Partida Rol por web

Subo a la barcaza y asiento a Joseph, indicándole que le he entendido. Deberíamos estar zarpando ya y cada segundo de dilación nos pone en peligro a él y a mí. Si los guardias están armados con ballestas o arcos... Prefiero no pensarlo.

Miro hacia el embarcadero, por el que ya corre Adso como alma que llevan los demonios. A saber la que habrán liado en el almacén... Aunque eso tampoco quiero saberlo.

—¡Vamos, Also, vamos! Ánimo que ya casi has llegado. ¿Dónde has dejado a los demás? —pregunto con preocupación.

Alzo la vista y veo a asomar por entre las cajas apiladas a Gemme caminando pausadamente y penosamente hacia la embarcación.

—Un poco de brío, señorita, que es para hoy. Ya habrá tiempo para descansar luego.

No tengo ni idea de cómo de graves son sus heridas, pero peor será si se deja atrapar a causa de ellas. Y yo tengo una responsabilidad para con Joseph. No puedo dejar que le capturen porque la sigmarita prefiera dar un paseo nocturno que echar a correr.

Adso sigue huyendo del combate y se dirige hacia la barcaza... Ya llega justo para dar un salto y colarse dentro. No mira hacia atrás, - Conoce al mago y sabe que Chester no se andará con chiquitas cuando peligra su cuello. 

- ¡Ya vienen! - Gritó Joseph al ver por el rabillo del ojo como los primeros cultistas doblaban la esquina. - ¡Corta ese cabo Chester! ¡Córtalo! 

En ese momento Joseph agarró una larga vara de madera y se acercó a la zona de estribor de la embarcación dispuesto a usar la vara para empuja contra la pared del dique y separar la embarcación de tierra firme alejándose así de los encapuchados que venían hacia ellos con no demasiadas buenas intenciones.

Los brazos de oscuridad de Gideon se disiparon, volviendo a ser de carne y hueso. Éste torció el gesto molesto por aquella inoportuna finalización del conjuro. No obstante, no cesó en su empeño de matar a Gemme.

- ¡Muere bruja! - Dijo entonces Gideon alzando su mano y señalando hacia la sigmarita.

La mano del brujo se iluminó con el color del fuego y acto seguido se materializó un pequeño orbe llameante. Con un simple gesto, lanzó la bola ignea en dirección a la religiosa y cuando parecía que todo estaba en su contra, alzó el escudo y Sigmar obro el milagro protegiéndola de un final atroz.

- ¡No! - Gritó enfuercido. - ¡Estás muerta! - Le amenazó lleno de rabia.

Gemme abrió los ojos. Seguía con vida y sólo podía agradecérselo a Sigmar. No encontraba otra razón por la cual sus restos no reposaran en el suelo junto a los de Gunther. 

- Gunther... - Pensó afligida la joven clériga.

Aquel guerrero con el que había compartido los últimos días, estaba perdido. Si no moría desangrado, lo haría en la horca o en circunstancias mucho peores que no deseaba ni tan solo pensar. Si ella no llegaba a la barcaza, correría la misma o peor suerte que su amigo.

- ¡Sigmar, sana mis heridas! - Imploró y éstas comenzaron a cerrar. 

Algo recuperada, avanzó todo lo que pudo en dirección al navío que Joseph estaba ya tratando de alejar del embarcadero.

- ¡Vamos Gemme! - Le incitó el espadachín a que acelerara el paso. - ¡Hay que salir de aquí!

Alder, ya había hecho todo lo que podía. Gideon no iba a ser fácil de matar, ya había demostrado ser un buen contrincante y quedarse sólo iba a suponer verse rodeado de enemigos en escasos segundos. Sin más corrió todo lo que sus piernas le dejaron, dejando atrás a Gideon y también a Gemme.

