No tardó demasiado en aparecer ante ellos el bueno de Gerolf, seguido por el mismo novicio que le había ido a buscar. La expresión risueña de Jentzsch, cambió a una bastante más dura al ver el cadáver enano. Frunció el ceño y acto seguido levantó la mirada hasta toparse con la de Gemme. Enseguida miró al resto de presentes en busca de una explicación que le complaciera.
- ¿Qué...? - Negó con la cabeza. - ¿Qué es ésto? ¿Qué me traen?
Adso habló después de dejar el cadáver en el suelo... - Señor este enano estaba en este estado de descomposición en las cloacas, sus heridas os harán ver como bien puede ver que le falta un brazo que fue atacado por algún tipo de criatura que vive debajo de nuestra ciudad. Una criatura que es capaz de arrancar el brazo de un hombre aunque lleve armadura. Este es el mejor ejemplo de lo que se esconde allí abajo, por otra parte es un miembro de la raza enana y como bien sabrá el divino poseía armas dadas por los enanos. Por ello como la alianza que perpetua esta fe entre humanos y enanos. He traído el cadáver de este enano para que se le dé bendita sepultura, y que esta hazaña sea reconocida por todos los enanos que viven y vienen a estas tierras en concreto a este templo.
Motivo: Persuasión sin modificadores
Tirada: 1d20
Resultado: 17 [17]
Ante el desaguisado, la sacerdotisa se llevó la mano a la cara en claro signo de vergüenza, pues aquello le resultaba cuanto menos extraño. No era quién quería que cargasen con un muerto hasta la iglesia, pero tampoco tenía como impedírselo a su compañero.
- Lo lamento, padre. Créame que esto no ha sido idea mía ni lo apruebo. Pero lo que dice Adso es cierto. Encontramos el cadáver del enano y a un demonio atado a una estrella de cinco puntas en el suelo. Parece que el goblin que buscábamos dio antes con el y terminó de forma parecida al enano... - Dijo, algo abochornada por la situación.
La actitud del hermano Adso me confirma ese prejuicio que ya tenía yo acerca de que al culto de Morr no le preocupa lo más mínimo lo que piense el resto del mundo; a fin de cuentas, todos acaban acudiendo a su dios tarde o temprano. Por lo que tengo entendido, la creencia fundamental del culto es que los muertos se enfrentan a graves peligros si no son enviados al seno de Morr con los ritos apropiados, por lo que encuentro sumamente razonable que nuestro querido Adso se preocupe tanto por el difundo enano.
Yo mismo admiro y apruebo sin paliativos su rectitud y su devoción, aunque me gustaría aprobarla desde un poco más lejos, donde no pudiera ver el cadáver. Ni olerlo.
Abochornado, camino mirando al suelo para evitar cruzar mis ojos con los de los habitantes de la ciudad y que deben estar sorprendidos y horrorizados con la escena. A fin de cuentas, no se ve todos los días a un grupo tan sospechoso como el nuestro paseando por ahí con un muerto al hombro a plena luz del día.
Y, cuando llegamos al templo de Sigmar, no dudo en entrar al edificio junto con el resto de mis compañeros. Más por el deseo de esconderme dentro y ocultarme así de las miradas ajenas, que porque tenga ningún interés en ofrecerle mis explicaciones a los monjes que viven allí.
- Comprendo, comprendo... - Dijo el sacerdote mirando en la lejanía hacia ambos lados del templo. Posiblemente buscando a la guarida. - ¿Y no han avisado a la guardia? - Preguntó algo inquieto. - En la parte trasera del templo tenemos un cementerio. Podría ser enterrado allí junto con los monjes de eras pasadas, siempre y cuando no encontremos a nadie que se haga cargo de sus restos. ¿No deben saber cómo se llamaba, verdad?
Tirada oculta
Motivo: Guardia
Tirada: 1d100
Dificultad: 80+
Resultado: 93 (Exito) [93]
Fue entonces cuando una patrulla apareció doblando la esquina. Una mujer vestida con harapos señaló hacia el templo y los dos guardias al descubrir a aquel extraño grupo de maleantes, avanzó al trote hasta la entrada del templo.
Rápidamente Gerolf hizo pasar al interior del Templo a los viajeros convertidos en exploradores de las cloacas. Para cuando los dos guarida llegaron jadeantes hasta la casa de Sigmar, todos habían franqueado ya el umbral del portón.
- ¡Alto... allí... en nombre del... gobernador! - Dijo uno de los guardias. Uno de lanza oronda y con la voz entrecortada por el esfuerzo de la carrera. Tras unos segundos recostado sobre su propia panza, recobró el aliento. - Deben venir con nosotros a dar explicaciones o serán detenidos. Portar un cadáver por las calles es cuánto menos sospechoso y sin duda alguna, muy poco higiénico...
