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"No hay que abandonar el sendero"

Lindar y los elfos conducen a la caravana hasta el lugar donde el arroyo Encantado cruza el sendero Elfo. Lo hacen en bote, y así los ponis se ven temporalmente liberados de su carga; los elfos os avisan que bajo ningún concepto deben beber del arroyo. Una vez firmemente asentados sus pies en el camino, Lindar os desea buena suerte y se desvanece entre las sombras de los árboles juntos a sus compañeros. La compañía, Baldor, Belgo y los ponis os encontráis ahora a solas, y todos os enfrentáis a un largo viaje.

La ruta la tenéis clara: debéis seguir el sendero Elfo casi a través de todo el bosque Negro. El camino desde el arroyo Encantado hasta la puerta del Bosque es de unos 260 kilómetros, por lo que os enfrentaréis a un viaje que bien podría duraros un mes en el mejor de los casos.

Beli distribuyó una parte de su carga en las grupas de los ponis, después de todo la mercancía de Baldor no era tan pesada y el viaje era lo bastante largo como para que cualquier ayuda fuera de agradecer. Después agarró las riendas del poni que encabezaba la marcha y comenzó a caminar buscando el camino más fácil para guiarlo.

- ¿Me lo parece a mi, maese Trotter, o en este viaje me dará tiempo a aprender esas tonadas de La Comarca a las que vuestro amigo Glóin es tan aficcionado?,  comentó el enano jocosamente, bien sabía que no demoraría mucho tiempo antes de que Trotter comenzase a silbar o tararear alguna de aquellas melodías.

La estancia en el salón del Elfo fue efímera pero fructífera, la comida de los elfos siempre era excepcionalmente sabrosa y sus frutas las más dulces. El paladar montañoso del beórnida acostumbraba a tomar lo que encontraba, de modo que las invitaciones más lujosas avivaban fuertemente su gula y lo anotaba en su mente como experiencias únicas.

El paseo en el sendero elfo comenzó alegre, diferente a la mitad anterior. Reconocía estos colores bordados en luz solar. La claridad fue un alivio para el grupo y los ponis, pero también podría ser un foco de peligro al exponerse a la distancia.

—Baldor, amigo, este lugar está muy tranquilo. Me alegro de que haga buen tiempo. El viaje será más llevadero si continuamos a este ritmo.

Tras una estancia en los salones ocupada más en vigilar que sus compañeros no se internaran en zonas prohibidas que disfrutar de una breve estancia en el hogar, el viaje por los hayedos bajo los rayos de sol que se filtraban entre el dosel de árboles o adivinando entre las hojas el titilar de las estrellas por las noches fue placentero. Era un testimonio de la tranquilidad y la exuberancia del ya perdido Bosque Verde. Pero Caranthir sabía que eso era sólo un espejismo; el resto del camino lo harían en la oscuridad y acosados por el peligro.

Por eso, una vez salvado el arroyo de aguas negras, el elfo se puso alerta y, apenas Lindar y los otros elfos se hubieron perdido de vista, no dudó en sacar su lado más agorero, especialmente a la vista de la frivolidad con que Beli creía que se tomaría durante el viaje. Y, sobre todo, porque le parecía que sus compañeros no le habían prestado mucho atención días atrás, durante la bienvenida en los salones del bosque.

- Escuchadme bien. En cuanto crucemos las fronteras del reino del bosque, estaremos en peligro. Más allá de nuestra influencia, los poderes del Enemigo han corrompido el bosque. El Bosque Negro aun conserva muchos de sus portentos y misterios, pero guarda aun más peligros. Si perdemos el sendero, posiblemente deambularemos por la floresta hasta desfallecer por el hambre y la sed. Las criaturas de la Sombra también se pasean como si el bosque les perteneciera, y de todas ellas, la prole de Ungoliant es la peor. Procurad no tocar las telas que tejen por doquier; eso las alertaría. Y tened presente que poco de lo que crece en el bosque es comestible, corrupto como está por el Enemigo. Vigilad la munición y no la desperdiciéis con cualquier animal. Y la luz no es una aliada en la negrura del Bosque Negro; al contrario, atraerá molestas falenas y cosas mucho más peligrosas. No estoy exagerando. Seguid mis indicaciones y, con suerte, atravesaremos el bosque. Ignoradlas y pereceremos.

