Partida Rol por web

La granja huele a granja. Gruño.

- El dulce olor del hogar.- Musito, con el ceño fruncido.

Con la espada en la mano, me acerco a los miles de haces de paja*, acaricio a una de las vacas por el camino como por acto reflejo, y miro a ver que hay al otro lado. Si hay alguien vivo, le voy a saludar apuntándole con la espada.

Una elfa joven salió de entre las montoneras de paja, estaba muy pálida y las fuerzas apenas le daban para lograr arrastrarse, sus ropajes eran muy similares a los de Lanaya, típicos entre los dalishanos pero estaban desgarrados y cubiertos de tierra, sangre, heno y paja. Tras ella dejaba un rastro de sangre desde una horrorosa e inflamada herida en el costado de una enorme garra muy similar a las encontradas en los campesinos.

Levantó la vista para veros, parpadeó un par de veces, no veía con claridad. Hasta que vio a Daarken con aquella máscara, abrió los ojos de par en par. -  ... No ... - Dijo con un hilo de voz y trató de huir pero apenas retrocedió un par de metros antes de desmayarse.

-¿En serio? Ya no se hacen elfas como las de antes.

Fueron las primeras palabras ante el desmayo de aquella elfa que tenía mas miedo que otra cosa en el cuerpo, acto seguido Daarken se giró y se dispuso a caminar hacía el caballo.

-Lanaya, ¿No ibas tu preguntando por elfos? Toma una, para ti. El resto, cuando despierte y os cuente algo, contádmelo, yo mientras voy a ver si consigo domar a este caballo, siempre he querido tener uno.

-Tranquilo caballito, yo te cuidare...o te venderé..o te comeré...pero en cualquier caso yo te cuidare hasta entonces. -Dijo murmurando mientras acariciaba su crin.

¡Hannan! Grito sorprendida a la vez que preocupada por su estado acercandome rápidamente.

Miro de mala manera al elfo al oir sus palabras visiblemente enojada, no soporto que nadie hablé así de mi hermana.

Quizás la proxima vez en vez de haber flechas en tus enemigos estan en tu espalda y veremos de que pasta estas hecho tu... 

Pero rápidamente mi atención vuelve a mi hermana, no se que ha pasado en el lugar pero parece muy malherida no parece siquiera haberme reconocido.

Las palabras de Lanaya hicieron que Daarken se quedara solo con la intención de subir al caballo, no aguantaba que alguien le amenazara, se subió la mascara, rápidamente saco su daga y la lanzó, pasando cerca de la cabeza de Lanaya y clavándose en la madera que estaba justo detrás de ella.

-Yo de ti mediría las palabras que usas conmigo, la ultima persona que me amenazó fue mi amo y como puedes ver, soy un elfo libre.

El elfo no solía cabrearse, ni si quiera cuando luchaba cortando extremidades a placer, pero las amenazas de aquella desconocida no le gustaron nada.

-La siguiente vez que lance una daga te aviso que no fallaré a posta. Jareth, Vivial, os espero fuera del cobertizo, no quiero quedarme y que tengáis que enterrar otro cuerpo más.

Daarken se encamino hacía la salida cargando su ballesta, lanzar algunas flechas a cualquier cosa le calmarían las ganas de rajarle la garganta a la elfa.

"Bueno, eso ha subido de intensidad muy deprisa", pienso para mis adentros. Con intención de no molestar más, saco la daga de la pared.

- Disculpad a mi amigo. Ha tenido un día un poco raro.

Salgo hacia fuera, y camino hecho un basilisco hacia Daarken.

- ¡Se puede saber qué puñetas estás haciendo!- Le grito.- ¿Eres capaz de leer el tono de la habitación? ¿No ves que no es el momento de ponerse gallito? ¡Tienes que tranquilizarte!- Le increpo muy nervioso.- ¡Acaba de encontrar a su hermana! ¡Ten compasión! Toma, anda.- Le devuelvo la daga.- Guárdala para cuando haga falta. ¡Y compórtate como un profesional! ¡No como un loco! Tirar dagas a gente herida, cortarte caretas asquerosas... Queremos causar buena impresión. Vivial es el futuro de muchos acuerdos fantásticos con gente de mucho dinero, ¿entiendes? Si pareces un zumbado... No nos van a llamar más. ¡Así que no le tires cuchillos a gente que nos ha ayudado a menos que nos ataquen!

Al entrar al granero no prestó atención a los animales, sólo buscaba el origen del murmullo que estaba segura haber escuchado, moviendo el rostro de un lado a otro entre toda la estancia hasta que la encontró escondida entre la paja malherida.

Se adelantó a la posición de la elfa, ahora desmayada tras ver la máscara de Daarken, quién se había marchado enfadado haciendo una escena y de la que Jareth parecía encargarse, agradeciéndoselo mientras se agachaba para comprobar el estado de sus heridas.

No pudo evitar fijarse en la herida del costado, posiblemente la más grave de toda y la que le costaría la vida si no se daba prisa.

