Partida Rol por web

La pregunta sorprendió a Joss, que esperaba que alguna de las damas sugiriera algún lugar, trató de pensar en algún café, no muy lejano al que dirigirse para departir amistosamente.- La verdad es que no sé muy bien que cafés hay por la zona, seguro señoritas que tienen alguna sugerencia al respecto que muy gustosamente aceptaré.- Nieman parecía que había recuperado su buen humor o al menos en parte.

Elisabeth repasó mentalmente la lista de posibles lugares a los que ir y finalmente propuso:

- Cerca de aquí, a dos manzanas, hay un café de estilo parisino bastante tranquilo y con reservados. Creo que será un buen lugar para poder tratar de nuestros asuntos sin nuevas interrupciones. ¿No crees Karen? -

Karen sonrió ante el comentario de su amiga. Elisabeth siempre se dejaba aconsejar acerca de la cafetería de moda del momento para las largas conversaciones de las que gustaban disfrutar y, ella era una verdadera fanática de los ambientes tranquilos y cómodos en los que no hacían preguntas indiscretas a las señoritas que acudían sin compañía. - Conozco esa pequeña tetería parisina próxima al museo británico y me parece una elección magnífica dijo mientras observaba la reacción del comentario en el señor Nieman y en Ann, que se había situado junto a él - Si les parece podemos ir hasta allí dando un pequeño paseo, creo que el aire libre nos sentará bien a todos.

-Estoy de acuerdo.- dijo Elisabeth saliendo por la puerta. Inspiró una bocanada de aire fresco que, en comparación con el olor que había dejado el señor Mills en el restaurante, le supo como el más puro aire de las montañas a pesar de tratarse de viciado aire de ciudad.

Se acercó al coche y cuando Robert salió para abrirles las puertas le indicó que se detuviera con un gesto de la mano mientras le dedía:

- No te preocupes Robert, vamos a tomar un te a una tetería parisiense que hay cerca del museo británico, a un par de manzanas de aquí. ¿Podrías recogernos allí dentro de una hora más o menos? -

Robert asintió y volvió a montarse en el coche, arrancando para probablemente ir a hacer algún recado de Mrs. Beaton, la cocinera de la mansión, mientras daba la hora de recoger a las jóvenes.

Elisabeth se unió a sus acompañantes y comenzaron a andar. La joven aprovechó este momento para disculparse:

- Creo que Karen y yo les debemos una disculpa a la señorita Anne y a usted señor Nieman. Por no haber confiado en ustedes desde el principio en lo referente a los libros que realmente buscamos. Pero entiéndanos, hay muchos charlatanes prestos a sacarle el dinero a dos jóvenes pudientes y de gustos literarios extravagantes como nosotras. Ahora sabe que estamos buscando el Libro de los Muertos en su versión íntegra. -

- No se preocupen, ya tenía una idea bastante clara de lo que buscaban, aunque hacen bien no mostrando sus "extraños" intereses.- Joss ofreció su brazo a Anne que había permanecido en silencio desde que el señor Mills apareciera, más adelante esperaba que pudiera arrojar algo de luz sobre el nefasto almuerzo.

- Por que no me cuentan como dos damas como ustedes terminan interesadas en la cultura egipcia y en particular en ese libro.- Claramente Nieman trataba de volver a relajar el ambiente sin desviarse demasiado del tema principal de aquella reunión. - Mi ayudante y yo pensamos ir a ver las nuevas piezas que han traído.

Aquel interés era el que nos había hecho recurrir a MIlls, desgraciadamente parecía que aquel hombre se había convertido en un ser insoportable, no sólo por su hedor, sino más aun por su trato y falta de maneras.

Dejando para acompañar el té la historia de su búsqueda, Elisabeth preguntó ya a la entrada de la tetería: - Nosotras también tenemos intención de ir a ver las piezas. Quizá podamos ir juntos. ¿Tienen ustedes invitación? -

- Digamos que nuestra invitación olía a pescado podrido y era un maleducado.- Nieman se encogió de hombros mientras hablaba.- Ahora mismo no tenemos una idea clara de como vamos a entrar, además pensábamos estar en la llegada y ver los almacenes, gran parte de lo que ha llegado no será expuesto, seguramente las cosas más interesantes y otras que podríamos comprar.

