La gran tormenta de arena que se elevaba hacia el cielo como grandes muros había desaparecido, ahora solo quedaba una inmensa llanura llena de arena. El sol está bajo y comienza a desaparecer por el horizonte a medida que os alejáis de la entrada a la tumba. Los gritos del faraón Anhktepot, el hijo del sol, se podían escuchar a pesar de la distancia. Los gritos os recordaron la profecía de Dulcimae:
Los males de la tierra descenderán sobre la noche cuando las seis señales estén a mano. Dos ya se han cumplido.
La luz del cielo sobre los muertos brillará, al consumirse y caer, todo de rojo lo cubrirá1.
El hijo de los soles ha de alzarse sietes veces, para hacer que el humilde por toda la eternidad solloce.
¿Cuáles serían las otras cinco señales? No habíais conseguido limpiar el mal del pueblo de Muhar, como hubiera querido Niké, al contrario, habíais despertado a un mal mayor. ¿Qué le depararía el futuro a la gente de Muhar? ¿Cómo sería el nuevo reinado de Anhktepot? ¿Qué pasaría con Aurelios, el mentor de Mochuelo? Toda la familia vistani, salvo Dulcimae, había muerto. También habían muerto tres de las chicas del grupo Niké, Carndra y Kendra, aunque Estragón aun pujara por el cuerpo inerte y frio de la elfa. Todos estos sacrificios para matar a una sacerdotisa malvada, Isu, y a su fiel gato negro (no, el gato no había muerto); aunque también habías rescatado al pequeño Abu.
La oscuridad trae el frio y con el frio comienzan a surgir la niebla. Al principio se manifiesta como un suave manto que llega a la altura de los tobillos, pero rápidamente comienza a ganar altura hasta cubrirlos por completo, ocultando el sol y la luna. Las brumas son tan espesas que apenas llegáis a ver a más de un metro. Podríais estar caminando por medio de un bosque y no os daríais cuenta.
1-Referencia a la primera aventura de “La gran conjunción de Ravenloft”- [ELdG] La noche de los muertos. Historia que os relata Dulciamae ya que Carloni, su padre, estuvo presente cuando aún era joven en esa aventura.
-FIN-
El último instante de Estragón en la tumba fue el de una bestia enjaulada. Había dejado todos su aliento subiendo las escaleras, y el semiorco ya no le quedaban fuerzas para subir por la cuerda. Daba vueltas alrededor de la tumba del capataz, como si estuviese tratando de coger carrerilla hacia la trampilla del techo. Aquella tierra estaba maldita, y estaba a punto de salir de allí más pobre de cómo había llegado, después de haber puesto dinero para la compra de una varita mágica. ¿Por qué todo le salía mal? No aceptaría eso. Buscó un botín en la humilde cámara del capataz, eligió un cajón sin que lo viera Dulcimae y lo metió dentro de su mochila. Las palabras de la vistana resonaron en su cabeza...
El ladron. Es el símbolo de la riqueza, cuidado con robar
las riquezas que los mortales guardan en sus tumbas.
Me falla la memoria. Quizás no eran esas las palabras textuales y las estoy malinterpretando.
Cuidado con robar las riquezaaaaaas...
Además, seguro que es más una directriz que una norma de obligado cumplimiento...
¡Que dejes el cajón dónde lo encontraste, leñe!
¿Niké? ¿Eres tú? No puede ser, tu acampaste del otro lado del río. No estabas presente durante la lectura de cartas, no puedes saber lo del naipe del ladrón.
¡¿Qué Niké ni que niká?! Soy Carndra, puto semiorco
traidor. Mi alma nunca descansará en paz porque no
disteis muerte a mi zombi.
Nnnng... Hay perturbaciones en el más allá. No te oigo con claridad... Carndra, si no quieres que me lleve este insignificante souvenir, hazme una señal.
La tapa del sarcófago del capataz tembló, cosa que Estragón interpretó como que sí podía llevárselo. Con fuerzas renovadas para querer salir de allí, por el canguelo que le producía que saliera de allí la momia del capataz poseída por el espíritu de Carndra, Estragón logró trepar esta vez sí la cuerda. Caminó con el resto del grupo hasta alejarse una distancia prudencial de dunas y por fin pudo abrir el cajón para ver su contenido. Se trataba de un cajón de víveres. La maldición de la tumba de Ankhtepot se había consumado: ni una mísera moneda había podido sacar del tesoro. Abu sonrió y cogió una hogaza de pan. Contra todo pronóstico, estaba en buen estado a pesar de todos los siglos pasados en una cámara cerrada con aire rancio. Era el único feliz: Estragón se había ganado una maldición del faraón por unas cuantas raciones.
