Día del calendario Imperial de Mitterfruhl (primeros brotes): Día del Equinoccio de Primavera.
Conocido por el pueblo llano como Primeros Brotes, el Mitterfruhl es una fecha de gran júbilo. Está consagrada a Manann, pues señala el comienzo del cambio de las mareas y representa el fin del invierno, el dominio de Ulric. También es en esta fecha cuando Taal inicia su ascensión como señor de los bosques y su fuerza comienza medrar, provocando los primeros brotes de verdor tras el reinado de hielo y nieve de Ulric: surge savia nueva, nacen más árboles y empieza la época de celo de los animales. Los mantos para el invierno se dejan a un lado, y se vuelven a calafatear los botes, preparándose así para días más cálidos.
Según dicta la tradición, debe sacrificarse un becerro, lechón o cualquier otro animal joven a Taal y Rhya para que concedan buena suerte y prosperidad en el año venidero. Manann también recibe sacrificios, para que pueda calmar los mares y evitar que los ríos se desborden e inunden las tierras. Este animal se arroja al mar, se ahoga en un gran río o se entierra en el bosque, dependiendo del lugar en que se encuentre el adorador. Los seguidores de Ulric lamentan ritualmente la marcha de su dios y sus sacerdotes permanecen de luto hasta el otoño. Se cree que los niños que nacen en los Primeros Brotes son frívolos y tienen mal genio, y que a lo largo de su vida desarrollan una intensa pasión por los viajes y las aventuras.
Una costumbre particular en Altdorf es la ofrenda de un huevo de grifo pintado al Templo de Sigmar. Durante los meses previos, numerosos aventureros peinan las montañas buscando un huevo adecuado. Pocos consiguen regresar, y solo se elige el huevo más grande. Se pronostica desastres militares por un año cuando no se puede presentar un huevo.
Adso había llegado a Bögenhafen días atrás, pues una crisis de fe le había invitado a huir del monasterio de Morr donde se había criado y del que pocas veces había salido y nunca para irse tan lejos. Adso deseaba conocer mundo y, ¿por dónde mejor que empezar que por el corazón del Imperio? En su viaje a Altdorf, llegó a la villa de Bögenhafen, donde estaba teniendo lugar el Schaffenfest.
En la parte norte de Bógenhafen se encontraba la feria ganadera. Se había dividido en dos parcelas en las cuales se encontraban los recintos donde se hallaba el ganado esperando a ser subastado. Al parecer había un ring de combate en el cual había voluntarios que accedían a pelear con otros a cambio de diez coronas de oro en caso de vencer y el resto de los presentes apostaba a un vencedor. También había una exhibición de monstruos, una zona para realizar justas y una avenida dedicada a la venta y cata de los diferentes vinos de la región. Además, junto al ayuntamiento se había levantado una carpa para albergar al "Tribunal de Fiestas", donde se admitían quejas y reclamaciones sobre los asuntos de la feria, así como se impartía justicia con mano dura, habiendo picotas preparadas para aquellos alborotadores de la paz que disturbaran el correcto funcionamiento de la feria.
Fuera como fuera, el ambiente era agradable y ocioso. Las calles estaban repletas de color y música que se entremezclaba con las voces de la gente parloteando alegremente, las risas y los sonidos de los muchos animales que recién adquiridos por sus nuevos amos, se encaminaban a su nuevo corral en las granjas de las afueras de Bögenhafen. Sin duda y al menos hasta el momento, todo estaba yendo bastante bien en aquella villa a la orilla del rio Bogen.
