¿Aristóteles? Flame escuchó las palabras de Aire, era como si se hubiera despertado, como si todo hubiera vuelto a la normalidad. ¿Estaría de nuevo viva? Lo último que recordaba era un fuerte dolor en la garganta y el filo de un hacha cercenando su cabeza. Ahora estaba en el centro de la plaza, y sus compañeras habían vuelto a vivir. Cuando miró su cuerpo desnudo, no se inmutó, ni sintió vergüenza, estaba orgullosa de su naturaleza, y la escama no solo estaba en su frente, también había parte de ellas en su estómago y en sus senos. Hasta ahora nadie la había visto desnuda, o si lo había hecho no se habían fijado en ese detalle. ¿Le habrían salido las escamas con el tiempo?
La lagartona echó de menos la prolongación de sus brazos, los trillizos no estaban con ella, y su intuición le hizo pensar que probablemente se hallarían donde había fallecido. A pesar de que ahora hubiera despertado en otro lugar.
¿Dónde está Ayash? Preguntó sin importarle nada de lo que acababa de ocurrir. Miró hacia la ventana por donde había ido y se vio tentada en salir corriendo para recuperar sus armas. Pero ahora, temió por su recién recuperada vida. Si se había roto la maldición, dudaba mucho que pudiera volver a renacer.
No era la primera vez que Alice pasaba por el trauma de la resurrección, y si seguía con el aquelarre tenía la impresión que no será la última. Pero algo más importante propio su hilo de profunda meditación metafísica sobre la resurrección y sus consecuencias morales y éticas, estaba desnuda en mitad de la plaza de un pueblo. Mierda, otra vez ha vuelto a pasar. Rápidamente trato de cubrir su desnudez.
Nadie prestaba atención a la desnudez de Aire, Alice y Flame. Dos de los trillizos seguían en la plaza, junto a sus portadores Travis y Tangrem. Flame encontró al tercer Ayash en el suelo de la habitación de la planta superior de la posada. Allí yacían dos cuerpos... el del señor Pip y un cuerpo femenino sin cabeza que vestía las mismas ropas que taparon la desnudez de la chamana el último mes y medio.
¡MILAGRO!-gritó Hermigia, aún extasiada por la visión del ser luminoso.
¡MILAGRO!-corearon el resto de testigos de la plaza.
La puerta de la iglesia se abrió, al sonido de las exclamaciones. El Padre Benancio salió tambaleándose, con una mano agarrada a una botella. Tras él salió el monaguillo.
¿She puede shaber qué pasha aquí? ¡HIP!
Los ojos del sacerdote se abrieron como platos. No miraba a la desnudez de las mujeres, sino que dirigió la vista en la misma dirección que los feligreses exaltados. Al ver al ser de luz dejó caer la botella, que se rompió en una docena de trozos de cristales.
¡MILAGROOOO! ¡MILAGROOOOOOOOO!
El ser de luz siguió dando sus zancadas sobre los edificios, hasta salir del pueblo. Allí, el desnivel de la colina hizo descender a Meridia lo suficiente para que los tejados de las casas taparan su silueta de los creyentes de la plaza. En ese atardecer, por primera vez en mucho tiempo, la cúpula nocturna volvió a verse sobre Nueva Lechberg...
¡MIRAD!-dijo el niño señalando al cielo-¡Estrellas!
Mientras, en las afueras, el brujo wu jen observó a la criatura luminosa venir hacia él. No solo traía claridad en la noche, también iluminaba los corazones y las mentes. Y el anciano recordó. Una lágrima cayó por su mejilla. Se disculpó en su idioma ante aquel ser de luz. La afrenta que había sufrido a sus tradiciones había sido subsanada, y la maldición estaba rota, pero aún había una última cosa por hacer...
El ser de luz caminó hacia las Brumas. Y las tinieblas retrocedieron según la luz avanzaba. El bosque se mostró. Allí estaba... el dragón verde. El titiritero tras los hilos. La bestia se alzó poderosa, agitando sus alas. Él había propiciado la aparición de aquella pequeña isla en las Brumas. Él había trazado las leyes temporales que regían aquel mundo. No iba a permitir que el ser de luz huyese... Pero no intentó huir, sino confrontar al dragón. Uno de los brazos de luz se transformó en una lanza de caballería, que se hundió en el pecho del dragón. La sangre del reptil salpicó el rostro de luz. Y entonces... entonces todo empezó a temblar...
Aquella realidad fuera del tiempo ya no podía seguir existiendo mucho más. Como la botella del Padre Benancio, Nueva Lechberg y sus alrededores se rompieron en fractales. Los trozos estaban siendo devueltos al emplazamiento original del pueblo, antes de que las Brumas rodeasen la colina y la arrastrasen fuera de su dimensión. Personas... edificios... Era un puzzle con piezas de más... Y las piezas más nuevas, las que no coincidían con ninguna otra, fueron arrojadas a través del tiempo y el espacio...
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Un rectángulo de luz fue proyectado a la oscuridad de la habitación cuando la puerta se abrió. Trató en vano de girar el cuello, para ver mejor, pero la camisa de fuerza no le permitía soltura de movimientos. Dos voces hablaron...
-¿Qué tenemos aquí? ¿Más delirios?
-Esta paciente dice que tiene poderes mágicos. Y lo más curioso... También habla del ser de luz.
-Que en la era de la psicología aún haya gente que crea en la magia no es novedoso. Es algo que hemos tratado más de una vez. Pero me intriga lo del ser de luz... ¿Crees que haya una razón neuronal subsistente?
-¿Pacientes que no se conocen de nada aferrándose a los mismos símbolos? Podría ser una reminiscencia. El ser de luz simboliza en la psique del ser humano el trauma del nacimiento: la salida de la comodidad y calidez del vientre materno y la expulsión hacia la luz. ¿Deberíamos prestarles mayor atención?
-No. La misma medicación. Dóblales la dosis a los que hablen de seres de luz. Veamos cómo evolucionan sus demencias...
- ¿ F I N ? -