El gran espadón aun goteaba sangre cuando Vincenzo ordeno llamarte. Normalmente el repélete de Vincenzo, tu actual amo, te dejaba tiempo para asearte y cambiarte debidamente antes de reunirse para repartir ganancias y comentar el combate. ¿A qué se debería esa premura? La joven niña que usaba como mensajera no supo explicarte. Seguramente sería por la última gran victoria, la lucha contra Erober había sido gloriosa. Erober, el destructor, el sangre verde, el asesino de asesinos, el rey de las arenas, el invencible, había caído bajo tu espada.
Seguiste a la niña por el laberinto de cámaras y pasillos que conformaban el interior del anfiteatro. En el exterior se escuchaba una gran algarabía que podía confundirse con el sonido de una batalla campal, la gente gritaba y se oían caer objetos. Normal, tu victoria había causado un gran revuelo.
Al llegar a la puerta que conducía al despacho de tu amo las cosas comenzaron a volverse más singulares. Nadia te había despojado de tu armadura y aun llevabas en la mano el gran espadón cubierto de sangre, tampoco habías visto a ningún guardia en todo el recinto y en las puertas no estaban la fiel pareja de eunucos guardaespaldas. Algo raro estaba pasando.
Al atravesar la puerta el fuerte olor a alcohol te golpeo en la cara. Desperdigadas por la habitación había más de una docena de botellas de vino que junto a los papeles y jarrones rotor hacían del pequeño despacho un foco de caos. ¡Maldita puta! Grito Vincenzo desde detrás del escritorio. El ahora regordete y fofo Vincenzo era una caricatura del gran luchador que había sido en el pasado. En su juventud Vincenzo había sido uno de los mejores gladiadores. ¡Por los siete infiernos, yo te maldigo! Me has costado mi fortuna, mi vida. ¿Sabes lo que has hecho? Dijo tratándose de poner en pie, claramente el amo estaba totalmente borracho.
Puedes usar esta escena para completar más información sobre la historia de tu personaje, la relación con sus aliados/enemigos, como ha conseguido partes de su equipo, etc. Claramente todo ello médiate descripciones en el post.
Las piernas aún vacilaban, me encontraba exhausta, el último combate que había librado en la arena bien podría haber sido el último de mi vida. Aún no podía creer el haber logrado imponerme a aquella bestia con tan poco margen. Pero al parecer nada de eso preocupaba a Vincenzo, para él eramos sus inversiones y no dudo en ordenar que me llamasen a reunirme con él en cuanto terminó el duelo. Tampoco es que me sorprendiera, él era mejor a los anteriores amos que había tenido, pero tampoco es que la diferencia fuera notable, simplemente te premiaba si ganabas, como si fuésemos perros de una jauría deseosos de recibir una caricia y un chusco de pan después de hacer exactamente lo que nos ordenaba... Como si tuviéramos otra opción ¡JA! La alternativa era recibir una paliza por el resto de canes, mucho más fieles y sumisos, y eso por no hablar de un fracaso, donde pasabas a ser carnada para las nuevas generaciones si no eras directamente un trapo entregado para el disfrute de los que se alzasen victoriosos.
En momentos como ese me preguntaba cómo demonios podía haber llegado hasta aquí, cómo podía haberse llegado a precipitarse todo como para que las arenas de sangre fuesen realmente la mejor opción que pude tomar en su momento una vez abandoné Mersia... Mersia, aquella aldea, durante mucho tiempo odié a mis padres por lo que hicieron, aunque con el tiempo llegué a entender un poco mejor que actuaran del modo en el que lo hicieron, una hija indeseada que para colmo suponía una vergüenza ante los ojos de los vecinos y que se convertía en una boca más que alimentar cuando apenas tenían para comer ellos mismos, supongo que el entregarme al primer noble que ofreció una suma lo bastante generosa para librarse de aquel incordio era una solución más que aceptable, especialmente si no hacían preguntas sobre por qué aquel interés en esa niña en concreto.
Por desgracia para el noble, aquellos deseos se vieron frustrados de inmediato. Sus damas nunca lograron apagar la llama de ira que ya empezaba a arder en mi interior, sus intentos de educarme y convertirme en una concubina se tornaron en golpes y mordiscos furibundos de una fiera salvaje a la que no podían domesticar. Seguramente lo sencillo hubiera sido mantener a ralla aquellos impulsos, haber sido sumisa, haber aceptado esa nueva realidad y haber tenido una vida sencilla, privada de libertad pero con una cama, comida y buenas ropas, pero no podía aceptarlo ¡Mis propios padres me habían olvidado y aquel bastardo me pretendía usar como un simple juguete!
