Durante la marcha, parecía que Turuko y Zert habían hecho buenas migas, mientras Kobort se mantenía en silencio. El viaje hacia la Barbacana parecía tranquilo.
Cuando fue la hora de acampar, Turuko insistió en que Kobort y él harían una de las guardias, parecían gente de confianza y muy capaces si surgía algún problema. Tras algo de reticencia por parte de Garemond, finalmente accedieron a la petición de Turuko.
A la mañana siguiente, Garemond y Mártel despertaron atados a un árbol y su dinero había desaparecido. Tras soltarlos, todas las sospechas se centraron en Zert, que parecía tan sorprendido como el resto del grupo a pesar de que Éladar le intimidó activamente, algunos defendían que debían ir a buscarlos pero finalmente se decidió continuar adelante, pues no sabían qué les tenía preparado esa pareja.
Más tarde el camino empezó a hacerse más impracticable, raíces, hierbajos y otros arbustos ocultaban el paso, obligando a sortear zarzas y abrirse paso a base de cortar ramas. Tan sólo el gnomo se sentía como pez en el agua entre tanta maleza, pero por lo menos ya podían divisar la escarpada silueta de la Barbacana a lo lejos.
Pronto pasaron por un embalse, donde se vieron sorprendidos por varios anfibios gigantes. Estos seres parecían hambrientos, tanto que uno de ellos se tragó a Éladar quien poco después consiguió liberarse rajando su abdomen. Tras el susto, alcanzaron por fin la Barbacana del Foso. Se trataba de una fortaleza ruinosa que sin embargo evocaba cierto esplendor en el pasado. El águila que Garemond tenía amaestrada sobrevoló el castillo para ver si estaba habitado, cuando volvió avisó de que habían hombres vigilando. Sin mayor preocupación, accedieron a una especie de patio donde podían ser objetivo fácil desde las almenas. Pronto decidieron entrar a la fortaleza, pues su entrada estaba destrozada. Tras una cuidadosa exploración de varias estancias ruinosas, se encontraron con una vívora gigante que protegía su territorio. Mártel le pidió insistentemente al druida que intentara controlar al animal para que dejara de ser ofensiva, pero mientras el gnomo se negaba, Éladar asestó un certero golpe que acabó con la vida del reptil.
Tras el enfrentamiento con la serpiente, el grupo decidió descansar para reponer fuerzas antes de continuar con la exploración de lo que Garemond calificó como una pesadilla. Atrancaron la puerta en la estancia del reptil y organizaron las guardias. En el turno de Emén y Gáremond, algo empezó a rascar la puerta, tanto la semiorca como el gnomo decidieron atrancar mejor la puerta y esperar a que pasara. Finalmente el ruido cesó sin mayor importancia.
A la mañana siguiente, siguieron explorando la fortaleza sin gran éxito. Al salir de una de las salas, se vieron sorprendidos por unos guardias. Éstos también parecían sorprendidos por encontrárselos en que debía ser una patrulla rutinaria. Pronto se deshicieron de ellos, llevaban un distintivo peculiar, sus capas mostraban un ojo amarillo sobre el fondo negro. Al parecer una organización malvada estaba sembrando el horror en los alrededores de Hommlet y ésta era su base.
Tras un encontronazo con un lagarto gigante que protgegía una caja y una garrapata del tamaño de un mamífero medio, se dirigieron a la parte subterránea de la Barbacana. Éladar disfrutaba abriendo en canal a todo monstruo o aberración que lograban derrotar, su efímera estancia en el estómago de una rana gigante hizo probablemente estragos en su personalidad.
Cuando descendían las escaleras hacia el subterráneo, a Zert le cayó encima una masa viscosa y gris, parecía tener vida y de hecho puso en aprietos al grupo hasta que Gáremond redujo a la criatura gracias a una antorcha.
Aún sin estar demasiado cansados, las herídas de la batalla comenzaban a ser serias y los lanzadores de conjuros necesitaban tiempo para preparar más hechizos, por lo que decidieron descansar antes de continuar. Durante una de las guardias, otra garrapata gigante puso en aprietos al grupo pero pronto se deshicieron de ella.
