Una vez llegan al anticuario de William, Alice se mantiene en silencio mientras su mano sostiene con cierta fuerza el hombro que aún continúa sangrando. No le preocupa en demasía, ya que según las sensaciones que va recibiendo de su propio cuerpo, es consciente de que pese a no ser profunda, es más la molestia del corte que la severidad de una herida bastante superficial. No obstante, como todo y bajo ese lema donde un médico es el peor paciente, allí se encuentra lidiando con el dolor y su imperiosa necesidad de desinfectar esa herida.
Al margen de ello, por educación y protocolo, saluda al ayudante de su compañero esbozando una natural sonrisa que refleja cierta amabilidad. No es la empatía pura, pero da la impresión de caerle bien aquel muchacho que se esfuerza en dar lo mejor dentro de aquel lugar que rebosa de historia. Por suerte una vez se van resolviendo los menesteres propios de un lugar que sigue su cauce y requiere esa debida atención por parte de su dueño, avanzan por aquel pasillo donde las puertas se vislumbran. Quizás en otra ocasión se hubiera detenido a preguntar cada detalle, cada objeto que va observando en el camino, pero el detalle en su hombro, seguía molestando.
Una vez llegan a la oficina, la doctora toma asiento y escucha a William atentamente. - Estoy de acuerdo con usted. Perdone que he estado callada, pero es imposible pensar cuando tengo una herida en mi hombro que atender. Gajes del oficio y que soy una pésima paciente. - responde a modo de disculpas, es que estaba muy dispersa en su dolor y es difícil centrarse en analizar unas fotos cuando mínimo, debe desinfectar y colocar una gasa para que comience a cicatrizar, así el roce de la ropa no lo termina dañando más.
Ya en el baño, se quita el saco largo que lleva puesto. - Tendré que quitarme la blusa, espero no perturbarlo y disculpe mi atrevimiento, es necesario. - aclara mientras botón a botón va desabrochando la prenda, dejando a la vista ese detalle femenino que no pasa desapercibido. Pero como está tan ajena a lo que revela, y más aún a su belleza de mujer que ostenta con esos pechos tan bonitos, gira sobre sí misma para mirar a través del espejo la herida que tiene delante suyo. - ¿Gasas? ¿Algún calmante? ¿Alcohol? - pregunta por si William tiene algún equipo de primeros auxilio.
No hay problema! :)
Tras poner pies en polvorosa, os reunís ambos vehículos dos manzanas más allá del apartamento de Dolezal, momento que aprovecháis para indicaros donde está el punto de reunión. Parece que el resto de los compañeros se han ido a la tienda de antigüedades de William. No pilla especialmente cerca pero no os queda más remedio. Sabiendo que es peligroso ponerse al día estando aun tan cerca del lugar, preferís abandonar aquel barrio antes de que se llene de polis.
Conducís los vehículos por las calles de Cleveland y poco a poco, a medida que os alejáis de Kingsbury Run, los edificios comienzan a mejorar, las calles se ven mejor mantenidas y la gente que veis caminado por la calle no os produce tanto rechazo. Por fin habéis vuelto a lo que consideráis civilización.
Varias patrullas de policía os hacen ocultaros en callejones o manteneros parados. No estáis seguros de que os estén buscando, pero preferís no arriesgar. Finalmente, llegáis hasta la tienda de William. Es un establecimiento cuya fachada es de madera bien tratada y con unos enormes ventanales que permiten a la luz penetrar e iluminar una amplia colección de antigüedades desde mobiliario de estilo Luis XV hasta armamento de la Guerra de la Independencia Norteamericana. En lo alto del escaparate hay un cartel con letras góticas que pone Taylor's Antiquary y en el interior se encuentra un hombre joven, rubio, de buen aspecto que alza la mirada al veros entrar.
- ¿En que puedo ayudarles caballeros? Si buscaban algo en particular tal vez pueda… -
Entonces repara en Joseph por lo que entiende que la única antigüedad que vienen a buscar sea al anciano jefe.
- Vienen a ver a ver al señor William ¿verdad? si me disculpan un momento... –
Y desaparece por una puerta que da a la trastienda. Enseguida oís las voces de William y Alice.
Ya estais todos juntos, poneos a todos como objetivo
Tras recibir algunas gasas, hilo y aguja y un mechero por parte del joven, Alice comienza, A pesar del dolor, a suturarse la herida. Por suerte no ha pillado ninguna arteria importante y el músculo no parece excesivamente dañado. Tras limpiarse la herida, comienza a suturar, soltando algún ligero gemido por el repentino dolor. Pero son demasiados años trabajando con agujas y cuerpo como para ahora, con calma, hacerlo mal.
