Por desgracia para Daftpunk, el alcalde no cayó noqueado al suelo. Cuando recibió la descarga, el cuerpo del hombre se quedó rigido unos segundos y entonces miró a la agente imperial con una mezcla de extrañeza, rabia y... ¿desprecio? Tenía razones para hacerlo, pues le había atacado a traición. Pero el hombre pareció contenerse. Eso sí, a los dos les pareció ver que aumentaba de tamaño y se volvía algo más imponente. No era un cambio físico, sino una percepción. Falder Germans no era un hombre corriente.
El problema fue que quiénes no se contuvieron fueron los sibelburgueses.
—¡EL ALCALDE!—gritó uno de ellos—¡HAN ATACADO AL ALCALDE!
En cuestión de segundos, un grupo de pueblerinos rodeó a su dirigente protegiéndolo de los infaustos agentes imperiales.
Croquet y Daftpunk continúan aquí.