Y confiaba en que, esta vez, le hicieran más caso que en los salones y no empezasen a juzgar la situación según sus veleidades y a cometer imprudencias que podrían ser fatales. Se aseguró su mochila a los hombros, sujetó la lanza como si de un bastón se tratase, golpeó suavemente una losa del sendero y echó una mirada inquisitiva a los ramas de los árboles y la maleza que les rodeaba. No sería la última vez que haría tal gesto en aquel viaje.

No salirse del camino. Las indicaciones de los elfos, matizadas y enfatizadas por el celo de Caranthir, no debían ser difíciles de seguir.
Como en la incursión anterior al bosque, Beli se ofreció para guiar al grupo, y Trotter accedió encantado a seguir sus indicaciones. Él por su parte asumiría la misma tarea de buscar rastros que tuvo en la búsqueda de los enanos, cuidando de no perder atención a las inmediaciones; la experiencia con la terrible planta ahogadora había quedado marcada a fuego en su memoria y le sirvió para no subestimar las palabras de precaución de su compañero elfo hacia la tenebrosa floresta.

Caminar por el sendero Elfo parece influir en rebajar de alguna forma el cansancio del viaje ya que el bosque no oscurece tanto vuestros corazones en la misma medida que si lo abandonarais, ya conocéis esa sensación. Aún así, separarse de la luz del sol y del aire fresco durante tanto tiempo será sin duda una dura prueba para toda la compañía. La oscuridad del bosque, así mismo, supone un gran peso sobre vuestro espíritu, no obstante tenéis bien presente que estáis atravesando tierras salvajes.

Si bien las partes auténticamente peligrosas, tal y como bien sabe Caranthir, se encuentran en el sur, en el propio corazón del bosque Negro y en los alrededores de Dol Guldur, no por eso significa que recorrer el bosque Negro septentrional vaya a ser un apacible paseo.

Los días se suceden uno tras otro, en los que podéis hablar entre vosotros y conocer algo mejor al comerciante y su hijo. Podéis ver que Baldor, pese a esa edad que parece hacer que el viaje le canse más que al resto, permanece preocupado de todo, en especial de Belgo. El pequeño por su parte, intenta cuidar con esmero de los ponis, preocupándose de que coman, beban y descansen todo lo adecuadamente posible que permite el viaje.

Las agoreras palabras de Caranthir no lograron minar el ánimo del voluntarioso enano de Erebor. Tras media estación descansando en Esgaroth su espíritu aventurero le pedía nuevos retos y estaba más que contento de la oportunidad que les había surgido de acompañar a Baldor y al joven Belgo y de disfrutar el viaje con sus camaradas.

Con ese buen estado de ánimo y parte de sus pertenencias a grupa de los ponis, Beli apenas había sentido el cansancio de la marcha en aquel inicio de viaje. Marchaba al frente, guiando la marcha y tomando las riendas del poni de cabeza cuando el camino se estrechaba y era necesario guiar a las bestias.

Viajar en canoa o a bordo de una almadía era una forma bastante más descansada de viajar. Caranthir lo había comprobado durante la búsqueda de los emisarios desaparecidos y, en menor medida, al remontar el Río del Bosque. Pero, privados de aquellas comodidades, el viaje a pie pronto resultó ser muy distinto. Quizás era la atmósfera opresiva del bosque o sólo una falta de costumbre, pero el elfo encontraba que las más de las veces resultaba difícil seguir el paso. Las piernas parecían pesar un tonelada y dar el siguiente paso exigía un esfuerzo que se antojaba imposible; por no mencionar la dificultad para respirar. Pareciera como si el bosque agotase el aire a su alrededor, y con cada bocanada apenas alcanzase a inhalar el que necesitaba.

