Partida Rol por web

-¿Bajo que cargos?- preguntó ante la petición de Dwight. Estaba completamente dispuesto a abatir a aquel anciano en caso de que les atacase, pero no iba a utilizar la fuerza policial sin motivo. Si no había cargos no podían retener a aquel hombre.

Aunque no se movió del sitio si que adoptó una postura más activa esperando que el agente al mando le diese una buena razón para saltarse la ley que habían jurado defender. No pensaba impedir que Selina aprovechase la oportunidad de llevase la palmadita en la espalda de Dwight si decidía detener al pobre desgraciado, pero él necesitaba razones de peso para contradecir el código.

No se repetiría lo de Bagdad.

-Obstrucción a la justicia en plena investigación y amenaza directa a un agente federal.-Selina sabía que cualquiera que conociera un mínimo el estado mental de aquel hombre no podía tomar esos cargos en serio. Pero eso ahora era secundario-Señor Hills, lamento decirle que va a tener que dejar sus tareas para algo más tarde. De momento no le queda más remedio que acompañarnos.

Se acerca lentamente al viejo con sensaciones encontradas. Por una parte con los sentidos alerta ante cualquier intento de agresión, bien con aquella guadaña o tal vez podría intentar abalanzarse con sus propias manos. Por otro lado, quiere confiar en que el viejo realmente solo sea un pobre enfermo, que llegado el punto de apretarle lo suficiente las tuercas en esta situación termine por derrumbarse.

Con una mano ha cogido las esposas, mientras que la otra trata de colocarla discretamente cerca de la funda donde se encuentra su pistola reglamentaria. Espera no tener que llegar a usarla.

Las esposas inmovilizan al enojado viejo, que escupe amenazas, la mayoría incoherentes, contra todo y contra todos. No es consciente del alcance de sus palabras, y no entiende por qué "esos críos del demonio han tenido que venir a joderle el día". Durante los siguientes minutos, culpa a los agentes en numerosas ocasiones de los daños que la tromba de agua "que está por caer" va ha provocar en sus cosechas, que está por recoger. Los zapatos de la Agente Sparks no se escapan de un escupitajo lanzado por el viejo.

Una melodía suena en la chaqueta del Agente Dwight. Es el teléfono móvil.

Había dos cosas que realmente le irritaban en un agente. La incompetencia y la insubordinación. Con respecto al señor Johnson no estaba seguro de lo primero, pero jamás hubiera imaginado que llegase tan lejos como para cuestionar una orden directa de su superior. No de el, que era militar. 

Por el momento se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto, ya elevaría si lo veía necesario un informe al bureau. Por lo pronto, el viejo Hill estaba esposado e inmovilizado gracias a la rápida actuación de la agente Sparks, que acababa de ganar unos valiosos puntos en detrimento de su compañero más rebelde. 

Se dirigió a Martín Hill. - Queda detenido, además, en calidad de sospechoso de la muerte del señor Elmore. Tiene derecho a guardar silencio por el momento, pero me temo que tarde o temprano deberá empezar a hablar. Se lo digo por si propio bien. 

La tarde amenazaba tormenta y no podían mantener al viejo allí mientras intentaban hacer su trabajo. Estaba a punto de llamar a la sheriff para que viniera a recoger al sospechoso cuando su teléfono sonó. 

- Agente Dwigth al habla.

- Agente Dwight... - Una pausa y aquella voz dura retoma la conversación. - Aquí su director adjunto. - Otra breve pausa. - Infórmeme, ¿cómo van las investigaciones?

De manera instintiva, llevo mi mano a mi arma mientras Sparks realiza la detención del loco local. Es muy probable que el viejo loco no se más que otro estorbo en nuestra investigación, pero al menos así no nos molestará mientras inspeccionamos la zona.

Lanzo una mirada de soslayo al cielo funciendo el ceño a la tormenta que se avecina. Mi mente empieza a vagar perdida entre los jirones de nubes que oscurecen más y más a cada minuto que pasa.

El tono del móvil de Dwight me duelve al aquí y ahora. 

Miro a John y gesticulo con la boca mientras con el pulgar señalo al granero y la casa.

- Vamos inspeccionando el lugar - le digo de manera silenciosa haciendo entender que ganamos tiempo mientras termina la llamada para ver si evitamos que nos pille la tormenta

Me vuelvo hacia Johnson, ya que Sparks se está encargando del viejo

- ¿Vienes? - le digo mientras comienzo a caminar hacia el granero. Este lugar no me gusta, y prefiero tener alguien con quién cubrinos la espalda mutuamente. Además, aún queda un perro atado por la propiedad al que no me gustaría un pelo tener que enfrentarme a solas si de pronto le da por soltarse de la correa.

