Partida Rol por web

[DM] Huir de la Abadía de Puente Galeon.

Amores que Matan Nunca Mueren

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01/10/2020, 19:13
Padre de Ander

El Padre Ander se puso blanco al comprender que eras tú quien habías planeado envenenarlo, y que ahora estabas intentando que Lord Oderlof creyese que era al revés. Entonces se puso rojo de cólera.

—¡Intentaste envenenarme! ¡Todo porque te recordé tus obligaciones! —replicó Ander—. Eso fue lo único que hice, Lord Oderlof. Recordarle que ya no es un aventurero errante que desface entuertos por las Tierras Perdidas, sino que es el responsable de esta abadía, que se debe a su congregación. Podía haberme intentado explicar lo que... sea que ha descrito hace un momento.

Hizo, de nuevo, un gesto apotropaico.

—¡Pero, en vez de ello, urdió mi asesinato! Este hombre... no es el héroe que todos piensan. Es un villano, ¡un monstruo! ¡Y es mi responsabilidad como sacerdote de Mitra enviarle ante la justicia divina para que responda de sus actos, palabras y pensamientos!

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01/10/2020, 19:14
Lord Tisef Oderlof

Lord Oderlof echó un vistazo a la planta mustia y después posó la mirada, alternativamente, en el padre Ander y en ti. Meditó durante largos y angustiosos minutos durante los cuales evitó que volvieras a utilizar tus palabras melosas con un gesto ceñudo y la mano en la empuñadura de la espada. Cuanto más tiempo pasaba, más veías escapar la posibilidad de salir de rositas de aquella peliaguda situación.

—Tú mismo pudiste haber vertido ese veneno en la planta, Bertrand —dijo al fin—. La prueba que me ofreces me parece bastante dudosa. Y, a decir verdad, tu discurso ofrece dudas bastante razonables. Ruego humildemente que me perdones si eres inocente. Pero es tu palabra contra la de él. 

»Padre Ánder: ¿hay en la congregación algún clérigo, aparte de vosotros dos, que sea capaz de lanzar un hechizo de Zona de Verdad?

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01/10/2020, 19:14
Padre de Ander

—Lo hay, mi señor. Y con gusto me ofrezco al escrutinio. Mas, empero, la situación es tan grave que debiera ponerse en conocimiento de la autoridad competente en Último Hogar. Necesitamos a los Inquisidores, si me permitís escribir una carta...

Y entonces sucedió algo que cambiaría la vida de Bertrand para siempre. 

El armario se abrió de golpe, y de su interior surgió el murciélago, surcando el aire como una avispa furiosa en dirección a la ventana... en dirección a Tisef. La criatura se lanzó directamente sobre la cara de tu amigo, que empezó a bracear para tratar de quitárselo de encima. En un giro desafortunado, Lord Tisef se golpeó contra la ventana. Perdió el equilibrio y la atravesó haciéndola añicos.

Pudiste haber alargado el brazo para haber salvado a tu amigo. No obstante, lo viste caer al vacío como un convidado de piedra. No sentías miedo por tu amigo, ni remordimiento. Sólo alivio. Aquel accidente abría un sinfín de posibilidades. El camino a Lachard quedaba expedito si Lord Oderlof moría. Sin Tisef en la estancia, Ander no podría interponerse en tu camino. La suerte se ponía de tu lado, una vez más.

Y entonces algo te golpeó en la boca del estómago, aunque el golpe no lo asestó el Padre barbudo. Era como si te hubieran arrebatado algo que antes había estado ahí. El resplandor blanco que siempre te había acompañado parpadeó débilmente ahora ante ti, como una lumbre de guardia en la noche, antes de desaparecer. 

Cogiste aire por la boca y volviste a la realidad para escuchar el húmedo sonido del cuerpo de Lord Tisef aterrizar contra el suelo de piedra de la abadía. El murciélago revoloteaba por toda la habitación. El Padre Ander te miraba con gesto atónito. Podías leer el miedo en su rictus.