Por su parte, Taylor se centra en el bajo relieve en lo que su ayudante le busca libros para intentar localizar el significado del símbolo que lleva tatuado el extraño de las fotos. Ayudándose de una lupa, enfoca la imagen sobre el bajorrelieve.
Lo primero que ve es a un barco siendo atacado por un terrible monstruo de seis cabezas. Un hombre con un casco crestado permanece en la proa con apariencia aterrorizada.
No tienes que elucubrar mucho como para entender la escena que se está representando en aquel mural. Es claramente el ataque de Escila a la nave de Odiseo. Esto es un pasaje de la Odisea de Homero en la que Odiseo, por insultar a los dioses, se ve castigado a recorrer los mares sin ser capaz de llegar nunca a su tierra de Ítaca.
De pronto los pelos de la nuca se te erizan y te giras rápidamente, sin embargo, no hay nada. Vuelves la vista a la foto y por un momento sientes que los ojos de la criatura te han mirado, pero al pestañear, la imagen vuelve a la normalidad. Una gota de sudor resbala por tu frente mientras una sensación de sentirte vigilado te invade. De pronto tu joven ayudante irrumpe en la habitación lo que te hace dar un respingo.
- Ha venido el detective Joseph con dos personas más. –
Parece que vuestros compañeros han llegado.
Muy buena descripción William. Enhorabuena.
Como recompensa... tira 1d6 dificultad 4 para no perder 2 puntos de estabilidad por la extraña sensación que te ha invadido.
Ya estáis todos juntos, poneos a todos como objetivos.
- No es que hayamos descubierto demasiado, la verdad... - Comenzó Lilian. - Pero algo si que hay... - Afirmó mientras sacaba una pequeña libreta donde se había entretenido en apuntar cuatro datos mientras recorrían las calles del Kingsbury camino del apartamento de Dolezal. - El Lester's está cerrado hasta aproximadamente las 19:00, pero pudimos hablar con un hombre que conocía a Dolezal. Un alcohólico, un vagabundo que me daba repelús. No estaba demasiado bien de la cabeza, pero dijo algo interesante. Dijo que Frak no podía haber matado a nadie. Eso lo podemos coger con pinzas, pero habló de un doctor al que consideraba un buen hombre. Se ve que frecuentaba la zona, pese a tener una posición bastante más elevada que la de todo el resto de detritos humanos que van por allí. Dijo que se llevaba muy bien con la señora Flo Polillo y que una vez desapareció del mapa, el doctor tampoco volvió a pasar por ahí...
La cuidad es un hormiguero enrarecido luego de lo ocurrido en los barrios bajos. Con todos los policías montando rondas a destajo es posible que algo muy feo se esté cuajando. Al entrar miro con atención las armas, porque es oportuno su escaparate y mi necesidad de obtener una.
-O´Donnell se va a enfadar al descubrir que fuimos nosotros a visitar a Dolezal- comienzo con mi devolución al mencionar al sheriff y su posible ira cuando sus oficiales le pasen el parte de Dolezal. En principio me parece gracioso por la escapatoria totalmente improvisada pero efectiva en apariencia. Luego una sombra cambia mi parecer. Jodimos totalmente la investigación, y mi cuota de culpa es importante.
-Aunque la policía haya identificado visualmente al señor Wilson y a la señorita Myers es poco probable que las sospechas apunten a ellos. Es a nosotros – digo señalando a Taylor, McMillan y yo- que Dolezal podría hacer una devolución interesante para la policía. Aunque su borrachera era tal que apenas podía caminar pero le fue suficiente para herir a Alice e intentar escapar por una ventana. Solo disparando a su pierna logramos detenerlo y hacer que hable. Desde luego eso conllevó a que la policía apareciera, solo que demasiado pronto. Supongo que eran agentes leales a Ness. Creo que más pronto que tarde lo averiguaremos y por ello deberíamos desaparecer cualquier prueba de la visita a Dolezal. – aseveró al señalar la ropa rota y ensangrentada de la forense rubia.
-Desde luego la tarde tuvo sus frutos. Por ejemplo unas fotografías halladas en un sitio oculto en el departamento del borracho, algo de cocaína y una tarjeta de ese sitio que también ubicaron ustedes. El Lester´s, un sitio donde los proxenetas se reúnen y un tal Willie “el manco”. Si hace los honores señorita Alice- insisto al pedirle que muestre las fotografías a los demás.
