Partida Rol por web

No hicieron demaisado caso a Adler, ni demasiado, ni ninguno y a decir verdad él también estaba cansado. Por ello, tras unas cuantas jarras más de buena cerveza, acabaron derrotados y marchándose a dormir. Los lechos que les proporcionó la mesonera enana, no fueron ni de cerca los más cómodos que habían probado, pero gracias al efecto del alcohol corriendo por sus venas, ni lo notaron.

Amanecieron con resaca y cierta tortícolis de haber dormido en un lugar tan poco apropiado. No obstante, tras el desayuno y un paseo hasta la zona donde se aglomeraba la mayor parte de los puestos de la feria, empezaron a despejarse un poco. 

Tras dejar atrás la zona del mercado y las carpas donde se vendia ganardo ovino, vacuno, aves y otros animales, se abrieron paso entre la multitud hasta el lugar que estaban buscando. Les habían hablado de un "ring de lucha", donde podían ganar algunas monedas probando su fuerza contra la de otros y allí estaban.

Ubicado en el corazón de la feria, el ring estaba rodeado de decoraciones que añadían una atmósfera de epicidad. Banderas, estandartes y antorchas hacían de ese, un lugar especial que llamaba enormemente la atención. El suelo estaba cubierto de tierra apisonada, en un espacio circular delimitado por una valla de madera resistente, que no solo marcaba los límites del ring, sino que también actuaba como una barrera de seguridad para los espectadores, que se disponían alrededor del ring, en gradas elevadas, para total disfrute con el espectáculo.

- ¡Vengan y ganen cincuenta coronas! - Dijo un individuo bajito y de pelo despeinado. - ¡Sí, han oído bien, cincuenta cornas. caballeros! ¡Por sólo unos pocos minutos de esfuerzo! - Decía entre gritos y con gran expresividad. - ¡Tan solo tendrán que aguantar en el ring unos pocos minutos! ¡Diez coronas si aguanta tres minutos con nuestro campeón y  cincuenta, sí, cincuenta si logra vencerle! - Señaló a un joven. - ¿Usted quiere intentarlo? - Le preguntó. - ¡Por sólo veinte peniques, puede ganar cinco veces más o incluso veinticico veces más si vence al campeón! ¿Quiere intentarlo?

Aunque el lecho no haya sido muy confortable, el descanso sí ha sido tan bienvenido como necesario y ahora estoy dispuesto a afrontar la jornada si no con grandes ánimo, al menos con la energía necesaria como para no irme durmiendo por los rincones.

Un pequeño desayuno, la caminata matutina y, especialmente, el jolgorio que se vive en la feria terminan de animarme y lo único que me apena en estos momentos es que Gemme y Adso no estén aquí para disfrutarla también. Todos nos lo tenemos bien ganado.

—Vamos, Gunther, amigo mío, es tu oportunidad de hacerte rico y famoso —animo también al gigantón, con una sonrisa alegre y plenamente confiada en sus capacidades—. Enséñale a estos bögenhafenses... bögenhafensianos... bögenhafenseños... Bueno, a esta gente, cómo se las gasta un auténtico campeón. Quién sabe, igual después de esto quieren llevarte a ti con la feria a todas partes. ¡Menuda vida sería esa, de fiesta en fiesta!

Gunther no estaba con ánimo de seguir más pistas ese día, especialmente porque no creía que hubiera nada que seguir y pasearse por Bögenhafen sin saber lo que estaba haciendo sonaba más confuso que comer, beber y descansar.

El gigantón había dormido en ligares mejores y peores, lo importante era que había podido dormir y que la resaca se había ido con un buen desayuno. Todo lo malo que tenian las camas de la enana lo tenía de bueno su cocina, y eso era muy importante para Gunther.

Cuando llegaron al Ring le gustó lo que habían hecho con el lugar, ciertamente le daba al lugar un aire de respetabilidad y sofisticación, y la arenga del mequetrefe del chaleco verde le pareció muy bien al gigantón. Sin embargo, cuando Chester le dijo que se adelantara, quedó demostrado donde estaba ubicada la poca inteligencia del semibárbaro. - No Chester, mejor Gunther esperar un par de peleas antes de entrar, asi Gunther saber cómo pelear el campeón y con suerte encontrarlo cansado. - le dijo al mago en un aparte.

- ¡Yo combatiré! - Dijo un hombretón de más de dos metros de alto. Un hombre del norte con una gran embergadura y fuerza bruta.

La muchedumbre vitoreó al valiente voluntario que se enfrentaría a quien sea que fuera el campeón del que estaba hablando todo el tiempo. De hecho, una serie de jóvenes norteños que rodeaban al voluntario le jaleaban dándole ánimos y convencidos de la victoria de su camarada.