Acercó su bastón a esa zona con cuidado mientras que con su otra mano le retiraba el cabello del rostro con cierto cariño y mimo

El hechizo de sanación de Vivial hizo efecto sobre la elfa, mejorando la herida del costado, en unos segundos se cerró en gran parte y perdió toda señal de estar infectada, bajando el hinchazón y volviendo a un color más natural. Además Hannan dejó de sudar y su respiración se volvió más regular y tranquila. Había conseguido estabilizarla, pero aunque estaba fuera de peligro, no llegó a despertarse, necesitaba descansar y recuperarse.

Notaba su pulso firme mientras sujetaba el báculo contra la herida, apretando con fuerza al comprobar que estaba cerrándose poco a poco gracias a su magia. Tras terminar echó un último vistazo, palpando esta vez con los dedos que hubiera cicatrizado bien.

- Está estable.- Alzó el rostro para buscar a Lanaya, sonriéndole para bajar la preocupación que debía sentir.- Necesita descansar, debe estar exhausta.

Colocó la mano sobre el hombro de la elfa mientras se apartaba, imaginándose que querría estar a solas con su hermana, y dirigiéndose al exterior.

Hasta que no estuviera consciente no podrían saber qué había pasado.

Miro furibunda al elfo, me estoy arrepintiendo de haberlo salvado pero no tengo tiempo de eso ahora debo centrarme en mi hermana. No me gustaban nada las magas del circulo pero no podía menos de estar agradecida.

Muchas gracias, Digo apoyando con cuidado la cabeza de mi hermana en mis rodillas. Pero que la ha dejado así y donde esta el resto de su clan... Digo visiblemente preocupada.

Los gritos de un hombre en el exterior os alertaron. Parecía decir algo de una maldición en un tono desquiciado y desde luego no era ni Jareth ni Daarken.

Por si se podía tratar de alguien peligroso todas acudísteis a la entrada del granero para tratar de ver lo que ocurría.

Llegaron 2 hombres en un carromato tirado por un par de mulas, por sus ropajes no parecían más que 2 simples campesinos.
El que llevaba las riendas era un hombre cerca de los 40, corpulento y regordete, parecía bastante más aseado que su acompañante, llevaba el pelo y su poblada barba pelirroja bien recortados. A su lado iba sentado otro tipo algo mayor y bastante más desgarbado, ocultaba en parte su rostro bajo una capucha pero se podían apreciar que llevaba una barba canosa y poco cuidada.

 Apenas llegaron a la granja escuchásteis los gritos del segundo. - ¡¿Qué demonios ha pasado aquí?! - Se levantó del asiento y señaló a los cadáveres que habían en el suelo, junto al agujero que había a escavado Jareth. - ¡Haran, mira! ¡están todos muertos! ¡ES LA MALDICIÓN! - Se bajó del carro y corrió hasta los cadáveres. - Hasta los niños, Haran, ¡que Andraste nos proteja! - gimoteó.

En ese instante se dio cuenta de vuestra presencia y retrocedió asustado. - ¿Qui... quie...quiénes sois? - Su mirada se centró en Daarken. - Es... un elfo. - llegó hasta el carro y trató de buscar algo que pudiera usar de arma improvisada sin mucha fortuna. 

Antes de que la situación se pusiera más tensa intervino el pelirrojo, su voz era mucho más grave, como un bajo y hablaba con calma, en un tono mucho más agradable que el otro, parecía un hombre difícil de alterar. - Bertín, tranquilízate, en cualquier caso ellos son guerreros y tenemos todas las de perder, no hagas estupideces. - Bajó del carro y observó los cuerpos junto al agujero. - Tienen las mismas heridas que vimos en el ganado, estos hombres no han podido hacerlo.

- ¡LA MALDICIÓN! - repitió, el tal Bertín, casi desquiciado.

Haran negó lentamente con la cabeza. - Es una desgracia, una desgracia, eran una gran familia. - Volvió de nuevo la vista hacia vosotros, tras comprobar las palas y el agujero, dándose cuenta que Jareth estaba bastante cubierto de tierra. - ¿Estabais tratando de enterrarles? no sois malos hombres. - cogió una de las palas y os la extendió. - ¿Sois viajeros? se os ve cansados, si nos ayudáis a enterrarlos os acercaremos en el carro al pueblo.

Al parecer ninguno llegó a ver a las mujeres que se asomaron a la entrada del granero para tratar de ver lo que ocurría.

Echo una significativa mirada a mi élfico compañero. Luego miro al tal Bertín, que parece aterrorizado. Y por último, al pelirrojo.

- Soy Jareth. Este es Daarken. Estaba enterrando a los pobres desgraciados.- Entrecierro los ojos.- A mí me suena bien lo del carro y el pueblo, pero me habéis dejado un poco... confuso con lo de la maldición. ¿De qué habla este valiente?

-Mucho confías en alguien que acabas de conocer, pero en lo que concierne al trabajo llevas razón, siento que esa elfa hiciera que ardiera mi sangre, aún así, sabes muy bien que si hubiera querido, la daga estaría clavada en su cabeza, solo fue un aviso para que tuviera en cuenta antes de volver a amenazarme con dispararme.