-Dolezal llegó al apartamento con ayuda de un grandulón, que pese a no estar tan borracho, supuso un problema enorme al huir y herir a Taylor. No pudimos atraparlo, aunque no creo que sea una amenaza para nosotros. Por otro lado el teléfono del borrachín no dejaba de sonar durante todo el rato que estuvimos en el interior del departamento a la espera de su llegada. Y no creo en las coincidencias. – afirmo luego de encender un cigarrillo bastante arrugado.
Ya con su herida suturada, Alice se reúne junto a sus compañeros luego de estar pensando en las teorías que William desde su ingenio ha sacado adelante, esas fotografías son muy reveladoras y no estaría mal en verdad que ahora mismo este ingenioso hombre, exponga lo que tiene en mente. - Todo es verdad si, pero tenemos un hilo donde tirar antes de que la policía venga a nosotros y las conclusiones que este Señor tan inteligente ha sacado, son cuanto menos interesantes. William, haz el honor y comenta sobre las fotos. - afirma con total sinceridad, conforme con la línea de pensamiento que Joseph transmite al resto del grupo.
No quiere obviar nada, no cuando la situación se les fue de las manos y los perros de Ness siempre están al segundo cuando una alarma suena. Pero lejos de sentirse coartada la Forense, esa adrenalina misma que la situación en sí ofrece, la invita a querer continuar con esto y no perder esa pista que Dolezal tiró así de la nada. Es una forma de continuar mientras el otro sale de su estado ebrio e inconsciente.
- ¿Algo más? ¿Futuros pasos a seguir? - pregunta la forense, es que luego de exponer Taylor su teoría, habría pasos a seguir. No obstante le alcanza las dichosas fotografías a sus compañeros periodistas para que puedan apreciar esos detalles, que al menos para William tenían sentido.
Detalles de las fotos:
- Un hombre desconocido practicando el sexo con Rose Walker. Su rostro no es visible. Tiene un tatuaje bastante particular en su hombro, parecido a una punta de flecha señalando a una curva.
- El mismo hombre practicando el sexo con Edward Andrassy. Su rostro no es visible. Esta foto parece haber sido tomada a través de una ventana. Detrás de los dos es visible la esquina de un cuadro.
- El mismo hombre practicando el sexo con Flo Polillo. La habitación está suntuosamente amueblada. Tras ellos, apoyado en la pared, hay un bajorrelieve grabado en lo que parece ser mármol rojo o creta.
Wilson admiró la tienda del señor Taylor. No estaba acostumbrado a frecuentar lugares tan bien organizados y limpios, la verdad sea dicha, pero aquel antro tenía algo que le ayudaba a relajarse de la tensión de hacía unos minutos. Se detuvo a examinar las fotos que McMillan había depositado y reparó en algo que el vagabundo les había dicho.
- Aquel tipo nos dijo que el dichoso doctor estaba siempre interesado en los tatuajes. No sé si se tratará de algún tipo de perversión o algo por el estilo, eso se lo dejo a ustedes, pero podría servirnos como gancho para localizar al tipo. El vagabundo nos dijo que desde la muerte de Polillo estaba desaparecido... en cualquier caso, supongo que todo pasa por volver a Lester's cuando esté abierto, a ver si localizamos al doctor o tenemos ocasión de volver a "alternar" con Dolezal.
Leon se detuvo un momento a mirar a sus compañeros.
- Lamento que la situación se haya ido de madre tan pronto. Todo este asunto parece mucho peor de lo que intuíamos al principio, pero sus avances de hoy indican que vamos por buen camino... buen trabajo.
