El traqueteo de la cápsula de desembarco, la antesala a una batalla. Esa sensación tenía un extraño efecto relajante en Elyas; docenas de veces había subido a una cápsula, y siempre había sentido lo mismo. Instantes de calma, de preparación, e incluso de reflexión, acompañados por el rítmico traqueteo de la cápsula entrando en la atmósfera del planeta de destino. Se limitó a cerrar los ojos, cruzar las manos, y sumirse en una oración silenciosa. Toda batalla podría ser la última.
Sepheram había acudido junto con los otros tres astartes hasta la bahía en que dormían las cásulas de emergencia.
En el trayecto, varios de los tripulantes de la nave habían sido recogidos y arengados por el hermano Lucian y Skold, para que salvaran sus miserables vidas. Sepheram se cuidó mucho de cuestionar el juicio de sus hermanos, principalmente por respeto. Aquellos humanos, siervos del Emperador, eran prescindibles. Si tenían que morir para que ellos, la mano armada del sacrosanto Trono de Terra, pervivieran y completaran su misión, así sería. El mismo los condenaría a una honorable muerte en la nave si era necesario, ya que sabía que a los otros tres les reconcomerían las dudas.
Un astartes era, ni más ni menos que un arma del Dios Emperador. Si tenían que morir para completar una misión, o para salvar al resto de sus hermanos lo harían. Como siempre lo habían hecho. OCmo siempre harían.
Que los patéticos hombrecillos que tripulaban la nave pretendieran estar por encima de aquel órden antural no era sino una herejía.
Por fortuna, la decisión pudo evitarse, había cápsulas de salvamento suficientes.
En la inmensidad del espacio, viendo cómo las kraken desgajaban la fragata en trocitos diminutos y digeribles, Sepheram agradecó que al menos el capitán, o quienquiera que hubiera quedado al mando del puente, hubiera comprendido lo crucial de su labor. Su sacrificio sería recordado, aunque fuera su deber.
...Far hjælpe os i tvivl, give os styrke og vores sjæle forsoning...
Skold recita uno tras otro los versos aprendidos en su iniciación como Lobo Espacial, símbolos de la unidad de la manada y alabanzas al gran Russ.
No presta atención como sus compañeros a lo que se observa por las escotillas, no es relevante, ya quedó atrás, nada que hacer. Se congratula pensando que quizá parte de la tripulación ha conseguido salvarse, pero no se engaña con respecto al destino de la mayoría.
Es una verdadera lástima lo de la tripulación compañeros, pero hemos venido hasta aquí conscientes del peligro, para cumplir la voluntad del Emperador. Y eso es lo que haremos, no me cabe duda. Es todo un placer servir con ustedes camaradas, todo un honor. A partir de ahora demostremos lo que significa ser un Astarte.
Como dicen en Fenris, ikke alt, der begynder dårligt ender dårligt. No todo lo que mal empieza mal acaba.