- Mejor será que se vayan por donde han venido caballeros. - Intervino el sacerdote. - Están ustedes en la casa de Sigmar y estas personas están en terreno sagrado. - Desveló mientras señalaba el umbral del templo y luego a las personas a las que la guarida pretendía llevarse. - Estos hombres están en Sagrado y no de irán a ningún sitio. Ni ellos ni el pobre diablo que han encontrado muerto en las cloacas y a quién han traído hasta aquí para recibir sepultura y una dignas exequias. -Señaló a Adso. - ¿Qué haría si no aquí un clérigo de Morr? - Pero no les dejó responder. - Vayan a informar a su capitán de lo sucedido y al magistrado llegado el caso. ¡Vayan, vayan!
- Gracias Padre. Comunica el joven novicio una vez que los guardias se habían ido haciendo que su gesto cambiara de sorpresa y miedo a relajación y sonrisa amigable. Nunca había visto que la guardia podía buscarle un verdadero problema por trasladar a un muerto. Sabía que tenían que haber hecho los trámites burocráticos de ir a la oficina del sherif, comunicar el cadáver para que fueran los soldados allí a examinar, y después poder trasladarlo tras llevar las mantas adecuadas para no alarmar a los viandantes. Pero también sabía que ese trámite burocrático se había olvidado y que lo más seguro que si iban a la guardia hubieran ignorado aquel suceso a no ser que viniera de arriba pero no era el caso.
Adso ahora que estaba delante del reverendo, buscó en el cadáver por si encontraba algo que lo identificara o diera alguna señal de quién era. Ya que el Padre había preguntado... Así que se agachó y empezó a buscar entre la armadura.
Motivo: Tirada de buscar sin modificadores
Tirada: 1d20
Resultado: 15 [15]
Tras dejar aquel cadáver en manos del bueno de Jentzsch, que por desgracia no llevaba encima ningún tipo de identificación, pero que no obstante le sonaba a Adso de haberlo visto entre la muchedumbre de la feria, se marcharon del templo de Sigmar. El orondo sacerdote haría un buen trabajo con aquel enano, quien sin duda acabaría siendo enterrado en una fosa común y bajo una lápida sin nombre de no ser reclamado por ningún familiar o amigo, cosa bastante probable.
El grupo se marchó a la posada que el buen magistrado de Bögenhafen había pagado para ellos. Allí se asearon, comieron hasta llenar el buche y se pusieron ropas limpias. Debían aprovechar la comodidad de aquel lugar, pues sin duda alguna, una vez hubieran dado la noticia de la muerte del goblin, lo más probable sería que se acabasen sus privilegios como agentes de la ley.
De nuevo y ya con la noche reinando en el firmamento, se pusieron en camino del recinto de la feria. Como habían acordado, le darían la noticia al Doctor Malthusios sobre el fallecimiento de "Trespatas". Con suerte les creería y satisfaría el precio acordado por la búsqueda de su mayor reclamo dentro de su humilde "circo de los horrores". No tardaron en dar con él, pues estaba donde siempre. Junto a las carpas donde mantenía ocultos a sus más grotescos ejemplares.
Que alguien le cuente lo sucedido y haga una tirada de persuasión, a ver si el bueno del doctor, cree en vosotros y os paga.
Para mí supone un enorme alivio que la guardia de la ciudad no nos aprese después del espectáculo que hemos dado por las calles de Bögenhafen y un alivio todavía mayor el poder deshacernos del cadáver en el templo de Sigmar. Seguramente no nos hubieran dejado entrar en la posada llevando al hombro el cuerpo medio descuartizado y putrefacto de un enano.
De esta forma, en cambio, sí podemos asearnos, descansar un poco y recuperarnos física y mentalmente del desagradable encuentro que hemos vivido en las cloacas hace un rato.
A una parte de mí le gustaría quedarse aquí, trabajando toda la noche en confeccionar un vestuario encantado digno de mi magnificencia, pero mi sentido del deber me obliga una vez más a postergar tales cuestiones hasta haber informado al dueño del goblin de que ya puede irse olvidando de recuperarlo.
Lo encontramos, como la última vez, entre sus monstruos de feria aunque no consigo ver por ninguna parte al enano tuerto que se ocupa de ellos. Un escalofrío me recorre la espalda al pensar que pueda ser el cuerpo que encontramos en las alcantarillas.