- ¡Acérquense, acérquense! - Alzaba la voz congregando a un gran número de curiosos. - ¡La feria ambulante del Doctor Malthusius, yo, por fin ha llegado a la ciudad! - Soltó una risotada
Adso se hizo sitio entre los asistentes para acercarse lo máximo posible a la tarima donde el doctor estaba haciendo publicidad de su propio "espectáculo", si es que podía llamarse así a lo que ese hombre hacía. Desde allí pudo observar como una cuerda extendida en semicírculo, formaba el recinto contra la muralla de la ciudad. Al fondo, se hallaban dos carros y uno portaba en un lateral una bandera con unas palabras inscritas:
El Museo Zoológico del Doctor Malthusius. Las más extrañas criaturas desde todos los rincones del mundo. ¡Lo maravilloso, lo extraño, lo repugnante reunido para ustedes!
Sobre el otro carro, se encontraban dispuestas una gran cantidad de sólidas cajas de madera.
- ¡Dentro de una hora, podrán presenciar el más extraordinario y extraño espectáculo de curiosidades zoológicas que jamás se haya presentado bajo los cielos del Imperio! - Exclamó el doctor. - ¡El museo del doctor Malthusius reunido para ustedes, para su educación y diversión desde los rincones más alejados del mundo conocido a un precio incalculable! ¡Lo excepcional! ¡Lo raro! ¡Y sí, lo repugnante! ¡Jamás volverán a ver algo parecido amigos míos, ni aunque vivan cien años, que así lo deseo!
Se dio cuenta de que las cajas estaban cubiertas por una lona salvo una. Muchas de aquellas cajas, en efecto, parecían ser las jaulas de las criaturas que el doctor Malthusius había reunido para su espectáculo. Mientras el doctor iba lanzando sus consignas, un enano mugriento con aire retorcido, merodeaba alrededor de las jaulas para preparar el espectáculo.
- Todos estos seres, vulneran las propias leyes de la naturaleza. - Seguía diciendo el doctor. - ¡Se sorprenderán amigos, no podrán creerlo! ¡Se sorprenderán ante la mirada de la deformidad humana!
En una de esas jaulas, se encontraba lo que parecía ser un pequeño goblin de tras patas miserablemente acurrucado contra los barrotes y dándole la espalda al público. Estaba atado a la jaula por una cuerda que le anclaba a un collar de hierro. Fue prácticamente al reparar en él, cuando este rasgó con sus dientes la cuerda y tras doblar los barrotes con su propia fuerza, salió corriendo a toda prisa. En su huida dudó de ir hacia un lado u otro, pero finalmente, emprendió una carrera en dirección en la dirección en la que Adso se encontraba.
- ¡Jiaaaajjjf! - Gritaba aquella criatura con los ojos enrojecidos por la luz solar que parecía dañarle y totalmente desorientado.
Lo que pasó a continuación fue una sarta de desdichas consecutivas. Un enorme norteño (Gunther) trató de apresar al goblin, pero una joven (Gemme) se le tiró encima tratando de apresarle y despistado como estaba el guerrero no esperando aquella reacción por parte de la joven, acabó en el suelo con la joven sacerdotisa sobre él. Pero otro asistente (Alder) se quiso sumar a la captura del goblin y fue entonces cuando se sumó a la "fiesta" saltando sobre la pelirroja y formando una montonera de la que el goblin pudo escapar gracias a la intervención de la sigmarita.
Fue entonces cuando asustado como estaba, un hombre enclenque y asustado (Chester) lanzó un conjuro que creó una lámina grasienta sobre el suelo que pisaba el globin y si bien era muy resbaladiza, quizás por tener tres piernas y un mejor equilibrio, logró pasar sobre la misma sin mayor dificultad. Fue entonces cuando el lamentable mago vio que aquella criatura del caos seguía avanzando rápida y directamente hacia él.
Sus fauces abiertas de par en par con enormes colmillos afilados y sus ojos llenos de ira asesina se acercaban a él y... ¡Iba a morir entre terribles sufrimiento! Eso lo tenía claro el pobre mago... Pero entonces pasó algo. Un joven que vestía un hábito de monje saltó sorbe la criatura cuando restaban escasos centímetros de él y entonces detuvo su avance.
Aquí es cuando Adso conoció a los miembros del grupo.