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01/10/2020, 19:14
Bertrand Dotter

Todo pasó muy rápido. Jodidamente rápido, diría el pobre Bertrand. Pero parecía que los astros estaban de su parte, aunque los dioses o al menos Mitra, ya no. Perder su fe era ahora el menor de sus problemas. Que sus poderes divinos dejaran de acompañarle… una mera piedra más en el camino hacia la autodestrucción. ¿Pero de detendría aquella piedra la espiral de locura en la que se había sumido el bueno de Bertrand? Probablemente no.

El abad miró por la ventana. La caída de Lord Tisef Oderlof había sido desde luego desde una gran altura. Allí abajo se encontraba aquel hombre, otrora apuesto y altivo. Ahora estampado contra el suelo no resultaba tan gallito como hacía unos instantes, cuando le había agarrado del cuello. Su rostro aplastado contra el suelo y rodeado de sangre y con la mirada vacía era la prueba de lo efímero de la existencia. Tan solo un movimiento espasmódico de uno de sus brazos indicaba que aquel muñeco de trapo tuvo vida momentos atrás.

- Bien… - Pensó Bertrand. – Una pena sin duda. Eras un buen hombre. Mucho mejor de lo que yo llegaré a serlo jamás. – Suspiró. – Mitra, acógelo entre tus senos y dale la recompensa y la paz que no alcanzó en vida. – Sonrió, pues aunque le deseaba realmente una buena partida hacia la otra vida, le hizo gracia imaginar los senos de su diosa.

Fue entonces cuando se giró hacia el padre Ander. Estaba paralizado por el miedo. Aquel hombretón, con su barba hirusta y egocéntrica, no parecía ahora el mismo hombre que se había atrevido a entrar una y otra vez en sus aposentos sin llamar a la puerta. ¿Qué falta de educación era esa? ¡Desde luego que una muy grave! ¿Pero motivo suficiente como para el castigo que debía llegar? Seguramente no.

Pese a todos los pensamientos homicidas que Bertrand había tenido en el pasado, cuyo objetivo no era otro que el panzón que tenía delante y su airada barba, sentía cierto remordimiento por lo que irremediablemente tenía que hacer ahora. A Bertrand no le gustaba tener que matar. Daba gracias a Mitra porque aquel murciélago que se había desvelado como su gran aliado, se hubiera encargado de aquel asunto. Llegados a tal extremo, poco o nada más que acabar con Lord Oderlof era lo que podía hacer en adelante.

Pero no, aunque había intentado envenenar al padre Ander unas horas atrás, ahora que lo tenía delante la cosa cambiaba. En el fondo, algún tiempo atrás fueron amigos. Aunque también era muy cierto que aquel hombre era una continua molestia, un rival por la silla de la Abadía, que por otra parte Bertrand no quería y lo más importante, si vivía sería su muerte. Un conjuro que consagrase una zona de verdad y las preguntas adecuadas serían su fin.

Bertrand se acercó al padre Ander. Cuando se puso frente a frente con él, éste pareció no verle de inmediato. En cambio su barba se enrolló sobre sí misma como tratando de ponerse a la defensiva, o al menos eso fue lo que creyó ver Bertrand. No le dio importancia, sabía desde el principio que aquella mata de pelo gris y lanudo tenía conciencia propia y que dominaba en gran parte las decisiones de su huésped.

- Lo siento padre… - Dijo Bertrand. Y lo sentía de verdad. Él no era malo per se. Pero Lachard le necesitaba y no permitiría que nadie, ni nada se interpusieran en su camino. – Mitra, te envío a este siervo con inmenso dolor en mi corazón. Te pido con humildad que lo acojas en tu reino, pues es un hombre bueno.

El abad sacó una daga que portaba en su cinturón y miró a los ojos del padre Ander. Éste le devolvió la mirada. En ella solo se leía pavor y desconcierto. Bertrand cerró los ojos y para cuando los volvió a abrir, estaban inyectados en ira. Apretando los dientes esgrimió la daga y lanzó un corte al cuello, salpicándole gotas de sangre en el rostro al abad. Fue un corte certero y pronto comenzó a manar sangre del cuello cercenado del padre Ander.