John le hizo una señal muda a la agente Sparks para que atendiera al esposado mientras él respondía a la llamada. Resultaba evidente que el veterano inspector no esperaba aquella llamada. Al menos, no tan pronto. 

-La investigación va en curso. -no quería dar demasiados detalles, y menos por teléfono. De momento dos registros completos, dos autopsias y un sospechoso. Dada las escasas horas de las que hemos dispuesto considero satisfactorio el progreso. Estuvo apunto de hacer una mención del comportamiento díscolo de Johnson, pero no dejó llevarse por las emociones del momento y decidió guardárselo también para sí. ¿Alguna novedad por su parte, señor?

- ¿Un sospechoso? - Una pausa de varios segundos en los que sólo se escucha la respiración del adjunto. - Le felicito, Agente Dwight, pero vayan con cuidado. No alteren la vida del pueblo ni sean la comidilla por cualquier cagada que puedan cometer. Representan al FBI, no a una banda de matones, ¿de acuerdo? - Ésta era una pregunta retórica, de las que no necesitan respuesta por parte del otro interlocutor, así que el adjunto continúa hablando en un tono más cercano. - Estamos... ultimando el papeleo para que reciban una llamada de Los Ángeles, ¿me oye? - Otra pregunta retórica. El adjunto está acostumbrado a hablar mientras todos le escuchan sin rechistar. - Es Arthur. - Un escalofrío te recorre el espinazo al escuchar su nombre. - Ha insistido en hablar con usted. Dice que tiene información del caso y se la quiere proporcionar. Hemos accedido a dicha conversación y en un par de horas llamará a la oficina del sheriff local. - Ahora, el tono de voz vuelve a cambiar, tornándose más susurrante todavía y destilando desasosiego que atraviesa el cable telefónico. - Mire, no se vayan del pueblo hasta que no obtengan resultados. No podemos permitirnos que un imitador de Arthur nos ponga en jaque otros dos años.

Tras esto, cuelga.

Arthur. 

Alguien podría decir de John Dwigth que era frío, imperturbable, hierático, y no le faltaría razón. Sin embargo, la sola mención de aquel nombre podía despertar en el veterano inspector todo un torrente de emociones. Arthur se había convertido en una parte inseparable de él, no sólo de su vida, sino de su persona, de su psique, de su historia. Conocía a aquel malnacido tan bien como el propio Arthur lo conocía a él. Sabía que, una vez encerrado, había desarrollado una especie de obsesión por su captor. La misma que Dwigth desarrolló meses antes tratando de darle caza. 

Colgó el teléfono e inmediatamente después telefoneó a la sheriff Baker. 

-Hemos arrestado a Martin Hill. Necesito que se acerquen a por él a la entrada de su granja. Traigan dos coches. 

Pronunció Dwigth en tono neutro. Hizo una seña al doctor Sullivan y a Peter Johnson para que echasen un vistazo a la casa. Por su parte, John le hace un gesto a Selina para que mantenga al esposado bajo control, al tiempo que se dirige a echar un vistazo al granero. 

La tormenta, al igual que la sheriff Baker y la llamada de Arthur Lewis, estaba al caer. No había tiempo que perder. 

Hay paja por todos lados, lo cual encaja con el carácter descuidado y abandonado que ofrece la finca del viejo Hill. Durante la llamada a la sheriff, ella se muestra incrédula. Conoce a Martin Hill, en realidad, todos lo conocen, y ha amenazado a todos los vecinos de Ashville en alguna ocasión, así que no cree que la obstrucción a la justicia sea una prueba contra él. "Lo obstruye absolutamente todo", llega a decir la Sheriff Baker, aunque finalmente accede a enviar dos coches.

Mientras estos llegan, el registro de la casa la presenta como la de un viejo gruñón cualquiera, llena de polvo, comida a medias, trastos inútiles por doquier y un hedor rancio perpetuo. Nada destacable. Lo único que hace fruncir el ceño de los agentes es la guadaña que sostenía el viejo. Ha sido afilada recientemente, pero... en el fondo, quien trabaja en el campo debe afilar sus útiles a menudo. Un gruñido confirma que no es una prueba, sino una teoría en el aire.

Los coches vienen y tras unas breves explicaciones a la sheriff de lo ocurrido, volvéis a la oficina.