Escucho a Joseph metiéndome prisa. Tiene toda la razón al hacerlo. Yo soy el primero que desearía estar lejos de aquí, pero no podría vivir tranquilo sabiendo que he abandonado a mis amigos con tendencias suicidas.

Vuelvo a mirar hacia el muelle y localizo finalmente a Alder, dejando caballerosamente atrás a Gemme sin ofrecerle ninguna ayuda y, junto con ella, cualquier esperanza que todavía pudiera albergar de llevársela a la cama en el futuro. ¡Qué barato cotiza en el mercado el kilo de héroe en estos tiempos!

A Gunter no le veo por ninguna parte y solo puedo esperar lo peor a juzgar por el modo en que Adso ha salido en desbandada seguido de todos los demás. Dioses, siempre se van lo mejores... O se quedan, en este caso.

—Bienvenido a bordo. Una cosa es adorar al dios de la muerte y otra, querer encontrártelo, ¿verdad? —saludo al monje de Morr, sin esperar una respuesta por su parte—. Baja a cubierta y saca aquí al señor Steinhäger, deprisa. Igual los guardias se replanteen el dispararnos si lo ven en cubierta.

Confiando en que por una vez haga lo que le digo, dedico mi atención a nuestra rezagada sacerdotisa:

—¡Ánimo, Gemme! ¡Corre como una loca! ¡Tenemos que zarpar ya, pero sé que tú puedes!

Y si no puede, se va a tener que quedar en tierra. Sería una pena enorme, pero mejor ella que yo...seph.

Alder no me preocupa tanto, es un superviviente y sé que conseguirá huir como una ratilla aunque para ello tenga que agarrarse al casco de la nave con las uñas y con los dientes.

Adso una vez dentro del barco iba a hablar pero ve a Chester dirigiendo la barcaza con bastante prisa. - Los guardias parecen pisarnos los talones ya habrá tiempo para contarle lo sucedido si salemos de esta. Así que Adso bajó para coger a Steinhäger, y sacarlo a cubierta con la idea de utilizarlo de escudo, en caso de que los guardias tuvieran ballestas o arcos y quisieran disparar contra la nave... - Era buena idea, pero nuestros motivos idealistas se estaban yendo al garete, con tantos muertos e ideas de poner a comerciantes inofensivos como muros ante la ley. Sin siquiera haberlo querido eran profugos de la ley, y serían de los más buscados por la muerte del maestre del gremio Teugen.

Así que asintió al mago, bajó a la bodega y sacó a Steinhäger de allí hacia la superficie de la barcaza, sujetándolo suavemente del hombro y de la muñeca... - no fuera a escapar o a saltar.

- ¡No podemos esperar más! - Le gritó Joseph a Chester. - ¡Esto no arranca como un coche de caballos! - Le recriminó. - ¡Corta, corta ya!

Se veía impaciente a Quartjin, quien ya había empezado a hacer palanca con la vara. En su rostro se dibujaba el miedo por la turba de encapuchados que se acercaba. Su mirada iba cambiando de objetivo cada pocos segundos, los enemigos, Chester y el dique y a cada instante que pasaba, se le veía más y más nervioso.

- ¡Zalthoros, thra'kallar enashtu! - Pronunció Gideon señalando a Gemme.

La joven sigmarita notó entonces como aquel hombre, de alguna forma y mediante el poder arcano que la magia oscura le proporcionaba, trataba de alguna forma de hacer que ella fuera hasta donde él se encontraba y de alguna forma intercambiaran sus posiciones. La joven pelirroja se concentró, tratando de ser más fuerte que aquel encantamiento y finalmente, logró doblegar la voluntad del arcanista.

- ¡Aaaaargh! - Gruñó el demonologista terriblemente frustrado.

Gemme corrió ahora si, todo lo que sus piernas le permitieron. El peso de la armadura era sin duda un lastre en situaciones como aquella, pero aún así alcanzó la barcaza. 

- ¡Corta la soga Chester! - Le pidió cuando ya llegaba. - ¡Saltaré!