Una vez descansados. iniciaron la exploración del nivel subterraneo de la Barbacana del Foso. Allí encontraron unas horrorosas celdas infestadas de muertos vivientes deseosos de carne fresca. Por fortuna, las celdas estaban cerradas, pero la insitencia de los zombis fue mayor. Dos zombis se escondían detras de un pilar cerca del final de la sala y sorprendieron al grupo, poco después una de las celdas se abrió y pronto todos los zombie estaban libres. Martel decidió huir por una entrada hacia la mitad de la sala, pero para su sorpresa, un enfurecido ogro aguardaba a su espalda. Muy habilidosamente, la maga convocó un hechizo que dejó grogui al horrendo ser y los esfuerzos de todos los compañeros se centraron en los muertos vivientes. Aunque fue muy duro, la balanza se inclinó de su lado y poco después todos los zombis habían sido derrotados. Éladar dió el golpe de gracia al ogro y por fin pudieron relajarse un poco.
Una vez derrotados los zombies y el terrible ogro, los compañeros se dieron cuenta de que se hallaban en una cámara de tortura, con varios aparatos que parecían haber sido usados recientemente.Mártel encontró una trampilla que llevaba a un pasadizo secreto. Tras descansar, accedieron al pasadizo que era largo y angosto. Al final de éste, se hallaba una especie de cripta, con varias tumbas colocadas alrededor de toda la estancia. Poco después de llegar, comenzaron a salir cuerpos del suelo, sin duda ávidos de sangre. Estos seres eran terriblemente rápidos a pesar del aspecto que ofrecían, arremetiendo con sus garras e intentando arrancar la carne con sus dientes.
El descanso volvía a ser necesario tras acabar con los necrófagos. Mientras Gáremond realizaba una guardia, oyó pasos provinientesdel único pasillo que daba a la sala. Pronto despertó a todos sus compañeros, todos esperaban algo terrible, pero un solo soldado de los que ocupaban la Barbacana apareció. Al verse superadoampliamente en número, corrió sobre sus pasos, probablemente a buscar ayuda. Gáremond y los suyos, que preveían sus intenciones, se escondieron de nuevo en el pasadizo secreto por donde habían accedido a la sala. Pronto se dieron cuenta que el guardia había alertado a otros cinco camaradas y buscaron incluso en los nichos de la sala sin gran éxito. Lo que sí descubrieron, fue una especie de túnel toscamente excavado en una de las tumbas.
Cuatro de los guardias accedieron al túnel, mientras, los dos restantes se mantenían vigilando la sala. Los compañeros decidieron que este era el momento ideal para atacar, y así lo hicieron. Los centinelas se vieronsobrepasados pero uno de ellos jamás salió de los túneles, lo que provocó cierta curiosidad entre el grupo. Un sinfín de galerías y un reguero de piezas de oro les aguardaba dentro, pero nunca encontraron al bandido desaparecido.
Prosiguiendo con la exploración, Mártel encontró una entrada oculta que llevaba a una simple puerta. Tras examinarla cuidadosamente, la elfa llegó a la conclusión de que se trataba de alguna especie de mecanismo, tras vacilar un segundo, ella misma giró la manivela de la puerta y se oyó un estruendo fuera de la estancia.
Accedieron entonces a una sala donde una horda de gnolls parecían querer comunicarse con ellos pero les fue imposible debido a que ninguno de los compañeros hablaban su idioma. Tras comunicarse póbremente con señas, los héroes decidieron no aceptar el trato quesupuestamente proponían: 58 piezas de oro a cambio de algo de información y dejarlos marchar. Cuando se decidían a irse por otro camino, dos de los gnolls lanzaron sendas flechas hacia el grupo, la batalla había estallado.
Sin grandes dificultades, los compañeros se deshicieron de las bestias y continuaron la marcha, pronto, encontraron una gran roca que entorpecía el paso por uno de los corredores, el murciélago familiar de Mártel exploró más allá pero no pareció encontrar nada al otro lado.
La maga encontró otra puerta secreta pero una vez entraron, ésta se dio cuenta de que se trataba de una trampa e instintivamente gritó a sus compañeros que salieran del pasillo. Segundos después otra gran roca cayó y bloqueó el camino por el que habían accedido. Ahora mismo podrían estar atrapados y su única opción era seguir adelante.