La frustración ante la ausencia de los resultados esperados lo llevaron a librarse nuevamente de mi y en cuanto los esclavistas pasaron por su puerta no vaciló en realizar la venta pese a que seguramente perdiera el dinero que había invertido inicialmente. Y ahí empezó la siguiente parte de mi historia, por más de diez años fui pasando de manos, de unos a otros, siempre tratando de domesticar al animal quebrado y salvaje que compraban para convertirlo en concubina, dama o puta. No fue hasta poco antes de dar con Vincenzo, que a uno de aquellos seres despreciables a los que debía llamar "Amos" se le ocurrió la posibilidad de sacar partido de toda aquella rabia en las Arenas de Sangre. Al principio todo fue a regañadientes, pero lo cierto es que a esas alturas la furia que bullía en mi prácticamente se había convertido en una compañera de viaje más deseosa de salir a la luz y los combates eran la manera de lograr aquello.
Ganar o perder apenas tenían sentido para mi, lo importante era que una vez pisaba la arena podía olvidarme de toda la mierda del mundo, que dentro de ella podía desatar todo ese fuego alimentado por años, dejar que la ira me consumiera y que el resto pasara a un segundo plano. Pero claro, eso fue al principio, con el paso del tiempo aquella flama se atenuó, empecé a ser más consciente de que era para lo que se nos utilizaba, hacer saltar a dos o más pobres diablos a un redil en el que se les obligaba a luchar a muerte para que una banda de eunucos adinerados a los que todo les había venido dado se entretuvieran apostando por cual seguiría en pie una vez el juego terminase. Eso me hizo sentir asqueada, pero más aún el hecho de que en verdad encontrase cierto disfrute en la adrenalina de salir a luchar, nunca me había dejado embaucar por las promesas de gloria u honor, tales cuentos eran para otros, solo esperaba salir a combatir, y descargar golpes contra aquellos a los que ponía los rostros de todos aquellos que me habían traicionado, que me habían vejado y tratado como un saco de grano.
Tal vez esa entrega sumada a las victorias fueron lo que hizo que me empezara a formar un nombre, despertando el interés de Vincenzo, quien finalmente acabó pagando una elevada suma por volverse mi nuevo patrón. Al poco de llegar trató de ganarse mi confianza haciéndome entrega de la mejor arma que había blandido hasta aquel momento, la Arrancaviscera el mandoble de uno de sus luchadores anteriores, Trueghar, un ogro del que ya nadie se acordaba. Bajo su protección viví con unos lujos algo mayores de lo habitual, mejor comida, mejores camas, mejor trato y una parte del dinero que se apostaba por nosotros junto con el equipo de nuestros enemigos. Carndra, "La Perra de las Arenas", empezó a ser un nombre "respetado", los más veteranos eramos conocedores de que la fama que se nos pretendía dar duraba hasta que llegase tu primera derrota.
Pero pese a todo el cinismo de la situación, no podía negar que me había acomodado a vivir así. Al menos hasta que el bastardo de Vincenzo me puso frente a la bestia de Erober, al que muchos llamaban "el invicto" y un montón de estupideces más. Era muy consciente de que significaba aquello, un combate tan duro estaba preparado para alguna clase de arreglo entre los patrones de ambos luchadores, pero no pensaba dejarme hundir por ello, una vez más salí a la Arena y luché como nunca, la sangre ambos fue derramada pero finalmente logré prevalecer, a duras penas, pero lo hice. Lo peor era que sabía que no podía pedir explicaciones a Enzo y ahora ese bastardo exigía mi presencia.
Atravesé las distintas estancias en busca del "Rey de las Arenas", aquel idiota con pretensiones debía de creerse dueño de alguna clase de señorío cuando en verdad no era más que el bufón de aquellos nobles con los que se codeaba. Toqué el cinturón de curación, aquella reliquia me había salvado la vida una vez más, logrado en un combate anterior, hoy me había permitido salir con vida de este, pero por desgracia había tenido que consumir toda su energía para no caer desangrada. En el lamentable estado que me encontraba apenas me había dado cuenta de la ausencia de personal, algo no iba bien.
