Séptimus puede que no tuviera ni idea de cómo llegar hasta los calabozos del palacio de Macedonia, pero una cosa sí que tenía clara y era que el dinero abría todas las puertas, así que no le costó demasiado convencer a un viejo guardia que custodiaba la puerta de entrada del palacio para que le mostrara las mazmorras reales. El reluciente macedonio de plata que le mostró (unos seis meses del sueldo del infeliz guardia) acabó de convencerlo para que Osvaldo, en contra de las ordenanzas de palacio, le sirviera como guía turístico de aquel siniestro lugar.
Con una lámpara de aceite en la mano, el viejo guardia acompañó al príncipe atravesando los jardines hacia lo que parecía una abandonada garita. Una vez abierta la puerta chirriante de óxido, Séptimus pudo ver ante sí una estrechísima escalera de caracol que parecía descender hacia el abismo.
- En estos momentos, aparte de los delincuentes comunes, el único preso notable que se pudre en las mazmorras es un flautista que hace años secuestró a los niños del reino por un problema de impago. Aparte de eso no hay mucho más que ver: ratas, musgo y humedad... -iba explicando el guardia mientras descendían-.
- ¿Un flautista? Que pena... me habría gustado conocer a ese dragón que concede deseos... me pregunto si Osvaldo me estará diciendo toda la verdad...
Piensa Séptimus mientras avanzan. No puede reprimir la tentación e interrumpe al guardia:
-¿Estás seguro de eso? Había oido rumores... como decirlo... más jugosos... y aunque me acercaré a ver a ese flautista, me habría gustado ver algo aun más interesante...
No estaba seguro de si Osvaldo le ocultaba información o era cierto que no sabía nada más, pero con la indirecta que le había lanzado quedarían resueltas sus sospechas. Si le daba algo más de información significaría que el viejo guardia es más listo de lo que parece, y se estaría intentando aprovechar de Séptimus. Aunque a él no le importaba si le enseñaba lo que quería ver... si es que existía...
A ambos lados del inmundo pasillo infectado con un olor a orines y excrementos, seis presos agonizaban en sus celdas debatiéndose entre alaridos y súplicas para que el carcelero los liberara de sus grilletes.
Haciendo oídos sordos a sus lamentos, Osvaldo continuó andando por aquel corredor hasta llegar al fondo, donde aparentemente la mazmarra acababa en un muro de piedra labrada.
- ¿Así que habéis venido buscando algo más? -susurró el guardia fuera de la mirada de los condenados-. Eso os costará otra moneda de plata. Pensad que estoy jugándome mi trabajo.
En otras circunstancias Séptimus hubiera mandado azotar a aquel carcelero insolente, pero entonces la curiosidad pudo más que su orgullo y el príncipe acabó por volver a abrir la bolsa de sus monedas para saciar su codicia.
Con el reluciente macedonio en la mano, Osvaldo empujó entonces una piedra suelta en la pared del fondo y ante ellos se abrió un pasadizo que se adentraba unos diez metros más bajo tierra. Al fondo de la nueva galería, la luz de la antorcha iluminó lo que parecía una mancha o silueta pintada sobre la pared:
Bajo ella, nueve ruedas de madera formaban un raro mecanismo de seguridad. Cuando Séptimus acercó la mano para mover la primera comprobó que en cada una de ellas estaban escritas por orden las letras del abecedario y que juntas podían formar una especie de clave secreta.
- Me imagino que un príncipe como vos sabrá leer, así que quizás podáis saber de qué se trata. Por mi parte no puedo deciros más. La entrada que acabamos de abrir la descubrí no hará mucho por pura casualidad, y no tengo ni idea de qué es lo puede esconderse detrás. Me imagino que ni el propio rey tendrá noticia de este pasadizo. En todo el tiempo que llevo trabajando en palacio nunca ha bajado hasta aquí y todo esto tiene pinta de ser muy antiguo.
Séptimus tuvo que sobornar de nuevo al guardia para que le señalara esta entrada secreta, lo cual no le gustó ni un pelo:
-Vaya, parece que la honradez y la generosidad no están a la orden del día.... dice esto en tono de broma, intentando ganarse al carcelero, aunque en verdad le parecía que este hombre era un aprovechado. Aun así, ya había pagado dos veces, asi que cualquier cosa que pidiera a partir de ese momento le costaría un precio...
Estaba entusiasmado con aquel último descubrimiento, ¿que habría allí detrás? Tenía que descubrirlo como fuera...
Aquella mancha... tenía que significar algo... ¿pero qué? Tantas letras... solo se le ocurrieron dos cosas: Corazones (dijo que el rey nunca había bajado aquí, pero ¿y la reina...? ) y Macedonia (era la región en la que se encontraban y aquella mancha podía ser un boceto de la región a modo de pista). Probó ambas combinaciones girando las ruedas esperando conseguir algo positivo...
-Bien Osvaldo, veamos si hay suerte... De ser así, te habrás ganado la gratitud de un príncipe!
