Partida Rol por web

La cara de sorpresa y regocijo de Chakta Ren era un un poema cuando vio llegar la Haul precedida por los ciervos con la carga y lo fue más cuando vio salir de la Haul al alcalde embaucador atado como un prisionero. 

Nadie hubiese creído que él estaba detrás de los asaltos a los envíos de no ser por las aplastantes evidencias aportadas. Althea Wainwright no negó las acusaciones, las pruebas eran demasiado claras como para que su oratoria le permitiese esta vez eludir la responsabilidad. Sus huesos dieron pronto en el calabozo mientras que vuestras heroicas posaderas se acomodaron en los mejores sillones de Casa Arnold. Arnold os obsequió con los mejores guisos regados con vino y cerveza de las ocasiones especiales.

Los muchachos estaban más que agradecidos por la viabilidad del negocio y poder seguir con su estilo de vida. Chakta Ren no paraba de daros las gracias y os permitió quedaros con todo el cargamento que transportabais. - Seguro que con la madera de fresno dorado puedes hacer algunas "mejoras" a vuestra casa trotadora.- Dijo dirigiendose a Balaudrín. - En cuanto a los demás ingredientes mágicos, espero que no los uses todos en experimentar con tus destilados y dejes algo para el enano - dijo a Mosco guiñándole un ojo.

Eshmigo llegó a felicitar a Ralfinder por su azaña pero al escuchar los detalles se quedó meditando. - Orcos. Del lugar del que vinieron ellos habrá más. Creo que iré a explorar la región hacia la que volaron los reptiles voladores que trajeron a los orcos. Huesuda se está acomodando y está echando panza desde que estamos en la ciudad, le hará bien volver a la acción- 

Eshmingo se quedó a disfrutar de la comida y la bebida. Pero no transcurrió mucho tiempo antes de que apareciese Chasmodia para aguaros la fiesta. Sin que nadie lo notase, se llevó a Mosco a un rincón. - Chico, creo que os interesa iros; el Inquisidor Noj viene con sus Cruzados. No sé si viene porque alguno de sus exploradores ha notado la presencia del pequeño ejército de goblins que montó Althea o si ha sido ese miserable de Astoli el Lampiño que le ha contado alguna patraña para perjudicar a Balaudrin. El caso es que viene con 3 destacamentos y la vanguardia se plantará aquí en menos de dos horas. Creo que no sois muy buenos amigos del Cruzado y a lo mejor queréis hacer mutis por el foro.

Al final el dracónido les había pagado más de lo que le habían pedido inicialmente y de buena gana. ¡Qué rara era la gente! Ni se le había pasado por la cabeza a Mosco usar esos ingredientes para destilar brebajes, pero ahora no lograba quitárselo de la cabeza. Tendría que probar. Quizás lograse crear alguna poción interesante.

Ya llevaba 3 jarras en la celebración para cuando Chasmodia vino a aguarles la fiesta.

- Vaya, chica, tú sí que sabes cómo animar una fiesta, ¿eh? – apuró mi jarra – Tocará marcharse sí. Espero que nos volvamos a ver. Tenemos cosas pendientes tú y yo. – guiñándole un ojo y cogiendo un par de jarras más de una mesa cercana. – Para el camino – les dijo a sus compañeros.

Augusta no tenía grandes necesidades, y para las que tenía estaba, por el momento, cubierta. Mas la vida en el camino era dura, y cualquier día podía morir o, prófuga como era, caer presa. O, peor aún, recibir una herida de la que no pudiese curarse, que la incapacitara definitivamente. Era todavía joven, y su cuerpo mostraba las cicatrices y secuelas de incontables batallas. Había muerto y regresado a la vida y, sin embargo, las viejas heridas no se habían curado. Habían hecho con ella el camino al abismo, y habían regresado junto a ella al mundo superior. Alguna maldita razón tenía que haber para ello.

El cargamento que les entregaba Chakta Ren les daría de comer durante una buena temporada, y las mejoras que pudiesen hacer al Haul les facilitaría seguir vivos y libres. Pero todo eso era finito. Los soldados como ella sabían que el botín era apetecible, y mataban y se dejaban la piel por conseguirlo, pero cumplir con los años de servicio, conseguir una renta y prebendas en forma de tierra, era lo que daba sentido a todos los años de lucha.

Comía copiosamente, no por gula, sino porque su corpulencia lo requería, y bebía con moderación pero con gusto. Incluso su paladar acostumbrado al trasiego de vodka barato y las raciones de campaña era capaz de notar que ese vino era mejor que la ponzoña aguada que solían servir con las comidas en las ventas.

Cuando vio regresar a Mosco, supo que algo iba mal. No habían tenido tiempo para un revolcón, y ese gesto ya lo conocía. Hubiese apostado su mejor tabaco a que iban a tener que desaparecer en medio de la noche. De nuevo.