Rápidamente el doctor Malthusius corrió junto a su ayudante Grunni y se abalanzaron sobre la verdosa criatura. Enseguida se la llevaron hacia su jaula evitando de milagro que una de las dentelladas que el goblin soltó al aire, les alcanzaran arrancándoles un trozo de carne. Una vez en su jaula, el doctor se acercó hasta el joven del hábito muy sonriente.
- ¡Muchas gracias, joven amigo! - Le dijo realmente agradecido. - De no ser por usted, esa malvada criatura hubiera escapado de su jaula y ahora sería una amenaza para todo Bögenhafen. - Explicó con voz de preocupación. - ¡Ha hecho usted una gran obra, amigo! - Le dio una palmada en la espalda. - ¡Tome! - Le entregó un pequeño pedazo de papel. - Es una entrada para la exhibición. Podrá entrar gratis y disfrutar de mi magnifico a la par de repugnante zoológico. - Miró al resto de los asistentes. - ¡Al resto, por una sola corona de oro, tienen una entrada asegurada! ¡En una hora! ¡Aquí! ¡La exhibición de monstruos más increíble de todo el Viejo Mundo! ¡Soy el doctor Malthusius y esta es mi colección!
—Me has salvado y ahora estoy en deuda contigo —le reconozco al desconocido, entre agradecido y resentido porque mis compañeros estuvieran más pendientes de otras cosas—. Dime quién eres para que sepa a quién le debo mi gratitud.
- Adso. - Se presentó el joven monje. - Adso de Nuln, iniciado en la orden de Morr. - Añadió para asombro de Chester, pues instantes antes de que aquel ser verde y de afilados colmillos se lanzara a su cuello, había pedido acogimiento precisamente al Dios de la Muerte y soberano del Inframundo del Imperio y precisamente, uno de sus fieles le había salvado. - No hay deuda alguna conmigo, señor. - Le dijo sonriente. - Pero una donación al templo de Morr, sin duda que será bienvenida.
- Que pasa Gunther? Preguntó la joven sacerdotisa de mala gana. - Discúlpame por haberte hecho caer, no fue mi intencion y... - Se encogió de hombros, hablando un poco mas dócil, tal vez estaba molesto por caerse por mi culpa y la verdad ya no importaba.
Gunther negó con la cabeza, y respiró profundo antes de hablar - Próxima vez habla antes, dice "No Gunther, no atrapar", caer en combate es peligroso, enemigos puede aprovecharse... y pudiera haber aplastado Gemme si no cuidado. - palmeó su cabeza con una sonrisa, como si fuera una mascota. - ¿Tu está bien?
- Todo bien Gunther. - Le sonrió. - No creo que te hayas hecho daño no?
A nadie le importaba el pobre de Alder, aunque de seguro había caído confortablemente sobre mi.
- Puedo sanarte si es necesario... - Entonces hizo un ademan para tocarle y rápidamente retiró la mano visiblemente avergonzada.
Rió ante la idea de haberse hecho daño con una caída como esa y meneó la cabeza - Solo el orgullo, y ese no importa, - sonrió y se encogió de hombros - cuerpo de Gunther duro como piedra, no me duele. - dijo el chico sin notar gesto de Gemme.
Cuando ella se acercó a Chester y al monje que había hecho su trabajo, el se acercó también al grupo, y echó una mirada a Alder para ver si se les unía. - Soy Gunther - se presentó a Alder - Buena atrapada. - dijo palmeando el hombro del monje.
—Hermano Adso, tened por seguro que realizaré una generosa donación en vuestro nombre al templo de Morr tan pronto como caiga en mis manos una herencia que espero recuperar muy pronto —le aseguro con convicción, consciente de que conviene tener complacidos a los dioses que nos son benévolos—. A propósito, ¿no habréis oído hablar de la notaría de los señores Lock, Stöck y Barl, verdad? Hasta ahora nadie ha sabido decirnos cómo llegar a la calle Garten Weg, donde supuestamente tienen sus oficinas. Ni siquiera dónde se encuentra la Imprenta Shultz, en la que estos ilustres hombres acostumbran a hacer encargos. ¿Tantas notarías e imprentas hay en Bögenhafen?