Ahora tendrían que buscar otra forma de entrar, incluso conseguir algunas entradas para la exposición podía estar complicado, mientras pensaba en esto volvió a su mente parte del altercado sufrido en el restaurante. ¿Porqué Sir Petrie había reaccionado de aquella manera ante Mills?, quizás se conocieran, debería tratar de hablar con el caballero, quizás les aclarará alguna cosa.

- Señorita Staunton, usted no conocerá a Sir Flinders Petrie, pude verle en el restaurante y estoy convencido de que estará en la llegada del material.

Anne sonrió ante las palabras de Karen, efectivamente el aire fresco les vendría muy bien. Aun se notaba en su rostro la tensión vivida durante la comida y su mente rebullía plagada de ideas encontradas que trataban de llevarla a alguna conclusión interesante. - Para nosotros sería una gran oportunidad poder acudir al acto – dijo en un tono próximo a un murmullo - Supongo que podríamos lograr alguna pieza de valor y, por supuesto, conocer a algún que otro contacto nuevo en el mundo de las antigüedades. Anne avanzó tras Elisabeth y Karen hacia el interior de la tetería mientras daba las gracias a Joss, que sujetaba caballerosamente la puerta.

- No se preocupen, creo que nosotras podremos conseguir pases para los cuatro. - dijo mientras aceptaba con una sonrisa la caballerosidad del anticuario.

Karen sonrió a su amiga y miró a sus acompañantes, realmente se encontraba mucho más relajada desde que se habían alejado del restaurante. El anciano había sido realmente perturbador y por primera vez en su vida se había sentido como si sus propios secretos no estuvieran a salvo de aquella escrutadora mirada. Si al menos hubieran sacado algo del incidente. -Estaremos encantadas si se avienen a acompañarnos. Conocemos poca gente tan receptiva a nuestras aficiones y creo que podría ser un momento perfecto para conocernos mejor - su mirada se posó afectuosa sobre Anne, el echo de que ella se hubiera quedado casi sin palabras frente a Mills había creado un invisible vínculo entre ambas - Además, así podremos quitarnos este mal sabor de boca... Por cierto, ¿Conocen ustedes a alguien en el museo Británico?, lo digo por los hombres que se encontraban sentados en la mesa adyacente - dijo mientras se colocaba en una posición correcta la gorrita y entraba en la tetería.

Bueno parecía que la tarde iba a resultar mucho más agradable y provechosa de lo que parecía en un comienzo. - De los hombres del restaurante conozco de vista y por su reputación a Sir Petrie, a nadie personalmente, aunque puede que después de los lamentables sucesos podríamos tratar de contactar con él, parecía bastante impactado por la presencia de Mills.- Nieman pensó que el caballero sentiría algo de curiosidad por los acompañantes de Mills, aunque no resultaba agradable que los relacionaran con tal persona. - Además debemos aclarar que no tenemos nada que ver con Mills. Por cierto como conseguiran las entradas, Anne y yo estaríamos encontados de acompañarlas, pero no queremos causar molestias.

Ya en el vestíbulo de la tetería, Elisabeth entregó su abrigo a la mujer que atendía el guardarropa mientras continuaba charlando con sus compañeros:

Cita:

- Estoy totalmente de acuerdo con usted señor Nieman, no desearía que nadie me relacionara directa o indirectamente con ese personaje. Estoy convencida de que encontraremos mañana al doctor, ya que supongo que estará presente en la llegada del cargamento. En ese momento podremos explicarle todo el desagradable incidente...- y tras una pausa añadió - Y quizá averiguar algo más sobre qué ha pasado realmente esta tarde en el restaurante. -

Cita:

Con una sonrisa se acercó al anticuario y bromeó: - Somos dos ricas y excéntricas mujeres de la alta sociedad, somos especialistas en estas cosas. - y con un guiño se giró para entrar en el salón principal mientras decía: - Vamos, tengamos una agradable velada hablando de libros perdidos. -

Joss rió liberando los último retazos de tensión mientras entraba en la pequeña y acogedora tetería. Por fortuna para ellos encontraron una mesa donde poder sentarse a charlar tranquilamente sobre la variedad de libros antiguos e interesantes que conocían. Una camarera se les acercó en cuanto se hubieron acomodado, preguntando amablemente. - ¿Qué tomarán los señores?

Nieman tenía claró lo que pediría y fue el primero en hablar. - Yo gustaría de un cafe, ¿tienen cafe indio?. Adoro ese ligero aroma que deja el salitre en esos cafés.

Seguimos aqui chicos.