Más adelante encontraron una cámara donde parecían vivir una banda de osgos, criaturas peludas emparentadas con los goblins. Al igual que pasó con los gnolls, los compañeros no pudieron entender su lengua, pero esta vez, Gáremond intentó que no corriera más sangre y llegaron a un acuerdo por el cual apartarían la roca que bloqueaba su camino a cambio de unas 50 piezas de oro. Algo que pareció excesivo a varios miembros de la comitiva.
Poco después lograron alcanzar unos túneles que parecían mejor decorados que el resto, un guardia les avistó y pronto emitió un sonido, corriendo hacia el fondo del pasillo. Los compañeros, que no estaban preparados para otra gran batalla, decidieron huir por otro corredor, logrando salir de la Barbacana por un pasadizo que no mucha gente parecía conocer.
Antes de volver al interior de la Barbacana, decidieron explorar una torre exterior. Allí se vieron atrapados por una masa gigante de telas de araña. Al cabo de unos segundos, una araña enorme hizo su aparición. Con gran destreza, pudieron acabar con el terrible arácnido e incluso encontrar algún tesoro oculto entre las viscosas telas.
Ya en el interior de los subterráneos, decidieron tomar otro camino por si encontraban algo que les ayudara contra los ocupantes de la fortaleza. Allí encontraron un estanque natural donde se vieron sorprendidos por un cangrejo de río gigante. Gáremond usó su condición de druida para lograr que el animal volviera a su guarida en el fondo del estanque, lo que les permitió recoger algunos tesoros hundidos en el agua.
Parecía que no les quedaba otra alternativa, si querían llegar hasta el fondo del asunto, debían enfrentarse a los centinelas de los que antes habían huido. Y así fue, una terrible batalla sacudió los cimientos de la Barbacana pero afortunadamente, no hubo que lamentar la pérdida de ninguno de los compañeros.
El sargento de las fuerzas a las que se enfrentaron, dijo algo así como: "Debo proteger al Nuevo Maestro", probablemente ése maestro era el último escollo que debían superar antes de volver como auténticos héroes a Hommlet.
Tras una jornada de descanso, los compañeros accedieron por fin a la sala del Nuevo Maestro. Se trataba de un hombre de una siniestra belleza que ofreció al grupo abandonar la Barbacana a cambio de salvar sus vidas.
La conversación se hizo eterna, hasta que Lareth, pues así se llamaba el nuevo maestro, empezaba a impacientarse de la impertinencia de ciertas preguntas. Sin a penas tiempo para reaccionar, él y sus dos guardaespaldas fueron alcanzados por un conjuro de sueño fallido. Mártel encendió la mecha de la batalla.
Pronto, Emén, Eladar y Zert sintieron que la presencia del Nuevo Maestro les parecía aterradora. Sin duda alguna clase de hechizo les estaba afectando. Poco más tarde, la semiorca huyó de la estancia dejando caer su poderosa hacha. Mientras el resto del grupo trazaba una bastante poco efectiva estrategia. Los soldados de Lareth ponían las vidas de los compañeros en serio peligro.
El Nuevo Maestro conjuró algo que aterró salvajemente a Éladar, tanto que éste quedó paralizado presa del horror. Zert, el único guerrero que se mantenía apto para la lucha, apoyado por Garemond y Mártel con sus proyectiles, logró asestar un par de golpes certeros y evitó que los guardias dieran el golpe de gracia al horrorizado guerrero.
Cuando ya quedaban pocas esperanzas, pues Zert estaba gravemente herido, Garemond se quedaba sin conjuros y Mártel se desesperaba en busca de una solución; Emén accedió de nuevo a la sala, con fuerzas renovadas y habiendo dejado a un lado el temor que le producía Lareth. Agarró el espadón de Éladar y con una fuerza sobrehumana, asestó un duro golpe que atravesó el corazón del Nuevo Maestro.
La heroicidad de la semiorca liberó a la barbacana de su inmundicia y salvó in extremis las vidas de sus compañeros. Hommlet necesitaba nuevos héroes y sin duda aquí están los mejores candidatos.