Partida Rol por web

"...y de todas ellas, la prole de Ungoliant es la peor"

Continuáis la marcha a través del sendero Elfo a buen ritmo pese a que los estragos del viaje no pasan de lejos para la compañía. Trotter parece encontrar un lugar excelente para pasar la noche, donde el camino se abre a un claro del bosque agradable y cubierto de césped, con un arroyo cristalino de agua transparente corriendo junto al borde. Caranthir reconoce este lugar inmediatamente como uno de los salones de fiestas al aire libre del rey Elfo, aunque éste en particular hace muchos años que ya no se usa.

Mientras caminaban, Beran observó en silencio a Baldor mientras comparte la historia de su pérdida. El dolor del mercader lo sintió como propio y le hizo recordar las adversidades que también él se enfrentó en las Montañas. Después, durante los momentos más cercanos a Belgo, notó que el muchacho portaba en su cuello un tesoro más valioso que muchas fortunas; decidió entonces compartir con él algunas historias de cuando era niño.

Llegado al arroyo cristalino en donde pasarían la noche, el beórnida se dirigió a su compañera:

—Frida, si quieres puedes acompañarme en el primer turno, mientras Caranthir descansa. Continuaré con él en el siguiente turno y después relevaré en Beli —Beran mira a los demás buscando su acuerdo con los turnos de guardia.

El lugar que habían encontrado para pasar la noche era como un pequeño paraíso dentro del opresivo ambiente del bosque negro. Trotter sintió que el ánimo de la compañía, pesaroso después de los largos días en la espesura, se aligeró cuando se asentaron junto al arroyuelo de aguas limpias en la pradera. Se dirigió hacia Beli. - Este parece un lugar propicio para un pequeño concierto de mandolina y violín, maese enano. - Giró su cabeza hacia Caranthir, el más precavido del grupo, como solicitándole su permiso. - Un lugar así debe ser seguro, y un pequeño concierto subirá el ánimo del grupo... ¿Podemos?

Cuando llegó el momento de asignar turnos de guardia Beran los organizó rápidamente. - Entiendo entonces que haremos cuatro turnos, y yo me quedaré en el último, ¿verdad?

Nada más le hubiera gustado al elfo que dejar caer su mochila y sentarse a descansar sobre la hierba cuidadosamente del prado destinado a alojar fiestas y banquetes al aire libre. Pero era consciente del peligro que suponía alejarse mucho del Sendero, así que dejó una hilera de astillas de rama y palos clavados en el suelo, para indicar la dirección en que dejaban el camino.

Ya se disponía, ahora sí, a darse un merecido descanso cuando Trotter sugirió un concierto.

- Lugares como éste están protegidos por encantamientos que impiden que el mal penetre en ellos. - Hizo un gesto con el brazo para señalar y abarcar la espesura que les rodeaba. - Pero no evitan que, desde el linde, criaturas malignas no puedan acecharnos ni atacarnos cuando abandonemos esta zona. Así que lo siento, maese Trotter, pero nuestra mejor garantía de concluir este viaje es hacer nuestra presencia lo menos conocida posible. Tal vez el señor Bolsón no te lo ha contado, pero cuando la compañía de Thorin Escudo de Roble atravesó el Bosque Negro, montó tal escándalo que alertaron a todas la criaturas en varias millas a la redonda. Y estaban en un lugar parecido a éste.

Con esta explicación esperaba dejar claro que, por bueno que fuera para la moral, la idea del concierto era mala para la seguridad del viaje.

- Si este es un salón de fiestas seguro que las criaturas del bosque están más que habituadas a escuchar músicas y cantos, salvo que tengamos una idea muy diferente de lo que es una fiesta... , comenzó a reclamar un contrariado Beli, aunque finalmente claudicó al pedido del elfo de dejar de lado las canciones e instrumentos- pero sea, espero que al menos nos dejéis encender una hoguera para calentarnos la comida y si alguna criatura nos ataca que al menos me encuentre con buen ánimo y el estómago lleno, del resto ya me encargaré yo.

El enano asintió al reparto de turnos, lo importante en un viaje tan largo como aquel era que todos pudieran descansar al menos cinco o seis horas por día, para evitar de algún modo que el cansancio se fuera acumulando en sus cuerpos.

- Podéis descansar tranquilo, maese Tortter, os despertaré cuando acabe mi turno, ¿quién sabe?, si tenéis suerte tal vez hasta encontréis que os he dejado una pipa armada junto al fuego..., dijo guiñando un ojo pícaro al hobbit.

Que Baldor se hubiera sincerado en algunos momentos del viaje, contándoles la trágica perdida de su esposa, hizo que Frida empatizara con el comerciante a un nivel realmente profundo, pues, desgraciadamente, ella había vivido también el horror provocado por el ataque del dragón, y aún recordaba como toda la ciudad, construida en su mayoría con madera, había ardido por completo en cuestión de segundos, convirtiéndose en un auténtico infierno. Muchas vidas se perdieron durante aquel ataque, y muchas más se hubieran perdido si el Rey Bardo no hubiera acabado con Smaug con aquel certero disparo.

