¡LACHARD CAPTURADA! ¡UN BABAU! NO PUEDE SER. DEBO HACER ALGO, DEBO... Un terrible pensamiento cayó como un jarró de agua fría sobre mí. O Lachard había sido capturada y el murciélago era una treta maligna, o ella estaba compinchada. Las ideas se sucedían en mi cabeza tan velozmente como eran descartadas. Tenía que enfrentar a esos demonios, tenía que encontrar a Lachard y tenía que salvarla a toda costa. Pero si ella estaba compinchada... debía castigarla. ¡O no! La redención existe. Debo salvar su vida y su alma. Defender su espíritu frente a los malignos que quieren corromperla. ¡No es tarde! ¡LO SÉ!
Tomé aire, me organicé y empecé a dar instrucciones precisas:
—Bien, debemos actuar—empecé con decisión—Muadril, vuelve corriendo a dar la alarma. Explica lo ocurrido y que todos los que puedan luchar se preparen para la marcha. Partiremos en cuanto estemos listos. Que envíen palomas mensajeras a otras abadías y congregaciones pidiendo que se unan contra tal abyecta amenaza, y se dirijan a la hacienda de Lord Oderlof. ¡Ah! Si el padre Ander se opone, dígale que... ¡A LA VUELTA ME ENCARGARÉ DE QUE LO EXCOMULGUEN Y ENCIERREN POR INSURRECTO, POR CARENCIA DE DETERMINACIÓN Y POR BOICOTEAR LOS PLANES DE MITRA!—grité estas últimas palabras con furia—Ahora, amigo, necesito que me digas si conoces la torre de Lucien—esto último se lo dije a Oderlof, procurando que Muadril no me escuchara. No con claridad, al menos.
- Enseguida. - Respondió Muadril cerrando sus puños emocionado y ante la prespectiva de una aventura en la que podrían combatir un terrible mal.
El aasimar partió a la carrera camino de las interioridades de la Abadía, era mucho lo que tenía que hacer y quería hacerlo rápido, pues su mayor interés en esos momentos no era otro que el de marchar cuanto antes tratando de enfrentar el mal que se cernía sobre ellos y la familia Orderlof.
- No... - Chasqueó la lengua. - Tenía la esperanza de que vos lo supiérais. - Tomó aire profundamente. - ¡No importa, estoy completamente seguro de que con vuestra ayuda llegaremos al final de este asunto y rescataremos a la pobre... Lachard!
Aquel nombre resonó en la cabeza de Bertrand con fuerza. El deseo que sentía por ella, deseo carnal, era muy fuerte. Muy elevada la tentación y sólo Mitra podría darla la voluntad necesaria para resisitrla llegado el momento. Y allí estaba Oderlof, un gran amigo. Él confiaba en el Abad a pies juntillas y en cambio el Abad tenía pensamientos lujuriosos con su bendita esposa. Pero se sobrepondría, eso lo tenía claro. Con ayuda de Mitra vencería a la tentaación.
Y como no podía ser de otra forma, pasados unos escasos minutos, la oronda figura del padre Ander, llegó menéandose como nunca o había hecho junto al Abad, solo precedido por su furiosa barba que parecía dispuesta a lanzar un gancho de derecha contra el rostro del Abad, si es que se le ponía lo suficientemente cerca.
- ¡Bertraaaaaaaand! - Gritaba hecho una furia el padre. - ¡BERTRAAAAAAND! - Alzaba la voz de manera atronadora. - ¿Dónde se cree que va usted? ¡Es al maldito abad de este lugar santificado! ¡No puede abandonar sus muros! ¡Debo impedirlo a toda costa!
Último intento de Ander de cerrarte el paso, aunque ya tienes muy bien encaminada a huída, ya nada puede detenerte. ¿O si?
Las palabras de Tisef fueron como afiladas dagas, y los pensamiento siguientes lo empeoraron aún más. Pero antes de que pudiera decir algo, apareció el Padre Ander vociferando.
¡Maldito viejo loco!, pensé. Esto había que acabarlo de una vez, y así lo haría.
—Unos demonios han atacado, matado y raptado. Nuestro deber sagrado es acabar con ellos a toda costa. ES LO QUE MITRA NOS EXIGE. Así que demuestre que su fe está por encima de su cobardía y su estupidez, o yo mismo lo echaré de esta congregación, y me encargaré de que no pueda pisar otra ¡JAMÁS! ¿¡ME OYE!? ¡¡JAMÁS!!
Me quedé mirándole furibundamente, comprobando si había captado el mensaje, y me volví a consolar a mi amigo.
El padre Ander entendió al fin que el Buen Abad iba a abandonar la Abadía y que poco o nada más podía hacer por tratar de evitarlo.
- Está bien Bertrand... - Le dijo muy serio y con el ceño fruncido. - Pero si se va, no le garantizo que cuando regrese, está Abadía siga fiel a su mandato. Como ya le he dicho, su sitio está aquí. Le juro por Mitra que depuraré responsabilidades y si veo el más mínimo interés personal en sus actos... - Negó con la cabeza. - ... serás excomulgado Bertrand. Palabra de fiel devoto...
—A mi vuelta veremos muchas cosas—como tu cobardía, avaricia, ira y soberbia— Ahora debo y quiero ayudar a un amigo y al mundo en el que vivimos todos. Ve y ayuda a Muadril, o al menos no le molestes. En cuanto esté la gente preparada, partiremos.
- Me ha decepcionado mucho padre Ander. - Dijo Lord Tisef. - Mucho.
El noble se montó sobre su caballo blanco y tiró de las riendas, alcanzando poco después a Bertrand, quien ya había iniciado la marcha y ambos cabalgando se alejaron de la Abadía camino de la Torre de Lucien, donde les esperaba, a saber en que condiciones, Lachard.
Muadril apareció junto a Tyris poco después y pasaron cabalgando al lado del padre Ander. El aasimar asintió con la cabeza al paso por la altura de dónde se encontraba el pater.
- Padre... - Se despidió Muadril esgrimiendo una sonrisa de superioridad.
El padre Ander había quedado el totalmente retratado por su actitud egoísta. Estaba claro que el buen Bertrand era digno de su leyenda, un hombre que no temía el mal que azotaba ese mundo y que gustoso lo combatía siempre que tenía oportunidad.
Padre Ander, mi sitio está al lado de Bertrand. - Dijo una apenada Tyris.
No sabía que era lo que había conducido a aquella tensa situación. No entendía porqué el padre Ander se oponía tanto a que Bertrand abandonara la Abadía, pero finalmente y con la llegada de Oderlof, Barbarabiosa se dio cuenta de que nada más podía hacer para retener al Abad. Ella, como su guardia personal que era, no podía dejarle solo y allá a donde fuera, le seguiría.
- Cuídese pater... - Le dijo al pasar junto a su lado al galope tras el Abad, el noble y junto a Muadril.
Y así fue como Bertrand, el Rojo, logró escapar de la Abadía de Puente Galeon y prácticamente no tuvo que mentir, ni ocultar datos, esconderse, asesinar a sus amigos o jugar tan sucio como sólo sabría hacerlo un buen Abad.
Bertrand, Oderlof, Tyris y Muadril se embarcaron en una aventura increíble, llena de peligros y desafíos, a la que se unirán otro miembros de otras abadías, aunque no la contaremos, hoy pues esa es otra historia...
- ¿FIN? -