Agachado y de rodillas y con las manos agarrando su cuello, el padre Ander veía como el suelo se teñía de rojo carmesí. El Abad le dio la espalda y empezó a rebuscar algo entre sus cosas. Cuando por fin dio con lo que buscaba se peleó durante unos instantes con aquella criatura que había matado a lord Tisef y cuando logró capturarla volvió a meterla en el armario cerrando sus puertas de nuevo.

Lo que el Abad había encontrado no era otra cosa que un extraño puñal con simbología demoníaca. El padre Ander nunca antes lo había visto, pero sin duda era un puñal cargado de maldad. ¡A saber de dónde lo había sacado su asesino! Sólo él tenía la respuesta. Con la punta del puñal se hizo un corte rápido en la mejilla izquierda y acto seguido le entregó el arma al padre Ander.

- Lo encontré hace muchos años… - Dijo el Abad. – Cuando perseguía a los hombres bestia que robaron las reliquias de este templo. Sabía que era un arma sacrílega, pero en vez de destruirla me la llevé. No sabía muy bien con qué propósito, pero hoy lo he sabido. Ahora lo he sabido.

El padre Ander, trató de ponerse en pie. Había agarrado el puñal y lo esgrimió contra el Abad. Fue en ese preciso instante cuando Tyris llegaba por el pasillo en dirección a las estancias del Abad. El padre Ander, con sus últimas fuerzas se abalanzó sobre Bertrand y el Abad no pudo sino que tratar de forcejear con él. Pese a que estaba en su estertor conservaba su enorme fuerza. Finalmente cuando Tyris ya estaba próxima a llegar, Bertrand se zafó con la mano que portaba la daga y la clavó dos veces en el vientre del padre Ander.

- ¡Deténgase, padre! – Gritó. - ¡Por qué ha matado a Lord Tisef! – Gritó con fuerza. - ¡Quieto!

Entonces el pesado hombre y su barba moribunda, se desplomaron inertes contra el suelo. Bertand se quedó aparentemente paralizado. Soltó la daga al ver lo que había hecho y tragó saliva. Fingió desplomarse, con tan buena suerte que acabó sobre su lecho. Tyris se acercó hasta el abad y lo recogió.

- ¿Qué ha sucedido, señor Abad? – Preguntó ella visiblemente alterada.

- ¡Ha intentado matarme! – Respondió él. - ¿Lo has visto, verdad? ¡Ha lanzado a Lord Oderlof por la ventana! ¡Se ha vuelto loco! – Y empezó a sollozar desconsolado.

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01/10/2020, 19:15
Tyris

El murciélago se había metido como una exhalación de vuelta al armario en cuanto Tyris entró como una tromba en las habitaciones del abad. La guardia no podía estar más sorprendida o espantada de lo que acababa de presenciar, y su rostro no podía estar más pálido. No contestó a Bertrand: al fin y al cabo no había visto nada realmente. Su respuesta, en cambio, fue la lógica:

—¡Un clérigo! ¡Necesitamos un clérigo! 

Tyris giró sobre sus talones y salió por la puerta a toda velocidad.

—¡Un clérigo! ¡A las dependencias del abad y los pies del monasterio! —repitió asomada al patio del claustro.

Se escuchó una conmoción a lo largo del monasterio mientras los monjes respondían a la llamada con toda urgencia. La sombra de la duda cayó sobre el corazón de Bertrand como un hálito congelado. ¿Estaban realmente muertos Ander y Lord Tisef? Si cualquiera de los dos sobrevivía...

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01/10/2020, 19:15
Bertrand Dotter

- ¡Maldita sea! Pero qué rápida esa zorra... - Pensó el abad. - Rápida y competente por desgracia.

Sí, Tyris era una mujer muy rápida y muy competente. Demasiado para los intereses del abad. Lo que estaba claro es que si llegaba allí abajo y aquel noble entrometido seguía con vida, Bertand iba a tener muchos problemas. ¿No obstante, que podía hacer para evitarlo? Ya prácticamente nada.

