Partida Rol por web

El aguerrido guerrero enano prefería estar lo más lejos posible de aquella mujer que tanto dolor de cabeza (y de cuerpo) le había hecho, por lo que, aunque fuera la primera vez en mucho tiempo, este de forma proactiva decidió separarse de Leiath e ir detrás de Alice con tal de poner tierra (y una valla) de por medio.

-¡Yo te acompaño!. -Por desgracia para el enano no todo era tan sencillo en su vida.- ¡La madre que la p-

Leiath se puso una mano delante de los ojos para no ver el golpetazo que se daba el enano al intentar saltar la valla... Pero ya era demasiado tarde, la imagen ya se le había quedado impresa en el cerebro.

- Como ves, lo que nos falta es uno poco de fuerza bruta en el grupo- le dijo a la mujerona a la que acababa de curar las heridas- ¿Qué te parece si haces algo verdaderamente noble y nos ayudas a que esos huesos descansen en el lugar que les corresponden?

Hizo una señal para que Fandromar fuese a ayudar a Thimaz y Alice.

Fandromar puso cara de extrañeza.

¿Los restos de un dragón descansan en un cementerio humano? ¿Cómo es eso posible?

La paladina miró hacia la verja, viendo caer a Thimaz. Vinthrael se dejó caer tan bien como caen los monjes bien entrenados, sin sufrir herida alguna.

Está bien. Es demasiado disparatado como para creer que es una mentira. Ayudaré.

El cráneo volvió a descender y Fandromar se subió en él. Cayó tan torpemente como Thimaz, pero se puso en pie de inmediato y agarró con el enano y el monje de las cuerdas. Tiraron con todas sus fuerzas. En su estado de levitación, libre de gravedad, el cráneo gigante se volvía increíblemente ligera. Alice bajó la calavera hasta la altura de la entrada a la cripta.

 Muy bien. Ahora solo debemos empujar la puerta de piedra de la cripta para abrirla y...-una flecha translúcida atravesó el muro de piedra de la segunda planta de la mansión, sobrevoló el camposanto y se clavó en la tierra a los pies de Alice-. ¡Nos disparan! ¡Cuidado!

Alice se puso tras una de las lápidas para obtener algo de cobertura.

El enano se alarmó por el repentino, y aunque individual ataque, por lo que este se marchó a abrir la cripta, esperando que con un poco de suerte y mucha fuerza, pudiera abrir la puerta donde poder cobijarse y huir de aquel único ataque desde la mansión antes de que le dieran a el.

-¡Maldita cosa!. -Exclamó mientras las venas se le marcaban en la frente- ¡Es más pesada que ese Elfo de antes!.

Leiath pasó la verja sin despeinarse. La botas de levitación eran bastante útiles para esos casos.

No le extrañó que les disparasen desde la mansión, parecía ser que en Barovia eso era algo bastante común. Aún así, intentó la vía diplomática.

- ¡Señores de Argynvostholt, venimos a traer los restos de aquel que pertenece a esta cripta. Solo cumplimos sus deseos y no venimos a hacer ningún mal. Les ruego no disparen más y dialogemos!

Como estaba bastante segura que sus palabras no surtirían el efecto deseado, susurró a Alice:- ¿No tienes algún hechizo que pare las flechas, como un muro o algo así y damos tiempo a nuestros forzudos para que abran la puerta?

Ayúdame thimaz - gritó el monje mientras juntaba ambos guanteletes y empezaron a brillar - Raeng - pronunció el monje y toda la energía anaranjada se repartió por todo su cuerpo. A la de tres Thimaz, una..., dos...y tres, aumph - empujó con fuerza esperando que el esfuerzo de los dos fuera suficiente

Todavía no se acostumbraba al pesado colgado de entre sus piernas, pero logró saltar la valla y caer con dignidad. Cuando ya parecía que quedaba poco para completar la misión sagrada que Hala les había asignado una flecha fantasmal se clavó en el terreno. ¿Una advertencia o el francotirador tenía mala puntería? No quería quedarse mucho tiempo ahí para comprobarlo. Viendo los esfuerzos de sus compañeros, se acercó a Vinthrael y le puso la mano de forma delicada en la suave piel de su cuello.

Las palabra sáncritas, unidas al mudra que habían formado sus dedos, impregnadas las yemas en aromático aceite, hicieron que el moje aumentara de tamaño. Podría haberlo usado sobre el fuerte enano, pero prefería seguir mirándolo por encima del hombro.

Vinthrael logró empujar la losa dejando abierta la cripta. Fandromar se puso a empujar el cráneo de Argynvost. La puerta trasera de la mansión se abrió de par en par y una docena de muertos con armadura y espadas salieron a la carrera cruzando el camposanto que les separaba de los intrusos.