El pequeño charlatán que dirigía aquel espectáculo se alegró de forma evidente, dirigiéndose hasta donde se encontraba el rubio gigantón y una vez a su lado agarró su puño y lo alzó hacia el cielo.

- ¡Un valiente se enfrentará a nuestro campeón! - Alzó la voz. - ¡Sin armas, ni armaduras! ¡El ring decidirá quien es el más fuerte de los dos! ¡Panceta, mi campeón se ha enfrentado a más de treinta hombres y nunca ha perdido un sólo combate! - Miró de arriba abajo a aquel hombre. - ¡Éste podría ser el primero de ellos! - Comentó de forma teatral. - ¡Hagan sus apuestas caballeros!

El voluntario hacía gestos de rudos, mostrando su formidable musculatura, rugiendo y alzando los brazos ansioso por combatir. Le dio a Rupert las monedas pactadas y se dispuso a entrar en la arena.

- ¡Éste valeroso hombre combatirá con el imbatido campeón del ring! - Azló la voz entre el júbilo de los presentes. - ¡El campeón no ha perdido un sólo combate! - Repitió. - ¡Ha destrozado a todos y cada uno de los valientes a los que se ha enfrentado! ¡Venido desde los confines más profundos de Marienburg, os presento al imbatido, al campeón, al machaca cráneos! ¡Con todos ustedes, el gran Panceta!

Tras decir aquello, Rupert salió de la arena cerrando la puerta de la misma tras de si. Una segunda puerta que se encontraba junto a una de las graderías se abrió. La sombra de una persona de gran tamaño se podía vislumbrar en el interior, mientras e creaba una atmósfera de expectación y tensión.

El voluntario apretó los puños y los dientes, adoptando una posición defensiva y posando su mirada fijamente sobre la puerta por la que saldría el adversario con el que tenía que combatir a puñetazo limpio. Aquel norteño, convencido de sus posibilidades, no parecía flaquear y estaba dispuesto a enfrentarse a cualquier cosa con tal de, no solo ganar el premio prometido, sino más importante, de demostrar su valía.

Un imponente rugido surgió del interior de la puerta y entonces... un enorme ogro, tan grande como feo, surgió de la oscuridad corriendo en dirección al hombre de barba y cabellos rubios. Su rostro mutó de pronto al ver al formidable adversario al que debía enfrentarse. No obstante, si dudó o se arrepintió de haber aceptar el reto, nadíe podría decirlo.

El voluntario se acercó al ogro con los puños en alto y cuando estuvo cerca, trató de lanzarle un golpe directo a la mandíbula. Momento en el que el ogro aprovechó para lanzar un manotazo que no golpeó al barbudo humano por muy poco.

Acto seguido el ogro contratacó lanzado un puñetazo al estómago de su adversario el cual removió sus entrañas. Dolorido, intentó patear al ogro, y éste aprovechó para lanzarle un manotazo que casí derribó al norteño.

El norteño, buscó la espalda del ogro y ésta vez sí, pudo golpear entre las costillas al ogro, quien no pareció ni inmutarse. Dándose la vuelta, le dio un cabezazo al norteño y cuando éste fue a contraatacar un golpe de puño directo a la mandíbulo le derribó. Varios dientes saltaron fuera de la boca y con la mandíbula fracturada y sangrando por la boca, el norteño quedó totalmente incosciente.

La paliza que recibe el pobre hombre a manos del ogro me duele hasta a mí. Ojalá estuviese aquí Gemme para ayudarle a recomponerse tanto física como mentalmente.

—Tenías toda la razón, Gunther, es mejor no meterse ahí dentro —coincido con mi amigote después de haber contemplado con horror la escena. Solo nos faltaba que después de haber sobrevivido a mil y un peligros acabásemos perdiéndolo en un juego de la feria—. Prefiero darte yo esas cincuenta coronas a que te parta la cara ese bruto. No hay ninguna necesidad de demostrar nada.

Me giro hacia Alder.

—¿Alguna preferencia de por dónde continuar nuestra investigación? Aunque Magirius dijera anoche que no conocía de nada a Steihäger, tenía un pañuelo con un bordado idéntico al suyo. Yo diría que tienen algún tipo de relación y que esté tratando de ocultarla es muy sospechoso. Podríamos buscar la residencia de alguno de ellos y tratar de colarnos a ver qué averiguamos —me sorprendo a mí mismo haciendo una propuesta tan aventurera, pero es eso o quedarnos aquí toda la mañana viendo cómo el ogro hace papilla a todo aquel que quiera enfrentarse con él.

- Desde luego, no ha sido una buena idea entrar allí... - Comentó Alder. - Yo desde luego, no pienso hacerlo. Aunque... - Chasqueó la lengua. - Apostar a favor de ese gigantón, es dinero ganado. - Se encogió de hombros. - No alcanzo a entender como gana dinero ese tal Rupert...