—Buenas noches, doctor. Me temo que hemos encontrado a su goblin de tres piernas en las alcantarillas pero... No se lo hemos podido traer. Alguien ha invocado a un demonio ahí abajo y su goblin ha terminado convertido en su cena. Lo sabemos por las manchas de sangre verde que encontramos y también porque el propio demonio nos lo confesó antes de amenazarnos con sufrir el mismo destino si no nos marchábamos de allí de inmediato. Usted mismo podría ir a comprobarlo si quisiera aunque, sinceramente, no se lo aconsejaría ni a mi peor enemigo. A propósito, ¿cómo se encuentra el señor Grunni? ¿Consiguió recuperarse de sus heridas? No lo veo por aquí.
No soy el más adecuado para hacer una tirada de Persuasión, así que os dejo unos días para que alguno más intervenga y, si no, pues ya tiraré yo con mi fabuloso +0 ;)
- Así es corroboro lo dicho por mi compañero. El goblins se metió en una trampa de la cual no pudo salir, ya no es un peligro para la ciudad. Nunca más lo volverá a ver señor... Comentó Adso verificando la muerte de tres patas.
Motivo: Persuasión
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 12(+6)=18 (Exito) [12]
Gemme se mantuvo en un segundo plano, mientras sus camaradas daban las explicaciones pertinentes sobre lo ocurrido, amen del resultado de la búsqueda del goblin de tres patas. La sigmarita no lo dudó y apoyó las palabras descritas por el monje del grupo, así como de Chester.
- Así es doctor. El goblin ya no será un problema para la ciudad, pero ciertamente tampoco volverá a verlo. Lo descrito por mis camaradas es cierto y tras el hallazgo del demonio en las cloacas, también pudimos percatarnos de que el goblin también encontró a dicha criatura, con mucha menos suerte que nosotros, me temo... - Añadió.
Motivo: Aid another: Persuasión
Tirada: 1d20
Dificultad: 10+
Resultado: 13(+3)=16 (Exito) [13]
Ayudo a la persuasión de Adso.
El doctor escuchó atentamente las palabras de aquellos hombres y cuando supo que Trespatas ya no volvería, se llevó la mano al pecho y buscó un sitio donde sentarse. El feriante dejó caer su peso, no sin descarada teatralidad, sobre unas cajas y se llevó las manos a la cara, recostando su cabeza sobre sus propias rodillas.
- ¡Oh Dios mío! - Sollozó.
Momentos después alzó de nuevo la cabeza y miró a los cinco intrépidos exploradores de las alcantarillas. Resopló. Se le veía preocupado y en esta ocasión a diferencia del momento en que "casi perdió la verticalidad por el shock de la noticia", parecía una preocupación sincera.
- Trespatas era el mayor atractivo de mi feria. - Desveló. - No sé cómo... - Chasqueó la lengua. - Grunni está bien. Dolorido aún por las heridas de la mano, pero bien. - Se mantuvo pensativo. - Se comprometieron a la búsqueda de Trespatas y sin duda merecen una recompensa. Aunque por otro lado... - Se llevó un dedo a los labios pensativo. - El acuerdo era por traerme al goblin y no está aquí. Supongo que la mitad de lo acordado está bien. Veinticinco coronas de oro, por su trabajo. - Les dijo agarrando una bolsa que pendía del cinto y empezando a contar monedas.
Pongo los ojos en blanco pero no digo nada. En realidad es justo, porque no hemos cumplido con lo pactado, pero es una verdadera miseria. Aún así, me guardo mis cinco monedas antes de que Malthisius decida cambiar de opinión. Con ese dinero puedo asegurarme al menos una mesa reservada junto a la chimenea y una buena cena en cualquier taberna y probablemente una cama sin muchas pulgas en la mayoría de las posadas respetables de la ciudad. En otro tiempo, esto me hubiera parecido una pequeña fortuna, para qué vamos a engañarnos.
—Un placer hacer negocios con usted. Si nos encontramos por ahí en nuestros viajes algún otro goblin con tres piernas, o brazos o... cabezas, le aseguro que será usted el primero en enterarse —no quieran los dioses que me encuentre con otro bicho así.
Gunther se había mantenido en silencio durante todo el tiempo desde que abandonaran las cloacas. Ayudó con el cuerpo del enano, convencido definitivamente de que no era su antiguo camarada de armas, y se retiró a orar, o al menos a arrodillarse frente al altar a Sigmar mientras sus compañeros hablaban con el sacerdote y los guardias.
Fue hasta la posada con ellos, se bañó y dejó sus ropas para lavar mientras se volvía a poner las vestimentas pijas que allí le habían dado. Arriba de ellas fue la armadura cuando tocó ir a la feria, una visión perturbadora para cualquier amante de la moda.
En el recinto se dedicó a mirar las carpas, preguntándose que habría dentro, si eran algo cómo el demonio en el cuarto seguramente el feriante tendría problemas, especialmente si un simple goblin de tres patas le había dado semejante quebradero de cabeza.