Daarken sabia que Jareth tenia toda la razón del mundo, pero cuando el elfo se enfadaba, la poca cordura que poseía se esfumaba, podía tomarse casi todo a broma o disimularlo sutilmente, pero las amenazas directas era algo que no podía tolerar.

Tras la charla con Jareth, el elfo volvió a cargar su ballesta, esta vez quería acertar en la parte superior izquierda de la puerta de la casa, pero el ruido de un carromato le distrajo, al girarse vio a 2 hombres, uno de ellos parecía asustado al verle, claro que eso podía ser debido a que sin darse cuenta estaba apuntando con la ballesta cargada hacía el carromato.

-¡Uy! Que despiste...- Dijo echándose la ballesta al hombro.

Mientras escuchaba todo lo que decían "atentamente", decidió sentarse con las piernas entre cruzadas en el suelo, quitar el virote de la ballesta, cargarla con una piedra y disparar hacía arriba para observar cuanto conseguía elevarse. Era mucho mas entretenido que escuchar a un simplón repetir una y otra vez: "¡La maldición! ¡La maldición!".

Tras la presentación típica de Jareth, decidió incorporarse y colgarse la ballesta, la idea de ir a un pueblo le seducía, hacía tiempo que quería visitar a un herrero, pero si no era por que no tenía dinero, era por que no encontraba ninguno que fuera decente para el trabajo que el deseaba.

-¿Así que solo tenemos que enterrar a todos estos para que nos llevéis no? ¿Crees que las mulas podrían tirar con 2 personas mas? Tenemos a 2 buenas amigas dentro de este cobertizo auxiliando a una elfa, pero en cuanto terminen de eso y nosotros de enterrar cuerpos, seria un placer que nos llevaseis hacia el pueblo. -Dijo con una sonrisa en la cara muy propia de el...cuando quería algo que necesitaba.

Alertada por los ruidos del exterior, pensando que podrían estar bajo otro ataque que pusiera al resto en peligro o que un nuevo superviviente hubiera aparecido salió prácticamente corriendo, hasta que vio a los dos hombres campesinos.

Agradecida a Andraste de que fuera una falsa alarma por la tranquilidad que mostraban los hombres, acercándose a ellos y disminuyendo el paso hasta que se puso su altura. Escuchó el miedo de uno de ellos hacia Daarken, extrañada que el elfo no respondiera con alguna puya de las que estaba empezando acostumbrarse. Sin embargo decidió no comentar su situación mágica temiendo que también reaccionara de la misma forma por ella.

Miró a Jareth, comunicándole con un mensaje mudo a través de una sonrisa que la herida del cobertizo estaba solucionada, al menos por el momento. Después se mantuvo en un segundo plano, dejando que los hombres llevaran la conversación mientras se posicionaba detrás de ellos con las manos unidas en el regazo.

Solo intervendría si lo viera necesario.

Haran negó con la cabeza a la pregunta de Jareth. - Son rumores que corren por el pueblo, creen que son los elfos dalishanos los que han hecho esto, dicen que sus dioses nos han maldecido. - Se giró para cargar la pala, ampliando en agujero en el terreno. - Es una historia complicada. - Finiquitó, era evidente que prefería no hablar de ello. - Vamos, si ponemos todos de nuestra parte antes llegaremos al pueblo.

Sin dejar de trabajar respondió a la pregunta de Daarken. - Claro, en cualquier caso también está el caballo de los Fuldor. Que por otro lado no deberíamos dejarlos aquí solos. - Señaló a las chicas. - Si sois tan amables, deben haber riendas o en el cobertizo o en granero usadlos para atarlos a alguna parte del carro y que puedan seguirnos, en mi establo hay hueco para ellos. - Por sus ropajes parecía un hombre sencillo pero mostraba bastantes dotes organizativas y de liderazgo.

Aunando fuerzas consiguieron enterrar los cadáveres y dejar bien atados los animales a los tablones posteriores del carro. Bertín por su parte no hizo gran cosa aparte de no perder de vista a Daarken y Lanaya,  a cada paso que daba cualquiera de ellos, les seguía con una mirada nerviosa.

Cuando sacaron a Hannan del granero y la subieron con cuidado al carro aún inconsciente, Bertín explotó, comenzó a gritar directamente hacia Haran:
- ¡Vas a ayudar a los elfos! ¡Después de todo lo que nos han hecho!
- Solo es una chiquilla y está muy herida, si la dejamos aquí podría morir. - Respondió con cierto cansancio.
- No es una buena idea, Haran. - Suplicó, mirandoos de reojo, estaba claro que trataba de morderse la lengua. 
- Es mi carro y he decidido llevarles, si no te gusta, eres libre de volver andando. - Sentenció Haran y dio por terminada la discusión subiéndose al carro y cogiendo las riendas. - Subid, nos vamos.

Bertín enmudeció y se sentó dócilmente a su lado. En cuanto os subísteis todos en la zona de carga arreó a las mulas y marchasteis rumbo a Vintiver.
 

- CAMBIO DE ESCENA -