Partida Rol por web

—Cualquiera diría que quieres hacer cualquier cosa menos buscar a Eved—dijo Hellas cruzandose de brazos y mirando a Oona ceñuda—. ¿Qué te molesta tanto?

Oona se detuvo en el pequeño porche que daba acceso a la vivienda abandonada, buscando por si Eved había protegido también aquella localización con una trampa. No encontró ningún mecanismo, pero sí que encontró un cigarro aplastado, tirado a un lado de la entrada como si alguien lo hubiera apagado y tirado antes de entrar. El cigarro era un puro y olía de forma muy parecida al que os encontrasteis en el cargamento de El Fantasma del Mar.

El interior estaba hecho un desastre, como el exterior, aunque vuestra atención se dirigió de manera hipnótica a las docenas de diminutos cangrejos que estaban agrupados en un rincón de la estancia, bajo la escalera desmoronada que un día dio acceso a la segunda planta del edificio. Formaban un montículo de un rojo carmesí sobre algo que no podía ser otra cosa que un cadáver. Por su tamaño, humano.

La espada de Eved estaba en el centro de la habitación, su hoja bañada de sangre. Había un rastro de la sangre se dirigía a la cocina (o volvía de ella, no estabais seguros).

¡Sangre! Aranna señaló el rastro carmesí, como si fuera la única de los compañeros que tenía un par de ojos.

¿De qué me suena esa espada?

Por encima de la sangre y la espada, llamaba la atención la multitud de cangrejos que correteaban sobre algo que era casi invisible bajo la marea de pinzas, patitas y caparazones.

¡Un cadáver! ¿Es un cadáver?

Zanahoria gruñó, mostrando los dientes hasta las encías. Hubiera querido atrapar a uno o dos de esos cangrejos, aplastar sus caparazones entre sus fuertes mandíbulas, y sorber su carne a lengüetazos, pero recordaba lo que le había pasado la última vez que lo había intentado, antes de conocer a Aranna. Todavía llevaba las cicatrices bajo su pelaje.

Colibrí observó el festín de los crustáceos con manifiesto desagrado. Al menos esperaba que fuera quien fuera estuviera muerto cuando empezaron a comérselo; no era un fin que el shoal desease a nadie el ser comido vivo. Miró la espada, la misma  hoja que portaba Eved. Parecía casi convenientemente  dejada en el suelo y manchad de sangre, casi como si lo que allí acontecía fuera una elaborada puesta en escena.

- Habría que mirar en la cocina, Aranna. Oona y Fr... Hellas, ¿podíais dispersar a esos cangrejos? Si se ponen bravos y vienen contra nosotros, Compadre y yo les saldremos al paso. - Colibrí montaba en su mastín de guerra y había desenvainado sus pequeños sables, armas pequeñas pero afiladas que podían cortar piel y hueso con facilidad.

- Y sí esa parece la espada de Eved. Pero si queda alguna pertenencia de ese cuerpo, puede que eso nos diga algo sobre su identidad. O si como me temo esto forma parte de un engaño, quién querían que creamos que es. -

-¿Molesta? -la genasí miró a su amiga-. En absoluto. Solo tengo la sensación de estar dando vueltas como un tonto. Aquí no hay nada.

Con un suspiro, envió a Gary al arbolito. El pequeño dragon marino se encogió de hombros y volvó hasta la copa, donde se apostó cual águila vigilante. Incluso frunció el ceño para parecer intimidante como un águila. Si no fuese de color rosa coral, habría pasado por una.

En el interior de la vivienda, sin embargo, sí que había algo. Sangre. Cangrejos. Y un cadáver. Oona se echó para atrás cuando vio la espada de Eved, chocó contra Hellas y estuvo a punto de caerse al suelo de la impresión. Gary, fuera de allí, sintió su zozobra y estuvo a punto de caerse de la rama también. El dragón se llevó la mano al pecho y sacudió la cabeza. Un día de aquellos se moriría de un ataque al corazón con los sustos que se llevaba Oona.