Sólo podía confiar en que la fortuna que le había acompañado hasta el momento, siguiera de su parte. Porque hasta la fecha la providencia había estado de su parte. Si aquel noble había muerto, ya nadie podría desvelar sus más terribles fechorías, porqué lo que respectaba al padre Ander lo tenía bastante claro. Lo apuñalaría una y mil veces más si hacía falta, con tal de que no volviera levantar cabeza. Ya se verían en el infierno si es que tocaba. Aunque no lo creía, donde fuera el padre de Ander difícilmente iría Bertand.

Rápidamente empezó a empaquetar todas sus cosas. Muy posiblemente tendría que salir de forma apresurada de la Abadía. Tenía que estar listo para lo peor. La suerte de Tisef Oderlof, no dependía ya de él. Tan solo podía controlar que padre Ander no se levantase.

Eso sí, afinaría bien el oído, porque en el momento en que escucharse alguien subir hacia sus dependencias, tendría que realizar su mejor interpretación. Saltar al pecho del Padre Ander y simular que trataba de imponer las manos sería su siguiente paso.

- ¡Porqué padre de Ander! - Dijo en un susurro para practicar mientras recogías de enseres personales. Carraspeó tenía que tener la voz clara. - ¡Por qué tuviste que hacerlo, padre Ander por qué! - Asintió. - Mucho mejor así. - Y prosiguió con la recogida de sus cosas. Sólo esperaba que Tyris o quien fuera el próximo entrometido que acudiera a disturbar su paz, le concediera el tiempo suficiente para acabar con su equipaje.

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01/10/2020, 19:15
Tyris

Tyris volvió a tus dependencias en cuanto se aseguró de que alguien había oído su petición de auxilio. Contempló, atónita, cómo recogías tu equipaje para marcharte. 

—¿Os vais? —dijo sin dar crédito a lo que veían sus ojos—. Pero... ¡hay que avisar a la familia de Lord Oderlof de lo que ha ocurrido! Y... si el Padre Ander ha fallecido, ¿quién se quedará al cargo de la abadía? También hay que informar al templo en Último Hogar, preparar los ritos fúnebres...

Todas cuestiones de intendencia bastante razonables. Cuestiones de las que debería encargarse el abad. Cuestiones que, sin duda, retrasarían tu marcha varios días. Eso si no enviaban algún inquisidor para investigar lo que acababa de suceder y lo echaban todo a perder...

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01/10/2020, 19:16
Muadril

De todos los sacerdotes de Mitra que pudieron haber llegado, fue el fervoroso Maudril el primero que irrumpió en tu habitación. Otra favorable casualidad, si sabías jugar tus cartas. Maudril avanzó por la habitación mientras contemplaba tu pantomima de una imposición de manos que Mitra no te concedió. Eras un paladín caído.

Maudril se agachó junto al cuerpo de Ander y examinó la herida aún abierta. El aasimar frunció el ceño y levantó la mirada para trabarla con la tuya. En su rostro podría leerse que había visto algo que no encajaba. Pero no había dicho nada, de momento. Sólo te observaba, a la espera.

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01/10/2020, 19:16
Bertrand Dotter

¡Oh si, nos vamos! - Dijo el abad. - Cómo dices alguien tiene que dar aviso a la familia Oderlof de lo ocurrido. Alguien tiene que informar en Último Hogar. - Se detuvo un momento a pensar. 

Muy graciosa Mitra... ¿Es todo ésto una prueba? Creo que ya he demostrado mi valía... - Meneó la cabeza mirando hacia el techo. - ¡Sí, no valgo para estar encerrado en esta cárcel de lunáticos! - Frunció el ceño todavía mirando hacia el techo. - Me lo has puesto muy difícil, te doy la enhorabuena. ¿Un respiro ahora? ¿Pueden ya dejar de entrar y salir bastardos entrometidos de mis aposentos? - Bertrand suspiró y siguió empaquetando sus trastos. 

