Tras huir del hombre que mató al cochero y amenazó con acabar contigo, cruzas unas enormes puertas metálicas encastadas en unas grandes murallas de piedra, custodiadas por dos gigantescas estatuas de piedra sin cabeza que te dan la bienvenida.
Una niebla que ya llevaba horas acompañándote se hace mucho mas densa al otro lado de la muralla. Tras cruzar las puertas un cansancio nada propio de tí se apodera de tu cuerpo en cuanto te adentras en la niebla. La niebla cubre todo a tu alrededor y los árboles tan solo son una silueta más entre las densas brumas y te das cuenta de que el paisaje es totalmente diferente al de antes de entrar en estos dominios. Si echas la vista atrás, las murallas ya no están, aunque quizás se deba a que las oculta la niebla... y es que es tan invasiva que parece como si se abriera ante ti para cerrarse otra vez detrás tuya dejando parcialmente visible únicamente el camino, aunque no está libre de la niebla por supuesto, si está lo suficientemente despejado para que puedas avanzar. Cada vez tienes más claro que esta niebla, no parece una niebla corriente.
Siges el camino durante lo que te parecen horas, pero aunque es de día, ningún rayo de luz se filtra a través de la niebla y pierdes la noción del tiempo. Tus ropas están algo rasgadas del camino, claramente tu lujosa ropa no está hecha para andar por los caminos. Rato después te despides del bosque para adentrarte en una llanura donde, a lo lejos, pareces divisar la silueta de una población. El embarrado suelo da paso a un resbaladizo y húmedo empedrado. Las altas formas se hacen reconocibles como casas de una aldea. La niebla dentro de la aldea no es tan densa, pero sigue presente. Las ventanas de cada casa os miran como pozos de oscuridad. Un cartel de madera, viejo y carcomido te da la bienvenida a la villa de Barovia.
Motivo: salv.const
Tirada: 1d20
Dificultad: 20+
Resultado: 13(+3)=16 (Fracaso) [13]
Estás en el camino que entra ala villa de Barovia del sur-oeste.
Después de tanta preparación para aquella fiesta Valette estaba en el peor momento, al menos en lo que glamour se tratase.
Había corrido tanto que le dolían las piernas por el esfuerzo, notando que sus zapatos se hundían en la tierra y la frenaban, incluso tropezándose con una raíz para caer de bruces contra el suelo. Estaba cubierta de tierra y con un zapato menos cuando siguió a la carrera creyendo que la seguía, extendiendo las manos sobre su cabeza para apartar las ramas que la frenaban y rasgaban las ropas, sintiendo que algunas de ellas se enredaban de su cabello y lo llenaban de hojas. Definitivamente era una imagen bastante pobre de lo que realmente quería aparentar.
Sólo cuando llegó a las dos estatuas decapitadas se permitió detenerse unos segundos para tomar aire y mirar a su alrededor, ¿dónde estaba? Apenas conocía sus propias tierras como para orientarse en ajenas. No me suena esto… papi, ¿dónde diablos estoy? Ven a buscarme. Confusa y asustada hasta de su propia sombra, se internó en la niebla llegando a creer que daba vueltas. Primero derecha, luego izquierda, otra vez izquierda, ¿no había visto antes ese árbol? Un sonido le hizo girarse sobre sí misma y cambiar de rumbo… Deseaba volver a casa, tomarse un baño caliente y tomar un cuenco de sopa al sentir que su estómago gruñía cuando resbaló por el cambio de suelo, cayendo de culo.
Definitivamente quería llorar. Estaba tentada de darse la vuelta y enfrentarse a esa gente con tal de recuperar un poquito de su orgullo herido, pero estaba demasiado débil e indefensa como para intentarlo, además de que posiblemente la superaban en número. Tengo que buscar ayuda. Sí, alguien debe prestármela.- Un movimiento a su lado la sobresaltó, pegando un pequeño grito mientras se levantaba sin percatarse que había sido un simple pájaro, corriendo rumbo a la aldea que ahora se abría ante ella.