Ciertamente la paliza había sido enorme y posiblemente, aquel norteño perdería algo más que sus dientes si nadie hacía nada por él. El puñetazo del ogro le había machacado la mandíbula y se notaba que le costaba respirar. 

- Podríamos hacerle una visita a ese Steihäger. - Afirmó ante la sugerencia del arcano. - Ya estamos tardando...

- Mequetrefe cobrar a cada participante, pero nadie con un poco de cerebro intentar pegar a ese ogro después del primer golpe. - Gunther meneó la cabeza - Sin armas ni armadura contra ese es imposible, Adso saber pelear asi pero piel de ogro muy dura para puños... quizá Adso poder enseñar a Gunther.

El gigantón se encogió de hombros y se dispuso a seguir a Alder - ¿Ese es el del pañuelo? ¿Vamos a devolverle su portamocos?

El grupo decidió marcharse del lugar. Ver como aquel enorme ogro prácticamente destruyó al enorme norteño que había osado desafiarle, les quitó todas las ganas de enfrentarse a éste. Un mal golpe de aquella bestia podía tener serias consecuencias e incluso, podía matar a alguien de un solo golpe bien dado.

Por suerte para el norteño, Rupert al ver que empezaba a convulsionar en el suelo, avisó inmediatamente a un sacerdote al que probablemente tendría a sueldo para situaciones como aquella. Aquel hombre se acercó al norteño y se agachó junto a éste. Tras rezar una pequeña oración, impuso sus manos sobre su pecho e inmediatamente dejó de convulsionar. A los pocos segundos empezó a respirar con normalidad. No despertó, pero al menos parecía haberse estabilizado.

Momentos después, dos hombres aparercieron en la arena con una camilla y se encargaron de retirar al herido, sacándolo del ring de la lucha y conduciédole a un lugar seguro y apartado, donde pudiera descansar y recuperarse durante el tiempo que hiciera falta.

Cuando ya se alejaban del lugar fue Alder quien localizó a una cara conocida. Magirius había aparecido en el lugar y parecía buscar a alguien con urgencia entre los asistentes. Su rostro se mostraba muy pálido y evidenciaba estar preocupado por algo. Fue el joven picaruelo quien se acercó hasta el concejal saludándole con la mano y cuando éste localizó al trío, se acercó al trote.

A diferencia del encuentro de anoche, donde se mostraba muy seguro de si mismo, en esta ocasión se mostraba asustado y miraba en todas direcciones, en una actitud de evidente paranoia. Era como si estuviera vigilando que nadie le hubiera seguido o le estuviera observando desde algún escondite.

- Debo hablar con vosotros. - Les dijo con la voz tremblorosa. - En privado... 

No les quedó más remedio que aceptar y Magirius les condujo a una zona alejada del festival. No fue hasta que se encontraron en un callejón alejado, donde no pasaba nadie y bajo el resguardo de la entrada de un amplio portal de una casa aparentemente abandonada, cuando el concejal les explicó lo que le había llevado a su encuentro.

- Cuando Teugen regresó de Nuln nos aserguró que con nuestra ayuda, su brujería podría influir en la economía de todo el Imperio. - Empezó a decir sin más contexto. Era como si lo que tenía que decir le corriera prisa. - Bögenhafen se convertiría rápidamente en una ciudad importante, incluso más que Marienburg y nos enriqueceríamos más de lo que nunca hubíeramos soñado. Esa fue la razón de la creación de la "Ordo Septenarius", sus subalternos no son más que una tapadera. - Tragó saliva, miró en todas direcciones saliendo del portal y al comprobar que seguían solos, continuó. - Todo se estaba desarrollando según los planes de Teugen, hasta que descubristéis el templo bajo las oficinas de Steinhäger. Ayer me encomendaron la tarea de tranquilizaros, para que os mantuvierais alejados de los preparativos. - Inspiró profundamente, como si lo que fuera a decir a continuación fuera una de las cosas más duras que había tenido que hacer en su vida. - La ceremonia se celebrará esta noche. Aún no sé el lugar, pero os avisaré cuando pueda. Teugen nos ha dicho que será necesario un sacrificio humano para preparar el nuevo templo y eso es demasiado para mi. ¡Tenéis que ayudarme! - Les rogó poniéndose de rodillas. -  Advertir a las autoridad es inútil, están controladas por Teugen y por el Consejo Intrerior. ¡Sois mi única esperanza!

