Otra vez el viejo Hill ¿Es que aquel hombre había discutido con todo el pueblo? Miró de reojo a su compañero cuando escuchó aquel nombre y advirtió que, como él, había apuntado la visita a aquel hombre en la lista de tareas pendientes.
Sinceramente no creía que fuese el asesino que buscaban, no descartaba que un hombre de tan mal carácter en un arranque de furia cometiese un homicidio, pero no encajaba en el perfil del psicópata que después de asesinar fotografía a la victima.
Ese último recuerdo hizo saltar un resorte en su mente y volver a la foto que mostraba el cadáver de Sandy... Un dolor frío en la mano le hizo salir de su pequeño trance. Su puño se cerraba fuertemente alrededor del asa de cristal de la jarra de cerveza que no había probado apenas, pero no había soltado.
Estuvo tentado de apurar de un trago todo el contenido del recipiente, pero se lo pensó mejor. No era conveniente dar semejante imagen, y tampoco ayudaba a tener la mente clara para no dejar cabos sueltos. En lugar de eso se quedó mirando al tabernero, esperando la respuesta a la pregunta de su compañero.
- No tenía hijos. Quedó viudo demasiado pronto, pero supo salir adelante... - Habla Tom, con parsimonia, hasta que un pitido interrumpe la conversación es el teléfono móvil del Agente Dwight.
- Eh... ¿Hola? - Suena una voz joven y enérgica. - Les habla el ayudante de la Sheriff Fred Willis. Me comunica que está guando a sus dos compañeros a la residencia de Bale, y que sería buena idea reunirse allí. - Muchos rostros ya se han girado para observar la conversación, como si fueran curiosos de visita en un museo. Es evidente que los últimos avances del siglo XX aún no se han implantado en todas las zonas, y Ashville parece ser una de ellas. - Si me dicen dónde están ahora mismo, puedo guiarles hasta la casa de Bale.
La sheriff hace una rápida llamada a su compañero Fred Willis con las órdenes de localizar a los otros dos agentes, Selina Sparks y Jules Sullivan, comunicarles vuestra intención de ir a la residencia de Bale y ofrecerse a guiarlos a la misma.
- Ya está. - Exclama Joanna. - ¿En marcha?
Dwigth hizo un gesto al señor Simpson para que le disculpara al tiempo que atendía la llamada.
- Al habla el agente Dwigth. -dijo en tono neutro. De acuerdo. Nos encontramos en el bar Simpson. Le esperamos aquí. No esperó respuesta antes de colgar el teléfono. Tampoco comunicó cosa alguna a su compañero. Simplemente guardó el teléfono móvil ante la curiosa mirada de todos los presentes, sacó de su cartera un billete de diez dólares que dejó sobre la barra y agarró su chaqueta dispuesto a salir de allí. Ni siquiera se despidió de Tom Simpson. Hizo un gesto con la cabeza a Peter para que le siguiera y salió del bar.
Cuanto más tiempo pasaba enfrente del propietario del bar más le situaba en el borde que separa la ignorancia con la falta de colaboración. Estaba claro que no iban a sacar nada en claro de aquella conversación.
Como una señal divina el móvil del agente Dwight sonó en aquel momento. Intercambió unas breves palabras y se levantó, dejando pagada la ronda, muy bien por cierto, para salir sin mediar más palabra. Sin duda había sido un gesto de lo más maleducado, pero seguro que el tabernero prefería la buena propina a los buenos modales de un forastero.
Peter se levantó de su asiento dispuesto a seguir a su compañero. Aquella actitud no le gustaba nada y, poco a poco, la imagen idealizada que tenía de Dwight, ese héroe que había detenido al asesino de Sandy, se iba desvaneciendo.
-Muchas gracias por las bebidas, señor Simpson. Que pase un buen día- se despidió. Hizo un gesto a la jovencita de la cocina que estaba seguro no había perdido detalle de la conversación con su jefe, y salió del local tras el agente Dwight.
En la puerta os recoge el joven Fred Willis, que con toda su energía efervescente de joven entregado, se coloca delante de vosotros y exclama un "¡En marcha!".
CONTINUAMOS EN LA ESCENA 2: BUSCANDO EN LOS RINCONES OSCUROS DE ASHVILLE.