Alder simplemente saltó sobre la cubierta del barco. Cayó de forma acrobática y acto seguido se puso en pie acercándose al borde de la embarcación para tender la mano a Gemme.

- ¡Salta, ya casi estás! - Le arengó preparado para cogerla si ésta no alcanzaba a saltar lo suficientemente lejos.

- Se están equivocando. - Dijo simplemente Franz con cara de pocos amigos. - Lo pagarán. Tiempo al tiempo...

Mientras Franz decía aquello, los encapuchados seguían avanzando a la carrera, ya estaban llegando a la altura del dique y en pocos segundos alcanzarían la barcaza. Giden no se quedó atrás, aunque si fue superado por algunos de los fanáticos que corrían tratando de alcanzar a los asesinos de Teugen. 

Gemme tenía que saltar y tenía que hacerlo ya. Sólo tendría una oportunidad y si fallaba cayendo al agua, estaría perdida. No obstante, la barcaza todavía estaba junto al dique, pero como bien había dicho Joseph, si no actuaban ya cortando la soga y separando la embarcación unos pies de tierra firme, en breves segundos el combate se trasladaría a la cubierta del barco de forma inevitable.

—¡El consejero Steinhager ha caído al agua! ¡Auxilio! —anuncio a los guardias, antes de que eso llegue a ocurrir siquiera, mientras me agacho para liberar el cabo que nos retiene anclados al muelle.

—Lo siento, Franz, de verdad. Solo es un chapuzón pequeño, pero eres libre, como te prometí. Espero que sepas nadar... —comento, sin apartar mi atención de la cuerda que estoy desatando—. Adso, Alder, ayudad a nuestro amigo a saltar y tiradle un salvavidas si lo encontráis por aquí.

No necesitamos mucho tiempo, solo unos segundos de duda por parte de nuestros perseguidores. Que piensen si deben atacarnos, o sacar del agua al simpático consejero local.

Vamos, vamos, maldita cuerda... ¡Vamos tú también, Gemme!

Adso acató las órdenes de Chester, empujando a Franz fuera de la barcaza, antes que este asimilara las palabras de Chester y lo que estaba pasando...

Pese a que Adso a punto estuvo de tropezar y ser él quien cayera por la borda, finalmente pudo equilibrarse y golpear levemente contra la espalda de Franz, tratando de lanzarle al agua. Pese a que el empujón fue claramente insuficiente, aquel hombre acabó saltando al agua y salpicando de forma estruendosa. Sin duda, el propio Steinhäger puso de su parte para saltar al agua y librarse de los que él seguramente consideraba unos dementes.

Mientras todo eso sucedía, Chester pudo finalmente desatar el último cabo que única la barcaza a la bita del dique y que mantenía la nave paralela al embarcadero. Tras anunciar que ya estaba suelto el barco, Jospeh hizo palanca con la vara contra el dique y la embarcación de desplazó en dirección contraria, empezando a separarse del pantalán.

Ajeno a todo lo que estaba sucediendo, Gunther seguía inerte en el suelo, respirando a duras penas y sangrando de forma abundante. El guerrero necesitaba la atención de un galeno o intervención divina a través de un clérigo. Lo cierto era que parecia que ni una cosa, ni otra fueran a suceder antes de que fuera demasiado tarde.

Gideon avanzó hasta quedarse muy cerca de la sigmarita. Fue entonces cuando introdujo la mano en una pequeña bolsita que portaba atada en el cinturón y de la misma extrajo una pizca arena teñida de color rojo, amarillo y azul. Acto seguido se llevó la mano a la boca y entonces volvió a pronuciar unas extrañas palabras en un idioma desconocido.

- ¡Vakorin sylvestra, norkindra val'zuth! - Dicho aquello sopló el polvo que salió disparado en direccion a Gemme, emn forma de un vívido cono de colores que prácticamente ocultó a Gemme en la nube de polvo de color.