La primera combinación no surtió ningún efecto, pero a la segunda... ¡Eureka! El sonido de un disporitivo mecánico sonó al otro lado de la falsa pared y el muro cedió fácilmente al primer empuje. La luz de la antorcha de Osvaldo iluminó entonces una escalera de caracol ascendente que por las enormes telas de araña que la cubrían parecía no haber sido usada en mucho tiempo.
El príncipe Séptimus inició entonces la marcha seguido del guardia y unos pasos más arriba dieron con una trampilla que consiguieron abrir con dificultad por culpa del óxido que corroía las bisagras hasta llegar a una habitación secreta de palacio sin ninguna puerta ni ventana, cerrada por lo que parecía la parte trasera de unas enormes estanterías. Allí, en en el suelo de aquella cámara olvidada, un enorme encendía la imaginación del príncipe y del guardia con la promesa de un valioso tesoro.
- ¿Habéis visto eso? -preguntó Osvaldo que no podía creer lo que tenían delante- ¡Hoy es nuestro día de suerte! Lástima de cerrojo. Parece difícil de forzar. Ayudadme a cargarlo hasta el puesto de guardia donde tengo unas cizallas y podremos repartir el botín.
Justo en ese momento, el grito de una mujer sonó al otro lado de una de las estanterías:
- ¡GUAAAAAAAAAAARDIAS!
La combinación había funcionado, aquello estaba saliendo a pedir de boca. Y es más, al subir esas escaleras habían encontrado un tesoro... No era lo que Séptimus esperaba, pero algo es algo... quizás ahí dentro hubiera algo valioso. El guardia enseguida se ofreció a abrir el cofre en su puesto y a compartirlo...
-¿Compartirlo? Este guardia es idiota! ¿Compartirlo? Creo que le asesinaré si consigue abrir el cofre, ¿Como se puede ser tan insolente?...
Mientras meditaba esta y otras muchas cosas, el grito de llamada a los guardias alertó a Séptimus. -Vaya, no me dejan disfrutar de mi triunfo ni un segundo. Aunque estaría bien que no me encontraran aquí...
-Está bien Osvaldo, carguemos esto de vuelta por donde hemos venido a ver si evitamos a esos guardias, y después lo abriremos. Por cierto, al salir me gustaría hablar con ese flautista... no mucho tiempo, pero si tiene algo interesante que decir quiero oirlo.
Séptimus y Osvaldo cogen el cofre y se disponen a salir de aquella habitación cuanto antes... quizá la puerta secreta solo se abriera en un sentido y no pudieran seguirles
Aquel cofre pesaba una barbaridad incluso para ser portado por dos hombres robustos, pero Osvaldo y el príncipe consiguieron llevarlo con gran esfuerzo hasta los barracones de a guardia. Una vez allí, el carcelero intentó forzarlo con ganzúas, una palanqueta un cincel, pero sus esfuerzos fueron en vano.Sin duda debía debía de contener algo importante para protegerlo con todas aquellas medidas de seguridad.
- Es inútil. Tendremos que destrozar la madera -reconoció al fin Osvaldo dándose por vencido-. Pero hasta mañana no voy a poder conseguir la herramienta adecuada. Si queréis hablar con ese flautista aprovechad para hacerlo ahora, pues en cuanto consigamos abrir el cofre yo marcharé a mil leguas de aquí.
El guardia no había conseguido abrir el cofre...
-Todo iba demasiado bien... pensó Séptimus. El guardia era un inútil, eso estaba claro, pero al menos estaba haciendo un buen trabajo para él.
-Está bien, vayamos a ver a ese flautista, y rapidito, que me van a echar en falta ahí arriba y no quiero que me encuentren aquí
Osvaldo parecía encontrarse bastante nervioso después de los intentos frustrados de abrir el cofre.
- ¿Volver a las mazmorras a hablar con un cadáver? No, yo me largo. Hace un momento que acaban de dar la voz de alarma y a estas alturas ya se habrán dado cuenta de que he faltado al puesto de guardia. Ahí fuera tengo una mula y voy a cargarla para llevarme este cofre lejos de aquí esta misma noche. Acompañadme y mañana mismo repartiremos el botín.
El guardia había perdido la cabeza.... ¿Cómo se iba a ir ahora? No podía permitirlo...primero intentaría razonar con él, pero si eso no funcionaba... tendría que usar la espada.
-Osvaldo tranquilizate, no vas a llevarte el cofre, y ni siquiera sabes si han descubierto tu traición. Está bien, no hablaremos con el flautista. Tengo que volver a la fiesta, no desaparezcas.... Esto último lo dijo con tono de amenaza
Me he perdido totalmente lo siento, no sabía que escribir, de repente me he quedado sin opciones
Confiando en que aquel guardia lo aguardara hasta el final de la ceremonia, el príncipe Séptimus regresó a la sala de baile junto al resto de invitados. Ahora lo más importante era averiguar si alguien los había escuchado y si alguien había echado de menos el cofre.