Partida Rol por web

—Hermano Adso, tened por seguro que realizaré una generosa donación en vuestro nombre al templo de Morr tan pronto como caiga en mis manos una herencia que espero recuperar muy pronto —le aseguro con convicción, consciente de que conviene tener complacidos a los dioses que nos son benévolos—. A propósito, ¿no habréis oído hablar de la notaría de los señores Lock, Stöck y Barl, verdad? Hasta ahora nadie ha sabido decirnos cómo llegar a la calle Garten Weg, donde supuestamente tienen sus oficinas. Ni siquiera dónde se encuentra la Imprenta Shultz, en la que estos ilustres hombres acostumbran a hacer encargos. ¿Tantas notarías e imprentas hay en Bögenhafen?

Comienzo a temerme que la nota que encontramos fuera una falsificación y que hayamos venido hasta aquí para nada.

- La imprenta Shultz es la única que hay en Bögenhafen desde que el señor Frassenberg cerró la suya y los Shultz absorbieron la imprenta Werner. - Comentó el bueno de Adso. - La imprenta Shultz está en la calle Fuhrlonhstrasse. - Desveló. - No está muy lejos de aquí. Puedo acompañarles. - Se ofreció. - En cambio, no conozco la notaría que mencionáis. ¿Están ustedes seguros de que es en Bögenhafen? Porqué tampoco conozco esa calle. - Hizo una breve pausa para pensar.  -  ¿La calle Garten Weg? No, no la conozco...

—¡Por fin una buena noticia! —exclamo, recobrando algo de la esperanza perdida hasta el momento— Os estaría verdaderamente agradecido si nos indicarais como llegar hasta la imprenta y aún más si nos acompañaseis hasta allí. Es la primera vez que visito Shultz tenga registros de sus clientes y pueda indicarme cómo ponerme en contacto con ellos si la dirección que yo tengo es errónea o está desactualizada.

Miro significativamente a mis compañeros, confiando en que se ofrezcan a acompañarme. No es que dude de la buena voluntad de un desconocido que acaba de salvarme de un horrible goblin pero... Cuantos más seamos, menos posibilidades de caer en una emboscada.

Mi deje hacer mientras observaba la penetrante sinceridad de Gunther y trate de hacer una sonrisa sintiendome extraña mientras alborataba mi cabello, de ser otro me hubiese apartado pero en mi mente solo se cocia la imagen de un Gunther aplastandome.

Senti un escalofrio que no sabia si era agradable o no.

Afotunadamente Clancy ya habia hecho un nuevo amigo y nos disponiamos a continuar nuestra visita a la ciudad con asuntos menos banales.

- Todo bien Gunther. Y sonrei. - No creo que te hayas hecho daño no?

A nadie le importaba el pobre de Alder, aunque de seguro habia caido confortablemente sobre mi. 

- Puedo sanarte si es necesario... Entonces hice un ademan para tocarle y rapidamente retire la mano visiblemente avergonzada.

- Adso, Adso, mucho gusto soy Gemme... Dije rapidamente para cambiar el tema y acercarme al joven salvador de las causas sin remedio en la personificacion de Clancy,

- Luego podria indicarme como llegar al templo de Sigmar? Debo pasar por alli en algun momento.

Por lo pronto seguiria a aquel hombre para cumplir la encomienda de Chester y su compañero.

Rió ante la idea de haberse hecho daño con una caida como esa y meneó la cabeza - Solo el orgullo, y ese no importa, - sonrió y se encogió de hombros - cuerpo de Gunther duro como piedra, no me duele. - dijo el chico sin notar gesto de Gemme.

Cuando ella se acercó a Chester y al monje que había hecho su trabajo, el se acercó también al grupo, y echó una mirada a Alder para ver si se les unía. - Soy Gunther - se presentó a Alder - Buena atrapada. - dijo palmeando el hombro del monje.

- Si, claro. - Dijo Adso. - Puedo llevarles hasta la imprenta, claro. - Respondió. - Y si, claro que hay un templo de Sigmar en Bögenhafen. - Sonrió el joven de Nuln. - ¿En qué ciudad imperial que merezca el título de ciudad, no hay uno? - Bromeó.

Acto seguido les guío hasta la imprenta Shultz está en la calle Fuhrlonhstrasse. Se trataba de un edificio de tres plantas que hacía esquina, todas ellas propiedad del señor Schultz. Friedman ponía el trabajo y la maquinaria. El edificio estaba en muy buen estado de conservación, un cartel enorme rezaba el nombre del negocio y una pequeña cola de clientes aguardaba su turno. Fuera como fuera, habían llegado al lugar donde podían empezar a aclarar el extraño asunto de la herencia, que no era poco.