La espada. La sangre. El cuerpo. La genasí se agarró al brazo de Hellas.

-¿Y si ese es Eved? -dijo con un hilo de voz-. No quiero mirar. Que alguien vaya a la cocina y compruebe lo que hay. No quiero mirar.

Cuando entraron en la casa y vieron la casa, Hellas apretó los dientes sin poder ocultar el horror. No tendremos tanta suerte—pensó sin decírselo a Oona. En el fondo y hablando en serio, casi prefería que fuera el espía de Tethyr. Porque si había llegado a cargarse a su tío, todo esto se iba a ir a la mierda.

—Mejor acabemos con el cangrejo antes de ir a la cocina, no sea que nos encontremos alguna sorpresa—dijo recordando los encuentros con las sabandijas en la Casa Encantada.

Ay, pobre Oona. Aunque Aranna no esperaba que el cadáver fuese Eved. Tal vez, ni siquiera era un hombre. Las espadas afiladas no le hacían ascos a la carne de otros.

Ah, si hay alguien ahí, ya nos habrá oído, replicó. No estaba en desacuerdo con Hellas, pero no iba a ser ella la primera en llamar la atención de los crustáceos. No debían ser tan grandes como los que habían estado a punto de comerse a Colibrí, aunque el propio Colibrí era bastante pequeño, y consecuentemente, lo que él describía como cangrejos gigantes podía no ser más que cangrejos normales vistos desde su perspectiva. Fuera como fuere, todos esos cangrejos le traían a la memoria las arañas de la guarida de Sambalet, y no era un recuerdo bonito. Pero podéis matarlos o espantarlos, o lo que queráis. A mí no me molesta.

La druida se acercó a la puerta que daba a la cocina y se asomó con todo el disimulo que era capaz. A decir verdad, no era capaz de mucho.

Aranna decidió ir a la cocina, desoyendo las advertencias de Hellas. Al fin y al cabo, ¿qué sabía ella? Hellas no era una aventurera, se había hartado de repetirlo. Todavía si se lo hubiera dicho Fay...

El caso es que nuestra intrépida aventi se asomó a la cocina que estaba tan destartalada como el resto del edificio. Por fortuna no había nadie, aparentemente, ni vivo ni muerto. Aunque claro, en un mundo en el que cualquiera podía volverse invisible quién sabía. El caso es que vio que el rastro de sangre terminaba en un armario bajo. La puerta del armario colgaba de uno de sus goznes, y parecía que la habían manipulado con las manos llenas de sangre. Por lo demás, el armario estaba vacío a excepción de unos cuantos fragmentos de cristal curvo cubierto con una capa de líquido espeso.

Aparte de eso estaban los muebles que uno esperaba encontrar en una habitación que hacía las veces de cocina y comedor: una mesa, un par de sillas y un pequeño horno cuya puerta abierta dejaba ver el interior lleno de ceniza.

-¿Qué hay en la cocina? -preguntó, sin moverse del sitio-. No puedo espantar cangrejos, son inmunes a mi magia. No me quedan frascos de fuego de alquimista... Aunque...

Oona empuñó el bastón oceánico sin saber muy bien si podía funcionar. Se acercó un poco a los cangrejos, agito el bastón y pronunciás palabras mágicas.

-¡Fus Ro Dah!

Sangre, respondió. El rastro seguía hasta el interior de la cocina, y se perdía en un armario que alguién, con escaso decoro, había manoseado sin antes limpiarse las manos. Dentro del armario, a distancia, solo reconocía unos restos de cristal mojados. Me parece que el tipo de la sangre se ha bebido una poción, dijo.

¿Entramos? preguntó, dándose media vuelta a tiempo de ver a Oona empuñar su nuevo bastón y apuntar hacia la montaña de cangrejos, conjurando una potente ráfaga de viento, a juzgar por la forma en que se levantaba el polvo y salían volando los desperdicios que había en el camino del conjuro.

