudor.

-Buenas tardes señor, mi nombre es Valshe Durr, sacerdotisa de Volpone. ¿Se encuentra bien? Ha corrido mucho al parecer...

Sacó el pichel de agua que le habían dado a ella para su uso personal y se lo cedió al sacerdote como signo de ayuda y amistad.

-Debería hidratarse señor.

Dicho esto se sentó al lado del sacerdote a la espera de que se compusiera y poderle preguntar algunas cosas, de sacerdote a sacerdote.

Stigga no lo dudó y continuó corriendo, rezando porque los demás no fueran tan estúpidos como para entablar combate. Ese disparo que había dado al soldadito de plomo la había puesto en alerta, y tenía que largarse de la zona de caza de ese cabrón en cuanto pudiera.

Gaius siguió su penosa carrera mientras pensaba en los placeres prohibidos de la vida... Corría semiagachado para evitar que algún disparo perdido pudiera impactarle. No le gustaba el dolor.

Pater Stephan - se presentó mirando sorprendido a Valshe - ¿eres una superviviente? - preguntó después de tragar saliva a modo de intento de recuperación de las fuerzas. Observó bien a Valshe, de arriba a abajo y frunció el ceño. Observó como los labios de Valshe estaban resecos denotando que aún no se había hidratado bien - tú necesitas más el agua que yo hermana - le dijo con voz agradable pero terriblemente fatigada - no te preocupes por mi, solo necesito una noche de descanso - en ese momento, se levantó con algo de trabajo y la estrechó la mano. Una vez en pie y de cerca, Valshe pudo ver que el Pater portaba un hacha sierra sagrada para los miembros del Clero, eso era un hecho inaudito difícil de contemplar, eran muy raras esas armas - Yo llevo aquí toda la vida, vine con la misión Imperial para favorecer la fe en el Dios Emperador... pero los cultos proliferaron por culpa de la sensación de abandono por parte del Imperio... - le contó con gesto desapacible. Volvió a sentarse y bebió agua de su propio odre - este planeta esta maldito Hermana, acechan terribles males fruto de la locura... 

Zora sigue corriendo mientras dice:- Tendremos que hacerles una emboscada si nos siguen, o para recuperar esa zona.

"¡Sabía que había un puñetero francotirador!" pensó Logan, entre orgulloso de tener razón y preocupado por ser el siguiente, pues era la explicación al agujero que tenía ahora en el pecho el soldadito de plomo. Sin mucho más preámbulo, siguió corriendo, escapando de allí todo lo rápido que podía. 

Asintió a la afirmación y a su pregunta, era cierto que su estado estaba por los suelos a pesar de haberse logrado estabilizar y que era una superviviente en aquel desastre. Le estrechó la mano, algo más aliviada al ver que solo necesitaba descansar y en cuanto se fijó en el hacha sierra sagrada no pudo si no sonrojarse muchísimo. ¿Había estrechado la mano de alguien que portaba un arma sagrada? Era todo un honor para ella, solo un miembro de su familia había portado tal arma y ya no estaba entre los vivos, estaba ante una persona muy importante o muy afortunada. Se sentó a su lado perpleja aún mientras escuchaba lo que le comentaba, poco a poco su rubor cambió por un ceño fruncido y una mirada de leve desaprobación, no le gustaba el sentimiento derrotista de sus palabras.

- El imperio jamás abandona, solo pone a prueba... y no está maldito, lo están maldiciendo. Mientras haya gente dispuesta a luchar por lo que es correcto hay esperanza de cambio. No se puede negar que sois... somos, pocos los que quedamos al servicio de nuestro señor Emperador en este planeta, pero solo con ver los rostros de los que están trabajando duro por resistir y combatir contra la herejía puedo decir que no está todo perdido, que aún el planeta no está maldito. Y que solo caerá en el completo olvido cuando hasta el último de los verdaderos honrosos soldados caiga.