En el interior del edificio, una pequeña recepción estaba regentada por un hombre de barba blanca, mirada afable y que lucía un gorro de piel de color marrón. Tras él, se encontraba el taller, con las enormes máquinas que copiaban e imprimían textos y libros casi sin descanso y media docena de operarios, al mando de dichos complicados aparejos.

- Muy buenos días, señores. - Saludó aquel hombre. - Soy el señor Firedman. - Se presentó. - Ustedes dirán...

Habiendo llegado a la calle de la imprenta solo debia seguir a mis compañeros, yo estaba alli como una simple espectadora y como tal aprovechaba para ver las formas y estructuras de los edificios y otros paisajes. 

Antes de despedirme de Adso me asegure de entender como llegar al Templo para ir mas tarde. No habia prisa en ello. 

Como sera eso de tener el cuerpo duro como piedra....

Al entrar me quede maravillada viendo toda aquella maquinaria. Por supuesto sabia lo que eran las maquinas pero para alguien que nada sabia de mecanica bien podian haber sido artilugios magicos con los cuales estaba mas familiarizada.

Woao!!!! 

Asi que deje que Chester y Alder hablaran con el Señor, yo disfrutaba viendo aquellos engranajes y tubos hacer sus movimientos fantasticos.

Agradezco al amable Adso que nos haya traído hasta la imprenta y miro con mala cara el ruidoso edificio hasta el que nos ha guiado. El sonido es diabólico y los crímenes que se perpetran ahí dentro son todavía peores. ¡Máquinas escribiendo libros! Por culpa de individuos desalmados como los que regentan este local, honrados copistas e ilustradores se ven abocados a la mendicidad más lamentable.

Algo algo de sagrado en escribir un libro con tus propias manos y mucho de herético en que lo haga un artilugio sin alma.

Armándome de valor y tapándome los oídos con las manos, entro en la imprenta con paso vivo; sintiéndome un héroe legendario que se adentra en la guarida de un dragón.

—¡Buenos días, señor Firedman! —respondo a voz en grito, para hacerme oír por encima del ruido infernal de este lugar—. ¿Cree que podría apagar esas... cosas un rato? ¿No? Una pena.

Me pongo a rebuscar entre mis pertenencias y al dejar de taparme los oídos descubro que el sonido es incluso mucho peor.

—Estoy buscando a unos señores que contrataron sus servicios —pongo la nota que obra en mi poder sobre el mostrador—. ¿Ve? Imprenta Shulz, Bögenhafen. ¿Esos son ustedes, verdad? ¿Recuerda quién le hizo este encargo y dónde podría encontrarlo? Tómese su tiempo, es importante, así que si tiene que consultar algún registro o lo que sea... esperaré.

- Déjeme ver... - Respondió a gritos agarrando la carta. 

Tras examinarla unos instantes alzó la mirada y asintió.

- Lo recuerdo. - Confirmó. - Me lo encargó un tipo alto, con barba, rubio. - Se encogió de hombros. - Si le digo la verdad, no parecía abogado. ¡Pero pago al contado! ¡Eso también lo recuerdo!

Era obvio que Chester necesitaba encontrarle al hombre rubio, pero aquel viejo no parecia saber nada util. 

Frustrante. 

- Algun otro indicio Señor, alguna idea de en donde encontrar al Señor rubio o su lugar de trabajo? Si no era abogado, tiene alguna idea de que otra labor pueda tener, o tal vez le haya encargado otro trabajo anterior? 

Algo que nos ayude en algo......

Creo que era mejor quedarme cerca de Chester y escuchar con detalle la conversacion si queria ayudarle, porque fisgonear mas aquellas maquinas no seria util, o si?

- Más que un abogado parecía un matón. - Comentó. - Su mirada era oscura y estoy seguro de que el objeto del encargo que me hizo no era algo del todo... - Se detuvo para pensar. - Del todo legal. Pero realmente, como no decía nada que pudiera ser un asunto delictivo, no me negué a hacer el trabajo y como dije, pagó y se fue. - Se encogió de hombros. - Ni la más remota idea de a dónde fue. - Resopló. - Vaya... - Tragó saliva. - Espero no haber contribuido a nada que haya podido poner en apuros a alguien. Eso sin duda... - Tomó aire profundamente con expresión preocupada. - No querría eso para nada, ¿saben?

—¿Un tipo alto y rubio, ha dicho? —un involuntario intremecimiento me recorre de los pies a la cabeza—. ¿Con la mirada gélida, larga barba trenzada con una cinta de cuero y armado con un arma fuego? Nosequé Kuftsos, ¿se llamaba así?

No soy capaz de recordar su nombre de pila pero recuerdo perfectamente sus rasgos. Y recuerdo también cómo ejecutó sin piedad a dos cultistas de la Mano Púrpura que posiblemente pretendían asesinarme en la ciudad de  Altdorf y cómo volvió a localizarnos en Weissbruck, en la posada "El Oro Negro", donde nos dio esquinazo. Se supone que ese individuo iba tras de mí y ahora está muerto, según las afirmaciones de Joseph y Alder, aunque clavo mi mirada en este último para ver si él ha llegado a la misma conclusión que yo.