Kelris no se despegó de Deornoth durante la huida, el clérigo llevaba a Dulcimae y él se iba a asegurar de que no le metiese mano. No desconfiaba del seguidor de Heironeous pero bajo aquellas brumas mágicas podía ocurrir de todo.
El tiempo pasaba y parecían caminar sin rumbo, a merced de los dioses, cosa que no gustaba nada al hechicero pero al menos permanecían juntos y eso le daba cierta seguridad.
A pesar de todas sus precauciones, llegó un momento en que perdió de vista al resto. Tan solo escuchaba los gemidos por la falta de aliento del semiorco y el ruido de la coraza del cruzado al que iba siguiendo. La niebla era tan espesa que no captó un bulto en el suelo que le hizo tropezar y caer aparatosamente.
Era una especie de manta, o más bien un saco de dormir. Seguramente de algún otro viajero perdido. De lo que hubiese sido del desafortunado no quería ni imaginárselo. Lo recogió rápidamente y se lo guardó.
Esperádme!- gritó desesperado al ver alejarse al grupo.
Al lograr salir de la tumba, la tormenta nos azotó con toda su fuerza. Casi se me había olvidado lo que nos aguardaba afuera. todavía con Dulcimae sobre el hombro, me llevo una mano al frente, intentando proteger a la muchacha de la arena que nos golpeaba, pues con mi armadura solo notaba pequeños sonidos al impactar contra ella los granitos de arena.
Kelris, no te alejes demasiado ¿eh? digo con sorna la hechicero, notando que estaba casi pegado a mí y, como me parara, se empotraría contra mi cuerpo.
Sin embargo, cuando la niebla comienza a formarse y la visibilidad comienza a disminuir mi voz cambia totalmente no oso alejéis unos de otros. Si vemos que la niebla se cierra más, cojámonos de la mano para no perdernos. Recordar que Dulcimae es la única capaz de orientarse a través de esto, y ahora mismo no está muy dispuesta
Había que llegar al poblado, aunque atrás dejamos un horror que dificilmente podríamos olvidar, sin saber exactamente si habíamos hecho algo bien. Eliminar a ese monstruo fue una decisión que había que tomar, y solo Heironeous podría dictaminar si el futuro será mejor, o peor. No podía quitarme de la cabeza el poder que allí dentro habitaba, y que eclipsó al poder de mi dios, evitando que sus bendiciones nos afectaran. Quizás fuera mi determinación, no lo sabía a ciencia cierta. Lo que estaba claro es que esta experiencia nos había puesto a prueba a todos nosotros, y muchos no la habían pasado.
Por fin consiguió salir de aquel pozo de pesadilla.
Ahora, la desolada extensión de arena que se extendía por todas partes hasta el infinito ya no le parecía tan deprimente. Se sentía vivo.
Repasó con la mirada al conjunto de supervivientes que iban saliendo de la tumba: Deornoth, Estragón, Kelris, Ashzyx... Sus ojos se llenaron de lágrimas. Aquella era ahora su familia. Su compañía era lo único que lo había mantenido cuerdo en aquel mundo de pesadilla. Hasta sintió deseos de saborear un desayuno cocinado por el semiorco.
Sin decir nada (sabía que lo único que saldría de su boca si intentaba hablar sería "el muerto"), se puso a ayudar a los que salían.
Había que irse de allí. Cualquier otro lugar sería mejor.
El druida salió de la tumba a toda prisa, mirando atrás para asegurarse que alguno de aquellos no muertos, no le siguiera.. entonces fué cuando se dio cuenta que varios de sus compañeros habían conseguido salir.. y otros no.
Esperaba que al poner fin a la maldición, los vientos y la tormenta que le habían llegado aquí, se volvieran a levantar llevándole de nuevo a Athas.. más no fué así. Desorientado pero aliviado, el mediano siguió a sus compañeros con la esperanza de llegar a algún lugar que les permitiera reposo y descanso.. pues la maldición de la momia había desaparecido y anhelaba poder dormir durante al menos un par de dias. Ahora mismo era todo lo que quería, un cómodo jergón de paja para poder curar sus heridas y reflexionar sobre todo lo acontecido..