Finalmente alcancé la entrada del despacho, atravesé la puerta y un fuerte olor a licores dulzones inundó mis fosas nasales. Vincenzo apenas se tenía en pie y no tardo ni un instante en empezar a ladrar todos aquellos improperios demostrando que no iba desencaminada en mis sospechas cuando tuve conocimiento del combate. Reuní mis fuerzas para incorporarme y clavar el espadón ante mi para apoyarme en él. Furibunda miré directa a los ojos de aquel cabrón, no es que esperase mucho más de él, pero si no había entendido mal su intención era haberme usado de sacrificio ante aquel orco, quizás para saldar una deuda. Sabía que aquella manera de actuar era impropia de una esclava, pero saber que no había nadie para protegerlo sumado a todo lo que había vivido ese día me dio el coraje para mostrarme de ese modo. Matarlo ahora habría sido sencillo, incluso pese a lo falta de fuerzas que me encontraba, eliminarlo y tratar de llegar lo más lejos posible, quizás jamás volviera a tener una oportunidad como aquella.
-Vaya, menuda bienvenida ¿Te parece este modo de recibir a tu campeona?- Optar por el sarcasmo era algo mejor que decir lo que de verdad pensaba. -Supongo que todos los que faltan ahí fuera estarán ocupados preparando la celebración por tan gloriosa victoria ¿O es que acaso esperabas alguna otra clase de resultado?- Entrecerré los ojos, quería terminar mi frase en ese momento, pero algo me impelía a continuar. -Gusano rastrero, te has quedado solo ¿Verdad? Ese combate de hoy era más bien mi ejecución ¿Me equivoco? Jamás te pedí nada, pero esperaba que al menos no tratases de jugármela con un combate amañado después de todo este tiempo, discúlpame si no pido perdón por haber sobrevivido.- Retiré el peso del mandoble y me aseguré de que este estuviera listo para ser usado si acaso el rey destronado intentaba alguna estupidez y esperaba a su respuesta.
Desistiendo de levantarse, finalmente Vincenzo cae pesadamente en la silla. El combate no estaba amañado, simplemente aposte por aquel que tenía más posibilidades de ganar, por aquel que tenía más huevos, y claramente me he equivocado. Acto seguido cogió una botella de vino y la arrojo contra la pared, el cristal se rompió dejando la habitación inundado de pequeñas esquirlas brillantes.
¿Pero porque te estoy culpando a ti? Yo en tu misma situación habría hecho lo mismo. Hubiera tratado de sobrevivir, no ganar, simplemente sobrevivir. Sus penetrantes ojos azules te miraban con una mezcla de cariño y tristeza. Siento haberte llamado puta.
Vincenzo busca algo en uno de los cajones de la mesa y te lo arroja, era una bolsa de cuero con monedas. Es lo último que me queda. Cógelo y márchate de esta ciudad. ¡Desaparece! La edad me ha vuelto un blando, pero hay otros muchos que buscan tu cabeza. Has destruido el equilibrio de este negocio y muchos claman venganza.
Ya soy un viejo choco, tengo que descansar un poco… Dicho esto Vincenzo se acurruca sobre la mesa. El gran señor de las arenas se encontraba ante ti durmiendo como un vulgar viejo.
Relajé la tensión de los hombros conforme Vincenzo hablaba. Me había precipitado, la respuesta era más simple, no creían que fuese lo suficientemente buena para ganar y eso les había roto los esquemas. Me paré a pensarlo y una sonrisa comenzó a formarse de manera inconsciente en mi rostro, llegando a estar a punto de romper a reír ante aquella expectativa "¡Jajaja! Qué les jodan a todos, espero que realmente lleguen a pagar con algo más que dinero el error de haber creído que tenían el control sobre lo que iba a pasar, quizás así sientan lo que es vivir en el fango."
Sacudí la cabeza para alejar aquello, por jocosa que me resultara aquel revés del destino, Enzo había dicho algo que no era prudente pasar por alto, era harto probable que más de uno de esos patanes tratara de vengarse y pusiera precio a mi cabeza y, lo que aún me había desconcertado más, me estaba dando la posibilidad de dejar de una vez por todas aquella vida atrás. Entrecerré los ojos dubitativa examinando la bolsa de cuero, suponía que debía de decir algo por aquello.