Eso confirmaría las sospechas que había empezado a albergar de que no hay ningún notario. Todo el asunto de la herencia no fue más que una maldita trampa para conducir a mi gemelo a la emboscada fatal que terminó costándole la vida. ¿Pero por qué ese jodido asesino estaba tan empeñado en matar a Kastor? ¿En qué se había metido mi hermano para tener a un sicario como Kuftos detrás de él?

—¿Sabéis qué clase de gente frecuentaba y dónde podríamos encontrarla? —pregunto atropelladamente, con la voz cargada de urgencia y ansiedad— ¿Y Kastor Lieberung, conocéis ese nombre? ¡Decidme lo que sepáis, patán, era mi hermano y ahora está muerto por vuestra culpa!

Viendo que Chester se ponia ansioso y tal vez algo agresivo me puse a su lado y puse mi mano sobre su hombro. Tenia que calmarse, no tenia sentido enemistarnos con la unica fuente de posible informacion que tenia en ese momento. 

- Disculpa a mi amigo, ha sido doloroso para el. 

Sin saber realmente que habia pasado.

- Cualquier ayuda adicional seria eternamente agradecida, dije con serenidad.

Estaba claro que Chester y Alder tendria mas que contarnos si querian nuestra compañia pero ya habria tiempo de ello.

Que Gunther no era el más despierto de los hombres era aparente a simple vista, y si bien las apariencias engañan bastaba con que abriera la boca para confirmar que, en este caso al menos, no lo hacían. No entendía mucho de lo que estaba sucediendo, pero si el viejo había dicho que el rubiales le había encargado unas impresiones y se había ido... ¿Como podía saber que beidas tomaba y con quien?. Iba a pedirle a Chester que se serenara, a su manera, que solía consistir en tomar por el hombro al alterado y apretar hasta que volviera a sus cabales. Afortunadamente para el chico de lentes Gemme había reaccionado antes e intentaba hablar amablemente con ambos, y él se limitó a asentir ante el pedido de la seguidora de Sigmar aunque no entendiera realmente lo que estaba pidiendo.

Alder permanecía en silencio, escuchando. Las preguntas de Chester parecían correctas, aunque ciertamente violentas para un hombre que había sido amable y correcto con ellos desde un primer momento. Fuera como fuera ya había salido la hermosa y atenta Gemme para enmendar el error de su compañero de viaje. 

- Tranquilo amigo, seguro que el señor Friedman responderá a tus preguntas en cuanto le dejes. - Comentó sonriente mientras posaba una mano sobre el hombro del arcano.

- Eso he dicho sí. - Respondió algo nervioso el dueño de la imprenta tras la reacción de Chester. - No conozco su nombre, no lo dijo o no lo recuerdo, pero creo que sí, hablamos de la misma persona. Nada sé de él. - Confirmó. - Ni dónde va, ni de dónde viene, ni dónde está. Y ese nombre Kastor Liendburg, o como sea, tampoco me suena de nada.

- Tal vez debamos preguntar en la guarnicion, o incluso en el templo. Alquien debe haberle visto. Comente en voz alta aunque sin mucho animo. 

Con todos los visitantes por la feria seria mucho mas dificil, pero tenia que darle esperanzas a Chester. Aun no sabia de que se trataba todo aquello, pero se notaba afectado.

El guerrero se había distraído de la charla y observaba el funcionar de las máquinas. Había algo relajante en el movimiento rítmico de las imprentas y el martilleo constante, incluso podía llegar a distinguir el contra ritmo de la prensa que cortaba los papeles del tamaño adecuado una vez impresos, tum, tum, tum, chugtum... casi como las nanas que la Gorda Gris les cantaba a los más pequeños en el orfanato. No se llamaba Gorda Gris... ¿Cual era su nombre? ¿Mara? ¿Arhta? ¡¡Martha!! - ¡¡Martha!! - casi gritó cuando lo recordó, sin venir a cuento de nada.

Mi impaciencia da paso a la tristeza cuando escucho los nerviosos balbuceos del artesano y su declarada ignorancia frente a todas las cuestiones que para mí son capitales.

Hemos venido hasta aquí para nada.

Dejo caer mis brazos y mis hombros y me apoyo en el mostrados, abatido. Estamos en un callejón sin salida y ya nunca descubriremos quién y por qué acabó con la vida de mi doble e intentó matarme a mí también en repetidas ocasiones. Hace cinco minutos iba a convertirme en un rico terrateniente con la vida resuelta y ahora, de repente, vuelvo a ser un paria... La herencia no era más que una farsa.