Pese a que el camino que se internaba en el bosque no lo hiciera según los elfos por las zonas más conflictivas, la espesura continuaba pesando sobre las cabezas de los compañeros y ejerciendo su presión invisible. Trotter estaba muy motivado por el viaje, por lo que pese a las dificultades mantuvo un espíritu alegre, tratando de aliviar el peso que sus compañeros estaban sintiendo con cada paso.

- Te echaré una mano - dijo Frida, ofreciéndose a ayudar a Beran con las tareas de caza, pues sabía que, quedándoles todavía tantos días de viaje, las raciones que llevaban con ellos no tardarían en agotarse.

Después, comenzó a caminar en silencio detrás de Beli, preocupada por el consejo dado por Lindar y por las agoreras palabras de Caranthir. Nunca había estado en esta zona del bosque, y temía que la atmósfera asfixiante del mismo la afectase más de lo debido, por no mencionar las criaturas que su compañero de puntiagudas orejas había nombrado. Sabía que un combate podía provocar que algún miembro de la compañía saliera gravemente herido, lo que les retrasaría a la hora de viajar, y les convertiría a todos en una presa mucho más fácil.

Beran avanza con firmeza por el sendero Elfo, consciente de las sombras que acechan. El beórnida no subestima los peligros y recuerda la advertencia de Caranthir durante el viaje. Observó en silencio las interacciones del grupo y si tuvo que comunicarse lo hizo con señas, a modo de no hacer excesivo ruido. En algún momento durante el viaje, Beran se acerca a los ponis y comparte algunas palabras tranquilizadoras con Belgo, manteniendo su instinto protector.

Beli avanza con paso seguro, como es él, encabezando la marcha de la compañía a lo largo del sendero. No muy lejos de él siempre suele andar Trotter, atento a las señales del terreno. Beran y Frida son los que viajan más cerca de la caravana, en torno a los ponis, casi abrazándolos uno por cada extremo, mientras que Caranthir cierra la marcha siempre atento a cualquier ruido o movimiento extraño en el camino.

Aunque el paisaje que atraviesa la compañía es, a su manera, hermoso, en ningún momento parece dejar de pesar sobre él aquella atmósfera opresiva del bosque Negro que todos, salvo Frida, tanto recuerdan de la primavera pasada. Por suerte, el viaje progresa sin mayores peligros, lo que les permite incluso disfrutar de él.

Con los días, Baldor se abre a vosotros y poco a poco llegáis a conocer algo más de su vida. Entre descanso y descanso, ya que durante el camino no es muy propenso a hablar, os comenta que en su día fue un rico mercader de la ciudad del Lago, pero que perdió gran parte de sus posesiones cuando el dragón cayó sobre la ciudad. En una ocasión que Belgo se encontraba ocupándose de los ponis, y con un gesto de dolor en su rostro, os relata que en ese ataque no perdió sólo su fortuna, sino que su mujer, Halla, también pereció; sólo fue capaz de sacar a su hijo de entre las llamas, pero no pudo encontrar a su esposa. Con  frustración confiesa que mientras otros han encontrado la prosperidad en los años posteriores a la Batalla de los Cinco ejércitos, él no ha tenido tanta suerte, pero que aún no se ha rendido y, aunque se trasladó a Valle cuando empezó la reconstrucción, aún tiene que reconstruir su antigua fortuna.

En aquellos momentos que Beran pasa más próximo a Belgo, charlando con él, descubre que este porta un talismán alrededor de su cuello. Al darse cuenta de que se le quedaba mirando, comparte con él que es un recuerdo de su desaparecida madre. Te das cuenta de que habla con ella con añoranza, aunque reconoce con claro pesar que guarda menos recuerdos de los que desearía acerca de ella.