Era obvio que la señorita McMillan necesitaba de intimidad para curarse y por sus dotes también era evidente que no iba a necesitar ayuda, así que William decidió dejarla sola en el baño y fue presto a analizar aquel extraño bajorrelieve de la tercera fotografía. Al instante identificó la escena que tenía ante si. Era inconfundible. El canto número XII de la Odisea. William comenzó a recitar en un murmulló aquel libro que había releído en incontables ocasiones: -Aproxímate, pues, a Escila; dirige tu nave rozando el escollo; es muy preferible lamentar la pérdida de seis compañeros que perecer todos juntos.- El pobre Odiseo en su vuelta a Ítaca había tenido que llevar a cabo numerosos sacrificios y uno de ellos había sido el de escoger entre que su nave fuera engullida por Caribdis o bien que Escila, aquel monstruo de seis cabezas devorase a seis de sus tripulantes. El señor Taylor recordó como continuaba el canto con la historia de las melodiosas sirenas y como Odiseo había tenido que atarse al mástil para no caer rendido antes su embrujos. Fue en ese instante, en el que levantó la cabeza y dirigió la vista hacia una de sus cerámicas áticas de figuras negras y rojas representando aquel momento del poema épico, cuando le pareció contemplar como la propia bestia mitológica, desde la foto, le miraba feroz. Volvió a mirar la foto y al instante pareció confirmar aquella sensación ominosa. Los pelos de la nuca se le erizaron, el sudor de su espalda debido a la ola de calor que sufría Cleveland se torno frío, su mente se resquebrajo. Había sido demasiado para él y su síndrome de Gallipoli. Historias en el mar, monstruos que habitan el oscuro océano, las playas de Turquía dónde había sufrido en su juventud, un dolor y sacrificio que compartía con aquel héroe griego. El señor William, torno su ojos en blanco y comenzó a convulsionar atemorizado por el inmenso liquido elemento y aquel ser que lo habitaba y que acaba de contemplar como le vigilaba. En el culmen de su éxtasis del terror, el joven Jonathan entró por la puerta con la noticia de la llegada del resto del equipo. Todos se quedaron sorprendidos ante lo que estaban contemplando. Parecía que al viejo le había poseído un demonio o más científicamente hablando parecía sufrir algún tipo de neurosis. Jonathan sabía perfectamente lo que tenía que hacer, él había sido informado y contaba con un protocolo de acción. Con determinación y sangre fría saco una pipa metálica, un mechero y un frasco con una sustancia que parecía adormidera, tras depositar en la pipa el opio procedió a quemarlo. En cuanto este estuvo listo y tras varias bocanadas para ver que tiraba se lo dio de fumar al viejo anticuario mientras le susurraba los versos de un extraño poema que casualmente tenían que ver con aquel bajorrelieve del que Jonathan desconocía. Los allí presentes anonadados con aquella extraña situación pudieron escuchar hermosos versos cortados que decían algo así como:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
[...]
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
[...]
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
La sustancia psicotrópica y aquellas palabras fueron suficientes para calmar una vez más aquel mal crónico con el que cargaba desde décadas. El señor Taylor se incorporó ayudándose de aquel joven y con la voz temblorosa y mientras le agarraba con escasa fuerza la mano le dijo: -Una vez más, gracias.- Jonathan tomó la pipa y la dejo a una lado, después pidió al resto de personas que tomaran asiento en torno a la mesa de aquella biblioteca y al instante apareció con café para todos. En la taza de William puso el doble de café. Los investigadores empezaron a hablar entre ellos y William tomó su tiempo para recuperarse e intentar salir del trance de la droga aunque por el paso del tiempo ya estaba más que acostumbrado. -Al parecer vamos a tener que volver a visitar el Lexter's para intentar localizar cuanto antes a Willie el Manco, si se entera de lo que le ha ocurrido a su amigo Dolezal quizás se esfume del mapa.- dijo mientras miraba el reloj para ver si se encontraban cerca las 19:00 en las que abriría el establecimiento. -Por otro lado, sospecho de ese médico de tan alto nivel y amante de los tatuajes. Como pueden ver en las fotos aparece un hombre con un extraño tatuaje y además en ambientes de lujo con presencia de este cuadro que aún no identifique y de ese bajo...- todos los presentes pudieron percibir como la voz del viejo temblaba, perdía la poca firmeza que tenía debido al consumo de la droga. De hecho, William no concluyó la palabra. Simplemente les dio a todos la foto y la lupa para que ellos mismos pudieran contemplar el horror que él mismo había visto. Mientras la foto iba pasando de mano en mano el Señor Taylor devolvió la placa al señor Miller y a su vez con renovada firmeza en la voz recitó unos versos del cantico XII de la Odisea para que todos los presentes la escucharan.
-Escila no está sujeta a la muerte; es un monstruo inmortal, terrible, espantoso, cruel, al que no es posible combatir. Allí toda fuerza resulta inútil; lo más seguro es la huida. Si te entretienes armándote contra esa roca, temo que, abalanzándose de nuevo, Escila engulla tantos compañeros tuyos como cabezas tiene ella. Navegad, pues, rápidamente, implorando a la madre de Escila, Cratais, la cual alumbró ese terrible azote para los mortales; sólo ella impedirá que el monstruo se lance en vuestra persecución.-
Motivo: Estabilidad
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 3 (Fracaso)
Esto es lo que muestra el bajorrelieve de la tercera foto visto con lupa:
Es claramente el ataque de Escila a la nave de Odiseo. Esto es un pasaje de la Odisea de Homero en la que Odiseo, por insultar a los dioses, se ve castigado a recorrer los mares sin ser capaz de llegar nunca a su tierra de Ítaca.