- Estaré encantada de realizar la primera guardia contigo - respondió la joven a la propuesta del Beornida, mientras depositaba sus pertenencias en el suelo del claro, y echaba una rápida ojeada a su alrededor para intentar identificar los puntos débiles del lugar que habían escogido para descansar - Y aunque me hubiera gustado poder presenciar el concierto de mandolina y violín, e incluso poder unirme con mi ocarina- continuó diciendo, mirando esta vez al hobbit y al enano - creo que Caranthir tiene razón. No nos conviene llamar la atención. No sabemos a que, o a quiénes, podemos atraer con nuestra música -

Con el consejo siempre cauto de Caranthir, la compañía procede a montar el campamento y a repartir los turnos de guardia como cada noche desde que comenzasteis vuestro viaje a través del sendero. Como es habitual, tanto Baldor como su hijo ayudan en todo lo que está en su mano y, sobre todo este último, se ofrece para cuidar de los ponis. Quizá la noche no pueda amenizarse con canciones, pero al menos tratáis de asegurar vuestro paso a través del bosque.

Los primeros en permanecer atentos mientras el resto descansa son Beran y Frida...

El primer turno de guardia parece transcurrir sin sobresaltos. El bosque parece en calma pese a que sabéis que el peligro podría rondar prácticamente detrás de cada árbol bañado por la sombra de sus altas ramas. Llegado el momento, Frida se acerca a Caranthir para avisarle que le toca relevarla y así el elfo se une al beórnida en las tareas de vigilancia del campamento...

Frida despierta a Caranthir para que le haga el relevo, uniéndose a Beran en las tareas de vigilancia mientras esta se toma su también merecido descanso junto a los demás. Parece que el primer turno ha transcurrido sin ninguna sorpresa para tranquilidad de la compañía.

Durante esta nueva guardia, en un momento Baldor se despierta y le veis salir de su saco de dormir para acercarse a vosotros medio dormido. 

- Malditas pesadillas - os comenta con un tono bajo para no despertar al resto - Espero que Belgo al menos pueda descansar todo lo que no está haciendo su padre - se frota los soñolientos ojos - Necesito refrescarme un poco, a ver si así concilio mejor el sueño. Ahora mismo vuelvo.

El hecho de pernoctar en un claro dedicado a festividades no animaba a Caranthir a bajar la guardia. Si las cosas fueran distintas, si aquel lugar fuera aun el Bosque Verde, su ánimo seguramente mejoraría mucho. El concierto que quería dar el hobbit, tumbarse en el césped y contemplar las joyas de Elbereth contra el azul marino del cielo entre las ramas, tener un festín al amor de una hoguera entre risas,...

Pero no era así, y el elfo barría con sus ojos los límites del claro, con el resto de sus sentidos alerta. Sólo en el momento en que vio movimiento apartó la mirada pero pronto retornó a su vigilancia; sólo era Baldor.

- No abandones el claro; es lo más seguro y, de ese modo, podemos verte y comprobar que necesites ayuda o no. - Le parecía a Caranthir que redundar en sus consejos no estaba de más en un sitio como el Bosque Negro. - Y sería conveniente que uses agua de las provisiones; los manantiales del Bosque Negro no son de fiar.

Puede que el agua cristalina del arroyo en el linde mismo del claro pareciera muy distinta de la oscura corriente del río encantado pero, en el fondo, podía estar igual de encantada. Y como no había forma de saberlo, lo más seguro era no arriesgarse con ninguna de las dos.

El arroyo que tenían de frente podía ser cristalino al ocaso, pero de madrugada se veía tan negro como el bosque. Considerando el lugar en donde se encontraban sería un error hacer movimientos que llamen a los depredadores nocturnos. Incluso en unas aguas pacíficas como las del Lago Espejo se corría el riesgo de sorprenderse en un descuido.

—Escuchad a nuestro vigía y bebed de las cantimploras —dijo, apoyando la sugerencia de Caranthir—. Por la mañana herviremos agua del arroyo y tendremos para el resto del viaje.

Si todo se mantiene tranquilo, pronto su turno finalizaría y podría descansar.

En su adormecimiento, Baldor continúa avanzando hacia el arroyo casi como si no hubiera escuchado las sabias palabras de advertencia de Caranthir, corroboradas así mismo por Beran. Por suerte el elfo se adelantó a sus movimientos y sólo su rápida y precavida intervención pudo evitar que el mercader terminara bebiendo de aquellas cristalinas aguas.

- ¿Eh? ¿Qué? - dice Baldor aún ligeramente confuso - Ah, el agua... cierto, cierto. Disculpad, no sé en qué estaba pensando. Gracias - termina casi con un tono arrepentido y avergonzado.