De nuevo las flechas fantasmales salieron del segundo piso atravesando los muros, y esta vez fueron más de una. Una de ellas se clavó en el hombro de Fandromar. Soportó el dolor y siguió empujando. La flecha fantasmal desapareció pero su herida quedó abierta en la carne de la paladina. Cuando el cráneo de dragón terminó de entrar en la cripta, los restos de Argynvost emitieron una poderosa luz...

Los antiguos soldados de Argynvostholt bajaron sus espadas e hincaron una rodilla en el suelo. Ahora que los restos de su señor descansaban en paz, ya nada les ataba a este mundo. Los guardianes de la cripta se desvanecieron. Sin embargo, la luz de la cripta se mantuvo intacta: a partir de ahora la luz del dragón de plata Argynvost llevaría su calor a todos los rincones de Barovia e infundiría la fe en los corazones de todo aquel que se alzara contra el Mal.

La bruja de Hala ya se estaba sacando el símbolo sagrado de entre los pechos, preparada para expulsar a todo bicho no-muerto, cuando la luz que salió del la cripta la dejó casi ciega.

Había que reconocer que ese dragón sabía hacer una puesta en escena por todo lo alto, hasta la propia Leiath se sintió conmocionada ante la muestra de poder de Argyvost. Pero, ¿Qué significaba esa luz para ellos? Y lo que es más importante... Viendo la limpieza que hacía sobre criaturas de ultratumba, ¿significaba que podría usar la mansión como hospicio y quitarse del engorro que supondría limpiar el Templo del Ambar?

No se habían molestado ni en mirar dentro del caserón a ver si era habitable. Fue entonces cuando giró su cabeza para echarle un vistazo las instalaciones.

- ¿Qué tal si entramos en la casa?- sugirió.

Pues al final no había resultado en una misión demasiada peligrosa, si es que se ignoraba lo que le había pasado a Vinthrael y la repentina marcha de Kasder de aquel grupo, y la riña que tuvieron con aquella paladina. Pero aún había cosas más importantes por hacer, pero a Thimaz no le importaban de momento.

-Me parece bien, podríamos tomar una comida en honor a nuestro compañero fallecido, Viernes, -dijo el guerrero enano a Leiath- aunque creo que deberíamos pensar en algún momento volver a la mansión y acabar con la Arpía esa que había... y con el sapo que queda. ¿No?. Si no los matamos a todos pueden poner huevos y... brrrrr... -El enano sufrió un escalofrío solo de pensarlo.

A veces les asaltaban las dudas sobre si lo que estaban haciendo tenía un sentido o si era lo correcto. Sin embargo, en aquella ocasión, el resultado de sus acciones era evidente. Hala les había guiado con sus enrevesados versos y, al completar su voluntad, que les había transmitido a través de la Bruja de Hala, les otorgaba una bendición. Reconfortado por el candor de la luz del dragón de plata, que por fin descansaba en paz, una media sonrisa se dibujó en el ovalado rostro del perfumista.

- Sí, vayamos a ver. Nos merecemos un descanso y sopesar nuestras siguientes acciones.- Desvió la mirada hacia la cabezota mujer que se les había unido al final del camino. 

Me he pasado toda la tarde durmiendo en vuestro carro, pero me vendrá bien descansar para cerrar las heridas.

La paladina se acercó a la verja y emitió una serie de silbidos. Amanecer giró tirando de su carro hasta meter su hocico entre los barrotes de la verja. El caballo se dejó acariciar por Fandromar, que aprovechó para agarrar las riendas y atarlas a uno de los hierros.

Cuando estuvieron listos, dejaron el cementerio y usaron la puerta trasera para entrar en el edificio, que daba a una pequeña capilla dedicada a Andaas, el antiguo dios benigno cuyo culto había sido desplazado por Hala y el Señor del Alba. Había una puerta hacia el corazón de la mansión, pero la capilla también estaba flanqueada por dos escaleras de caracol que subían a la planta superior.

En la anterior visita, el grupo vio que el ala sur de la mansión estaba derribada y había explorado la planta baja sin encontrar ningún dormitorio. Intuitivamente tomaron las escaleras de caracol hasta llegar a una balconada que daba a la capilla. La puerta de la balconada, a su vez, daba a una serie de pasillos. Ignorando los del ala sur (con riesgo de derrumbe), encontraron en el ala norte dos dormitorios separados por un pasillo central que iba en dirección norte.

Ambas habitaciones disponían de chimenea (que podían alimentar rompiendo algún mueble viejo de madera) y ventanas. Una de ellas tenía dos camas grandes y vistas hacia el oeste, la entrada principal de la mansión. La otra tenía una única cama doble, todavía más grande, y vistas hacia el este, hacia el cementerio y la cálida luz que desprendía la cripta; también contaba con un retrato de un joven apuesto, con un letrero en el marco que lo identificaba como Lord Argynvost (sin duda el disfraz humano con el que se ocultaba el dragón de plata). Los dormitorios estaban llenos de telarañas y polvo, pero aquellos aventureros habían dormido ya en antros peores. Si compartían las camas, habría sitio suficiente para todos, algo apretujaditos.

