Los héroes contemplan las piras de fuego. Héroes que dieron su vida para recuperar aquel Cetro, estandarte de la ambición y poder. Cara ha costado pero todo mal ha sido limpiado. Los cuerpos de Espina y Egarth arden y las lágrimas del elfo resbalan por la mejilla. Era el final de su camino, ¿había encontrado lo que buscaba?, desvió su mirada hacia el chico que se hallaba junto a él, su hermanastro. Espina había dado la vida por él y si algo estaba seguro es que el chico vivía gracias a el asesino que tuvo piedad por él.
Los magos no se hablaban. Darvin tenía sus pensamientos en su padre si las plantas que había recogidos curarían a su padre y si llegarían a tiempo. Los pensamientos de Ander se centraban en el templo derrumbado. ¿Y el libro que Darvin había encontrado seguiría allí? Quizás algún día regresara y pudiera echarle un vistazo a aquel libro. Ander esbozó una sonrisa enigmática.
Lombert tenía la mente en otro sitio. Había ayudado a destruir a ese semielfo que comandaba a los umbras. Por fin conocía a esos umbras y prefería no volver a cruzarse en su camino. Se preguntaba cuál sería su próxima aventura. Lombert sonrió y dedicó sus últimos pensamientos en aquel simpático abuelo y se alegró de haber compartido con él la que sería la última aventura de Egarth.
Mariam permaneció en silencio, Maestrom había encontrado las coordenadas para devolverla a su lugar de origen. Al menos había conseguido vengar a los causantes de su mal, pero el camino era largo y tenía que trabajar mucho para volver a erigir el Monasterio.