Tras el breve susto, regresa al centro del campamento en el claro para tomar algo de agua, ahora sí, de uno de los pellejos de las provisiones. Después coloca la manta mejor a su hijo, que se había desarropado parcialmente en algún momento de la noche, antes de regresar a su saco para continuar el descanso.

Llegado el momento, es el propio Beran el que también se dispone por fin a dormir tras despertar a Beli para que le releve en la guardia.

Beli es despertado por Beran cuando llega su turno de unirse a la vigilancia nocturna, como después lo haría también el propio enano con Trotter para la última guardia en las horas finales de la noche.

Todos se levantan habiendo descansado en la medida de lo posible habiendo pasado otra noche más sin mayores sobresaltos y, tras el desayuno, comenzáis a recoger el campamento para continuar el largo viaje una vez más...

El nuevo día comenzó con buenos ojos para el beórnida. Había dormido poco, pero despertar en un claro acariciado por la magia de los elfos siempre era reconfortante. Aunque hacía mucho que no utilizaban esta zona del bosque, se sentía tranquilo como si todavía hubiese actividad.

—¡Ahora sí, Baldor! ¡Ahora puedes refrescarte, la luz del día permite ver el fondo de ese arroyo cristalino!

Beran se acercó a llenar las garrafas y refrescarse el rostro antes de partir. Si el viaje era duro, al menos no se quedarían sedientos.

Aunque no se les hubiera permitido cantar y festejar, el luminoso claro era reconfortante. Se notaba la mano élfica que había domesticado aquella parte del bosque y aún permanecía en ella.

Tras un merecido desayuno de primera mañana se preparó para iniciar de nuevo la ruta y fue buscando indicios del sendero a seguir. El camino era claro y no había forma de perderse, por el momento.

La noche había transcurrido sin mayores incidentes y la compañía había podido descansar y reponer fuerzas. Al despertar Beli se había dedicado a avivar con una ramita los rescoldos del fuego de la noche anterior para proceder a freírse unos huevos con bacon de los que dio cuenta en la propia sartén.

- En general, la regla de cualquier viaje largo es tomárselo con tranquilidad e intentar disfrutar del camino, si me permitís el consejo. Si estáis demasiado ansioso por llegar, acabarás cometiendo errores y, en todo caso, vuestro cuerpo y vuestra mente se sentirán cada vez más cansados.

Beli seguía dándole vueltas al asunto de cantar, no solo era bueno para la moral, si no que también mantenía la mente ocupada y evitaba que vagase por lugares sombríos. Sin más palabas el enano acabó sus huevos con bacon y limpió la olla con un paño.

Con las luces del nuevo día, y con el refresco de una noche de descanso en un lugar relativamente seguro, la comitiva estaba lista de nuevo para retomar el viaje tras un frugal refrigerio. Caranthir se acomodaba su carga sobre sus hombros, de forma que el peso se distribuyese de forma que le estorbase lo menos posible durante la marcha.

- No rellenéis cantimploras en ningún caudal de agua del Bosque, ni bebáis de ellos. Por vuestra seguridad, asumid que el agua que os encontréis de aquí hasta alcanzar el linde occidental es peligrosa de algún modo. - El elfo se apresuró a apuntar aquella medida, aunque sin alarmarse, cuando el beórnida sugirió alegremente a Baldor que se refrescara en el arroyo del claro. - Maese Beli, dudo que ese consejo sea útil en túneles infestados de trasgos como en una travesía del Bosque Negro.

No dejaba de ser curioso la rapidez con que algunos de los miembros de la compañía insistían en querer convertir aquella expedición en una suerte de paseo por el campo o merienda campestre, ignorando consciente o inconscientemente los peligros del Bosque. Caranthir supuso que sería por la razón de vivir fuera de la floresta o por bucólicas ideas preconcebidas sobre cómo era la vida en un bosque. Pero el Bosque Verde ya no era lo que fue en un pasado distante; ahora se había convertido en el Bosque Negro, un lugar lleno de riesgos potenciales.

El viaje prosigue sin contratiempos para la compañía y eso crea una especie de seguridad en la mayoría de ellos, pues muchos y oscuros son los peligros que acechan en el bosque Negro y quizá sólo la suerte está haciendo que ninguno os haya atrapado aún. Sólo Caranthir parece ser consciente de ello y es por eso que la carga de la responsabilidad se ceba en él, haciendo que cada día que pase sea aún más duro que el anterior.

También notáis que se ha creado una cierta distancia entre Baldor y su hijo Belgo, al fin y al cabo la travesía a través de la oscuridad del bosque no es algo que deje indiferente a nadie. El pequeño se ha vuelto algo más callado y en lugar de disfrutar de esos momentos de charla con vosotros o dedicarse alegre a cuidar de los ponis, pasa cada vez más tiempo jugueteando con el amuleto que luce en su cuello.