¿Me cuentas qué está haciendo tu personaje un día a tu elección entre el 15 y el 20 de mayo?
Domingo 16 de Mayo:
La intensa lluvia impedía ir rápido con el coche por lo que el viaje de vuelta se estaba alargando más de lo planeado y la noche había caído cuando Henry llegó a Chicago.
Había pasado el fin de semana con unos amigos en una casa de campo de casi 200 años de antigüedad. La velada no había consistido sólo en charlar y rememorar tiempos pasados acompañados de un buen vino. Sus encuentros siempre estaban endulzados con el placer de sentir lo oculto. En esta ocasión, la casa era el motivo de la reunión. Allí habían ocurrido atroces sucesos en la primera mitad del siglo XX. Varios aparatos electrónicos de grabación y una sesión de Ouija intentaron captar los resquicios de ese horror.
Las luces de Chicago comenzaron a bañar el Chevy de Henry y en ese momento se acordó de la niña. El relato de las torturas que sufrió en aquella casa le había dejado inquieto, pero sobre todo fue cuando una de las grabadoras que había repartidas por la casa, la del sótano concretamente, recogió la súplica de la niña:"por favor... sáquenme de aquí...no me gusta la casa..."
En ese momento no pudo evitar mirar por el retrovisor interior el asiento trasero del coche.
-Eres un crío mirando bajo su cama.- se dijo a sí mismo.
El teléfono móvil comenzó a sonar en el bolsillo de su chaqueta.
- ¿Henry? - respondió la familiar y cascada voz de Walt, que aún debía seguir en la casa - Hola Henry. Oye, ha pasado algo muy raro. Un hombre ha llamado a la puerta y ha dejado un paquete para ti. Casi nos mata del susto, Henry. Me ha dicho que te llame y te diga que vengas a abrirlo, pero que no lo hagamos nosotros. ¿Qué hago, te espero? -
-Hola, Walt. Ahora mismo estoy conduciendo.- le resultaba muy extraña toda esa historia.- La verdad es que estoy bastante cansado y quería echarme pronto a dormir.- se mantuvo en silencio pensando en lo mayor que estaba, con Melissa a su lado seguro que no lo habría dudado un momento y habría dado inmediatamente la vuelta.
Al final ese pensamiento se hizo fuerte en su mente y picó su orgullo.
- Escúchame, Walt, yo tardaré un par de horas en volver. Espero que no te importe esperar hasta entonces y que pase otra noche más con vosotros.
Henry y Walt disfrutaban ambos de su compañía y eran capaces de, en una sola conversación de varias horas, tocar practicamente todas las ramas de las ciencias sociales y naturales. Walt y su esposa eran lo más parecido a una familia que Henry tenía ahora mismo.
-Por cierto, ¿te dijo ese individuo cómo se llamaba o de qué me conocía?.- Henry no recordaba haberle dicho a nadie más que a su ayudante de la universidad, dónde iba a pasar el fin de semana.
- No, no dijo quién era, y eso que le pregunté. Estirado y almidonado, me da que era de alguna agencia ¿Trabajas para el gobierno ahora, Henry? Ya sabes que no son de fiar, en cualquier momento te venden y acabas a saber dónde. Bueno, qué te voy a contar, como si no hubieras oído ya mi historia con el FBI un millón de veces. Espera un momento. -
Su voz se aparta del auricular.
- Margaret, prepara la habitación de Henry otra vez, por favor. Va a tener que volver por lo del dichosos paquetito. -
Vuelve al auricular.
- Ya está. Todo listo Henry. Ya sabes que eres bienvenido incluso dos veces en un día. -
El cansancio estaba haciendo mella en Henry. La noche anterior apenas había dormido y la esperanza truncada de acostarse tan pronto llegase a Chicago hacía que su cuerpo se revelase contra él y le pidiese cerrar los ojos y dejar que el viejo Chevy le condujera amablemente hasta uno de los campos que se extendían junto a la carretera.
Al tomar el desvío que llevaba al caserón creyó ver junto a uno de los árboles a una pequeña niña vestida con un camisón blanco y una muñeca en una de sus manos. ¿Sería esto producto del cansancio o tal vez la niña no tenía limitado su movimiento a la casa? Al mirar por el espejo retrovisor no vio a nadie.
El sonido del motor del coche de Henry despertó a Walt de un ligero sueño en uno de los sillones del salón y fue a recibirlo a la entrada. La lluvia prácticamente había cesado pero alrededor de la casa todo era barro.
-Hola Walt, espero que tengas algo caliente por ahí dentro.- dijo Henry mientras salía del coche y cubría su despejada cabeza con un sombrero.
Corrió hasta el porche y estrechó la mano de Walt.
-¿Dónde está mi sorpresa?
- En tu cuarto, Henry. No sé qué será, pero es una caja pequeña. No te has metido en problemas con nadie ¿verdad? Ya me perdonarás que te haga este tipo de pregutas pero me preocupo por tí, espero que lo entiendas. -
Tu habitación está lista, caliente y acogedora. Desde luego Margaret es única haciendo que la gente se sienta como en casa, o mejor. Te sientas sobre la mullida cama, al lado del misterioso paquete. Sin remite, sin inscripciones, nada. Cuando lo abres te sorprende lo fuera de lugar que está su contenido. Es un teléfono. Pero si ya tienes uno.