Leiath revisaba el edificio con ojo crítico. Aquel lugar estaba en peor estado que el Templo del Ámbar pero, para ser sinceros, el sitio estaba mucho mejor por varias razones; más accesible, con una capilla y con una enorme columna de luz que actuaba como un contundente anuncio publicitario. Sí, sin duda este sería el lugar para montar un buen hospicio.

- Maese Thimaz, usted que sabe de rocas y es buen artesano ¿Qué diría sobre el ala sur? ¿Podríamos reconstruirlo? Tendría que ir a buscar unos albañiles a Vallaki o el pueblo de Barovia. ¿Querría usted quedarse y ayudarme a levantar aquí un hospicio en nombre de Hala?

Bueno sería mejor descansar esta noche y si quiere lo hablamos por la mañana.

Mientras decía eso se giró hacia Fandromar ¿Qué sabían de ella? Solo que tenía sangre de color raro.

La bruja, sin olvidar sus buenos modales se dirigió a la mujerona.

- Mi señora, nuestro grupo ha viajado por estas tierras y nunca la hemos visto u oído hablar de usted, ¿podría deleitarnos con su historia si es tan amable?

Aquel aguerrido guerrero enano en esos momentos lo único que deseaba era estrellar su cabeza contra una cama, por lo que fue directo a una de las habitaciones cuando Leiath le fue a sanar y a comentarle la pequeña promesa que le hizo de crear un hospicio juntos... o al menos permitirle estar por ahí.

-¡Por supuesto! -Exclamó el enano claramente entusiasmado con la idea, como si el cansancio acumulado se hubiera ido con un leve meneito- ¡Todo es arreglable!. ¡Sino de primeras de segundas!. ¡Y por supuesto!. Ni idea de qué es un hospicio, pero puedes contar conmigo y con mi hacha para ello.

Al parecer Thimaz nunca entendió muy bien qué era lo que Leiath quería crear, pero si era una excusa para estar con su salvadora, no iba a poner demasiadas pegas, sea lo que sea que esta fuera a crear, si bien un bar de churrascos o una polla-gofrería, el enano se apuntaba por estar con Leiath.

-Eso, eso... -Dijo también a la paladina- ¿De dónde sacaste ese caballo mordiscón?.

La idea de descansar era tentadora, pero Onfale no se quedaba tranquilo. Con el enemigo al que se enfrentaban más les valdría hacer guardias y revisar el resto de la mansión.

- Pensaba que un hospicio debería estar más...- Sopesó bien las palabras para no ofender a la iracunda nueva Leiath.-...más alejado del mundanal ruido.- Siempre le había hecho gracia imaginarse a Leiath como una ermitaña rodeada de gatos y molesta por las visitas inesperadas.

No quería ser descortés dejando a su nueva compañera con la palabra en la boca, así que comentó al grupo sus intenciones.

- En lo que os asentáis aquí  voy a dar una vuelta para asegurarnos de que no tenemos sorpresas durante la noche.

Tanto Amanecer como yo venimos de Nova Vaasa, una región de caballeros andantes y justas. Un día, durante un viaje, las Brumas nos rodearon. Cuando la niebla se disipó, estaba perdida en este Reino. Mi objetivo es volver a casa, pero desconozco la manera de...

¡POOOOOOOM!

El estruendo les hizo preocuparse (o no) por Onfale. Salieron en su búsqueda. Uno de los pasillos estaba ocupado por un enorme muro de piedra que Onfale esquivó por los pelos. El muro se disipó solo a los diez minutos, y el humano prosiguió con su exploración. Encontró cuatro elixires en un cofre que identificaron como pociones de custodia contra la muerte (como los conjuros de Leiath que usaron para enfrentarse a Argynvost). También había un único cadáver en lo más alto de la mansión, sentado en un trono. Tenía una espada y un valioso símbolo sagrado de plata. Ese fue todo el botín.

En cuanto se hizo invisible Onfale hizo algo más que investigar lo que les quedaba de casa. Había intentado atesorar un momento de intimidad, pero en el Aquelarre de Hala aquello era difícil. Desde que tuvo uso de razón había sido un eunuco y ahora, con el cuerpo completo de nuevo no había "experimentado" sus nuevas facultades. Se agarró el miembro y los testículos por la parte de fuera de sus pantalones bombachos. Era de tamaño considerable y gracias a sus experiencias sabía de lo que hablaba. También sabía perfectamente cómo funcionaba, así que se puso manos a la obra. En un lugar tranquilo masajeó sus partes hasta llegar al clímax. No tardó demasiado. ¿Así que era aquello lo que se sentía? Había sentido placer sexual a pesar de ser eunuco, pero era algo totalmente diferente. Entendía ahora por qué los hombres eran tan fácilmente manipulables. El placer embargaba la mente como la naftalina embargaba el olfato. Se le abría un enorme campo de posibilidades, pero también se sentía extrañamente vulnerable.