- Como fuera de invisibilidad, estamos listos. -

Colibrí azuzó levemente a Compadre para ponerse delante de Oona tras su ráfaga de viento. Si los cangrejos se ponían pesados y se revolvían, quería que antes tuvieran que pasar por sus ígneos filos.

Una súbita ráfaga de viento brotó del extremo del bastón de Punketah, enviando unos pocos cangrejos por los aires. Aquello pareció enfadarlos más que otra cosa, y se revolvieron como uno en dirección a aquella molesta genasí que había interrumpido su ágape vespertino.

Enjambre de cangrejos pasa la TS Fort con un 20 natural y luego saca otro 20 natural en iniciativa al más puro estilo Pathfinder Kingmaker.

Podéis colocaros en cualquier parte de la zona roja. Avhin tienes que decirme donde está exactamente la línea de la ráfaga de viento. Aranna, Colibrí y Hellas también pueden actuar en el asalto sorpresa (solo acciones parciales).

22. Enjambre de cangrejos: ileso (desprevenido)

El  viento sopló y sopló, y los cangrejos soportaron las rágafas con estoicismo. Lo único que consiguió Oona fue dejarlos, notó Aranna, bien secos.

Oye, cariño, me vendría muy bien uno de esos cuando salgo del mar, dijo Aranna. Los cangrejos, decenas de ellos, tal vez cientos, estaban a punto de abalanzarse sobre ellos, pero si no lo decía en ese momento, probablemente se le olvidaría. Para secarme, ¿sabes? Sobre todo el pelo, y la ropa. ¿Puedes hacer que el viento sea calentito y agradable?

No fue eso, empero, todo lo que hizo la druida. También llamó a una criatura elemental de fuego, a pesar de que su especialidad eran los de agua —¿qué habría sido del elemental de agua que acompañaba a los contrabandistas?—, sin que nadie la apaleara o la silenciara, gracias a su nuevo y precioso collar. La pequeña llama rugió, tan intimidante como los ladridos de un chihuahua, alguna maldición en su idioma crepitante y se lanzó al ataque, cocinando a la brasa a un puñado de los cangrejos.

Zanahoria ladró a la maraña de bichos, y de ahí no pasó, perro listo que era, pues mientras lo hacía, iba retrocediendo hasta desaparecer en la cocina.

Aranna (7D) invoca un elemental de fuego menor con "invocar aliados naturales II" (acción estándar, usando el cronoamuleto del archimago indiferente), cambiando kelpstrand, en 13F.

El elementalito ataca:
            Ataque 18, daño de fuego 4 (cangrejos TS Ref CD 11 para evitar arder). No tiro el daño físico.

Zanahoria se mueve a 4D.

Elemental de fuego menor modificado:
Pg: 13
Ataque: +8
Daño: 1d4 + 2 + 1d4 de fuego (TS Ref CD 11 para evitar arder).
Las criaturas que golpean a un elemental de fuego reciben 1d4 de daño de fuego y TS Ref CD 11 para evitar arder.
Fort +2.
Duración: 6 asaltos.

Dejando atrás* a Compadre de un salto que le hizo aterrizar de pie gracias a la magia de sus botas, Colibrí se dejó engullir por el enjambre de cangrejos mientras se preparaba para frotar sus sables y formar una llama sobre ello.

Luego consideró si debía escupir furgo sobre el enjambre o no...

- ¡Hay aceite en las alforjas de Compadre! ¡Oona, dale de nuevo a ese viento a ver si no me lleva a mí! -

Mierda.

Sus peores temores se iban a cumplir. La no-aventurera no tenía problema alguno en confrontar piratas a lo loco (cosa que ya había hecho en dos ocasiones), pero ese tipo de alimañas eran un problema. SIEMPRE.

—Puedes combinarlo con tu elemental de fuego Aranna.

Hellas se coloca en I7.

-¿Por qué? -gimió la embaucadora al ver que los cangrejos dejaban su festín para volverse contra ellos-. ¡No tengo más viento! Usaré el aceite, a ver si podemos prenderlos.

Solo puedo usar el viento 1/día.