Entonces es cuando te viene la Orden a la cabeza. Esto es propio de ellos, tanto secretismo, tanta trama de película de espías. Y de terror, recuerdas también. ¿Qué habrá ocurrido esta vez? ¿Dónde?
Cuando miras la agenda del teléfono ves un único número. Señor Verdad. Tu contacto. A lo largo de tu carrera con la Orden has hablado con muchos señores verdad, y pocas veces se han repetido las caras.
La prontitud con que descuelgan te hace pensar que ese hombre tuviera ya el teléfono pegado a la oreja.
- Buenas noches, Señor Howard. Disculpe las molestias, pero necesitamos de sus servicios. ¿Sería usted tan amable de ir al aeropuerto? Allí le esperan unos billetes para Washington D.C. -
Debería haberse supuesto que tras toda esta parafernalia sólo podía estar la Ordo. La emoción de un nuevo caso había hecho desaparecer el sueño y Henry aceptó la invitación al momento. Descendió las escaleras y se dirigió a la cocina dónde Margaret preparaba un sandwich.
-Muchas gracias por todo Margaret, pero tengo que irme.- vio la preocupación en su cara y rápidamente trató de tranquilizarla- No es nada grave, pero parece que sí que es urgente.
A pesar de la insistencia de Walt, no pasó la noche con ellos. Dormiría en el avión y si las próximas instrucciones se lo permitían, tal vez en algún hotel en Washington. Sí que aceptó tomar una taza de café bien cargada.
A las once de la noche llegó al aeropuerto de Chicago. Un viaje de menos de dos horas le separaba de la capital del país.
Un poco más tarde, ya en el aeropuerto, recibes un mensaje en tu teléfono nuevo. Te recogerán con el nombre de Asesor de seguridad. Siempre tan ocurrentes, estos de la Orden.
El viaje fue cómodo, con enormes asientos, bebidas gratis, algo de comer y mucha tranquilidad. Tranquilidad que no consiguió mitigar la inquietud. Un nuevo caso. El último había sido hace ya mucho, demasiado, y por fin vuelves a saber de ellos.
Bajas del avión preguntándote cómo te recogerán esta vez. El gusto de la Orden por la sorpresa y la extravagancia, a ser posible teñidas de ciertos lujos, no te ha pasado desapercibido.
Fuera del aeropuerto te encuentras con tu vehículo. Una lujosa y elegante furgoneta negra. Un hombre sujeta un cartel con ambas manos:
Asesores de seguridad
A pesar de que apenas durmió, el exquisito trato en el avión relajó a Henry e hizo desaparecer su cansancio. Salió a la zona de recogida de pasajeros y allí vio la negra furgoneta y al tipo con el cartel.
-Buenas noches.- por lo que decía el cartel se podía deducir que se esperaba a más de una persona- Espero no ser el último en llegar.
- Buenas noches, señor Howard. Al contrario, es usted el primero. El resto de nuestros colaboradores tardarán apenas unas horas en llegar, pero si no le importa preferiríamos llevarle al hotel. Allí se reunirá usted mañana con ellos y con el Señor Verdad. -
-Oh, eso sería genial porque ahora mismo lo que más deseo es una cama.
Henry subió a la parte trasera de la furgoneta y acomodó la maleta a su lado. Durante el trayecto ambos hombres permanecieron en silencio.
Durmió plácidamente durante toda la noche y a la mañana siguiente no era capaz de recordar haber soñado nada. Se despertó cinco minutos antes de que su nuevo teléfono sonase.
-Buenos días, el Profesor al habla.-dijo con voz ronca.
- Buenos días, Profesor Howard. Se ha concertado el desayuno dentro de veinte minutos en el comedor del hotel, tras lo cual, a las 9:30, comenzará la reunión. Esperamos que haya pasado una plácida noche -
-He dormido plácidamente. La verdad es que ha merecido la pena pagar por la habitación.- dijo entre risas.
Bajó al buffet y probó de todo lo que se le ofrecía. Uno de sus mayores defectos era que no podía dejar de comer mientras en el plato hubiese comida. A la hora de la reunión sufría de una terrible indigestión, pero se consolaba pensando que ya era demasiado mayor para cambiar.
Un hombre de traje se acerca a tí unos cinco minutos antes de la hora de reunión.
- Buenos días Profesor Howard, me llamo Stalker. ¿Está usted listo para la reunión? -
-¡Por supuesto!- dijo Henry estrechando la mano del hombre con fuerza- Estoy deseoso de saber qué nos depara este nuevo caso.
En su cara se podía ver la excitación, pero también la indigestión reprimida. Al tiempo que acompañaba a Stalker al interior de la sala, tomó una de las pastillas que llevaba en el bolsillo de la chaqueta.
Mientras camináis por el pasillo Stalker saca una petaca de la chaqueta y te la pasa.
- Le noto un poco mal de la tripa. Dele un trago, es mano de santo. Whiskey escocés. Veinticinco años. -
-Señor Stalker, debe saber que cuando a un hombre de mi edad se le ofrece una delicia de 25 años no puede decir que no- dijo sonriendo al mismo tiempo que asía la petaca prestada.
Dio un profundo trago y después relamió sus labios.
-Supongo que habrá entendido que me refería a un licor- Una carcajada brotó de Henry a la vez que elevaba la petaca en señal de agradecimiento.