Acabaron de comer y hasta tomaron rica fruta de postre. Aquel hombre de fe, había sido muy amable con ellos y aunque no les había supuesto una gran fuente de información, si que les había proporcionado una buena comida a coste cero y alguna motivación extra para seguir con las investigaciones que estaban llevando a cabo en las cloacas.
Con el estómago lleno y habiendo descansado, se pusieron de nuevo sus ropas de trabajo, se ajustaron las armaduras, prepararon sus armas y en el caso de Chester su libro de conjuros y su bolsa de componentes y se decidieron por fin a regresar al subsuelo.
Encontrar al goblin de tres patas les podía reportar otras cincuenta piezas de oro, que si bien no eran demasiado tras el gran botín que habían obtenido robando a los muertos y también a los vivos en el gremio de los ladrones, si que les daría algo de reputación. Al fin y al cabo, ninguno de ellos quería faltar a su palabra, como tampoco perder el favor de las autoridades locales y su alojamiento en aquella excelente posada.