Aquí hay gente muy válida para gobernar este antr... - Tragó saliva. - Templo... - Se corrigió a sí mismo. - Verás Tyris, creo que ya hace algún tiempo que Mitra quiere algo de mí. Algo más que verme envejecer tras estos muros. - Miró entonces también a Maudril. - ¿Qué quieres tú? - Se preguntó. - Llevo recibiendo señales desde hace semanas. Semanas en las que Mitra ha querido decirme que algo oscuro y malintencionado amenaza la seguridad de toda la región. - Se cruzó de brazos. - ¿Tengo que seguir aquí de brazos cruzados? - Les preguntó a ambos. - ¡No, no, responded, porque quiero saber que pensáis! - Alzó las manos y comenzó a menearlas en el aire con evidente enfado. - ¿Me quedo aquí encerrado viendo como el mal va acabando uno a uno con todas las personas a las que amo? Mi buen amigo Lord Tisef... el padre Ander... ¡Lo quería como a mi propio padre! Lo que ha hecho no es propio de él... ¡Vamos, vamos! Responded por favor...

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01/10/2020, 19:16
Muadril

Se oían gritos procedentes del exterior del monasterio: los monjes de Mitra habían llegado hasta Lord Tisef y se apresuraban a atenderlo. En las habitaciones del abad Tyris estaba demasiado estupefacta como para responder. 

—No se puede desoír la llamada de los dioses. Es necesario que persigáis este mal allá donde more —asintió el aasimar con rotundidad, antes de añadir con cautela:—, yo podría regir los destinos de esta congregación mientras vos estáis fuera, Abad. Alguien deberá asumir el puesto ahora que el Padre Ander no está con nosotros. Yo estoy capacitado y estoy dispuesto.

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01/10/2020, 19:17
Bertrand Dotter

- ¡Será idiota! ¿Pero como se ha podido tragar tal sarta de paparruchas? - Pensó Bertrand no creyendo en la suerte que estaba teniendo. - Bueno, probablemente no se lo haya tragado, pero el puesto de Abad es muy suculento. ¡Qué le aproveche!

Seguramente fuera eso, lo que a Bertrand le venía de perlas. Cada minuto que pasara tras los muros de aquel templo, más se acercarían sus moradores a la verdad. Eso desde luego no era algo que favoreciera los intereses de Bertrand.

- Sí, mi buen amigo. - Le dijo Bertand a aquel tipo al que prácticamente no había presetado atención y al que no conocía lo suficiente. - Te conozco bien y he estado observándote. Sé de buena tinta que serás un buen substituto. ¡Menos mal que estás aquí, pues sin el padre Ande para gobernar la Abadía en mi ausencia...!

Bertand se rascó la cabeza. Ya había empaquetado prácticamente todo lo que necesitaba en su misión... Cometido... ¿Búsqueda? Sí, posiblemente fuera una búsqueda.

Llegados a ese punto lo cierto era que el destino de Lachard le importaba más bien poco, pues lo único importante era salvar su cuello. Si finalmente partía en su búsqueda lo haría más por inecercia que por otra cosa, aunque claro, estaba el tema del dormir caliente y ahora que Tisef no estaba...

- Tyris... - Llamó la atención de aquella dedicada guardiana. - ¿Puedes ir a las cocinas y preguntar por las raciones de viaje que he solicitado? Debo partir ya...

Raciones para él y otras tres personas había pedido al novicio. Al trasladarlo a Clotis quedó en raciones para tres. Y ahora, no sabía que le habría preparado, aunque no tenía más tiempo para discutir. Partiría con lo que tuviera.

- Al final seremos tres... - Pensó mientras contaba en su mente. - El murciélago, yo y Botella de Licor de Cereza... - Río para sus adentros.

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17/11/2020, 18:24
Narrador

Y así fue como Bertrand, el original, logró escapar  de la Abadía de Puente Galeon y lo hizo mintiendo, ocultando datos, escondíendose, asesinando a sus amigos y juganfo tan sucio como sólo sabría hacerlo un buen Abad.

Bertrand y Tyris se embarcaron en una aventura increíble, llena de peligros y desafíos y sobre todo tropelías protagonizadas por el bueno de Bert, aunque no la contaremos, hoy pues esa es otra historia...

- ¿FIN? -

No... Por desgracia, las atrocidades del buen Abad no acabaron allí, ni mucho menos...