Ini 6. Empiezo en 7G

El elemental de fuego de la druida de agua apareció en el Plano Material. Allí hacía bastante más frío que en su plano natal, y esto enfadó mucho al elemental. Elemental, queridos amigos. Al menos, dijo en su mente, le habían preparado un ágape en forma de cangrejo. La dieta de este elemental consistía fundamentalmente en queso emmental, pero le hacía ascos a los crustáceos. Aún se acordaba él de aquella parrillada de langosta que prepararon cuando visitó a su primo en el Plano Elemental de Agua...

Pero nos desviamos. El caso es que el Elemental de Fuego cocinó un buen puñado de cangrejos bien churrascaditos, como a él le gustaban. Lo que no sabía nuestro pequeño pero fiero elemental, aparte de que no era tan pequeño ni tan fiero como Colibrí, es que estos cangrejos no estaban muy por la labor de ser cocinados. Se lanzaron sobre él y lo atacaron con sus pincitas furiosamente, chamuscándose aún más en el proceso.

Enjambre de cangrejos: TS Reflejos 21, éxito.

El movimiento del Enjambre de cangrejos provoca un ataque de oportunidad del Elemental de fuego, sin embargo, saca un 1 natural y falla.

Elemental de fuego recibe 9 puntos de daño. Enjambre de cangrejos no pasa esta vez la TS Reflejos (6, fracaso) y recibe 6 puntos de daño por fuego.

Elemental de fuego comienza su turno en una casilla ocupada por el enjambre y deberá hacer una TS Fort CD 14 o quedar mareado durante 1 turno.

¡VUESTRO TURNO!

(25) Zanahoria: 27/27
(22) Enjambre de cangrejos: 10 daños, herido (en llamas 3 asaltos)
(19) Aranna: 23/23
(19) Elemental de fuego: 4/13
(8) Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)
(8) Compadre: 22/22
(6) Oona: 18/18
(5) Hellas: 18/18

El elemental era una masa de llamas, pero había aprendido a temer a los cangrejos de Marjal Salino como si fuera un chucho adoptado o un mediano de los arenales con sangre de dragón. ¡Todo el mundo le tenía miedo a los cangrejos de Marjal Salino!

Lo vio llegar a su lado Aranna, y dio un respingo al sentir tan cerca el calor de las llamas. Las llamas estaban un poco verdosas, y se tambaleaba como un borracho. Zanahoria gruñía valientemente desde la cocina, y no gruñía aún más valientemente porque no sabía cerrar la puerta.

La druida contaba aún con otro conjuro que podía emplear, pero temía apagar el ardiente ánimo de los cangrejos, así que se lo guardó en la manga, aprovechando que ahora llevaba una prenda que tenía. Se agachó y se puso a rebuscar en las alfrojas de Compadre en busca de ese aceite.

El elemental vuelve con Aranna a 8D.
Aranna busca en las alforjas y coge el aceite.
Zanahoria gruñe.

Oona se acercó al perrete de Colibrí y rebuscó entre sus alforjas un frasco de aceite.

-¿Y si mejor nos vamos de aquí? -preguntó al aire-. No tenemos forma de pegarnos contra esos cangrejos. ¡No puedo usar mis conjuros!

Paso de 5' a 7F

Acc. movimiento, sacar aceite de las alforjas. Preparo acción. Si el enjambre entra en la casilla de Colibrí, lanzo el aceite al mediano.

- Uno, dos, tres... - 

Colibrí contaba interiormente mientras se preparaba para una maniobra que no le gustaba nada. Le iban a picar, a morder y a comer, pero no se le ocurría nada mejor.

- Aranna, cuando me engulla, manda al elemental de nuevo. Tenemos que saber quién es el fallecido y salir corriendo no nos lo aclarará, Oona. Me va a doler más a tí que a mí... -

El Mediano giró la cabeza y guiñó un ojo a sus amigas mientras se preparaba para su siguiente maniobra.

- ... cuatro, cinco, ¡y seis! -