Comienzo a temerme que la nota que encontramos fuera una falsificación y que hayamos venido hasta aquí para nada.
- La imprenta Shultz es la única que hay en Bögenhafen desde que el señor Frassenberg cerró la suya y los Shultz absorbieron la imprenta Werner. - Comentó el bueno de Adso. - La imprenta Shultz está en la calle Fuhrlonhstrasse. - Desveló, pues aunque no llevaba demasiado tiempo en Bögenhafen se había fijado en ese establecimiento, pues allí hacer copas de gruesos tomos era mucho más fácil que en el monasterio, dónde el mismo tardaba meses en hacer una sola copia de un manuscrito. El interés que suscitó por él aquel lugar provocó que se le quedara fijado en la mente la ubicación del mismo. - No está muy lejos de aquí. Puedo acompañarles. - Se ofreció. - En cambio, no conozco la notaría que mencionáis. ¿Están ustedes seguros de que es en Bögenhafen? Porqué tampoco conozco esa calle. - Hizo una breve pausa para pensar. - ¿La calle Garten Weg? No, no la conozco...
—¡Por fin una buena noticia! —exclamo, recobrando algo de la esperanza perdida hasta el momento— Os estaría verdaderamente agradecido si nos indicarais como llegar hasta la imprenta y aún más si nos acompañaseis hasta allí. Es la primera vez que visito Shultz tenga registros de sus clientes y pueda indicarme cómo ponerme en contacto con ellos si la dirección que yo tengo es errónea o está desactualizada.
- Adso, Adso, mucho gusto soy Gemme... - Dijo rápidamente para cambiar el tema y acercarme al joven salvador de las causas sin remedio en la personificación de Clancy. - Luego podría indicarme como llegar al templo de Sigmar? Debo pasar por allí en algún momento.
- Si, claro. - Dijo Adso. - Puedo llevarles hasta la imprenta, claro. - Respondió. - Y si, claro que hay un templo de Sigmar en Bögenhafen. - Sonrió el joven de Nuln. - ¿En qué ciudad imperial que merezca el título de ciudad, no hay uno? - Bromeó.
Acto seguido les guío hasta la imprenta Shultz está en la calle Fuhrlonhstrasse. Se trataba de un edificio de tres plantas que hacía esquina, todas ellas propiedad del señor Schultz. Friedman ponía el trabajo y la maquinaria. El edificio estaba en muy buen estado de conservación, un cartel enorme rezaba el nombre del negocio y una pequeña cola de clientes aguardaba su turno. Fuera como fuera, habían llegado al lugar donde podían empezar a aclarar el extraño asunto de la herencia, que no era poco.
En el interior del edificio, una pequeña recepción estaba regentada por un hombre de barba blanca, mirada afable y que lucía un gorro de piel de color marrón. Tras él, se encontraba el taller, con las enormes máquinas que copiaban e imprimían textos y libros casi sin descanso y media docena de operarios, al mando de dichos complicados aparejos.
- Muy buenos días, señores. - Saludó aquel hombre. - Soy el señor Firedman. - Se presentó. - Ustedes dirán...
Enseguida aquel grupo de viajeros se enfrascó en una larga conversación con el tendero, momento que Adso aprovechó para marcharse. Había olvidado su promesa de llevar a Gemme hasta el templo de Sigmar y tenía prisa por seguir visitando la feria. Al fin y al cabo, era la primera vez que estaba en una.
Adso se encaminó otra vez por las calles hasta llegar al recinto ferial. Una vez allí presentó su ticket para ver el final del espectáculo y a todas aquellas temibles criaturas de la que el caravanero alardeaba.