Tras decir esto, tuvo que beber de su propio odre a causa de la falta de aliento y sequedad de boca para reponerse mientras se apoyaba contra la "pared" y miraba hacia lo que había sido techo en algún momento. Hubo una pausa en la que lo único que sonaba de fondo eran las armas que montaban y desmontaban los hombres de Jeremias, hasta que miró de nuevo el hacha sierra sagrada y miró después a Pater a los ojos.

-Debéis de ser muy importante miembro del clero si lleváis con vos tal reliquia señor Stephan.

Pater negó con la cabeza, con gesto cansado mientras reposaba sobre el suelo con la espalda apoyada en la pared - no me llames señor, no soy tu señor, soy tu hermano - la reprendió pero sin brusquedad en sus palabras. Sacó el hacha sierra del cinto y se la enseñó - fue el Emperador quien la puso en mi mano, la encontramos ayer entre unas cajas tiradas por ahí, no fue sino que su mano y su obra apoyándonos a nuestra fe hermana - dijo con un fervor nada fingido y que lo embargaba - claro Hermana... lucharemos hasta el ultimo hombre, sin duda, pero hemos perdido este planeta, esta gente... solo quedamos unos pocos tratando de reconquistar lo perdido... ciudades enteras arrasadas... este mundo tiene algo que los herejes quieren... pero ¿el qué? 

"Francotirador. Situación, sur de ésta unidad, estimados: ciento sesenta metros de distancia. Acciones recomendadas: Correr, buscar cobertura."

Estas fueron las palabras que salieron por el vocosintetizador de T.E.R. antes de que la ágil figura, pese a su enorme envergadura y estatura, desapareciera corriendo por el mismo pasillo que todos habían ido saliendo.

¡¡Francotirador!! - Un tirador portentoso iba a cobrarse una por una las vidas del grupo de no ponerse a cubierto - ¡¡Corred, corred!!

Cargaba un peso muerto. Previsiblemente Illi había muerto, y en caso de no ser así sería imposible hacer nada por el y moriría en breves minutos... Estuvo tentado de dejar caer el cuerpo de su camarada y apretar el paso, pero no podía abandonarlo a su suerte, no así, era un imperativo moral. De haberlo hecho no hubiera podido soportar esa carga en su interior, al fin y al cabo eran estas situaciones las que demostraban de qué pasta estaban hecho los hombres.

Apretó el paso, iba a conseguir llegar a cubierto no tenía dudas. El francotirador tendría realizar los ajustes necesarios, apuntar y disparar, eso le brindaría el tiempo que necesitaba...

T.E.R. salió corriendo como el resto y Armand se quedó con el servidor de la tecnosacerdote cargando el cadáver de Illium. Un mar de disparos acosó al bueno del sargento de Volpone, pero ni un solo de los disparos, realizados a la carrera y a larga distancia lograron impactarle... era una situación demencial, todo a su alrededor saltaba entre destellos rojizos por los laseres disparados contra él con odio.

En cierto momento, antes de poder salir de ahí, Armand, sin saber porque, giró el rostro para ver en el peor momento como un destello de mirilla seguido de otro de un disparo iban dirigidos hacía él. Nunca sabrá si fue la divina providencia del sagrado Emperador o la funesta agilidad del sargento lo que evitó, por un milímetro, que el disparo le volara la cabeza, de hecho, pudo sentir como el calor le freía algunos pelos de las cejas y tuvo que cerrar los ojos con fuerza al ver el destello ante sus ojos... las pestañas también humearon y Armand huyó satisfactoriamente...

Armand había conseguido escapar con el cuerpo de su compañero a la espalda, estaba a salvo, pero era tarde. Había enseñado una valiosa lección y esperaba que no pasara desapercibida - Un sargento no abandona a sus hombres...  - Estos eran los momentos en los que se enorgullecía de los valores aprendidos, de la sangre que en este momento palpitaba en sus sienes por el esfuerzo - ...aunque para Illi sea demasiado tarde.

Descansa compañero - dijo mientras lo descargaba en el suelo, colocándolo en una posición digna. Y rezó, una costumbre que había abandonado, una plegaria en su nombre.