-Gracias, Vincenzo. Yo también siento haberme precipitado antes.- Arrastré el mandoble por el suelo para situarlo a mi espalda mientras aproximaba la mano izquierda para tomar rápidamente la bolsa antes de que el viejo se arrepintiera de ofrecer aquello, aunque en verdad nada me impediría tomar la bolsa por la fuerza y escapar apresuradamente, confiaba en no tener que llegar a eso. -Se que no es mucho decir, pero has sido el mejor patrón que he tenido hasta ahora, si lo que dices es cierto, diles que huí, al menos así pondrán sus ojos sobre la Perra en vez de sobre el amo.- Le guiñé un ojo, no me despertaba mayor simpatía, seguía siendo el responsable de haber provocado todo aquello, pero lo cierto es que ver al viejo beodo y tan frágil me hizo sentir compasión por él. Si alegaba que una esclava se había escapado y alegar que el desastre se había creado por la insurrección de la misma, tal vez lograse evitar que le rajasen el cuello llevados por el resentimiento.
Ajusté la bolsa al cinto, devolví el arma a su arnés en la espalda para marchar de la sala tan rápido como me fuera posible. Finalmente me despedí y sin esperar respuesta salí en busca de un caballo para dejar la ciudad lo más rápido posible.
Con la bolsa llena de dinero no fue difícil encontrar un caballo, y mucho menos si no se regateaba el precio para ahorrar tiempo. Apenas había pasado un par de horas desde que derrotaste a Erober el destructor y tu salida de la ciudad. No habías tenido tiempo de descansar, aun así, cabalgaste durante toda la tarde hasta que las noche empezó a caer.
Cuando los últimos rayos del sol asomaban por encima de las montañas llegaste a distinguir unas ruinas a lo lejos. Parecían las antiguas ruinas de un templo, con grandes columnas y paredes de sillería pintadas con símbolos rojos. El techo se había derrumbado completamente y la vegetación había comenzado recuperar su terreno. Al acercarte más a las ruinas pudiste comprobar que estaban deshabitadas y que un pequeño pasillo aún seguía en pie. Este podía ser un buen lugar donde pasar la noche.
Hasta ahora, la huida se presentaba sencilla. Mis perseguidores, de haberlos, no habían hecho acto de presencia permitiendo que forzase las fuerzas que me quedaban tras el combate para poner la mayor distancia posible entre la ciudad y yo. Forcé al rocín recién adquirido para llevar un trote continuo, mi rumbo aún no estaba decidido, así que seguí el primer camino disponible y no me detuve hasta que el peso de los parpados se comenzó a hacerse demasiado presente como para poder continuar ignorándolo.
La suerte me hizo dar con un emplazamiento no muy alejado del camino cuando los signos del cansancio amenazaban con hacerme caer de la silla, por lo que me aproximé hasta él y até el caballo donde mejor pude antes de retirarle la silla junto con el resto de la carga. El lugar parecía un viejo templo "¿Alguna broma del destino? Quizás esté desesperada pero dudo que empiece a rezar ahora a alguien que no movió el culo cuando más le necesitaba, la fe en el filo de mi espada es todo lo que preciso esta noche." y, a juzgar por como lucía, seguramente estuviera abandonado. Me adentré en él para cerciorarme de ello, ahora mismo lo único que más falta me hacía de ese lugar era un techo bajo el que descansar para reponer fuerzas y quería evitarme posibles sorpresas nocturnas.
La exploración terminó mucho más rápido de lo que me esperaba, apenas nada se mantenía en pie, había algunos signos aquí y allá, pero era incapaz de interpretarlos, el único sitio en el que podría estar cubierta se limitaba a una especie de pasadizo en el interior de la ruina, qué se le iba a hacer. Me encogí de hombros y me adentré por él sin alejarme demasiado de la entrada, me quité la bolsa para extraer de ella una ración y extender en el suelo el saco para poder quedar recostada contra la pared, una vez comí algo me preparé para dormir apoyada contra la pared sosteniendo mi espadón entre las piernas aferrando con una mano la empuñadura, no era la manera más cómoda para pasar la noche, pero sentir el peso del acero me daba la seguridad de estar preparada en caso de necesitarlo, ya decidiría a la mañana siguiente por donde seguir o si continuar por aquel camino, de momento tenía comida y bebida, pero no para demasiados días.
Cuando has avanzado un par de metros por el pasillo en busca de posibles amenazas, o un buen lugar para dormir resguardado del viento, empiezas a escuchar pasos. La oscuridad del túnel parece aumentar por momentos y el polvo en suspensión se hace más denso. Mientras, los pasos resuenan por todo el túnel, son pasos pesados e irregulares.