—Créame que agradecemos su sinceridad, señor Magirius. Mejor tarde que nunca, aunque entenderá que su credibilidad en estos momentos no me parezca intachable precisamente. Y, para serle sincero yo también, no sé qué es lo que espera de nosotros. ¿Que nos enfrentemos al señor Johannes Teugen con su incontestable poder político en la ciudad y probablemente también demoníaco? ¿Que le matemos precisamente para evitar una muerte? Un poco paradójico, ¿no? Incluso aunque pudiéramos hacerlo, incluso aunque quisiéramos hacerlo (que es mucho suponer), ¿qué evitaría que las autoridades locales nos apresaran y condenaran por hacerlo? No tenemos nada sólido para actuar contra él, solo el testimonio de un individuo no muy fiable, perdóneme, que dice que le han dicho que alguien podría morir esta noche.

- No vamos a poder ayudarle en ésto concejal. - Intervino Adler apoyando las palabras de Chester. - Si el hombre más poderoso de la villa, quien controla a las autoridades está totalmente decidido por lo que parece a hacer algo tan atroz como un trato demoníaco, ¿qué podemos hacer nosotros para impedirlo? - Negó con la cabeza convenvencido de sus palabras. - Y evidentemente tras la charla de anoche donde nos mintió a la cara, no podemos confiar en usted. Espero que lo entienda...

- Gunther intentar golpear demonio y nada suceder, Gunther puede matar gente, pero si toda la ciudad contre Gunther, Gunther perder. - el gigantón meneaba la cabeza, él quería ayudar, pero era como tratar de enfrenarse al ogro con las manos desnudas. - Si tu decir quien sacrificio nosotros poder tratar de que no matar, pero seguro ellos conseguir otro.

A él no le preocupaba tanto que le hubieran mentido, ya sabía que lo habian hecho y de nada serviría lamentarse, seguramente otros le mentirían más adelante. Entendía a sus compañeros y haría lo que ellos dijeran, después de todo no podía enfrentarse sólo a muchos guardias.

- Comprendo... - Dijo el concejal bajando la mirada. - Sí, lo entiendo. - Suspiró. - Gracias por todo lo que han hecho hasta ahora. Debí creerles desde el principio. - Se lamentó. - Tendré que adoptar medidas más drásticas. - Se mesó la barba pensativo mientras se alejaba mezcládose entre la población. - Alertaré a la población... sí... eso haré...

—Si me aceptáis un consejo, hablad con el juez Ritcher y con el capitán Lassange. Ellos parecen gente honrada y probablemente estarán interesados en escuchar vuestra historia, empezando por todo lo que sepa sobre un goblin de tres piernas. Si su señoría considera que todavía podemos ser de alguna ayuda para la ciudad, estaré encantado de considerarlo. Siempre, claro está, que haya una carta con su sello personal que garantice no solo una recompensa acorde al esfuerzo que se nos pide, sino nuestra inmunidad al estar actuando en su nombre y, por extensión, en el de Bögenhafen. Una carta que esperamos recibir en mano del capitán en persona.

Trato de sonar más convencido de lo que estoy y no me atrevo a mirar a mis compañeros por temor a descubrir la incredulidad o el rechazo en sus rostros.

—Nosotros trataremos de conseguir algunos refuerzos y nos encontraremos en la posada de anoche, ya sabe cual. Así que, si realmente pretende detener a Teugen, le deseo buena suerte convenciendo al magistrado, señor Magirius.

Una sonrisa de esperanza se dibujó en el rostro de Magirius al escuchar el repentino cambio de opinión de aquel hombre. Dándose la vuelta, regresó tra sus pasos y estrechó la mano de Chester mirándole a los ojos.

- Tendrán esa carta y esa recompensa. - Le dijo convencido. - Iré a mi oficina a redactarla de forma inmediata y luego me reuniré con Lassange. Él podrá decirme si Richter se pondrá de nuestro lado o no. Le conoce mucho mejor que yo. No creo que el magistrado sea un hombre corrupto, pero tampoco creo que vaya a creer en ciertas cosas sin prueba alguna. Es un hombre de ley y bueno... él y Teugen tienen una relación muy cordial. Lo que puedan decir ustedes y lo que pueda decir yo, no creo que cambie su opinión sobre ese... ¡ese...! - Apretó los puños. - Bueno... vayan a reunir a sus refuerzos. Espero poder estar en la posada a eso de las cuatro como muy tarde. Espero que hayan tenido tiempo suficiente. - Asintió con la cabeza. - Nos vemos allí entonces. - Y sin más echó a correr camino de la oficina.

- Dividámonos. - Dijo entonces Alder. - Iré a ver a Joseph, quizás quiera ayudarnos. - Propuso recordando al valiente barquero que les había conducido hasta aquella ciudad. - Nos reencontramos en la taberna. Supongo que llegaré antes de as cuatro.

Dicho aquello se marchó en dirección al embarcadero.